miércoles, 31 de agosto de 2016

Vergarismo

Tal día como hoy, 31 de agosto, en 1839, se consumaba la traición de Maroto en Vergara. El vergarismo, término acuñado por Pablo López Castellote en la revista Cristiandad, había existido antes en nuestra patria y seguiría existiendo después, con tan funestas consecuencias. El artículo que reproducimos de López Castellote en 1957 es realmente premonitorio del nuevo vergarismo que se produciría en 1978, que ha acabado por devastar la España católica contra la que no pudieron las bombas y arsenales de Napoleón y de Stalin.


VERGARISMO

Nadie se moleste en buscar la palabra que encabeza estas líneas en ningún diccionario, porque, de seguro, no la hallará. Mas no por eso podrá nadie negar el derecho que me asiste a usar del privilegio de los "ismos", tan generalizado hoy, para formar la exótica palabra.

Y digo exótica no tanto por el engendro mismo que resulta de la adición del tan traído y llevado sufijo a la otra palabra, cuanto por esa otra palabra: Vergara. Porque "Vergara", que en un tiempo dijo mucho a muchos españoles, hoy, desgraciadamente, apenas dice nada a nadie.

Vergara fue el fin de la primera guerra carlista, fue la primera unificación oficial entre aquellas dos Españas de que nos habla Menéndez Pidal, fue el efusivo abrazo que ahogó en una "dichosa paz" los generosos intentos de un pueblo, fue la pincelada que impermeabilizó a la historia contemporánea española contra la "borrascosa" religiosidad de los "serviles".

Por eso resulta exótico traer a colación tal nombre con tal sufijo; porque Vergara ha sido siempre considerado como un hecho muy concreto, del cual apenas merece la pena acordarse, si no es para glorificarlo como pacífico fin de un cruento fratricidio. Y para expresar esto ya tenemos muchos otros términos más usados y más modernos.

Pero si aquí, en vez de "Vergara" decimos "vergarismo", es porque lo que allí sucedió lo consideramos más como una táctica que como un hecho, y porque ese nombre, considerado como táctica, derrama mucha luz sobre toda la historia contemporánea de España.

Vergarismo fue la Ilustración del siglo XVIII que, en nombre del progreso, nos llevó a pactar con la Revolución y a hundir los restos de nuestra escuadra en Gibraltar defendiendo a la diosa Razón. Vergarismo también el afrancesamiento que, con el velo de la "oportunidad", y de la "resignación" ante los hechos consumados, y de la "conveniencia" del oreo, se avino no sólo a pactar, sino a servir a la Revolución personificada en José Bonaparte. También el patriotismo de las Cortes de Cádiz fue en definitiva vergarismo, porque, mientras la mayoría de los españoles derramaban su sangre por Dios, por la Patria y por su Rey, ellas se abrazaban con los principios de la Revolución, hasta implantar en nuestra patria una Constitución calcada sobre la primera que tuvo la nación vecina.


Vergarismo fue también, a pesar de toda la historiografía liberal, la llamada "ominosa década", pues basta leer las "Memorias del Alcalde de Roa", un pobre hombre del pueblo, para darse cuenta de que en esa década no fueron los liberales los "mártires" —como siempre se ha dicho—, sino el pueblo de la guerra carlista y del desengaño de Vergara; y esto porque la Corte de Fernando VII fue centro del más avanzado vergarismo —del que no entendía el pueblo—; vergarismo que se realizó bajo la égida del "Deseado" con la comunión de despotismo ilustrado, afrancesamiento, constitucionalismo al estilo de la "Carta" francesa, absolutismo personal, liberalismo y masonería. Todo lo cual desembocó en la monarquía liberal, cuyos orígenes no son tan claros como han supuesto la mayoría de los historiadores. Basta para darse cuenta de ello ojear las obras de Suárez Verdaguer.

Mas ni el siglo XVIII, ni las Cortes de Cádiz, ni el fernandismo, ni la tramoya de la instauración isabelina pudieron acabar con la santa intransigencia de un pueblo que sólo con dolosos abrazos ha sido reducido a silencio.

