sábado, 27 de junio de 2015

El nacimiento del Príncipe Don Jaime

D. Jaime de Borbón y Borbón-Parma
II Duque de Madrid
(Vevey, 1870 – París, 1931)
Día de júbilo fue para el partido legitimista español el 27 de junio de 1870, en que nació el hijo de Don Carlos y quedó asegurada la sucesión masculina en la rama del Rey Carlos V.

Vio la luz primera el Príncipe Don Jaime en la quinta-palacio de La Tour de Peilz, Vevey (Suiza), cantón del Vaud, Confederación Helvética.

El recién nacido fue solemnemente bautizado dos días después, festividad del apóstol San Pedro, y se le impusieron los siguientes nombres: Jaime, Fernando, Alfonso, Carlos, Juan y Felipe.

Apadrinaron al regio vástago la Archiduquesa Doña Beatriz y el Conde de Chambord, y asistieron a la ceremonia muchos antiguos e ilustres servidores de la Familia proscrita.

Los legitimistas asturianos, siguiendo la tradicional costumbre de aquella provincia con los hijos primogénitos de los Reyes de España, costearon la Cruz de la Victoria que llevo a Vevey una comisión del Principado.

El día 2 de Agosto tuvo lugar la solemne ceremonia de la entrega de la Cruz, signo de vasallaje ofrecido al que por consentimiento unánime de la España tradicional y católica había sido ya proclamado Príncipe de Asturias.

Anunciada la llegada al salón en que se encontraba reunida la comisión asturiana, de Don Carlos y del Príncipe Don Jaime, adelantose el presidente de aquélla, don Guillermo Estrada y Villaverde, y leyó el Mensaje que los carlistas asturianos, reunidos en sesión extraordinaria en la ciudad de Oviedo, enviaban a su Rey, felicitándole por el nacimiento del Augusto Príncipe.

Acto continuo el mismo señor Estrada dirigió a S. M. el siguiente discurso (1):

«SEÑOR:  
En nombre de los carlistas del Principado de Asturias tenemos la alta honra de felicitar a V. M., como nos felicitamos a nosotros mismos, por el nacimiento de S. A. R. el Serenísimo Sr. D. Jaime Fernando de Borbón y Borbón. Aquel país, con más razón que el de Gales en Inglaterra, o que el antiguo delfinado de Francia, sirve de título a las primicias de la estirpe Real de España, porque Asturias viene a ser como las primicias de la monarquía castellana, y su suelo sirvió de asilo y de cimiento para la reconquista contra los infieles. Y no es este el único título de gloria que Asturias puede presentar ante su Rey y ante su Príncipe: ya en la edad antigua, Augusto, emperador poderoso, se vio obligado a abrir las puertas del templo de Jano y a descender del solio de Roma para ir a sofocar en Asturias el último resto de la independencia cántabra; y en la edad moderna, otro poderoso emperador, Bonaparte, hubo de fijar su mirada de águila sobre Asturias, pobre rincón del mundo, desde donde el genio español le arrojó su primer reto, cuando toda Europa coaligada apenas se hubiera atrevido a hacer otro tanto.  
Pues bien; si en esos tres solemnes y bien distinguidos momentos de la historia, Asturias puso tan alto su nombre, es porque su espíritu está más elevado aún que sus montañas, cuyas soberbias cimas se esconden en las nubes; y desde allí, atravesando quinientas leguas de distancia, los carlistas de Asturias vienen al pie de estas otras montañas, y a la orilla de estos grandes lagos, para ofrecer por conducto nuestro sus títulos de gloria ante un excelso recién nacido, ante un niño augusto, víctima inocente del odio de las revoluciones, venido al mundo en extranjero suelo, y que entró por las puertas de la Iglesia aquí donde el catolicismo vive como sospechoso huésped: niño augusto, representante de todos los dolores de una dinastía legítima nunca humillada: niño augusto que, a despecho de todas las iniquidades triunfantes, es, después de V. M., la única personificación verdadera de todas las glorias de España y de todas las glorias personales de sus reyes, desde Ataulfo y Recaredo hasta Carlos V y Carlos VII. 
¡Quiera Dios oir los votos que le eleva el corazón de los carlistas asturianos , súbditos fieles de V. M., y hacer de vuestro Príncipe un fruto de bendición para V. M. y su Augusta Esposa, cuya ausencia de este sitio es para todos tan sensible; un monarca de reparaciones y bondades para la desventurada España, y un justo, tal vez un santo, para la patria inmortal de todos!  
Y ahora, Señor, para concluir, dígnese V. M. aceptar, siguiendo antiguas tradiciones, un presente que los carlistas asturianos ofrecen a su Príncipe: presente humilde como nunca, pero también como nunca expresivo, pues que en mucha parte se debe al óbolo del pobre y es testimonio inequívoco de lealtad y de amor. Consiste en una condecoración mezquina, como lo sería todo lo que se dedicase a tan grandioso objeto, pero que tiene el valor inestimable de estar tocada en las santas reliquias depositadas en la catedral de Oviedo, tesoro con que Dios premió la fe de los antiguos asturianos; esta condecoración lleva las armas del Principado, el blasón sagrado de la cruz de Don Pelayo, que se llama la cruz de la Victoria, y este nombre debe ser muy significativo para V. M.; dígnese asimismo V. M. cubrir con ella, como con una égida que le libre de males y peligros, el pecho de S. A. R., siguiendo también la tradición de nuestros Reyes, que investían a sus primogénitos con esta insignia antes que con la del Toisón o cualquier otra correspondientes a su suprema dignidad.  
Haciéndolo así, V. M. habrá dado una muestra de singular afecto a los asturianos y habrá colmado sus deseos.»

