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jueves, 10 de marzo de 2022

A los mártires de la Tradición

Un año más, los integrantes del Círculo Tradicionalista de Granada «General Calderón» hemos celebrado la fiesta de los mártires de la Tradición, instituida por Don Carlos VII. 

Hoy, 10 de marzo, fecha ineludible para todo carlista, hemos acudido al cementerio municipal de San José para honrar a los que ofrecieron sus vidas por nuestra sacrosanta Religión y nuestra amadísima Patria, la inmortal España.

Ante la tumba del requeté Ángel Vidal Muñoz, muerto en campaña durante la Cruzada de Liberación a los 18 años de edad, nuestro correligionario Javier A. ha depositado una vela encendida. Después de un momento de duelo y tras el rezo de un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por el eterno descanso de los mártires de la Santa Causa, hemos leído el siguiente poema de Pedro Sánchez Eguzquiza:



A los mártires 

Musa cristiana, dulce compañera
de mi existencia que el pesar consume,
deja oír tu armonía placentera
y no permitas que el dolor me abrume.
Préstame tus acentos soberanos
para que eleve canto resonante
en honor de los mártires hispanos
que, en lid horrisonante,
por Dios y por el Rey y por la Patria
la sangre de su pecho derramaron
é infamias infinitas repararon. 

Del seno oscuro de nación extraña
se extendieron mefíticos errores
que invadieron á España
incubando miserias y dolores.
Hombres funestos de ambición impía,
cegados por sacrílego delirio,
por diabólica vía
la nave de la patria condujeron
y en bárbaro martirio
sus hijos más notables perecieron.
Corrió sangre inocente
al pie de los altares;
levantó la impiedad su altiva frente
derrocando las leyes seculares
que á España hicieron colosal y fuerte
y en toda su extensión reinó la muerte.
Muerte en almas, y muerte en corazones;
muerte moral de las inteligencias;
muerte de las antiguas tradiciones,
muerte de las virtudes y las ciencias;
muerte en el llano, muerte en la montaña;
muerte en pueblos, aldeas y ciudades,
muerte del cenobita con vil saña:
muertes sin fin; sin fin de iniquidades.

Por salvar los principios homicidas
que á la patria arrastraban á la tumba,
en hórrida balumba,
sacrificaron sin piedad las vidas,
que eran á un tiempo su sostén y ornato;
perdieron las colonias;
con fiero desacato
inundaron los templos
con el lodo de torpes ceremonias;
las sagradas riquezas
legado de otras épocas mejores,
las áureas bellezas
que produjeron ínclitos mayores
de nuestra raza prez y justa gloria,
redujeron á míseras cenizas;
y do estendía el arte sus fulgores,
do la virtud intrépida victoria
conseguía del vicio y la flaqueza;
do místico plantel de puros lirios
exhalaba perfumes celestiales,
de la naturaleza
triunfando y' de sus lúbricos delirios,
ángeles pareciendo y no mortales,
horrenda asolación tendió sus alas
y el vicio se adornó con torpes galas. 

Un río de ambición y podredumbre
en que flotaban sórdidas maldades
cubrió los horizontes españoles.
Inmensa muchedumbre
de crímenes, traiciones, falsedades
el infierno abortó, ahogar buscando
en su licor abyecto y nauseabundo
á España, cuya fe iluminó al mundo.
Y creyeron gozosas las naciones
que España fenecía
entre las convulsiones
y espantosa agonía
que la agitaron con terrible espanto;
y el averno llenóse de alegría
al ver á su enemiga en tal quebranto,
y el ángel tutelar de las Españas,
cubierto el rostro de tristeza suma,
batió sus alas de nevada pluma,
y del suelo amasado con hazañas
huyó con rapidísima presteza
sumiéndose del cielo en la grandeza. 

¡Finis Hispaniæ! parecía escrito
con rojos caracteres en las nubes,
pero al soplo bendito
del Criador que mora entre querubes,
de la española tierra
brotaron en legiones
héroes incontables
que el llano, la ciudad y la alta sierra
ilustraron con bélicas acciones,
y rescataron con su sangre pura
á la patria con actos de heroísmo
salvándola piadosos del abismo. 

¿Quién, mártires sagrados
cantar pudiera con potente acento
los hechos esforzados,
el cristiano ardimiento,
el desprecio de bienes terrenales,
la audacia y el denuedo temerarios
que mostrasteis en luchas desiguales
pasmando á vuestros mismos adversarios?
En la impía centuria
que amontonó las ruinas por do quiera
con satánica furia,
sólo vosotros con fulgente lumbre
brilláis como del sol la roja esfera;
sólo vosotros renováis la gloria
de aquella raza que formó la urdimbre
de nuestra patria, extraordinaria historia. 

