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miércoles, 9 de agosto de 2017

Disturbios en Granada durante la Primera Guerra Carlista

Desde que los franceses introdujeran el liberalismo en España, siempre ha habido contrarrevolucionarios en Granada. En entradas anteriores hemos hablado del Padre Osuna, religioso cruelmente asesinado por los constitucionalistas en 1823 y del que, a diferencia de la masona ajusticiada Mariana Pineda, nadie se acuerda en nuestra ciudad.

Al estallar la primera guerra carlista, tampoco faltaron partidas legitimistas en nuestra patria chica, de lo que da cuenta la obra del liberal Antonio Pirala, que sin embargo sostiene que el levantamiento fue sofocado pronto. Nos parece que no se ha hecho aun justicia histórica sobre la abundante y continua presencia carlista en Granada y Andalucía en todas las guerras civiles de España y en concreto durante la primera. Prueba de ello son los hechos relatados por Melchor Ferrer en su monumental obra Historia del Tradicionalismo Español, que reproducimos:


Ante la alarma de que han entrado los carlistas en Granada, la banda de bomberos suspende su tocata

[En 1835] no era quietud lo que reinaba en Andalucía. Tantas conspiraciones descubiertas, seguidas de sangrientas represiones y castigos, tanta invasión de partidas manchegas, tanto malestar en el fondo de la sociedad andaluza, y también la presencia de pequeñas partidas que hostilizaban al enemigo y que por su exigüidad escapaban a una obra general, pero que molestaban y excitaban el amor propio, el cada vez más decaído prestigio... y los nervios de los cristinos. Sólo así se comprenden los sucesos del 9 de agosto [de 1835] en la ciudad de Granada.

De ser cierta la paz octaviana y la unanimidad liberal que, al decir de Pirala y de sus seguidores, reinaba en Andalucía, sería incomprensible lo que allí ocurrió. En dicha fecha, a las once y media de la noche, estaba la banda de bomberos dando un concierto de música en la calle de Mesones. De pronto, aparece entre la gran concurrencia allí reunida un individuo con el uniforme de cazador de la Milicia Urbana, y grita:

«Compañeros, en la Puerta Real hay carlinos. A ellos...». 

Nos dice un periódico oficial: «El desorden que en aquel momento de pura diversión causaran tales expresiones, es de penetrar. La mayor parte del concurso, a la vez que los músicos, desapareció...» [1]. Se formaron patrullas que salieron para Puerta Real, pero prefirieron refugiarse pronto en el portal de la casa del Marqués de los Villares, en la que acababa de llegar el Capitán General [2], de retorno del teatro. «La hora, el sitio y las circunstancias del caso produjeron una confusión, y ésta un alboroto», dice el mismo periódico.

El Capitán General desciende a la calle y ve que un hombre iba corriendo. Sale detrás, seguido de los milicianos urbanos, que ahora han recobrado ardor a la vista del general y, después de dar el fugitivo las voces de alto y en vista de que no paraba en su carrera, disparan y cae herido. Este después dice que corría porque creyó que le perseguían los carlistas...

¿Es concebible que en una región en la que se dice que no existen carlistas armados, en una capital como Granada, la noticia de que los carlistas están dentro de la localidad pueda causar tal confusión hasta el extremo de que el Capitán General corra desaforado por las calles detrás de un individuo que se le conceptúa sospechoso? [...] Nada se ha hecho en España en relación a las guerrillas carlistas, y si algo puede presentarse con alguna proporción respecto de los hechos, son los períodos de Zumalacárregui y de Cabrera, o, generalmente, a las campañas del Norte, Maestrazgo y Cataluña; y lo poco que se presenta de otras partes hemos de recogerlo de los enemigos del carlismo, que han pintado la historia a su gusto y a su interés.




[1] Boletín Oficial de Granada del 12 de Agosto de 1835. 
[2] Lo era de la Capitanía general de Granada don Carlos Espinosa quien después de haberse distinguido en la guerra de la Independencia mandó en 1822 el ejército constitucionalista en Navarra contra los realistas, emigrando al triunfar las armas de los partidarios de Fernando VII. Volvió al servicio activo a la vuelta del régimen liberal, y fue gobernador de Cádiz y capitán general de Granada. Fue muy adicto al liberalismo y murió en edad avanzada en 1850. 


Historia del Tradicionalismo Español (tomo IX, p.248)