Tomada por Don Carlos de manos del Sr. Estrada la insignia la colocó sobre el pecho del Augusto Príncipe de Asturias, y contestó con estas palabras: 

«Gracias a Asturias por su entusiasta manifestación de fidelidad y por el rico don que desde este momento adorna el pecho del tierno Príncipe, que lleva el título con que el mundo conoce desde antiguo a los herederos de la Corona de España.  
Con noble orgullo habéis recordado vosotros, y con satisfacción imponderable he oído yo, los hechos preclaros que ilustran la historia de la hidalga tierra asturiana.  
Bien juzgáis cuando atribuís al espíritu de religiosidad e independencia el origen de las proezas que en épocas memorables realizaron nuestros ilustres antepasados. Este espíritu es el que todavía, por gracia especial de Dios y a despecho de las revoluciones, vive y alienta al pueblo español: él es el que inspira mi alma al pensar en la restauración gloriosa que ha de poner término a los grandes dolores que sufre hoy mi amadísima patria.  
Pido a Dios que cumpla vuestros votos al dirigiros al Príncipe de Asturias, a quien la Iglesia acaba de imponer sobre la pila bautismal un gran nombre en honor del Santo Patrón de España y en memoria de aquel rey esclarecido, que si fue el rey de las batallas y de las conquistas, lo fue también de los fueros y libertades. 
Esos votos son los de todo el pueblo español, que, alegando títulos de antigua fe, es merecedor por ello de que llegue pronto el día de mostrar ante el mundo, ahora tan revuelto y trastornado, cómo pueden gozarse conquistas verdaderas de los tiempos sin renegar de la enseña con que se inmortalizaron los héroes de Bailén y Covadonga.»

Después de pronunciado esto discurso, Don Carlos invitó a la comisión a que subiera a las habitaciones de S. M. la Reina para saludarla, pues por el estado de su salud no pudo asistir a la ceremonia, con la que se dio ésta por terminada.

(1) Lo reproducimos integro, como también la contestación de Don Carlos, por juzgar que estos detalles son de especial interés histórico en la exposición de los hechos en que han intervenido los miembros de la Augusta Familia por cuyo triunfo alientan y trabajan tantos millares de españoles.

lunes, 22 de junio de 2015

¿Por qué fue carlista Francisco Elías de Tejada?

El antiguo catedrático en las universidades de Salamanca, Sevilla y Madrid, viajero por todos los campos de la cultura y la geografía, y autor de más de un centenar de publicaciones en diecisiete idiomas, contestaba:

- Porque en el mapa político de España en 1936 el Requeté era la sola encarnación completa de la savia patria: el único movimiento que enarbolaba la bandera de las edades de oro de nuestros pueblos: las aspas rojas de sangre sobre el blanco teológico de la verdad católica. El Requeté era a secas España y yo soy español.
- Porque la amenaza europea y protestante contra las Españas sigue en pie: ejemplo, la vergonzosa actitud de las Europas "yankees" contra el hermano Portugal. Porque 1936 no fue más que un eslabón más en la larguísima cadena de nuestras luchas defendiendo la Cristiandad contra Europa: Pavía, Mühlberg, la Invencible, Nordlingen, Rocroy, el reparto de Utrecht, la ayuda inglesa al separatismo americano, el filibusterismo anglosajón del 98, la ayuda franco-inglesa a Negrín... Porque mientras las Españas sean el postrer reducto de la Cristiandad, los carlistas estaremos montando la guardia contra sus seculares enemigos.

Francisco Elías de Tejada
(Madrid, 1917 - Madrid, 1978)

Por qué fui al Requeté y por qué voy a Quintillo (1961)
Ver obras de Francisco Elías de Tejada

jueves, 18 de junio de 2015

La Cruzada que no cesa

Al grito traidor de las logias, el año 1820, en las Cabezas de San Juan, que fue causa del abandono de América y de la pérdida de España en los horrores de la primera época constitucional, los católicos españoles se unieron, se organizaron, aunque sin rey ni cabeza, como en la guerra con los franceses, y nombraron junta y regencia, y organizaron aquellas bandas y aquel ejército que llamaron de la Fe, que llevaban por bandera el lábaro de Constantino sobre los colores de España, y pelearon contra la revolución liberal, como ocho y catorce años antes habían peleado contra Napoleón, para restaurar el estado cristiano.
Lábaro de Constantino

A la muerte de Fernando VII, que se deshizo de los apostólicos para renovar el gobierno absolutista y borbónico, a la francesa, y dejar al fin el trono a merced del liberalismo y las logias en la persona de su hija, doña Isabel, uniéronse los católicos al rededor del infante D. Carlos; y bajo el cetro de Carlos V quisieron, y procuraron a precio de su sangre, restaurar el estado cristiano. Y treinta años después, al estallar la revolución de 1868, última consecuencia fatal y necesaria, último término forzoso y desastrado del estado liberal y las libertades de perdición y el juego de los partidos, otra vez volvieron a unirse en el carlismo los católicos que aborrecían la revolución y querían la restauración del estado católico y castiza y genuinamente español.

El Suplemento (Palma de Mallorca, 29/04/1893)

sábado, 13 de junio de 2015

La verdad de los sucesos de Montejurra 1976

Presentamos hoy la siguiente narración de José Arturo Márquez de Prado, antiguo Delegado Nacional de Requetés nombrado por D. Javier, para todos los que quieran conocer mejor qué pasó realmente el 9 de mayo de 1976 en Montejurra, durante la llamada «Transición Española», cuando los verdaderos carlistas, con S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón al frente, trataron de recuperar con gran valor el monte sagrado del Carlismo frente a los comunistas y etarras armados que habían usurpado el tradicional Vía Crucis que se venía celebrando anualmente desde hacía décadas por los muertos de la Cruzada.