Por eso, cuando consumada ya la división entre los españoles por la cuestión dinástica, apareció, con el matrimonio de Isabel II, una seria posibilidad de arreglo con el enlace de las dos ramas, como quería Balmes, el partido moderado propone un nuevo Vergara con la unificación de la "reina de los carlistas" y el "consorte de los isabelinos". El plan no fue aceptado, y se consumó el desgraciado matrimonio de la reina con su primo Francisco de Asís.

Y de tumbo en tumbo, y de debilidad en debilidad, se llegó al año 1868, en que la Revolución, sintiéndose ya con fuerzas suficientes, se atrevió a echar por la borda a su antigua aliada, la monarquía liberal. Después el caos.

Mas los "abrazados" de Vergara no habían muerto; y en medio del caos levantaron de nuevo su recia voz; fue la segunda guerra carlista, a la que dio la estocada mortal el sagaz Cánovas del Castillo con la Restauración del hijo de Isabel, que tantas esperanzas fallidas había de despertar en muchos corazones. Esta vez el vergarismo permitió que se levantase sobre todos los españoles el artículo 11 de la Constitución, y que fuesen regidos los destinos de España por masones públicamente conocidos.

Las consecuencias no podían ser otras que las del 14 de abril: La monarquía alfonsina acabó con el nuevo y espantoso abrazo entre el Conde de Romanones y Alcalá Zamora en casa del doctor Marañón. Con él se entregaba España a la II República, de tan tristes recuerdos para todos, porque con ese nombre está indisolublemente unido en horroroso abrazo el millón de muertos de la Cruzada.

Y no acabó todavía con la Cruzada el vergarismo. En nuestros días son muchos los que lo propugnan como única salvación de España. Y no sólo en el plano político, sino en el religioso, y no sólo en el plano social, sino en el individual, de modo que en cada español se realice un "abrazo de Vergara" entre las tendencias que le llevan a Dios y las que le llevan al diablo.

Así sin duda nos libraríamos de otro 14 de abril, porque para las nuevas circunstancias el 14 de abril quedaría muy atrás.

PABLO LÓPEZ CASTELLOTE


Nota: Rogamos a los habitantes de Vergara que perdonen el uso que del nombre hacemos, y que de ningún modo supone sentimientos menos amigables hacia ellos.

CRISTIANDAD (1/5/1957)

jueves, 25 de agosto de 2016

La prensa carlista en Buenos Aires

Artículo de Bernardo Lozier Almazán (Buenos Aires, Argentina), 
publicado en el nº 119 de El Babazorro, 
Boletín del Círculo Tradicionalista Cultural "San Prudencio" de Álava

Antecedentes históricos

Nuestra historia tiene su lejano comienzo cuando el muy voluble rey de España, Fernando VII, se dejó seducir por las ideas liberales que la revolución francesa había propagado por el mundo, mientras su hermano y legítimo heredero, Don Carlos María Isidro de Borbón Borbón Parma (1788-1855) acaudillaba el tradicionalismo español y católico.

Sabemos que aquella esperanza que el pueblo español había puesto en Don Carlos se vio abruptamente frustrada por Fernando VII, cuando quebró la legítima sucesión al Trono, mediante aquella desgraciada Pragmática que signara el 29 de marzo de 1830,escamoteándole arbitrariamente la corona a su augusto hermano, recordado como Carlos V, primero de la línea Carlista.

De tal manera, Fernando VII suscitó las tres sangrientas guerras (1833 a 1840, 1846 a 1849 y 1872 a 1876) emprendidas por los legitimistas en defensa de sus derechos dinásticos tan aviesamente usurpados y de las mejores tradiciones españolas y cristianas comprendidas en el trilema «Dios, Patria y Rey».

Guerra civil española de 1872-76 (tercera guerra carlista)
cuadro de Augusto Ferrer Dalmau
La última de aquellas guerras, recordada como la Tercera Guerra Carlista, concluyó el 27 de febrero de 1876, tras cuatro años de épica contienda, alternada por triunfos y derrotas, esperanzas y frustraciones, con la victoria liberal sobre las fuerzas legitimistas.

