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domingo, 30 de marzo de 2014

Conferencia de Lamamié de Clairac en el Círculo Tradicionalista de Granada

En el Círculo Tradicionalista se celebró el sábado, a las siete y media de la tarde, la conferencia de don José María Lamamié de Clairac. El local se hallaba abarrotado de público, que ocupaba las distintas dependencias de la casa. En la mesa presidencial se colocó un micrófono, y tres altavoces en las restantes habitaciones. Ocupó la presidencia don Ramón Contreras y Pérez de Herrasti, presidente del partido en Granada, acompañado del señor Lamamié de Clairac, delegado del gobernador, presidenta de las Margaritas, señorita Antonia Barrada y Pérez de Herrasti; la señora de Amor y el señor Castaños.

D. José María Lamamié de Lairac

El señor Lamamié 

Empieza el señor Lamamié diciendo que ha llegado el momento por él deseado, de venir a Granada a dirigir la palabra a los tradicionalistas de nuestra ciudad. Agradece el entusiasta recibimiento de que ha sido objeto por todos, y se lamenta de las deficiencias del local, las que, dice, con buena voluntad, han procurado corregir con los medios con que han contado.



Estas estrecheces y circunstancias –dice– hacen que mi discurso sea más bien una charla, lo que para mí es mucho más agradable, dado que lo que hace falta en estos momentos es exponer nuestras claras doctrinas, a fin de que los nuestros se afiancen en ellas y los que no las conocen se decidan a abrazarlas. En primer lugar, voy a vindicar al Tradicionalismo de todas las ofensas e insultos que sobre él se han inferido. No es el nuestro un partido que quiera el absolutismo. No tratamos de dar el Gobierno a los curas ni de crear un Estado teocrático. Los que esto dicen están equivocados, pues no saben que nuestro partido lleva en su programa la única salvación para la Patria.

Buscamos en primer lugar a Dios y queremos impregnar todas las manifestaciones del Estado de un espíritu religioso, sin que esto quiera decir que queramos inmiscuir la Religión en la política. Iglesia y Estado son dos personas que tienen dos esferas de acción distintas: la una espiritual y material el otro. Con estas dos esferas distintas y limitadas, no puede haber choques entre ellas pero nosotros queremos que la vida política, la vida del Estado, esté basada en los principios católicos.

Implantación de la unidad católica

Para evitar choques entre ambas potestades, nosotros queremos que el Estado tenga su religión oficial, que ha de ser la Católica, porque ésta es la verdadera y porque es la que practican la inmensa mayoría de los españoles. Por eso nosotros pedimos todos los derechos y privilegios que a la Religión se deben, y no nos contentaremos con la libertad para nuestras creencias, sino que aspiramos a la reimplantación de la Unidad Católica, que fue la que elevó a España a la cumbre de su gloría y que precisamente se consumó en esta hermosa tierra.

Este es el ideal a que nosotros tendemos y al que debemos llegar sin que nos contentemos con la consecución de los distintos escalones que a él conduzcan. Si nosotros no llegamos, prepararemos el campo para que las generaciones futuras lo alcancen.

Eso es precisamente lo que hoy se niega; hasta el punto de querer desconocer la labor ingente de los Reyes Católicos, y pedir, como yo he oído en la Cámara, una ovación a los judíos que echaron de España aquellos monarcas para conseguir la implantación de la unidad española.

Esto, unido a la celebre visita del ministro de Instrucción Pública a los sefarditas de Tetuán, me hace exclamar, rememorando aquello de «cuanto va de Pedro a Pedro», «cuanto va de Fernando a Fernando»; y al oír lo del Congreso, miraba yo a las estatuas de los Reyes Católicos y me parecía que se habían de bajar de sus pedestales para desalojar la Cámara a latigazos.

Estatuas de los Reyes Católicos en el Congreso de los diputados
Patria y regionalismo 

En nuestro programa figura en segundo lugar el concepto de Patria, que no lo entendemos como un término geográfico de una porción de terreno rodeada a trozos por el mar, y por los Pirineos en otra parte, sino que es algo más, es el activo espiritual de las generaciones pasadas, es nuestra historia llena de hechos gloriosos, y el deseo de que nuestra España sea grande; que es precisamente el concepto contrario de ese a quien se ha dado en llamar gran estadista, y que desconoce en absoluto nuestra historia.

Pero dentro del concepto de patria, nosotros admitimos el de regionalismo, dentro del cual creemos posible la existencia de Estatutos que reconociendo las autonomías regionales conserven, en cambio, intangible la unidad de la Patria. Ahora bien, ese sistema autónomo no puede existir en la República, porque ésta carece de un vínculo que una a todas las regiones, al par que cada una conserve su autonomía.

Sólo en la Monarquía, como ocurría en los tiempos gloriosos, puede darse esa variada unidad, que hacía a los reyes serlo de Aragón, de Cataluña, de Navarra y de Castilla, al par que lo eran de España.

Lo absurdo del régimen liberal parlamentario 

El Tradicionalismo detesta y abomina del régimen parlamentario liberal que hizo fracasar a personalidades tan competentes como don Antonio Maura, ante quién siempre estuvimos, y quien no pudo hacer nada beneficioso para España.

Se detiene el orador en consideraciones sobre los defectos del régimen liberal parlamentario, cuyo principio da a un hombre un voto, y el de que la mitad más uno lleva la razón en contra de la otra mitad, califica de absurdos. Aduce, en apoyo de su afirmación, palabras pronunciadas por Sánchez Román, quien en cierta ocasión dijo en la Cámara que a veces una opinión serenamente razonada no es tomada en consideración y, en cambio, una frase oportuna, aunque carezca de sentido, es aprobada por el entusiasmo que despierta.

