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sábado, 21 de mayo de 2016

Crónica de la romería a Santa María del Espino del Círculo Tradicionalista de Granada


Hablar del mes de mayo
crónica de Antonio M.ª (21 de mayo de 2016)

Hablar del mes de mayo, significa hablar del mes de María Santísima. El Señor de los Ejércitos desea que nosotros, sus hijos, no desdeñemos esta oportunidad de perseverar en el Misterio de su Amor a través del trato con su Madre —nuestra Madre—.
Romilla

Por este motivo, un puñado de correligionarios carlistas del Círculo General Calderón de Granada nos reunimos ayer en romería para honrar a la Señora y hacerle muestra de nuestro filial cariño. En reducido grupo —como a nosotros nos gusta—, piadosamente, con sabor de intimidad.

Significa “desencadenarnos”, escapar urgentemente de esa vorágine de falsedad y esclavitud en que los nuevos tiempos nos han metido: una sociedad de esclavos que necesita esclavos. Significa “encuentro”, encuentro con la verdad y el don de la vida palpable en la Creación —el campo— donde sus nobles moradores viven en plenitud con la misma, genitores de fructuosos campos que crecen entre las alegrías y sinsabores cotidianos, bajo el sol abrasante, la escarcha y demás inclemencias del cielo.

El círculo tradicionalista granadino, el mismo que ya iniciara su andadura romera en su visita a la Virgen de los Labradores de Quéntar, eligió esta vez el Monasterio de MM Capuchinas de la Virgen del Espino de Chauchina, conocida coloquialmente por los lugareños como Virgen del Pincho. ¡Qué mejor manera de llegar a Cristo que a través de su propia Madre, con la humildad de un niño, caminando de su mano por esos caminos de Dios! “Quodcumque dixerit vobis, fácite” (Jn 2,5), “Haced lo que él os diga”.

Iniciamos nuestro peregrinar desde la pequeña localidad de Romilla, atravesando barbechos y alamedas, entre surcos desyerbados y secaderos de tabaco. Rostros curtidos nos saludan, con los almocafres espejeantes en alto, como banderilleros de la nada; con curiosidad y cariño, observando nuestros pasos cansados y orantes… quizá recordándonos que nuestra cosecha también llegará algún día. «Vosotros sois de los míos, mi abuelo fue requeté», nos dice un honrado agricultor.

Continuamos, caminamos, rezando el santo rosario, y soñamos con la Vieja Patria que ha de reverdecer, salmodiando añejos y encendidos himnos de Guerra y de Paz; las banderas en alto, con el Sacratísimo Corazón del Señor bordado, haciendo latir los mismos vientos que nos alientan.

Hemos llegado al Santuario: sencillo, humilde y recogido —como le gusta a la Señora—. Nuestros cuerpos, tardos y acansinados reposan sobre miradas encendidas, candentes hacia nuestra Madre Celestial, y hacia Jesús sacramentado, expuesto, con su cuerpo amoroso sobre el altar, toda su alma, grandeza, realeza y divinidad presentes, tal como estuvo en Belén, entre los doctores del Templo, en Caná, en el Tabor y en el Calvario. Casualmente las Hermanas Capuchinas estaban en oración, escondida pero audible para los presentes mediante megafonía. De forma casi clarividente, como si conocieran de nuestra presencia en el lugar, pronunciaron unas preces suplicando la salvación de España por intercesión de nuestro Patrón, Santiago Apóstol, y de nuestro padre San José. ¡Nada pudo salir mejor!

Luego tocó regresar. Ya borrachos de Cristo y del amor envolvente de nuestra Madre, aún no nos habíamos ido, y ya queríamos volver. Los boinas rojas se marchan, paso firme y esperanzado. Como amapolas, matizando la hermosura de los campos, porque de los suelos de las Españas lo mejor absorben.


Letrillas para el mes de María

Dulcísima Virgen,
del cielo delicia,
la flor que te ofrezco
recibe propicia.

Benéfico hiere
lumínico rayo
del sol que engalana
las flores de mayo.

Los prados semejan
amenos jardines
sembrados de rosas
y suaves jazmines.

Y apenas se abren,
y el cáliz asoma,
regala el ambiente
balsámica aroma.

Así en su manera,
brotando en el suelo,
al dueño bendicen
que habita en el cielo.

¡Oh cándidas flores
de troncos lozanos!
Servidme de ofrenda,
venid a mis manos.

Mostrad ahora juntas
mayor lozanía,
que va a recibiros
la Virgen María.

Y el alma y vosotras,
yo pobre aunque soy,
con todas mis ansias
rendido le doy.

Mi afecto sencillo
recibe, Señora,
mi frente en el polvo
te ensalza y te adora.

Piadoso tu oído
mis voces atienda,
y admita amoroso
tu seno mi ofrenda.

Tu rostro divino
mi vista descubra,
y en tanto, oh felice,
tu manto me cubra.

2 comentarios:

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  2. Muy fan vuestro, me habéis alegrado el viernes con vuestro relato.

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