Durante el mes de febrero el Ejército carlista se había diezmado (1) a tal punto que Don Carlos María de los Dolores de Borbón Austria-Este, Carlos VII (1848-1909), a la sazón el carismático pretendiente de la línea legitimista, consideró que era inútil prolongar la guerra y determinó poner fin a la contienda.

Consecuentemente, aquel día 27, Don Carlos pasó revista a sus tropas por última vez en el pueblo navarro de Valcarlos bajo una persistente lluvia, que hacía más patética la triste circunstancia. Al amanecer del día siguiente, Carlos VII, acompañado por el príncipe Alfonso de Borbón-Dos Sicilias, Conde de Caserta, cruzó la frontera con Francia a los acordes de la Marcha Real encabezando el camino al exilio seguido por el resto del Ejército carlista.

Concluida aquella infortunada guerra, miles de carlistas debieron buscar refugio en otras partes del mundo, llevando consigo el nostálgico amor a su patria y a su Rey, con la confianza en un futuro victorioso puesto en la Divina Providencia.

Buenos Aires fue el destino de muchos de aquellos desterrados que arribaron paulatinamente a estas tierras confiados en la hospitalidad de sus hermanos de raza.

Resulta difícil -casi imposible- estimar la cantidad de carlistas llegados a Buenos Aires a partir de 1867, sin embargo la actividad política que emprendieron al servicio de sus ideales legitimistas nos permiten inferir una presencia significativa, según veremos seguidamente.

Si bien la vida política de Carlos VII, a partir del exilio, entró en un cono de sombra, supo conservar hasta el fin de sus días con inalterable dignidad su condición de monarca desterrado. No obstante nunca renunció a sus derechos dinásticos , reclamando siempre y conspirando en momentos propicios para urdir un alzamiento a su favor.

Fue por aquella época que Don Carlos emprendió un largo periplo por la América española, visitando la isla de Jamaica, Panamá, remontando el Pacífico hasta Perú, Chile y, cruzando por el estrecho de Magallanes, para arribar a Montevideo el 5 de agosto de 1887, donde fue recibido por gran cantidad de emigrados carlistas que lo acompañaron a la Iglesia Matriz para cantar el Salve y luego instalarse en el Hotel Oriente. Don Carlos permaneció varios días en la capital de la República Oriental del Uruguay siendo objeto de numerosos agasajos y demostraciones de simpatía.

Puerto de Buenos Aires (segunda mitad del siglo XIX)

En la madrugada del 9 de agosto hacía su arribo al muelle de Santa Catalina de la ciudad de Buenos Aires el vapor Saturno, conduciendo a bordo a Don Carlos VII acompañado de un pequeño séquito, integrado por su Secretario y Consejero don Francisco Martín de Melgar y Rodríguez Carmona, conde de Melgar, con Grandeza de España, el Oficial de órdenes teniente coronel José María de Orbe y Gaytan de Ayala, vizconde de Orbe y el teniente coronel, médico militar, con Clemente de Coma y Forgas, conde de Coma Prat.

A poco de amarrar, fue recibido a bordo del vapor por el rector del Seminario Conciliar, Pbro. José Saderra, el padre Chapo, superior de la Compañía de Jesús, y los señores Pedro de Iniesta y Urbano Valdés Pajares, excombatientes que habían luchado bajo su bandera, por Dios por la Patria y el Rey. La comitiva se encontró ante un personaje de elevada estatura, recia cabeza que lucía soberbia barba y ojos de penetrante mirada. Su señorío y porte marcial, uniformado de capitán general, le conferían un especial aire de autoridad que, sumado a una buena dosis de energía y excepcional manejo del diálogo, en su conjunto, configuraban su atrayente personalidad.

Una vez en tierra, saludado por unos quinientos carlistas españoles emigrados, Don Carlos tomó un carruaje de alquiler que, acompañado por sus asistentes, lo condujo hasta el Grand Hotel, ubicado en la esquina de las actuales calles Rivadavia y Florida. Poco después se dirigió caminando hasta la cercana Iglesia Catedral, donde fue saludado por el arzobispo de Buenos Aires, mientras el templo se veía invadido por gran cantidad de simpatizantes que, al enterarse de su presencia, acudían a cumplimentarlo. El resto del día lo dedicó a recorrer la ciudad y por la noche concurrió a una velada en el Teatro Colón para presenciar la opera La Gioconda de Ponchielli.

