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domingo, 3 de septiembre de 2017

San Pío X y Carlos VII

Los hechos expuestos a continuación ponen en tela de juicio los argumentos de quienes sostienen que la Iglesia fue partidaria del sistema alfonsino y que para ser buenos católicos y complacer al Santo Padre, los españoles tenían la obligación acatar reverentemente los Poderes constituidos, cuestiones tan complejas y delicadas, que se resuelven mejor que con disquisiciones metafísicas, con hechos cuya elocuencia está al alcance de las inteligencias menos perspicuas.


San Pío X, Romano Pontífice entre 

No podían ser más cordiales las relaciones de Su Santidad el Papa Pío X y el Augusto Caudillo de la Comunión Tradicionalista, Carlos VII. Apenas elegido Pontífice el Cardenal Sarto, cruzáronse entre ambos afectuosos telegramas de felicitación y de gracias.

Dos visitas hizo Don Carlos al Papa en Roma, y las dos veces fue recibido con tanta ostentación como afecto, como sólo se recibe a los reyes verdaderamente católicos, que han prestado o prestan grandes servicios a la Iglesia.

A los regalos de Don Carlos correspondió el Papa con otros de incomparable valor moral y material, como un riquísimo medallón de oro, esmaltes y brillantes; un rosario de oro y cristal de roca, hábilmente tallado; un solideo, unas sandalias y una faja del uso personal del Romano Pontífice en circunstancias solemnes, etc.

El Papa enriqueció generosamente la capilla del Palacio Loredán, residencia de Don Carlos, con indulgencias plenarias y parciales, como no lo hizo con ninguna otra capilla de los reyes reinantes y Poderes constituidos.

Carlos VII,
Duque de Madrid, Rey legítimo de España 

El 4 de noviembre de 1905, fiesta onomástica de Don Carlos, el Rvdo. Sr. Vicario de la Iglesia del Espíritu Santo, que casi diariamente celebraba el Santo Sacrificio del Altar en el oratorio de Palacio, con asistencia de sus Augustos moradores, entregó al Sr. Duque de Madrid un rescripto, en el cual Su Santidad concedía que se pudiese celebrar en la capilla doméstica de nuestros Augustos Señores la Santa Misa, según el orden prescrito por el calendario de la Diócesis de Madrid, figurando al pie, de puño y letra del Romano Pontífice, estas hermosas palabras:

Justa preces precipitae in favorem magnimorum Principum quorum in Sancta Sedem Apostolicam obervatia magno facimas.— Ex aedibus Vaticanis die 16 Octobris 1905.— Pius PP X.

Lo cual significa que Su Santidad concedía especialmente esa gracia en favor de los magnánimos Príncipes, cuya devoción a la Santa Sede Apostólica tenían en grande estima.

No contento con tan afectuoso privilegio, por medio de carta autógrafa, fechada en el Vaticano el día 3, felicitó a Don Carlos con motivo de su fiesta onomástica, y en ella le deseaba, por la intercesión de San Carlos, las mejores prosperidades el día de su Santo y mandaba con efusión, tanto a Él como a la Señora, la bendición apostólica.

Por último, apenas Pío X tuvo noticia del fallecimiento del ayudante de campo de Don Carlos, el general Saсаnell, aplicó la Misa en sufragio del alma del difunto, mandó decir por él oraciones especiales y por telégrafo dio el pésame a nuestros Augustos Señores.

¿Que todo esto petenecía al orden privado y amistoso? Claro que sí. Pero resultaba elocuente en grado sumo para poner una mordaza en los labios de quienes eran nuestros detractores sistemáticos, conservadores embolados, mestizos y reconocementeros, más o menos vergonzantes, enamorados del mal menor, y que, no contentos con eso, formaban juicios temerarios respecto a la catolicidad de los carlistas y de su incomparable Jefe, deslizando en las Cofradías frases que, si no deshonraban, empañaban al menos nuestra reputación religiosa, y sostenían en serio que con los carlistas no se puede contar para ninguna empresa verdaderamente católica... alfonsina, se les olvidaba decir.

Decía proféticamente Eseverri (seudónimo de Manuel Polo y Peyrolón) en EL CORREO ESPAÑOL, que si nos dejábamos seducir por los que, con pretextos religiosos, se proponían por toda finalidad matar al partido carlista, anulándole a los pies de las instituciones liberales, debíamos prepararnos para llorar sobre la tumba de la Religión y de la Patria.

Información obtenida de El Correo Español (11 de enero 1906)

3 comentarios:

  1. Muchas gracias. Su texto me ha ayudado en una investigación. He recurrido a El Correo Español, digitalizado, de dicha fecha.

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  2. Me alegro de que le haya sido útil. Gracias por comunicárnoslo. Si va a publicar algo sobre este tema también me gustaría saberlo. Un saludo.

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  3. “Estando ocupados por anticristos la Cátedra de Pedro y los puestos de autoridad de Roma, continúa rápidamente la destrucción del Reino de Nuestro Señor al interior mismo de su Cuerpo Místico en la tierra (…) Es lo que nos valió la persecución de la Roma anticristo (…) Me veo obligado por la Providencia divina a transmitir la gracia del episcopado católico que recibí, para que la Iglesia y el sacerdocio católico sigan subsistiendo para la gloria de Dios y la salvación de las almas (…) Es por esto, convencido de cumplir la santa voluntad de Nuestro Señor, que les pido por la presente carta acepten recibir la gracia del episcopado católico…” (Carta de monseñor Lefebvre a los futuros obispos. Fideliter Numéro hors série, Juin 1988, page 61).

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