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martes, 9 de junio de 2015

La Catedral de Córdoba no es una mezquita

Cuando hoy oímos a la «presidenta» de la «Junta de Andalucía», Susana Díaz, hablar con desparpajo y desvergüenza de expropiar a la Iglesia nada menos que una catedral, la indignación de todo español bien nacido y de todo fiel católico es lógica y natural.

Sabido es que no existe para los socialistas más dios que Mammón, por lo que no nos cuesta mucho divisar las razones recaudatorias que se hallan detrás de la iniciativa para expropiar la Catedral. Sin embargo, para comprender como es posible que algunos semi-analfabetos repitan sin rubor las consignas del gobierno socialista de que la Catedral es en realidad una mezquita mahometana, tenemos que volver la vista atrás a los años de confusión posteriores al Concilio Vaticano II, en los que empezó a convertirse en norma —y sigue siéndolo hoy— todo tipo de sacrilegios y de escándalos en las iglesias.

En este proceso de derrumbe de la Iglesia desde dentro nunca faltaron paladines de la Tradición, como don Rafael Gambra, que supieron poner los puntos sobre las íes. Reproducimos abajo el escrito que este gran pensador tradicionalista dirigiera al director de «El Pensamiento Navarro» sobre el anuncio de este mismo periódico (por parte de un colaborador poco ortodoxo) del acto sacrílego que iba a producirse (y finalmente se produjo) en la Catedral de Córdoba.

La expropiación, en caso de llevarse a cabo, será la culminación de un proceso iniciado en los años 60 del que no cabe echar todas las culpas al PSOE, pues en 1974 su influencia en la vida pública española era nula.

La Catedral de Córdoba


¿Profanación sacrílega en la Catedral de Córdoba? 
Carta abierta al director de «El Pensamiento Navarro»

Querido Director:

Días atrás apareció en estas mismas páginas un escrito de don José Cabezudo Astrain dando cuenta de que el próximo 13 de septiembre tendrá lugar un acto religioso musulmán en la catedral de Córdoba. (Sabido es que acostumbra a llamarse a ese templo catedral-mezquita en razón de que, cuando fue conquistada Córdoba por Fernando III e1 Santo en el siglo XIII, se decidió aprovechar la mezquita de la ciudad para elevar en su centro la catedral cristiana a modo de símbolo del triunfo de la Cristiandad sobre el Islam. Pero desde hace setecientos años ese templo es catedral católica.)

El escrito que comentamos presentaba el hecho como algo puramente anecdótico o pintoresco, términos absolutamente inadmisibles para un creyente católico, a menos que la intención de su autor fuera provocar una reacción en el pueblo fiel con el solo anuncio del proyecto.

Ignoro la intención del señor Cabezudo Astrain y, por lo tanto, no puedo juzgar el sentido de su escrito. Ignoro también —puesto que la referencia me viene a través de ese escrito— si la cosa será tal como él la presenta, ya que cabe estuviera mal informado.

Lo que sí sé es que, si el proyecto es tal como ese escrito lo presenta, se tratará pura y simplemente de una profanación sacrílega. Y no variará esta condición el que se arrope el hecho en motivos "ecumenistas" o "pluralistas" o "evolutivos". Tampoco lo variará —antes lo agravará enormemente— el que tal hecho vaya a realizarse con permiso del Obispo de la Diócesis.

Porque profanación de un templo es dedicarlo a fines distintos al culto divino, y esta profanación es sacrílega cuando esa otra finalidad es —sin previa desacralización— adorar a dioses falsos. Los cristianos que nos precedieron en diversas edades, y principalmente en los primeros siglos del cristianismo, dieron su vida en horribles tormentos por negarse a adorar a dioses falsos: y la Iglesia los declaró santos (no "ultras"). Y eso que ellos hubieran tenido la atenuante del miedo invencible.

Permitir que en un templo catedralicio católico se rinda pública adoración a un dios falso es en quienes lo permiten —y aun en quienes de algún modo puedan evitarlo— un acto de prevaricación.

Ruego a usted, por lo mismo, invite al autor de aquel escrito a aclarar a sus lectores qué sentido otorgaba al mismo, expresando públicamente su posición ante el hecho. Y si el hecho es tal como el señor Cabezudo Astrain lo presenta, que el señor Obispo de Córdoba explique de qué manera no será él autor o cómplice de un horrendo sacrilegio agravado con el carácter de escándalo público. Créame siempre su buen amigo y colaborador,

Rafael Gambra
El Pensamiento Navarro (24/08/1974)

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