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martes, 18 de julio de 2017

El Alzamiento Nacional de 1936 fue obra del Carlismo. II - La defección del General Barrera

Como fenómeno extraño es curioso el hecho de que, después de muerto el general Mola, último representante del general Sanjurjo, no existe actualmente en el Gobierno de Burgos y Salamanca ninguno de los hombres que trabajaron eficazmente en la preparación del movimiento. 

No es una excepción el Conde de Rodezno, el hombre más político, es decir, más enemigo de la acción, o sea, el menos carlista, de todos los prohombres carlistas, aunque es de justicia acreditar un tanto en su haber. Pues al resultar por pura casualidad y algo de presunción, presidente de la Junta Suprema Carlista, se empezó el envío de jóvenes del Requeté a Italia, para que se ejercitasen en el conocimiento y manejo de las armas modernas. En cartas, cuyos originales se conservan y se publicarán en su día, llamaba despectivamente musulmanes a quienes conspiraban contra la República y jugaban a los Requetés... [...]

Consecuencia de una acción concertada entre el general Barrera, un representante de la Comunión Tradicionalista y otro de Renovación Española con el señor Mussolini, fue el envío de los jóvenes a Italia. Por cierto que últimamente dieron los periódicos la noticia de haber llegado el hecho a conocimiento de los rojos, quienes probablemente simularon el documento firmado, aunque el fondo es rigurosamente verídico.

El general Emilio Barrera Luyando (1869-1943)

En realidad, el envío de jóvenes se intensificó desde el momento en que empezó a dirigir los destinos de la Comunión Tradicionalista el verdadero forjador de los Requetés y alma de toda la preparación del movimiento, D. Manuel Fal Conde, como documentalmente lo probará la historia, ya que un carlista tuvo la fortuna de encontrar y salvar las notas y documentos originales, de todos los cuales se han sacado copias y fotocopias, que están guardadas en distintas naciones de Europa.

Los jóvenes Requetés, en grupos de treinta, de todas las regiones de España y singularmente de Navarra, se juramentaban, incluso con juramentos execratorios, a guardar el secreto, que fue tan bien guardado, que ni la policía española, ni las familias de los interesados, ni los mismos elementos oficiales italianos, llegaron a develarlo.

Salían por distintas fronteras con motivos diversos, generalmente de trabajo, y llegados a Italia eran recibidos por el que fue más tarde embajador en Buenos Aires, Coronel Longo, y presentados, como peruanos, a los oficiales que debían enseñarles el manejo de las armas, los cuales desconocían el español. La enseñanza duraba un mes aproximadamente, y con algunos que fueron a Libia, al principiar el movimiento, eran unos quinientos los que habían adquirido el conocimiento de las más interesantes armas modernas. [...]

Al libertarse finalmente, después de horas trágico-cómicas, el general Barrera se encontró ante una situación de hecho, en la que otros estaban trillando, lo que él había ayudado a sembrar; pero ya ni el general Barrera tenía parecido con el hombre de 1932, ni les fue difícil contentarle con la Presidencia del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, recientemente restablecido, si no lo fue expresamente para él. Muerto Sanjurjo, era el único Teniente General de actividad contrarrevolucionaria, desde el año 32. [...]

La muerte trágica de Sanjurjo, ocasionada por una debilidad de Mola, ante una pretensión vanidosa del aviador Ansaldo, torció completamente el curso del movimiento.

El que fuera secretario de Mola, señor Iribarne, escribió una seudo-historia plagada de inexactitudes e injusticias. Después, recogida tal obra; pero no por las injusticias que se cometen en el afán de ensalzar la acción del héroe, sino por querellas personales y celos ridículos e injustos de quien no representa en el libro ningún papel en la preparación del movimiento, sencillamente porque no la tuvo; y todo el poder, ni hará desaparecer los documentos que lo comprueban, ni hará enmudecer la historia que lo proclamará paladinamente, a pesar de las pretensiones de los panegiristas áulicos.

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