El diario La Nación de aquel día, luego de anunciar la llegada del ilustre visitante, exteriorizaba su preocupación por la presencia de Don Carlos VII, advirtiendo que

«los amigos y correligionarios del Duque de Madrid le harán agasajos que tengan por convenientes, sin olvidar los deberes que les impone su residencia en un país extranjero, y los que por una u otra causa, dentro de la misma familia española, no abriguen simpatías por el hombre, recordarán que su libertad para manifestar sus sentimientos termina donde empieza la de los primeros.» 

Carlos VII de España
De tal manera La Nación dejaba entrever la poca simpatía que le guardaba al ilustre visitante.

Pocos días después, invitado por don Leonardo Pereyra a su estancia “San Juan”, Carlos VII se trasladó a la misma en un tren especial, arribando el jueves 11, siempre acompañado por su séquito y un grupo de amigos, entre los que se encontraba el doctor Carlos Pellegrini, a la sazón, vicepresidente de la Nación. Al día siguiente, aprovechando la cercanía, visitó la flamante ciudad de La Plata, almorzando en la estancia del Gobernador de la provincia de Buenos Aires, don Máximo Paz, para luego regresar a la Capital Federal en horas de la noche.

Su permanencia en Buenos Aires estuvo alternada entre visitas a los distintos lugares de la ciudad y sus alrededores, carreras de caballos, y numerosos agasajos ofrecidos en su homenaje. Rescatamos de uno de aquellos discursos de bienvenida, las palabras del capellán de Santa Lucía, el padre Manuel Lamas, cuando en extensa alocución decía:

«Se bienvenido, Serenísimo Señor, a este país generoso, que sabe dar hospitalidad no solo a los afortunados extranjeros que le traen algún provecho material o moral, sino también a los proscriptos y desterrados como Vuestra Real Majestad, a los emigrados por la desgracia y la injustísima persecución, por haber defendido la Causa tres veces santa…» 

Sin duda, además de las expresiones de afecto, las palabras del padre Lamas se referían a la presencia de los carlistas refugiados en Buenos Aires.

Según relata el conde de Melgar, con motivo de un deseo personal, Don Carlos manifestó especial interés en visitar la ciudad de Córdoba, razón por la cual, el jueves 18 de agosto hacía su arribo a dicha capital de la provincia homónima.

De regreso en Buenos Aires, el ilustre visitante permaneció hasta el miércoles 24 de agosto, día en que se embarcó en el vapor Senegal con destino a Europa. El mismo día de su partida un grupo de exiliados carlistas le obsequió un álbum de fotografías con una dedicatoria, que define con notable claridad el ideario político y religioso que mantenían inalterables, transcurridos ya once años desde que finalizara la Tercera Guerra Carlista:

«Siendo católicos por convicción y españoles por nacimiento somos carlistas por consecuencia. Para nosotros, en el orden religioso, no hay más autoridad que el mismo Dios, ejercida en el mundo por el magisterio infalible de su Iglesia; ni en el orden político, reconocemos otra soberanía legítima que la de Usted tan dignamente representada.» (2) 

Don Carlos VII partió de Buenos Aires el 24 de agosto de 1887 llevándose un imborrable recuerdo de estas tierras que habían integrado el imperio español en América y dejando tras si a sus leales partidarios con la esperanza renovada de que algún día regresarían a su Patria haciendo flamear victoriosa la bandera de su legítimo Rey.

