Hemos recibido el interesante libro «Valores tradicionales: Crónica de una saga de maestros» (Penguin Random House, 2020, 449 págs.), por Carlos Font Guerrero, recientemente a la venta en papel y en formato digital. Su autor, maestro jubilado, ha tenido la amabilidad de regalarnos dos ejemplares, uno de ellos para uso y disfrute de los integrantes del Círculo Tradicionalista de Granada «General Carlos Calderón».
Aunque su título no permita intuirlo, buena parte de la obra se dedica a narrar con todo detalle y en más de cien páginas (del capítulo 20 al 35) las andanzas carlistas del cordobés de nacimiento y granadino de adopción Carlos Cruz Rodríguez, bisabuelo del autor. Y lo hace de forma en parte novelada, pero bien documentada, con muchos textos originales y un rigor histórico que suele echarse en falta en no pocos historiadores que tocan el tema de la Santa Causa. Estas páginas darían perfectamente para un libro aparte, pero Carlos Font ha estimado oportuno incluirlas junto con la historia de sus otros ascendientes, íntimamente ligada a la de España y sus guerras intestinas, desde la de 1833-1840 hasta la de 1936-1939.
A través de los textos que dejó escritos –y que se reproducen en el libro–, Font ha podido recrear la actuación política y militar de su bisabuelo, que es la parte que más nos interesa. Carlos Cruz estudiaba magisterio en Granada cuando sobrevino a España la desastrosa revolución de Septiembre de 1868, cuyos excesos permitieron el resurgir del carlismo. Él mismo cuenta cómo constituyó la Junta carlista de Belicena y cómo en 1872 colaboró al triunfo de la candidatura como diputado a Cortes por Santa Fe de su correligionario y amigo Carlos Calderón y Vasco, de quien tanto hemos hablado en otras ocasiones. Al igual que Calderón, Cruz tomó parte poco después en la tercera guerra carlista; en 1873 acaudilló incluso una de las tres partidas carlistas que se alzaron en la provincia de Granada y, tras esta peripecia tan poco conocida, marchó al Norte, combatiendo a las órdenes del General Ollo y padeciendo después la emigración.
La lectura de este libro, especialmente de los fragmentos autobiográficos de Carlos Cruz Rodríguez, nos ha recordado mucho a otro titulado «Recuerdos de un carlista andaluz (un cruzado de la causa)» (1982) sobre los hechos no menos heroicos en esa misma guerra del alcalaíno Rufino Peinado, a cuyos descendientes tuvimos también ocasión de conocer hace cosa de año y medio.
Como única nota negativa –sin desmerecer por ello el conjunto– hemos de advertir que en su epílogo Font hace un alegato en favor de la democracia liberal y pinta las guerras carlistas y la Cruzada de Liberación (que él no llama así, evidentemente) como luchas fratricidas causantes del retraso de España. Pero este análisis, que está en plena consonancia con la historiografía oficial, se olvida de Napoleón, de Bolívar, de Riego, de la acción de las logias masónicas, de las matanzas de frailes, de las desamortizaciones, de las quemas de iglesias, de los incesantes pronunciamientos liberales, de los cantonalistas, de los filibusteros, de los yankees, de Abd el-Krim, de la Semana Trágica, del terrorismo anarquista, de las huelgas violentas, de los separatismos, de la injerencia de Stalin en nuestra patria y de un largo etcétera en que nada tuvo que ver el carlismo, salvo por el hecho de querer poner remedio a todo ello.
Y es que los carlistas, que amamos profundamente a España, la hemos deseado ver en todo momento próspera y en paz, alejada de las convulsiones que a la larga acarrea siempre el sistema demoliberal, pues éste, al negar la autoridad de Dios sobre la sociedad entera, elimina todo principio de orden y autoridad. Y aunque las nuevas pedagogías no incidan en ello, las consecuencias de esta pérdida de autoridad las sienten como nadie los maestros.
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