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viernes, 25 de mayo de 2018

¡Calderón es nuestro!

Tal día como hoy, en 1681, moría el gran Pedro Calderón de la Barca, literato católico español al que hemos de reivindicar siempre los tradicionalistas. Calderón es nuestro, que quede claro. Y nuestras hacemos también las palabras del polígrafo Marcelino Menéndez Pelayo, quien en su célebre brindis de El Retiro en 1881, al conmemorar el bicentenario de Calderón, decía:

Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)
Brindo por lo que nadie ha brindado hasta ahora; por las grandes ideas que fueron alma e inspiración de los poemas calderonianos. En primer lugar, por la fe católica, apostólica, romana, que en siete siglos de lucha nos hizo reconquistar el patrio suelo y que, en los albores del renacimiento, abrió a los castellanos las vírgenes selvas de América [...] Por la fe católica que es el substratum, la esencia y lo más grande, y lo más hermoso de nuestra teología, de nuestra filosofía, de nuestra literatura y de nuestro arte [...] Brindo por la nación española, amazona de la raza latina, de la cual fue escudo y valladar firmísimo contra la barbarie germánica y el espíritu de disgregación y de herejía que separó de nosotros a las razas septentrionales. Brindo por el municipio español, hijo glorioso del municipio romano y expresión de la verdadera y legítima y sacrosanta libertad española, que Calderón sublimó hasta las alturas del arte en El Alcalde de Zalamea [...].  
En suma, brindo por todas las ideas, por todos los sentimientos que Calderón ha traído al arte; sentimientos e ideas que son los nuestros, que aceptamos por propios, con los cuales nos enorgullecemos y vanagloriamos. Nosotros, los que sentimos como él, los únicos que con razón y justicia y derecho podemos enaltecer su memoria, la memoria del poeta español y católico por excelencia, del poeta de todas las intolerancias e intransigencias católicas, del poeta teólogo, del poeta inquisitorial a quien nosotros aplaudimos y festejamos y bendecimos, y a quien de ninguna suerte pueden contar por suyo los partidos más o menos liberales que, en nombre de la unidad centralista a la francesa, han estragado y destruido la antigua libertad municipal y foral de la Península, asesinada primero por la casa de Borbón y luego por los gobiernos revolucionarios de este siglo. Y digo y declaro firmemente que no me adhiero al Centenario en lo que tiene de fiesta semipagana, informada por principios que aborrezco y que poco habían de agradar a tan cristiano poeta como Calderón si levantara cabeza. 

(Revista de Madrid, 1881, t.1, pp. 555-556)

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