Poco después, Carlos VII le escribía al marqués de Valdespina una carta, fechada el 8 de octubre de 1887, en la que le refería las impresiones recogidas en Hispanoamérica, expresándole que

«en el Uruguay y la república Argentina la más inaudita prosperidad que registran nuestros tiempos, convierten el Paraná, el Plata y todas las grandes vías fluviales que surcan el país en verdaderos ríos de oro…» (3) 

La prensa carlista en Buenos Aires

Francisco de P. Oller
(Barcelona, 1860 - Buenos Aires, 1941)
Expiraba el siglo XIX, cuando en 1892 llegaba a Buenos Aires don Francisco de Paula Oller (4) influyente refugiado legitimista reconocido por Don Carlos como su representante en esta ciudad, que rápidamente lideró a los carlistas porteños haciendo que mantuvieran encendido su fervor por la causa de su Rey. Fue por ello que, en 1898, por iniciativa de Francisco de Paula Oller, se fundara una revista mensual con el emblemático nombre de El Legitimista Español (5) Publicación ilustrada de excelente impresión, cuyas páginas se nutrieron con la colaboración de los más destacados pensadores del tradicionalismo monárquico español, artículos referentes a la marcha del movimiento carlista en España y a la actividad política desarrollada en Buenos Aires por los refugiados.

Este mensuario, que llevaba como subtítulo «Periódico Carlista» en la nota de presentación de su primer número, decía entre otras cosas, que

«Cien mil voluntarios en armas defendieron del 72 al 76 la bandera de la legitimidad; vendidos, que no vencidos, no por esto cejó el Partido carlista en sus trabajos de organización y de propaganda, y hoy, fuerte como siempre […] se siente capaz de derribar, si a ello fuese requerido, instituciones usurpadoras y gobiernos traidores…» 

Indudablemente el belicoso tono de la presentación pone al descubierto la euforia triunfalista de los carlistas residentes en Buenos Aires. La edición de este medio periodístico al servicio de su causa también nos revela el elevado número de españoles desterrados. Tan importante fue la actividad desarrollada por los carlistas en Buenos Aires que dispusieron de una sede en plena city porteña, en cuya puerta de entrada exhibía un vistoso cartel que decía «Comisión de Propaganda Carlista». (6)

De más está decir que aquella actividad desarrollada por los carlistas en Buenos Aires suscitó una fuerte oposición de los disidentes españoles también radicados en ésta, cuyo órgano periodístico El Correo Español los combatió sin cuartel hasta su cierre ocurrido en 1905. En tal ocasión, El Legitimista Español publicó en sus páginas un irónico comentario titulado «El enterrador enterrado» en el que anunciaba festivamente que

«Dejó de existir, después de treinticuatro años de vida por lo general mal aprovechada, El Correo Español, de ésta Capital. Entre todos le matamos, y él solo se murió. ¡Gracias a Dios!» 

Muy concurridas fueron sus reuniones conmemorativas, especialmente las llevadas a cabo el día del onomástico del Rey, en las que hacían uso de la palabra los más distinguidos carlistas y simpatizantes de la causa, como lo fuera aquella celebrada el domingo 4 de noviembre de 1905 en la que, como invitado especial, pronunció un encendido discurso el eminente historiador argentino Rómulo D. Carbia (1885-1944), quien concluyó su brillante alocución manifestando que:

«Si hay algo que mueve mi espíritu rebelde siempre como la marejada oceánica, hacia vuestra causa, españoles carlistas, es, no hay duda, la cruz de vuestro programa, la legitimidad de vuestra bandera y la consecuencia que profesáis a vuestros ideales. […] Y bien carlistas; aunque extranjero en esta festividad de vuestro dogma, permitidme que deposite también, al igual vuestro, la flor fragante de mis reverencias a los pies de vuestro Rey; y que incline mi cabeza, que quiere mirar siempre de frente al sol de la Verdad, ante las reivindicaciones de vuestro programa político…» 

Aquella reunión fue comentada en la revista porteña Caras y Caretas, (7) destacando que

«los numerosos carlistas residentes en Buenos Aires celebraron el domingo los días de su rey Don Carlos, con una interesante fiesta realizada en los salones de El Legitimista Español. En el local, adornado con banderas americanas y españolas, se sirvió un lunch a la concurrencia. El representante de Don Carlos en América y a la vez presidente de la Comisión de Propaganda Carlista, señor Francisco de P. Oller, pronunció elocuentes frases en honor del pretendiente a la corona de España. Hablaron además el señor Rómulo D.Carbia y el doctor C. Goyena.» 

Reunión carlista comentada en la revista Caras y Caretas (véase aquí)

El Legitimista Español desarrolló su labor periodística durante catorce años, editándose su último número el 31 de enero de 1912, alcanzando 174 números.