La valiente acción en inferioridad de número de Don Sixto y sus seguidores permitió reconstituir la Comunión Tradicionalista, evitando que el Carlismo quedase asociado a sus tradicionales enemigos comunistas y separatistas.

En el siguiente enlace puede obtener más información escrita sobre los sucesos de Montejurra 1976: www.carlismo.es/montejurra 

170.º Aniversario del nacimiento de D. Carlos Calderón y Vasco

Hoy hace 170 años nacía en Granada el titular de nuestro humilde Círculo Tradicionalista, el Brigadier y posteriormente General D. Carlos Calderón y Vasco, de quien a pesar de sus humanos defectos tomamos el nombre por ser paisano nuestro, por sus virtudes militares, por su entrega al ideal tradicionalista que defendemos y por su gran cercanía al más grande Caudillo y Abanderado de nuestra Causa tres veces santa.

Don Carlos Calderón y Vasco nació en Granada el 13 de junio de 1845. Hijo de una familia aristocrática y rica, renunció al bienestar para ofrecer su fortuna y servicios a Carlos VII a raíz de la revolución septembrina. Diputado a Cortes por Granada por el partido carlista, en 1872 dimitió el cargo para dedicarse por entero a la guerra, consiguiendo empréstitos y armas para el Ejército de Don Carlos. Comenzada la guerra, peleó primero a las órdenes del General Ollo, y se distinguió en las acciones de Monreal, Eraul, Oñate, Azpeitia, Puente la Reina, Lecumberri, Dicastillo, etc., etc., ascendiendo a Brigadier en la batalla de Lácar. En febrero de 1876 fue tal su valor y tal el derroche de heroísmo en la acción de Montejurra, que los Generales Primo de Rivera y Cortijo devolvieron su espada al Brigadier Calderón y a su Ayudante, quedando prisioneros bajo palabra de honor. Terminada la guerra pasó a Francia para ponerse nuevamente a las órdenes de su Rey, el cual le ascendió a Mariscal de Campo por su comportamiento brillante en la batalla de Montejurra. Vestía el hábito de Caballero de Alcántara y estaba en posesión de tres Cruces rojas del Mérito Militar. Fiel a su Bandera y a su Rey murió en el destierro, en París, en noviembre de 1891.

Esto es lo que escribía de Calderón D. Carlos VII en sus memorias poco antes de la guerra, en 1870:


Carlos Calderón y Vasco 

(Granada, 1845 - París, 1891)
«Carlos Calderón y Vasco era oficial del Ejército. Estuvo de Ayudante del Duque de Osuna en Petersburgo y se me presentó en París con varios compañeros suyos. Le nombré Oficial de Órdenes con empleo de capitán. Me ha servido bien, con mucho celo y buen deseo. Tendrá ahora veinticinco años, y cuando se siente un poco, creo que valdrá. Tieñe corazón y bastante buen criterio; es valiente y decidido. Algo corredor y muy alborotado. Ha hecho sacrificios pecuniarios por la Causa y está dispuesto a hacer más. Tiene un buen fondo, pero ha sido mal educado. No le han inculcado principio alguno; pero defiende los nuestros con entusiasmo. (...) A mí me quiere de veras. Nunca adula; si peca, será por el lado contrario. Le he enviado a muchas comisiones y las desempeñó todas bien. Tiene la noble ambición de la Ordenanza; es muy pundonoroso y desea llegar a ser algo, pero mereciéndolo. Le gusta discutir y en la discusión da a conocer que no carece de talento, pero un talento natural, al cual falta el pulimento. A veces pasa horas enteras con Aparisi y dice que piensa idénticamente como él, lo que no deja de sorprender a los que le conocen y saben lo calavera que es; pero buen calavera. Tiene buenos modales de sociedad y era uno de los elegantes de París. Espero, dentro de unos años, escribir otra vez sobre Calderón y decir de él cosas grandes, pues le creo capaz de ellas. «En el campo de batalla, los calaveras se distinguen ordinariamente.» Esto me lo decía mi tío, el sesudo y moral Duque de Módena.»

Memorias y diario de Carlos VII

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viernes, 12 de junio de 2015

75 aniversario de la Cofradía Nuestra Señora de los Dolores de Granada

Interesante reportaje de la cofradía Nuestra Señora de los Dolores, fundada por el Tercio de Requetés Isabel la Católica.



Entrevista al Hermano Mayor, D. Juan Oliver Martinez, que nos narra algunas anécdotas de la historia de la cofradía.

miércoles, 10 de junio de 2015

Así se celebró el Corpus Christi en Granada

Granada cumplió un año más con la tradición de venerar al Santísimo Sacramento por las calles de la ciudad en el tradicional Jueves de Corpus, 60 días después del Domingo de Resurrección.

Fue una procesión larga y muy participativa con más de 50 representaciones precediendo a los párrocos y clero regular que formaban el cortejo. Lo abría la cruz alzada de la Catedral de Granada, para dar paso después a las hermandades de Gloria de nuestra ciudad. Estaban las corporaciones letíficas por orden de antigüedad y detrás las de penitencia, formando también con el orden de incorporación a la Real Federación de Cofradías.

El recorrido se vio totalmente acompañado por granadinos que ocuparon las aceras del itinerario y bendecidos por el prelado de la diócesis, Monseñor D. Francisco Javier Martínez Fernández, que manifestó:

Lo que quisiera gritar con toda mi alma y con todo mi corazón es que el amor de Dios, que es lo llevamos en el Santísimo Sacramento por nuestras calles, es para todos: que llegue a todos y no le falte a nadie. Y que tengan la certeza de que el Señor no nos abandona nunca a los seres humanos, pase lo que pase en la vida. Del otro lado nos aguardan siempre los brazos abiertos del Señor.

