Lo que la Iglesia católica entiende por liberalismo quedó definido por el magisterio pontificio hace más de un siglo. En su encíclica Libertas praestantissimum (1888), el Papa León XIII, siguiendo el ejemplo de sus antecesores y basándose en los doctores de la Iglesia y las Sagradas Escrituras, precisaba la condena a esta doctrina, ya definida —ex cathedra e infaliblemente, en opinión de muchos teólogos— en el famoso Syllabus (1864) de Pío IX. La encíclica leonina no hablaba de una economía de bajos impuestos, ni del tamaño que debía tener la administración pública, si bien este mismo Pontífice abordaría la cuestión social en los posteriores documentos magisteriales Rerum Novarum (1891) y Graves de Communi Re (1901). No condenaba tampoco la democracia como forma de elegir a los gobernantes, pero sí como fundamento del poder, pues el poder no viene del hombre, sino de Dios. Sin embargo, actualmente no existe en ningún lugar del planeta la democracia que aceptaba León XIII como legítima, entendiéndose hoy el término, por contra, como sinónimo de liberalismo con sufragio universal.
Habida cuenta que tanto neoliberales como comunistas coinciden en que el origen del poder no es divino, sino humano, y que ambos se definen como demócratas en el sentido liberal, no es difícil entender que unos y otros son liberales. Y es que además de tener una misma progenie que se remonta al reinado de Robespierre, siguen compartiendo una serie de principios, incluida la hipócrita premisa liberal de «libertad para todos» excepto para quienes ellos mismos consideran «enemigos de la libertad». No en vano, la nota característica de los liberales es que siempre pretenden legislar y gobernar exclusivamente para los suyos, como pone de manifiesto, por ejemplo, la manida expresión «unión de los demócratas», como antaño «unión liberal».
Así se entiende mejor que tantísimos corifeos y adalides del neoconservadurismo liberal en nuestros días hubiesen militado activamente en el comunismo en los años 60 y 70 del siglo pasado, pues realmente jamás cambiaron sustancialmente de principios.
En 1932 el genial redactor «Fabio» del diario tradicionalista El Siglo Futuro explicaba en un artículo esta estrecha vinculación a la que nos referimos y hemos considerado de gran interés reproducirlo a continuación.
GENEALOGIA POLITICA
Libertades y dictaduras
La Constitución del comunismo ruso dispone que los soviets tengan Congreso dos veces al año. No se cumple a la letra; esto de promulgar Constituciones para luego no cumplirlas en lo que tienen de incómodo, es de todos los climas revolucionarios.
El séptimo de los Congresos celebrados por los soviets fue en diciembre de 1919. Allí dijo Lenin:
«Nosotros no hemos prometido jamás que nuestra Constitución garantizaría la libertad y la igualdad en general. En cuanto a la libertad hay que concretar a qué clase y a qué fines está reservada; en cuanto a la igualdad, ¿para quién ha de ser sino par a aquellos que trabajan...? Esto es, y no otra cosa, lo afirmado en la Constitución: la dictadura de los trabajadores y de los campesinos reducidos a la extrema pobreza, para suprimir la burguesía.»
Hasta aquí Lenin. De este exclusivismo que constriñe la libertad comunista a los comunistas, infieren algunos que el comunismo ruso, que es el que anda por todas partes, nada tiene que ver con el liberalismo, ni es liberal. Dos afirmaciones que analizaremos brevísimamente.
¿Nada tiene que ver el comunismo con el liberalismo?... Se afirma esto inmediatamente después de afirmar que dentro del liberalismo caben todas las ideas y todos los partidos, y todos tienen igualmente expedito el camino para el logro de la mayoría que los encumbre al poder... Y no se advierte que, aunque otras relaciones de más profunda trabazón lógica, inquebrantable, no unieran y compenetraran el comunismo con el liberalismo, ya en eso habría sobrada relación.
