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lunes, 17 de agosto de 2020

Conmemoración de los mártires de La Garrofa

El pasado 15 de agosto, día de la Asunción de la Santísima Virgen, los carlistas hemos conmemorado en Almería los luctuosos hechos acaecidos hace 84 años en ese preciso día, en que fueron salvajemente asesinados por los rojos y arrojados al mar en la playa de La Garrofa los ejemplares católicos y patriotas Juan José Vivas-Pérez Bustos y Fructuoso Pérez Márquez, directores del diario tradicionalista LA INDEPENDENCIA, junto con otros muchos católicos almerienses. 

A las 10 de la mañana se celebró el santo sacrificio de la misa, por el rito romano tradicional, en la parroquia de Santiago Apóstol, en cuya homilía, el sacerdote oficiante, D. Francisco José Escámez Mañas, recordó a nuestros correligionarios martirizados, destacando sus virtudes cristianas y su disposición generosa a entregar sus vidas por Cristo.

Como pudimos comprobar, en la iglesia se halla un retrato del recientemente beatificado Juan José Vivas-Pérez, dirigente tradicionalista. Este mártir y católico intachable, lejos de ser un mero espectador pasivo de los acontecimientos (como desean presentarlo algunos para que coincida con su versión adulterada de la fe), se implicó plenamente en la conspiración contra la República marxista, facilitando un coche y dinero para ultimar los preparativos del glorioso Alzamiento Nacional, cosa que desconocían sin duda sus verdugos, quienes lo asesinaron sin juicio simplemente por su condición de católico consecuente.

Una imagen del beato Juan José Vivas-Pérez se halla en una de las capillas lateral de la iglesia

Concluida la santa misa, acudimos al cementerio de San José, donde reposan sus restos mortales, y procedimos a depositar un ramo de flores junto al panteón de la familia Vivas-Pérez, en la que se encuentra una lápida con la lista de los almerienses vilmente asesinados la madrugada del 15 de agosto de 1936, y que recibieron sepultura cristiana el 1 de junio de 1939, tras la liberación de la ciudad. 

La lista menciona los nombres de Juan José Vivas-Pérez Bustos, Luis Belda Soriano de Montoya, Antonio Bascuñana Jiménez, Julián González Bueso, Ángel Alcaraz Carretero, Eusebio Toranzo Martínez, Diego Ruiz Morata, José Díaz Aguilar, Ricardo Díaz Aguilar, Miguel Díaz Aguilar, Francisco Oliveros del Trell, Indalecio Palenzuela Palenzuela, Miguel Maldonado Matienzo, José Guirado Román, Antonio Lao Martínez, Alfredo Márquez Martínez, Juan Sáez Mirón, Francisco Ruano Úbeda, Francisco González Vera, Pastor Puig Peña, Fructuoso Pérez Márquez, José Fornieles Navarro, Rogelio Pomares Velázquez, Juan Gallardo del Rey, Andrés Santos Martínez, Juan Abella Mastrat y Mariano Ameta León, muertos todos ellos por Dios y por España.

Tras depositar el ramo y rezar el Ángelus, uno de nuestros correligionarios almerienses leyó las siguientes líneas cargadas de sentimiento:


Hoy hemos venido a hacer memoria de unos hechos que sucedieron en las vísperas del día de la asunción de la Santísima Virgen María del año 1936 en el paraje de la Garrofa, a las afueras de Almería, junto a la Carretera Nacional dirección a Málaga en el que fueron asesinados 27 personas, por “peligrosos derechistas” pero sobre todo por defensa de la Fe católica.

Estos hechos fueron una de las primeras sacas de la guerra civil en Almería. En los primeros días de la guerra fue tanto el número de personas detenidas que quedó desbordado  para su internamiento la prisión provincial, donde recurrieron para prisión el convento de Las Adoratrices, el colegio de La Salle, la fábrica de azúcar conocida como "El Ingenio" y los mercantes anclados en el puerto Astoy Mendi y Capitán Segarra. 

En esa madrugada del 15 de Agosto, fueron sacados del barco Astoy Mendi 27 detenidos  y trasladados a la Garrofa, donde fueron arrastrados por barcas para ahogarlos y hacerlos desaparecer en el fondo del mar; pero al final las mareas arrojaron algunos cuerpos a las playas del Zapillo.

A esta, siguieron otras muchas, en los que se recurrió a lugares más discretos como el barranco del Chisme (Vícar), el Pozo de La Lagarta (Tabernas) o el Pozo de Cantavieja (Tahal). Todos estos asesinatos de forma vil y con mucha saña se llevaron a cabo.

En total, en la provincia, incluidos los del Campo de "Trabajo" de Turón, fueron asesinados durante la guerra 687 almerienses sin condena previa, mientras que sólo 12 lo fueron en cumplimiento de sentencias judiciales.