Durante 92 minutos, el paso con la custodia del Corpus, donada a la ciudad por la Reina Isabel la Católica, estuvo en las calles de Granada. A las 11 y 35 minutos salía por la puerta principal de la Catedral a las órdenes de Paco Toro, su capataz de este año, siempre coordinado por el capataz general José Carvajal. Le ayudaban Manuel Peregrina, José Manuel Romero, Emilio Caro y David Rodríguez.

En todos los lugares del recorrido, la Sagrada Forma recibió la veneración de los fieles. Se detuvo en los 7 altares instalados en el recorrido oficial por otras tantas hermandades de la ciudad, completada la decoración eucarística con los balcones y escaparates engalanados por cofradías y vecinos del entorno. La corporación provincial estaba presidida por el presidente Sebastián Pérez, que comentó:

Estamos cerca de nuestras costumbres, de nuestras tradiciones y de nuestras devociones. Para la provincia de Granada es un día muy grande y muy importante el Corpus Christi; por tanto, aquí están instituidas todas las corporaciones.

Lo precedía el subdelegado del gobierno Santiago Pérez, acompañado por responsables de la comandancia de la Guardia Civil y Policía Nacional, así como del MADOC y parlamentarios andaluces. La procesión la cerraba el Estandarte Real, portado por el concejal en funciones Francisco Ledesma y custodiado por gastadores del Ejército de Tierra. Después, los maceros y porteros de la ciudad y la corporación municipal, presidida por el alcalde en funciones D. José Torres Hurtado, que declaró:

Es un día típico de Corpus con sol, luz, lleno de gente en las calles y disfrutando de nuestras fiestas. Estoy disfrutando mucho, es que es un día muy bonito.

Regresaba la custodia al interior de la Catedral acompañada por el clero secular y regular, institutos de vida consagrada, párrocos y los cabildos del Sacromonte, Capilla Real y Catedral.

Gracias a Granada Cofrade (TG7) por este magnífico reportaje:


Aberrosexualistas quieren quitar a Vázquez de Mella su plaza en Madrid

Madrid, 10 junio 2015​, Santa Margarita, Reina de Escocia, viuda; en la infraoctava del Corpus Christi. Activistas contra natura quieren cambiar el nombre de la Plaza de Juan Vázquez de Mella en Madrid por el del aberrosexualista recién fallecido Pedro Zerolo (a quien Dios haya perdonado).

Plaza Vázquez de Mella en Madrid

El pensador, político y orador tradicionalista asturiano Juan Vázquez de Mella y Fanjul (Cangas de Onís, 8 junio 1861 - Madrid, 26 febrero 1928), afincado en Madrid donde reposan sus restos, fue un personaje universalmente respetado en su tiempo. Le están dedicadas calles y plazas en poblaciones de toda España (allí donde el sectarismo más obtuso no se las ha arrebatado) e Hispanoamérica. En su plaza de Madrid se halla un grupo escultórico en su memoria y homenaje.
El nombre de Pedro Zerolo representa, en cambio, la tremenda degradación moral a la que ha llegado la España del juancarlismo y del PPSOE; y en particular la villa de Madrid, cuyo barrio de Chueca (donde se ubica la citada plaza) ha sido entregado a los aberrosexualistas por el Partido Popular. Una plaza dedicada al difunto Zerolo, diputado socialista (tras militancia en el progresismo "cristiano" y coqueteos con AP/PP) por el único "mérito" de su pública defensa de la perversión, sólo traería desprestigio y burla, afrenta y división.
La campaña ha sido oficialmente iniciada por un particular en Change.org, pero simultáneamente los grandes medios del régimen le han dado publicidad. El diario derechista El Mundo se ha unido entusiasta. Más moderado, pero usando igualmente un tono favorable a la propuesta de cambio, se muestra el también derechista​ ABC, próximo como siempre a La Zarzuela, que entrega sus páginas también a la hagiografía del diputado aberro-socialista.

Página dedicada a Juan Vázquez de Mella en Facebookhttps://www.facebook.com/juanvazquezdemella

Agencia FARO

martes, 9 de junio de 2015

La Catedral de Córdoba no es una mezquita

Cuando hoy oímos a la «presidenta» de la «Junta de Andalucía», Susana Díaz, hablar con desparpajo y desvergüenza de expropiar a la Iglesia nada menos que una catedral, la indignación de todo español bien nacido y de todo fiel católico es lógica y natural.

Sabido es que no existe para los socialistas más dios que Mammón, por lo que no nos cuesta mucho divisar las razones recaudatorias que se hallan detrás de la iniciativa para expropiar la Catedral. Sin embargo, para comprender como es posible que algunos semi-analfabetos repitan sin rubor las consignas del gobierno socialista de que la Catedral es en realidad una mezquita mahometana, tenemos que volver la vista atrás a los años de confusión posteriores al Concilio Vaticano II, en los que empezó a convertirse en norma —y sigue siéndolo hoy— todo tipo de sacrilegios y de escándalos en las iglesias.

En este proceso de derrumbe de la Iglesia desde dentro nunca faltaron paladines de la Tradición, como don Rafael Gambra, que supieron poner los puntos sobre las íes. Reproducimos abajo el escrito que este gran pensador tradicionalista dirigiera al director de «El Pensamiento Navarro» sobre el anuncio de este mismo periódico (por parte de un colaborador poco ortodoxo) del acto sacrílego que iba a producirse (y finalmente se produjo) en la Catedral de Córdoba.

La expropiación, en caso de llevarse a cabo, será la culminación de un proceso iniciado en los años 60 del que no cabe echar todas las culpas al PSOE, pues en 1974 su influencia en la vida pública española era nula.