Sólo por esa libertad liberal de propaganda, que ya puntualizaremos, el liberalismo es la incubadora universal de todos los errores. En ella cabalmente se incubó el comunismo ruso, como se incubaron todos los comunismos y todos los socialismos y todas las anarquías en todas partes.
Sin salir, pues, de las razones que se alegan par a demostrar que el comunismo nada tiene que ver con el liberalismo, tenemos razones suficientes, apodícticas, de todo lo contrario.
Otro hecho lo confirma. El liberalismo económico con su excesivo individualismo, con su excesiva concurrencia libre, con la intromisión de su Estado en la sociedad doméstica y en toda sociedad independiente de él por su naturaleza, con su centralismo despótico, provoca el colectivismo socialista o comunista, y allana el camino a la absoluta negación de toda sociedad que no sea el Estado o la Confederación, omnipotente, infalible, con todos los atributos de la divinidad, pero de una divinidad sin entrañas y absurda.
Tienen mucho que ver con el liberalismo, cuyo Estado es el Estado socialista en embrión y la Confederación comunista, y la fisiocracia anárquica, el socialismo, el comunismo ruso y todos los comunismos y todas las anarquías. Es el germen de todas, económica y políticamente. Por eso dice Pío XI, hablando del socialismo educador, que «es hijo del liberalismo y padre del bolchevismo».
La segunda afirmación, la de que el comunismo no es liberal, tiene algo de sofística.
Ciertamente la libertad soviética es para los soviets, como dice Lenin... Adviértase que la libertad socialista es para los socialistas, y la libertad republicano-socialista es para los republicanos socialistas. Pero la libertad del liberalismo ¿para quién es?...
Es verdad que cuando el liberalismo empieza en una nación católica es capaz de proclamar hasta la unidad católica en su primera Constitución, aunque a renglón seguido proclame todos los principios negadores y destructores de esa unidad. Es verdad que cuando empieza en una nación católica donde no tiene prosélitos, proclama libertad para todos: derechos iguales para la verdad y el error. Pero aun entonces su himno será el que ahora lo es de la República socialista: «Constitución o muerte».
Esta restricción va ensanchando el campo de su exclusivismo hasta que manifiestamente la libertad liberal no es para la Iglesia, no es para las tradiciones del pueblo, es para la revolución que él se ha encargado de sembrar con sus principios.
La libertad liberal es para el liberalismo, fase primera del derecho nuevo; es para el derecho nuevo con toda su genealogía, de que él es padre.
Tenemos, pues, prácticamente, experimentalmente, históricamente, que si la libertad comunista es para los comunistas, y la libertad republicano-socialista es para los republicanos socialistas, la libertad liberal es para los liberales. En el comunismo, la dictadura comunista; en la República socialista, la dictadura republicano-socialista; en el liberalismo, la dictadura liberal que es la primera de todas estas dictaduras del derecho nuevo.
La naturaleza de esta libertad no puede ser más idéntica en todos. Es una sola libertad con diversas fases y manifestaciones diversas en el curso de su lógica y necesaria evolución.
La mejor definición de esta libertad, que sin duda puede genéricamente llamarse liberal, pues esa es su naturaleza desde que empieza en el liberalismo hasta que acaba en la anarquía, la dan los judíos en sus Protocolos: La libertad, dicen, es el derecho de hacer cada uno lo que quiera conforme a la ley; pero la ley la hacemos nosotros...
¿No es esta la libertad comunista? ¿No es esta la libertad socialista?... Pues esa es la libertad liberal.
Y esta es la legalidad de que con tanto respeto ha de hablarse y a la que dicen que ha y que adherirse en razón de poder constituido; la que dispone eso que llaman mayorías liberales, socialistas, comunistas y anarquistas, sin más razón que la fuerza del número, tan fácil de explotar por la ambición y la audacia.
FABIO
El Siglo Futuro (2 de febrero de 1932)
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