Biblioteca de Autores

Páginas

Otras páginas tradicionalistas

Librerías y revistas

Páginas en Facebook de la dinastía legítima de las Españas

lunes, 13 de noviembre de 2017

Presentación en Granada del libro «Una resistencia olvidada. Tradicionalistas mártires del terrorismo»

El Club de Tertulia Secondo Venerdi y el Círculo carlista General Calderón organizaron en la Casa de Melilla de Granada una animada tertulia con Víctor Ibáñez sobre terrorismo, que tuvo lugar el pasado miércoles, 8 de noviembre.

Con el hilo conductor de las investigaciones desarrolladas en la obra «Una resistencia olvidada. Tradicionalistas mártires del terrorismo» (Ediciones Auzolan, 2017) se habló sobre los fundamentos ideológicos del terrorismo etarra, la ofensiva criminal contra los tradicionalistas, la tragedia de los forzados a abandonar su tierra o la resistencia de los partidos foralistas —inspirados por los carlistas— en la Transición.

Hubo asimismo un recuerdo a todos los granadinos víctimas del terrorismo, con una mención particular al inspector José Manuel Baena Martín, asesinado el 11 de enero de 1978 durante el tiroteo mantenido con el Comando etarra que en Pamplona asesinó a finales de noviembre del año anterior al Comandante Joaquín Ímaz Martínez, de ascendencia y firmes simpatías carlistas.

Entre los participantes en la tertulia merece destacarse la presencia de Loreto Díaz Peinado y Dionisio Bolívar, de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que realizaron muy incisivas aportaciones y a los que Víctor Ibáñez rindió un cariñoso reconocimiento por su labor.


El autor del libro, Víctor Ibáñez, acompañado por Rodrigo Bueno (izq.),
y Alejandro Aguilar (der.), presidente del Club de Tertulia Secondo Venerdi.

La tertulia, con tapas incluidas, fue muy agradable y animada.

Varios carlistas granadinos asistieron al acto.

Víctor Ibáñez tuvo ocasión de dedicar
un ejemplar de su libro a Dionisio Bolívar,
de la Asociación de Víctimas del Terrorismo.

martes, 7 de noviembre de 2017

La Batalla de Montejurra (1873)



El día de hoy, y los de mañana y pasado, nos recuerdan los de iguales fechas del año 1873, por haberse librado la primer gran batalla entre el Ejército carlista, mandado por el general Elío, y el liberal, mandado por el general Moriones.

Sabíamos, ciertamente, que el objetivo principal del general Moriones era entrar en Estella por el valle de Azqueta, para lo cual disponía de un numeroso Ejército compuesto de todas las armas, y sabíamos, también, que abrigaba una completa seguridad en el triunfo.

Aunque en el ánimo del general Elío estaba dejar avanzar a nuestros adversarios hasta el mismo valle de Azqueta para librar allí la batalla, es lo cierto que el general Moriones, sea por lo que fuere, no se permitió más que quedar en Luquín, Barbarín y Urbiola, pueblos que ignominiosamente fueron desolados por las fuerzas a sus órdenes. Suponemos, buenamente, que la actitud en que se presentaron nuestros valientes voluntarios desde la madrugada del 7 que comenzó el fuego harían desistir de sus propósitos al citado general. Hizo perfectamente, aun cayendo, como cayó, en el mayor de los ridículos, porque de otro modo el desastre era inevitable.

En los dos primeros días que sostuvimos el fuego incesantemente, jugando principal papel la artillería, hubo que lamentar sensibles y numerosas pérdidas por ambas partes; pero el día tercero, al emprender el enemigo su vergonzosa retirada, cayeron en nuestro poder muchos prisioneros, y tuvimos la satisfacción de que un numeroso pelotón de fuerzas de Caballería se pasara a nuestras filas.

Como dato curioso y del que indudablemente recordarán algunos, jefes hoy, del Real Cuerpo de Artillería, podemos decir con orgullo que a nuestro Augusto Jefe, a quien siempre se le vio en las guerrillas animando con su valor a sus heroicos voluntarios, le conocieron perfectamente y saludaron con no pocos disparos, cayendo una de las granadas (que reventó) a muy pocos metros de distancia; y volviéndose el Rey al brigadier Bérriz, le dijo:

«Mira qué regalo me mandan tus compañeros de arma». 

Un enorme casco del proyectil a que aludimos ordenó el Rey lo recogieran, y mandó hacer en Eibar una purera, que conserva entre los muchos recuerdos que se hallan en el Palacio de Loredán.

I. de G.

El Correo Español (7 de noviembre 1901)