La Catedral de Córdoba


¿Profanación sacrílega en la Catedral de Córdoba? 
Carta abierta al director de «El Pensamiento Navarro»

Querido Director:

Días atrás apareció en estas mismas páginas un escrito de don José Cabezudo Astrain dando cuenta de que el próximo 13 de septiembre tendrá lugar un acto religioso musulmán en la catedral de Córdoba. (Sabido es que acostumbra a llamarse a ese templo catedral-mezquita en razón de que, cuando fue conquistada Córdoba por Fernando III e1 Santo en el siglo XIII, se decidió aprovechar la mezquita de la ciudad para elevar en su centro la catedral cristiana a modo de símbolo del triunfo de la Cristiandad sobre el Islam. Pero desde hace setecientos años ese templo es catedral católica.)

El escrito que comentamos presentaba el hecho como algo puramente anecdótico o pintoresco, términos absolutamente inadmisibles para un creyente católico, a menos que la intención de su autor fuera provocar una reacción en el pueblo fiel con el solo anuncio del proyecto.

Ignoro la intención del señor Cabezudo Astrain y, por lo tanto, no puedo juzgar el sentido de su escrito. Ignoro también —puesto que la referencia me viene a través de ese escrito— si la cosa será tal como él la presenta, ya que cabe estuviera mal informado.

Lo que sí sé es que, si el proyecto es tal como ese escrito lo presenta, se tratará pura y simplemente de una profanación sacrílega. Y no variará esta condición el que se arrope el hecho en motivos "ecumenistas" o "pluralistas" o "evolutivos". Tampoco lo variará —antes lo agravará enormemente— el que tal hecho vaya a realizarse con permiso del Obispo de la Diócesis.

Porque profanación de un templo es dedicarlo a fines distintos al culto divino, y esta profanación es sacrílega cuando esa otra finalidad es —sin previa desacralización— adorar a dioses falsos. Los cristianos que nos precedieron en diversas edades, y principalmente en los primeros siglos del cristianismo, dieron su vida en horribles tormentos por negarse a adorar a dioses falsos: y la Iglesia los declaró santos (no "ultras"). Y eso que ellos hubieran tenido la atenuante del miedo invencible.

Permitir que en un templo catedralicio católico se rinda pública adoración a un dios falso es en quienes lo permiten —y aun en quienes de algún modo puedan evitarlo— un acto de prevaricación.

Ruego a usted, por lo mismo, invite al autor de aquel escrito a aclarar a sus lectores qué sentido otorgaba al mismo, expresando públicamente su posición ante el hecho. Y si el hecho es tal como el señor Cabezudo Astrain lo presenta, que el señor Obispo de Córdoba explique de qué manera no será él autor o cómplice de un horrendo sacrilegio agravado con el carácter de escándalo público. Créame siempre su buen amigo y colaborador,

Rafael Gambra
El Pensamiento Navarro (24/08/1974)

jueves, 4 de junio de 2015

L Aniversario de Melchor Ferrer - La dirección política de la Comunión Tradicionalista entre 1876 y 1934

Hoy se cumple el 50 aniversario de la muerte de Melchor Ferrer Dalmau, autor de la célebre obra «Historia del Tradicionalismo Español» (pulsar aquí para acceder a una aproximación a la misma por Rafael Gambra). Con motivo de tamaña efeméride, publicamos el siguiente artículo de su autoría aparecido en la revista Tradición en 1934.

La dirección política de la Comunión Tradicionalista desde 1876

Por Melchor Ferrer

Al nuevo Secretario General en España, Don Manuel Fal Conde, digno continuador de los Jefes que la Real Confianza ha dado a nuestra Comunión. 

Melchor Ferrer Dalmau
(Mataró, 1888 – Valencia, 1965)
Puede decirse que el Tradicionalismo Carlista no tomó carta de naturaleza como partido político hasta la Revolución de 1868. Fueron los hechos que empujaron al Carlismo a que interviniera en la vida política de la legalidad. No porque ésta fuera completamente abandonada con anterioridad a la Septembrina, por el Carlismo, pero éste gustaba más de los procedimientos bélicos, creyendo que para fracasar en las gestiones para reformar el Régimen imperante, bastaban las tentativas de Donoso Cortés, de Aparisi y Guijarro y de Cándido Nocedal, y los tanteos de Gabino Tejado y Francisco Navarro Villoslada; pero sin hacerse ilusiones sobre el resultado de estos generosos pero estériles ensayos.

No regateó, sin embargo, el Carlismo su ayuda a estas tentativas, antes bien, acudió con sus elementos y sus hombres. Los diputados carlistas, que lo eran de ideas pero que actuaban sólo como católicos, no faltaron en las Cortes de los últimos años de Isabel II, y los nombres de Muzquiz, Vinader, Fernández de Velasco, etc., dejan bien establecido que no dudaron un momento servir a España, bajo el caudillaje de los Nocedal y los Aparisi.

Consecuencia de ello, la dirección de la Comunión Carlista quedaba de hecho supeditada a las conveniencias y necesidades de la organización militar. Este carácter militar y conspirador lo tenía la Comisión Regia suprema, que entre 1855 y 1860 actuó en la preparación del movimiento que costó la vida al General Ortega, y a pesar de que en ella actuaban paisanos como Pablo Morales, de gloriosa memoria, y sacerdotes y religiosos de la abnegación y prestigio del Padre Maldonado y de que presidieron dicha Comisión Regia Suprema hombres de la autoridad del general Conde de Cleonard, exministro de la Guerra de Isabel II y del Marqués de Serdañola, solamente con muy buena voluntad, podríamos considerarlos como predecesores de los Jefes políticos que fueron nombrados por nuestro Caudillo a partir de 1876.

