La huelga del 8-M

En situaciones normales, no malgastaría mi tiempo prestando la mínima atención a una huelga feminista como la convocada el 8 de marzo de este año y, de hecho, no la considero algo digno de mención ni de transcendencia suficiente como para alterar la situación política e histórica que vivimos, como sí pudieron ser la victoria de Trump en las elecciones de enero de 2017 y el golpe de Estado de separatista en octubre/noviembre del mismo año. Me voy a dedicar a escribir esto más por un suceso local, en la Universidad de la ciudad de Granada, dónde se ubica este círculo, que por otra cosa, y con mayor atención a mi experiencia personal.

Ya vi las primeras pancartas de la huelga hace bastante tiempo, probablemente a comienzos de febrero, y las ignoré en rotundo, pero le presté más atención hace unas semanas, cuando me encontré a una muchachilla, agradable y de buen ver, repartiendo papeletas para la huelga, así que me decidí a preguntar, acumulando toda la capacidad de aguante que tenía hasta ese momento por las razones que llevaban a eso, ya que ese momento no me parecía en absoluto el más indicado para preparar una manifestación o una huelga: las feministas tienen una amplia influencia sobre las instituciones universitarias granadinas (y sobre las instituciones públicas en general), el primer asesinato por violencia doméstica no se habría producido hasta febrero (siendo común que se concentren entre comienzos y finales), y la propia universidad había montado la campaña Humanidades sin media humanidad una campaña "feminista" que a efectos prácticos extiende la ideología de género y el victimismo, y que había tenido que soportar en una clase anterior (un formulario-encuesta "voluntario"), tal vez la razón por la que todavía estaba de mal genio.

En fin, pregunté a la muchachilla y tuve que insistir, puesto que la primera vez se creía que le preguntaba de qué iba la huelga, y después de interrumpirle para preguntarle por qué se hacía la huelga, hizo una breve pausa y me respondió motivos feministas. Me quedé de piedra, puesto que esperaba algún tópico feminista tipo "violencia de género", "machismo" o "brecha salarial", o algún motivo pequeño que en la práctica no justifique una acción de gran escala, pero esa respuesta sí que no me la esperaba, porque eso implicaba que a esa pobre muchacha le hacen repartir papeletas sin contarle nada, y que esa huelga no era más que la típica parafernalia política que son las manifestaciones feministas ordinarias, pero sin el más mínimo casus belli que la justifique. Al final, le di las gracias a la muchacha lo más amablemente que pude y tiré la papeleta que me dio en la papelera más cercana.

Más tarde me enteré por la radio (a mi pesar) de qué iba la cosa: se trata de una especie de experimento social a gran escala que llama a todas las mujeres de España a abandonar sus actividades rutinarias durante 24 horas, tales como el cuidado de los niños, el cuidado del hogar, cocinar, comprar, trabajar y estudiar, para así demostrar a la sociedad que las mujeres tienen un papel estratégico de vital importancia, y que sin ellas el sistema logístico-social se colapsaría, por lo que se les debe respetar más y tomar más en serio sus reivindicaciones. Hasta aquí bien. El problema es que según esta lógica el papel natural de los hombres en este experimento obviamente debe ser pasivo, debiendo limitarse a realizar sus actividades rutinarias como si no pasara nada, pues obviamente, si los hombres participaran en la huelga, el experimento se iría al traste, ya que los resultados del parón podrían interpretarse más como debidos a los efectos de hombres y mujeres abandonando sus puestos de trabajo, que exclusivamente a éstas, por lo que la huelga perdería su sentido; de hecho la organización central ha reconocido esto y lo ha comunicado públicamente.

Esto es un contraste brutal con la realidad que he observado, y es que las papeletas han sido entregadas a hombres y mujeres; mi clase, compuesta por más hombres que mujeres, decidió apoyar la huelga (sinceramente, no estoy seguro de quién lo decidió, pero lo que estoy seguro es que tres cuartas partes de la clase la apoya para no tener que ir a clase ese día) y varios días más tarde, oí a una chica con altavoz diciendo que la huelga para hombres y mujeres.

Lo que me he encontrado aquí es una desinformación general por los motivos y la propia naturaleza de la huelga. En primer lugar, la chica que he mencionado, en segundo, unas papeletas que no explican nada de la huelga y en último lugar unas masas que van apoyar una huelga cuya naturaleza y condiciones desconocen en absoluto.

La huelga del 8-M no es más que un paripé, y que la huelga de consumo, de cuidados y estudiantil, no es más que una excusa para montar el ritual político que son las huelgas feministas, y que su verdadero objetivo no es más que luchar por aumentar la ya fuerte influencia que tienen las organizaciones feministas en el poder público.

De hecho, creo que puedo profetizar que pasará ese día: NADA. El 8 de marzo, el mundo no se parará, sólo habrá una huelga como otra cualquiera, tal vez molesta para diversas personas en su vida cotidiana, pero no habrá ningún tipo de colapso ni una situación tan desesperada como para rezar para que pronto acabe. Participarán hombres y mujeres, dando el supuesto objetivo principal al traste, pero las mujeres que menos participarán será el grueso de las mujeres a las que iba dirigida la huelga, madres, secretarias, limpiadoras y consumidoras, y sobre las que recae el peso logístico de la sociedad. Cualquier tipo de parón será consecuencia de la participación de ambos sexos, no de la huelga de mujeres, como se pretendía. Lo que sí que pasará es que a pesar de que no tendrá ninguna consecuencia real es que hará mucho ruido: habrá muchas manifestaciones y todo el sistema (el famoso patriarcado) estarán encima de ellas prestándoles cobertura mediática: serán portada en todos los periódicos y medios informativos, múltiples partidos políticos, con los progres a la cabeza, se unirán a ellos, e incluso posiblemente serán trending topic en Twitter.

En resumen, no habrá ningún resultado real, salvo las molestias ocasionales de las huelgas, pero se le ofrecerá una gran cobertura mediática. Lo que será a luces de sus presupuestos teóricos un fracaso por la ambición del proyecto y la nula información concedida a los manifestantes a la hora de ejecución, no tendrá efecto alguno en la sociedad. Esto no es más que parte de los rituales políticos feministas, y si tiene efectos, éstos no repercutirán más que en las asociaciones feministas convocantes, garantizándoles influencia política o, como mucho, dando el pretexto a los partidos a desarrollar leyes a favor de la ideología de género o el feminismo, que iban a hacer de todos modos.