¡Qué cuadro de heroísmo nos presentan!
Quién de prosapia noble,
abandona su espléndida morada
do brillantes se ostentan
en armonía doble
las glorias de la ciencia y de la espada,
y ni las continuadas privaciones
de vivir en movibles campamentos;
ni la falta del lujo y atenciones
que siempre rodearon su existencia
ni los combates árdidos, cruentos
en que, soldados rasos, toman parte
con pasmosa bravura y competencia;
ni el ostracismo largo
donde, fieles siguiendo á su estandarte,
comen el pan amargo
que les ofrecen extranjeras gentes
amenguan su entusiasmo de creyentes

Quién de amada familia rodeado
expone con viveza
de la patria los males;
toma luego las armas del soldado
é imitando sus hijos su entereza
el hogar, entre gritos maternales,
unidos y resueltos abandonan
y en tremebundas lides
elocuentes pregonan
su valor de cristianos adalides. 

Junto al cadáver del amado esposo
yace llorando, inconsolable madre
sin que su corazón halle reposo;
y al ver aproximarse al hijo triste,
enjugando su llanto
le dice: «Las pisadas de tu padre,
de quien honor y vida recibiste,
sigue, hijo mío; sin pavor ni espanto;
por nuestra Patria y Religión pelea.
No temas á la muerte
ni la mísera suerte
que me aguarda. De Dios cumplida sea
la voluntad, que allá en el cielo
será recompensado nuestro duelo.» 

Y jóvenes y ancianos
y hasta niños, doncellas y mujeres
tan heróicas proezas realizan
que pasmaran á griegos y espartanos
á quienes las historias eternizan.
Ilustres soberanos,
con pobre solio y sin igual corona
renuevan las hazañas de Pelayo,
y en la abyección que á España desmorona
luchan sin tregua, luchan sin desmayo
seguidos de entusiastas servidores,
de sabios y guerreros
que ora con los fulgores
de su pasmosa ciencia;
ora con los severos
acentos de su vívida elocuencia;
ante la ,juventud que los admira;
ante el público absorto y suspendido
de sus mágicos labios;
ante la plebe ciega que delira
vomitando satánicos agravios;
en los campos sangrientos de batalla,
á la impiedad triunfante
y al vicio dominante
se oponen con valor fuerte muralla.

Y mueren sonrientes,
ora besando santo escapulario
mientras estallan bombas estridentes
que sin cesar envía su adversario;
ora envueltos en mísera pobreza
por no reconocer el despotismo,
continuando con férrea entereza
á su bandera inmaculada fieles;
ya de rudo ostracismo
apurando las hieles;
ya de mundana gloria
menospreciando el brillo,
siempre obedientes á la ley cristiana,
siempre leales á su gran caudillo. 

¡Y cuántos son los mártires insignes!
¡Cuantos héroes surgen en tu seno
querida é infelice patria mía!
¿Quién los podrá contar? ¿Quién las hazañas
á nuestra edad indiferente extrañas,
que realizan con valor sereno
cantara con insólita armonía?
Entonces del sepulcro do te asientas
surgirías, oh España desdichada;
entonces por completo renovada
lavarías las múltiples afrentas
que extranjeras naciones
y de hijos desgraciados las traiciones
te arrojaron con torpe vilipendio,
mancillando tu gloria refulgente
y á tus plantas abriendo abismo hirviente. 

¡Oh mártires sagrados! desde el cielo
donde gozáis la bienaventuranza,
después de vuestras luchas en el suelo,
á España proteged con mano fuerte.
De la sima do ciega se avalanza,
de la región oscura, de la muerte
donde la arrastra, bárbara locura,
apartadla piadosos;
y á vuestros esforzados descendientes,
reliquias de la raza más bravía,
á cuantos van en pos de la bandera
que defendisteis con tesón valientes,
enviad una chispa de la hoguera
que vuestro ser abrasa,
inspiradles aquel viril denuedo
aquel valor sin tasa
con que. firme la mano, el pecho ledo,
combatisteis las turbas liberales
que inundaron á Espata en duros males. 

Y tú, Rey Caballero
de la impiedad acérrimo adversario,
creyente fiel, magnánimo guerrero,
en grandiosas empresas temerario,
tú que sufriste la amargura intensa
de morir tras larguísimo destierro
sin salvar á la patria que se hunde;
hoy que has hallado eterna recompensa,
bélico ardor en nuestro pecho infunde
y suplica al Señor llegue la hora
de que, siguiendo tus heroicas huellas,
aniquilemos la horda destructora
que á nuestra patria destrozar pretende.
De tu hijo y sucesor haz que sigamos
las órdenes resueltas que acatamos,
y á la impiedad que por do quier se extiende
sin encontrar en su carrera valla,
venceremos en ardida batalla. 

Marzo de 1910.

(Cantos a la Tradición, por Pedro Sanchez Eguzquiza)

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