Después de la abdicación de Juan III, Carlos VII, avizorando un porvenir guerrero, creó las Comisarías Regias de Regiones y Provincias, pero considerando que debía unificarse el mando, concedióle al Capitán general de los Reales Ejércitos, don Ramón Cabrera y Griñó, Conde de Morella, residente en Londres. El Conde de Morella intentó desplegar cierta actividad política en la lucha legal, y alentado por el resultado de las elecciones para las Constituyentes de 1869, dispuso organizar la Campaña electoral en las primeras parciales, pero por falta de preparación y por falta de organización, el Carlismo sufrió un fuerte revés.
Escena de la Tercera Guerra Carlista
(1872-1876)

La tentativa del alzamiento de 1869, aumentó las discrepancias entre el Conde de Fuentes, Presidente del Consejo Real y el Conde de Morella, y si bien éste retiró la dimisión que había presentado, consideró que desde el extranjero era difícil dirigir el partido en su vida legal, naciendo la Junta Central Católico-Monárquica que tanta influencia debía tener en los acontecimientos de aquel período. Pero suscitadas nuevas dificultades, ya sin orden ideológico, entre Carlos VII y el Conde de Morella, el general Cabrera presentó la dimisión, que le fue aceptada después de ser rechazado su proyecto de Constitución parlamentaria.

La Junta Central que presidía el grande de España, Marqués de Villadarias, dirigió con acierto al partido Carlista. El éxito de las elecciones de 1871 se debió a la actividad y propaganda de la Junta. Las elecciones de 1872, si no tan tan favorables, no menos dignas de mención, se debieron, a su celo, y en particular al del Secretario de la Sección Electoral, gloria de nuestro arte, dramático, el gran carlista don Manuel Tamayo y Baus.

Pero la Junta Central también tuvo sus actividades militares y si bien ya las preocupaciones de organización política y los planes electorales figuran constantemente en su orden del día, también los preparativos bélicos son de su incumbencia, y en este terreno la Junta Central mereció bien del Rey y de nuestra Comunión.
Cándido Nocedal y Rodríguez de la Flor
(La Coruña, 1821 – Madrid, 1885)

Terminada la tercera Guerra Civil, Carlos VII se preocupó de reunir nuestras fuerzas quebrantadísimas más en su moral que en su volumen. A este fin, en 1876 fue nombrado Delegado General en España el exministro de Gobernación de Isabel II, y exjefe de la minoría Tradicionalista en 1871, DON CÁNDIDO NOCEDAL Y RODRÍGUEZ DE LA FLOR (1876-1885). Nocedal hallóse ante una labor ímproba. Debía reorganizar el partido cuando ser o llamarse carlista atraía fuertes y despiadadas venganzas. Debía velar por la ideología del partido ante los avances del catolicismo-liberal y los manejos de la mesticería de la Unión Católica, por los que nuestras masas se veían constantemente tentadas por hombres que ellas habían admirado, querido, respetado y seguido, como eran el periodista Valentín Gómez, el Conde de Canga Argüelles, Santiago de Liniers, etc. Porque el peligro para el Carlismo no estaba entonces en el cabrerismo que propugnaban Julio Nombela y José Inocencio Caso, sino en la mesticería Pidalina, condenada por orden lógico y natural, como todo adhesionismo al fracaso y a la desaparición. Triste lección de las tentativas adhesionistas, desde Donoso Cortés hasta Pidal y que no han tenido en cuenta los adhesionistas de hoy.

En el orden político, este período se señala por haberse podido recoger a nuestros elementos dispersos, aún enardecidos por la lucha, pero desalentados por la derrota y la traición. Reapareció la prensa carlista, de la que aun subsisten EL SIGLO FUTURO, que fundó Ramón Nocedal, y EL CORREO CATALÁN, que debemos a Milá de la Roca. Ya en las segundas Cortes de la Restauración, un diputado, el Barón de Sangarren, representa al leal distrito de Azpeitia.
Francisco Navarro Villoslada
(Viana, 1818 – Viana, 1895) 

Fallecido Nocedal, la Jefatura Delegada fue conferida al gran periodista y novelista DON FRANCISCO NAVARRO VILLOSLADA (1885-1887), en cuyo período se ahondaron más las divergencias entre los carlistas y los integristas, cada grupo considerándose más puro que el otro, período en el que la prensa tradicionalista tuvo un gran desarrollo. Desgraciadamente, las luchas intestinas terminaron con la unidad de la Comunión Tradicionalista, de forma que aunque no realizado materialmente existía cisma, que debía reflejarse más tarde en «El Pensasamiento del Duque de Madrid», por don Luis María de Llauder y en el «Manifiesto de Burgos».

En este período al Barón de Sangarren se le unió el diputado por Berga, don Luis María de Lauder.
Una nueva organización fue dada al partido después de la Jefatura de NAVARRO VILLOSLADA, organización más descentralizadora, pero por el carácter de los Delegados, más militar y muy parecida a la que tiene en la actualidad el partido Orleanista francés. En este período (1887-1890), coincidiendo con el viaje de Don Carlos VII a América, España fue dividida en cuatro zonas. La primera que correspondía la Reino de León,
Juan Nepomuceno de Orbe y Mariaca
M. de Valdespina (Ermua, 1817 – 1891)
Principado de Asturias y Reino de Galicia, tuvo por Delegado al Mariscal de Campo de los Reales ejércitos don León MARTÍNEZ DE FORTÚN y ERLES, CONDE DE SAN LEÓN, ayo que había sido del Príncipe de Asturias. La segunda Región correspondía a Andalucia y Extremadura y fue confiada al General de Artillería don Juan María MAESTRE. La tercera correspondía a la antigua Corona de Aragón (Cataluña, Valencia, Baleares y Aragón) y Murcia y Castilla la Nueva, y tenía como Delegado al Teniente General don Francisco CAVERO Y ÁLVAREZ DE TOLEDO, MARQUES DE LACAR, y por último la del Norte, que comprendía las Provincias Vascongadas, el siempre leal Reino de Navarra y Castilla la Vieja, estaba confiada al Teniente General don Juan Nepomuceno de ORBE Y MARIACA, MARQUÉS DE VALDESPINA, Grande de España y exsenador del Reino.