Para dar personalidad al voto dentro de este sistema se ha tenido que recurrir a los partidos políticos, cuyos intereses se anteponen en muchas ocasiones a los de la Patria, como ocurrió en el caso de aquel ministro de Hacienda que todos los días estaba diciendo que no sabía una palabra y, sin embargo, no se le quitaba de su puesto porque con ello se desprestigiaría el partido socialista; igual que con Nicolau, que en vez de Agricultura lo que sabía era griego y que había de mantenerse en el ministerio por los compromisos con los catalanes.

En el régimen Tradicionalista no hay partidos

En contraposición con esto, en nuestro sistema no hay partidos políticos y sí un sufragio universal orgánico, en el que sólo votan los cabezas de familia, pues consideramos que es ésta la célula de la sociedad, ya que es anterior al Estado. Además, los votos se organizan por clases sociales y municipios.

En nuestras Cortes no ocurre lo que en las presentes, en las que los electores no saben lo que han de discutir sus representantes, sino que en la convocatoria a Cortes se pone el objeto de éstas, y así los electores pueden dar con su mandato la opinión sobre los asuntos que se han de discutir, resultando las Cortes un verdadero retrato de la nación.

Alguien pensará que nuestro programa es una ilusión, pero nosotros estimamos que es beneficioso para la Patria, pues en el tiempo que estuvo implantado dio días de gloria a España, ya que aquellas Cortes limitaban la soberanía del monarca, empezando por el juramento que éste había dé prestar de cumplir las leyes del reino, y en el que se ordenaba que, en caso de incumplimiento, no fuera obedecido. Y es que nosotros seguirnos aquel principio de que los pueblos no son para los reyes, sino los reyes para los pueblos.

Las Constituyentes, en vez de resolver los problemas, persiguen la Religión

En comprobación de esto tenemos el caso de unas Cortes Constituyentes de las que el pueblo esperaba la resolución de grandes problemas, que no han sido resueltos, sino que sólo se han dedicado a fomentar la persecución religiosa. Ejemplo de ello, el Cardenal Segura, y otras medidas que escarnecen nuestras más íntimas convicciones. Y recientemente, la sanción al Obispo de Segovia, por el cumplimiento de su pastoral deber.

Con esto está expuesto lo sustancial de nuestro programa, o sea: exaltación de la libertad supeditada a la autoridad.

En el aspecto social sostenemos las enseñanzas de la Iglesia, pero reconocemos que el causante de los males presentes es el liberalismo económico, cuyos dos principios fundamentales, el de la «libre concurrencia», por el que el judío se ha apoderado del capital, en cuyas manos no produce nunca; y el de la «oferta y demanda», por el que se considera al trabajador como una mercancía, que valdrá más o menos, según esté en el mercado, y que hace que el capitalista considere al obrero como un máquina y se dedique a los goces y placeres de la vida; y que el obrero, por otra parte, creyendo que no existen más que goces y placeres sin un Ser superior ordenador de la existencia, diga: Yo también tengo derecho a ello.

Cartel de la conferencia de Lamamié de 1934

El socialismo no hace más que cambiar de amo al obrero

De aquí que el socialismo ha en ganado al obrero y prometiéndole la socialización de los bienes, no le hará más que cambiar de amo, dándole precisamente un amo más cruel, cual es el Estado.

El Catolicismo afirma que el derecho de propiedad es inherente a la naturaleza humana, pero dice al propietario que no es más que el administrador de sus bienes, y que el obrero no es una mercancía sino un hombre con toda su personalidad; y aún más, un hermano a quien hay que amar, pues precisamente esa es la vida de Jesucristo, que vivió pobre y murió en la Cruz por la igualdad de los hombres.

Relación del Tradicionalismo con las otras fuerzas católicas 

Ahora quiero aclarar algunas dudas que se suscitan con respecto a nuestras relaciones con otras fuerzas católicas a las que consideramos como hermanas, pues vamos a construir un edificio en defensa de la Religión, y el Tradicionalismo no se ha de negar a aliarse con aquellas en las elecciones, con el fin de que los que tenemos una identidad de ideales no vayamos cada uno por nuestro lado.

Un directivo de Acción Popular ha dicho recientemente que desean la unión, pero sin deslindar los contornos. A ello nosotros accedemos, pues consideramos que las distintas organizaciones de los católicos son como los diversos cuerpos de un ejército del que el Tradicionalismo es la artillería, porque sus tiros tienen más longitud y no nos fijamos en la primera posición, sino en la última.

Momentos de prueba 

Nos hallamos en unos momentos críticos, momentos de prueba, en los que Dios nos ha enviado un castigo que, por nuestros yerros, merecemos; y es necesario que rectifiquemos nuestro proceder y aceptemos esta persecución como prueba, para que en un día no lejano obtengamos la victoria. Y cuando vemos la Religión perseguida, la Patria amenazada de disolución, la economía arruinada y el cataclismo social que se avecina, hemos de trabajar todos, cada uno lo que podamos, fomentando nuestra prensa y en general toda la católica, y ayudando a los comerciantes, industriales, etc., católicos, no por espíritu de venganza, sino por las lecciones que nos dan nuestros contrarios.

Pone fin a su discurso haciendo un llamamiento a las clases adineradas para que faciliten medios para la propaganda, y a todos para que presten su entusiasmo, principalmente a los jóvenes, que con su espíritu viril darán el triunfo a nuestra obra.

Una gran ovación coronó las últimas palabras del orador, que fue interrumpido numerosas veces en su discurso.

El Siglo Futuro, 20 de junio de 1932

* José María Lamamié de Lairac fue diputado a Cortes por la Comunión Tradicionalista durante la Segunda República

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