La muerte de Juan José Vivas-Pérez Bustos y sus últimas palabras nos llenan especialmente de emoción. Tras haber sido torturado y obligado a limpiar inmundicias a principios de agosto en el barco Capitán Segarra, fue martirizado en la víspera de la Asunción en la playa de la Garrofa a sus treinta y cinco años. Cerró sus labios dirigiéndose a sus verdugos: «He vivido como cristiano y por cristiano me matáis. Para Dios nací y para Dios muero. ¡Viva Cristo Rey!» 


Seguidamente y como estaba programado, nos dirigimos a la playa de La Garrofa, donde la margarita navarra Carmen Ímaz (hija de otro mártir, el comandante Joaquín Ímaz Azcona, carlista asesinado por ETA) depositó también algunas flores ante el monumento en recuerdo de los 27 muertos por Dios y por España, que aún se conserva con las aspas de Borgoña del carlismo junto al sagrado símbolo de la Redención y el yugo y las flechas.



El delegado de la Comunión Tradicionalista en el Reino de Granada, Rodrigo Bueno, leyó allí mismo a los asistentes las palabras que los mismos directores de LA INDEPENDENCIA habían dedicado a los mártires de la Tradición en un artículo publicado tan solo un año antes, sin intuir siquiera que ellos mismos iban a acabar engrosando las filas de los numerosos mártires de la Santa Causa:

Los Mártires de la Tradición 
(10 de marzo) 

El recuerdo del héroe anónimo, del mártir ignorado, no es obra del sentimentalismo moderno, aunque sí es modernista su tendencia laica o irreligiosa. Antes que el soldado desconocido o la vejez del marino, vg., o el día del trabajo, de la madre o de la flor, flores todas de paganía o de entusiasmo sin Dios, el Cristianismo celebró sus fiestas piadosas por los ocultos héroes del santoral o del martirologio, honrándose la Iglesia española con los innumerables mártires de Zaragoza. Culmina el pío recuerdo al fiel desconocido, en los días de noviembre que conmemora a los Santos, y a los fieles difuntos...
El Tradicionalismo español del siglo XIX lo formara el grupo de españoles disconformes con la revolución liberal truncadora de nuestra historia, grupo fidelísímo a Dios, a la Patria y a la Legitimidad. Algo de selección, dicho sin modestia, como la familia de Noé, como los justos de la Pentápolis. 

Y con aires de lucha y reconquista, hijos de Covadonga y S. Juan de la Peña, los carlistas levantan bandera contra la Revolución enseñoreada de España y de Europa. Tres guerras civiles, es decir, tres cruzadas religiosas, no agotan ni pueden agotar las energías de la Tradición. Que si D. Carlos, al abandonar España, grita Volveré, no es una palabra vana, jactancia inútil de vencido, sino la esperanza en el providencialismo de la historia: pasan los siglos y las cruces de Asturias y Sobrarbe se clavan en las almenes de la Alhambra granadina. 
Y como al cruzar D. Carlos de Borbón la frontera francesa deja tras si las huellas imborrables de sacrificios, de abnegaciones y de martirios, no quiere el Señor que se borren de la memoria de los fieles, e instituye años adelante la fiesta de los Mártires de la Tradición el diez de marzo, aniversario de la muerte de su abuelo Carlos V, el Conde de Molina, primer monarca de la dinastía insobornable. 

Es fiesta cristiana, en que se reza por los caballeros del ideal, caballería española en donde caben los poderosos y los humildes, Zumalacárregui y el último voluntario, el soldado del Bruch y el vaquero de Bailén, los que murieron fusilados o regando con sangre el campo de batalla, los que sufrieron persecución de hambre, desprecio y abandono por su fidelidad a la España grande. 

Bendita sea esta fiesta cristiana de solidaridad española, en que los que rezan y luchan pueden ser los mártires del mañana... para que estos recen por ellos en ininterrumpida cadena de amor a España, pedestal de la patria del Cielo.

Después de estas palabras sumamente emotivas por quienes las escribieron (a quienes Dios sabe si algún día tendremos la gloria de imitar) y tras los cánticos de rigor, fuimos a almorzar a un restaurante costero y concluimos finalmente la jornada con la visita de la hermosa e imponente imagen del Sagrado Corazón de Jesús que se alza en el Cerro de San Cristóbal, la cual se encuentra en un estado de abandono del todo lamentable, con repugnantes grafitis en su base que nos llenan de dolor. 

Afortunadamente la enorme altura de este conjunto escultórico (construido en 1930, destruido por los rojos en 1936 y reconstruido por el régimen del 18 de julio) impide que la imagen en sí pueda ser profanada. Desde allí pudimos gritar a los cuatro vientos... 

¡VIVA CRISTO REY!


1 comentario:

  1. Puri Herreros Valero12 de mayo de 2023, 17:27

    En los nombres de esa lápida hay un error, aparece Julián González Bueso, y es Julián Fernández Bueso.

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