Esta división en Cuatro Zonas en que se mantenía el principio de descentralización. ya que los cuatro Jefes residían respectivamente en Valladolid, Sevilla, Zaragoza y San Sebastián, duró hasta 1890, en que Carlos VII dispuso se reunieran las Cuatro Delegaciones en una sola persona.
Enrique de Aguilera y Gamboa, M. de Cerralbo
(Madrid, 1845 – Madrid, 1922)

Fue elegido entonces para tan alto cargo don Enrique de AGUILERA y GAMBOA, MARQUÉS DE CERRALBO (1890-1899), grande de España, Senador por derecho propio y exdiputado en 1872 de la minoría que no llegó a presentarse en el Parlamento. Cicatrizó Cerralbo las heridas que la escisión integrista habían abierto, organizó la participación en las elecciones primeras que se hicieron con Sufragio Universal presentando en el Congreso una Minoría que no fue igualada hasta 1907, y mantuvo en los sucesivos parlamentos minorías tradicionalistas. Recorrió España entera en viajes de propaganda, y llevó a cabo una organización tan ejemplar, que aun hoy se la recuerda. Pero los trabajos de Conspiración realizados a raiz de la pérdida de las Colonias, fracasaron entonces a consecuencias de la defección del General Weyler, y el Marqués de CERRALBO vióse obligado a dimitir, al mismo tiempo que se expatriaba.
Matías Barrio y Mier
(Verdeña, 1844 – Madrid, 1909)


Carlos VII designó entonces para Delegado a don Matías BARRIO Y MIER (1899-1909). Catedrático de la Universidad Central, diputado por Cervera del Río Pisuerga, cuya representación ostentó ya en 1871. Del período de BARRIO Y MIER, guarda el partido carlista grato recuerdo. Iniciado en tan pésimas circunstancias su gestión de Delegado, tuvo que soportar el momento de indecisión que produjeron los incidentes del movimiento de 1900, cuando Torrents atacaba el Cuartel de la Guardia Civil de Badalona y Grandía se mantenía durante quince días en las montañas de Berga, deseo que don Víctor Pradera, entonces diputado, defendió gallardamente en el Parlamento. Pero con su tacto obtuvo Barrio mucho más: la reconciliación de Cerralbo y Vázquez de Mella con Don Carlos, cuyo hecho tangible fue la candidatura de Mella por Barcelona, y el movimiento de renacimiento del partido que culminó en las elecciones de 1907.

También en aquel período se iniciaron los aplechs carlistas que movilizaron enormes masas y nueva floración de prensa tradicionalista que propagó nuestras doctrinas. Se iniciaron entonces las corrientes de armonía entre Nocedal y Mella, desapareciendo las pugnas entre los dos grupos tradicionalistas.

Fallecido Barrio y Mier en 1909, fue nombrado Delegado el diputado navarro don Bartolomé FELIU Y PÉREZ (1909-1913), y al morir Carlos VII, pocos días después, su sucesor Jaime III le reiteró la confianza.

El movimiento iniciado en el período anterior se aceleró notablemente. Fue nombrado Jefe de los Requetés Españoles el General don Joaquín Llorens y Fernández de Córdoba, Marqués de Córdoba, dándose un caso de organización militar independiente de la política.

En 1913 adoptóse nueva organización creándose la Junta Nacional, cuya presidencia fue conferida al Marqués de CERRALBO (1913-1919), actuando ésta durante el delicado período de la Guerra Europea. Divergencias entre la Junta Nacional y Jaime III fueron causa de que naciera el cisma tradicionalista de Vázquez de Mella. Aquella crisis terminó con la separación del Marqués de Cerralbo, en 1919, siendo nombrado Representante en España por Don Jaime, el ilustre jurisconsulto aragonés, don Pascual COMÍN Y MOYA, con el título de Secretario.

Luis Hernando de Larramendi Ruiz
(Madrid, 1882 – Madrid, 1957)
Pocos meses ostentó el cargo que ejerció desde Zaragoza el señor COMÍN. El prestigio de su personalidad y el que además le daba el recuerdo del gran Bienvenido COMÍN, fue causa de que el partido carlista no zozobrara completamente y que se mantuvieran fieles fuertes núcleos que laboraron por la reorganización. Pero requiriéndose para la ardua labor que se le preparaba al Delegado, un elemento más joven en edad, en el mismo año de 1919, fue designado con el título de SECRETARIO GENERAL el abogado de Madrid, don Luis HERNANDO DE LARRAMENDI (1919-1922), elemento destacado de la antigua Juventud Tradicionalista Madrileña, escritor y orador atildado y profundo.

HERNANDO DE LARRAMENDI comenzó la reorganización con grandes dificultades, pues entre los mismos fieles de Jaime III no había verdadera unidad. Pero en la Junta de Biarritz, pudo presentar la armadura del partido, reconstituida, y su actividad le permitió reunir los elementos disgregados, aunque desgraciadamente el partido no tenía la fuerza de unos años antes. Nuestras minorías parlamentarias quedaron reducidas a unos pocos diputados y senadores. Al cesar la dirección del señor Hernando de Larramendi, éste pudo entregar a su sucesor un partido existente, de mayor o menor volumen, pero con juventudes entusiastas, especialmente en las regiones donde la escisión había hecho menos estragos, Navarra y Cataluña.

José Selva Mergelina, Marqués de Villores
(Villena, 1884 – Valencia, 1932)
En 1922 sustituyó al señor Hernando de Larramendi, el Maestrante de Valencia, don José de SELVA Y MERGELINA, MARQUÉS DE VILLORES (1922-1933) quien dispuso centralizar la dirección desde su residencia en Valencia. Su labor ímproba fue recompensada con el hecho del renacimiento del Partido Carlista en la Región Valenciana, pero las dificultades se le acumularon ante la situación creada por la Dictadura, y luego por el Período Prerrevolucionario que desembocó a la Revolución de 1931. Sin embargo la gran actividad del Marqués de VILLORES, permitió la reorganización del partido en Vizcaya, Guipúzcoa y Rioja y cuando más tarde las circunstancias de la situación política lo impusieron, presidió a la reconciliación de todos los matices del Tradicionalismo, unidos en un solo Programa, en una sola aspiración y bajo la égida del mismo Caudillo.

Mucho a ello contribuyó el gran corazón lleno de bondad del Marqués de Villores, quien falleció en 1932, cuando los propagandistas tradicionalistas con sus campañas habían extendido la vitalidad de nuestra Comunión por todos los ámbitos de España. Beunza, Rodezno, Lamamié de Clairac, Urquijo, Gómez Rojí, Estébanez, Oreja y Oriol, fueron los diputados de aquella heroica minoría que solo puede ser comparada a la de 1869.
Tomás Domínguez Arévalo, C. de Rodezno
(Madrid, 1882 – Villafranca, Navarra, 1952)

Antes de morir, pasó por el duro trance del fallecimiento de Jaime III, y Don Alfonso Carlos I (q. D. g.) le honró, reiterándole la confianza. El estado de salud del Marqués obligó a que se creara la Junta Suprema, y al fallecer el Marqués de Villores, la Junta se encargó de la dirección del Partido, bajo la presidencia del Conde de RODEZNO.

Don Tomás Domínguez Arévalo, Conde de RODEZNO (1932-34), exsenador y exdiputado, diputado de las Constituyentes, escritor pulquérrimo e historiador concienzudo, ha presidido el notable esfuerzo de propaganda y actividad. Las persecuciones que los Gobernantes del Bienio desencadenaron contra el Tradicionalismo, sirvieron para animar la llama, y España fue recorrida por propagandistas tradicionalistas y las organizaciones, especialmente de Boinas Rojas y Margaritas, florecieron por doquier. Andalucía se pronunció por nuestros ideales y en la lucha electoral de 1933, 21 diputados tradicionalistas se sentaban en el Parlamento, acaudillados por el propio Conde de Rodezno y entre ellos, novedad jamás vista, ni tan solo en 1871, cuatro diputados representando Andalucía Carlista. Los señores Martínez, de Pinillos, Palomino, Tejada y el obrero Ginés Martínez Rubio.
Manuel Fal Conde
(Higuera de la Sierra, 1894 – Sevilla, 1975)

Pero los acontecimientos han impuesto nuevas modificaciones que han llevado a la SECRETARIA GENERAL PARA ESPAÑA, hoy restablecida, la figura de don Manuel FAL CONDE. Con tales predecesores y con un historial como el que tiene el señor Fal Conde, mucho cabe esperar para nuestra Comunión.

Crisis dolorosísimas, disensiones entre hermanos, períodos de calma en que nos querían cazar con promesas, persecuciones, desorganizaciones impuestas por el fracaso de intentonas y guerras, régimen parlamentario, dictaduras, períodos revolucionarios, todo ello ha podido influir más o menos en la lozanía del partido, pero en su vida, no. Ni las tentadoras ofertas de Pidal, ni los consejos del Cardenal Sancha, ni minimismos ni adhesiones han interrumpido su existencia. El Tradicionalismo existe a pesar de todo cuanto se ha hecho contra él. Ha visto sus más idolatrados generales, como Cabrera, pasarse al enemigo, ha visto la ingratitud, el abandono imperar en el mundo político español, pero su esencia ha vivido en la lealtad de los humildes, en los Caudillos que no claudican, en su bandera inmaculada. La nobleza se había separado de nosotros, nuestros veteranos formaban el último cuadro de la vida cayendo heridos por la edad, los ambiciosos se acogen a reconocementeras influencias; pero el Partido, la Gran Comunión, persiste, como persistió, después de Vergara, como persistió después de la amnistía que terminó con la guerra de los Matinés, como persistió después del fusilamiento de Ortega, y de la traición de Cabrera, como persistió después de la traición de Dorregaray y del paso de Valcarlos por los últimos soldados leales.

Si el Carlismo no es algo Providencial, si su existencia no ha sido guardada por la Providencia divina para una gran misión, hemos de confesar que su persistencia durante 100 años de sacrificios sin recompensa y de dolores sin cuento, es el mayor absurdo político que se conoce, y que no tiene humana explicación.

A este conjunto de lealtades no igualadas, de sacrificios, de tristezas, de dolores, pero también de esperanzas sin límites, viene hoy a regir el señor FAL CONDE. Conociendo la Comunión Tradicionalista y conociendo el nuevo Secretario todo es de aguardar de su actuación, y por esto, una vez más, la muchedumbre del partido ha estado unida a su Caudillo Don Alfonso Carlos, depositando ambos al unísono, como acordes y unísonos están sus corazones, la confianza en don Manuel Fal Conde para que nos guíe al Sacrificio y al Deber, para por la Gloria y el Triunfo ver restaurada en España la Tradición Real y Foral bajo la protección divina del Sagrado Corazón.

MELCHOR FERRER.
Barcelona, Junio, 1934.


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