Tres años después, en 1915, Francisco de Paula Oller, en su carácter de representante del príncipe D. Jaime de Borbón, por aquel entonces sucesor de Don Carlos VII, fundaba la revista España, órgano del partido jaimista en Buenos Aires, publicación esta de vida efímera. [nota nuestra: en realidad, la revista «España» se publicó hasta 1929 y desapareció debido a graves problemas de salud de Oller ese año (véase la siguiente nota de prensa) si bien creemos que se habría mantenido leal a Don Jaime solo hasta 1919 debido al mellismo de Oller]

Cabecera del periódico bonaerense El Requeté (1938-1943)

Los carlistas porteños, con algunas interrupciones, contaron con varias publicaciones nutridas en su amor por la causa legitimista, como lo fueron Boina Roja aparecida entre los años 1934 y 1936, el Boletín Tradicionalista, también fundada por Francisco de Paula Oller, editada por los años 1938 a 1940, seguida por El Requeté que, sin mención de sus editores, se difundió entre los años 1938 a 1943. A partir de la desaparición de esta publicación debieron pasar muchos años sin que el Carlismo contara con un medio de difusión, hasta que, desde el 10 de marzo de 1997, la Hermandad Tradicionalista Carlos VII (8) comenzara la edición de las Publicaciones de la Sociedad de Estudios Tradicionalistas Don Juan Vázquez de Mella y Cuadernos de Divulgación, difundiendo el ideal carlista y la doctrina de sus grandes pensadores. Esta publicación se editó hasta junio de 2001. Animada por el éxito alcanzado por esta publicación la Hermandad Carlos VII encaró la edición de una nueva revista de mejorada presentación, continuadora de la anterior, con el sugestivo nombre de Custodia de la Tradición Hispánica cuyo primer número se publicó en junio de 2002, con un mayor formato, tapa ilustrada a todo color y de mayor tirada. Al mismo tiempo la Hermandad continúa editando los Cuadernos de Divulgación que, como suplementos extraordinarios de la revista Custodia, están destinados a la difusión de trabajos de mayor envergadura.

Así, en apretada síntesis, relatamos las circunstancias históricas y políticas que originaron la aparición de una prensa carlista en el Río de la Plata, registrando seguidamente las distintas publicaciones que, a partir de El Legitimista Español, fundado en 1898 por don Francisco de Paula Oller, vienen difundiendo en nuestro medio los ideales de la monarquía legitimista española y los fundamentos de la verdadera tradición hispánica y católica.

Bernardo Lozier Almazán 

Notas 

1) Por aquella época, una vez concluidas las hostilidades en la región del Este, Alfonso (XII) concentró unos 150.000 hombres en el Norte, mientras que las fuerzas carlistas apenas sumaban 35.000 efectivos en la región vasconavarra agotadas económicamente. 
2) La dedicatoria estaba fechada en Buenos Aires el mismo 24 de agosto de 1887 y está registrada en el “Ramillete de Flores Republicanas ofrecido a Don Carlos en su reciente viaje a las Américas”, obra de Francisco de Paula Oller, páginas 326 y 327. 
3) Alférez, Gabriel.: Historia del Carlismo. Editorial Actas. Colección Hernando de Larramendi. Madrid, 1995, p.180. 
4) Diario La Nación. Número especial en el Centenario de la Proclamación de la Independencia. 1816 -9 de julio – 1916. “El periodismo español en la Argentina”, p.257 y 258. 
5) Roldán González, Enrique. Prensa Tradicionalista Carlista. Existente en la Hemeroteca Municipal de Sevilla. Recopilada e investigada por … Sevilla 1889. 
Lozier Almazán, Bernardo. Presencia Carlista en Buenos Aires. Buenos Aires, 2002, Editorial Santiago Apóstol, 87 páginas. 
6) El Legitimista Español tuvo su primera sede en la calle Tacuarí 83, hasta que en 1899 se trasladó a la calle San Martín 417, en 1901 a Reconquista 476 y por último desde 1902 en Belgrano 1658. 
7) Revista “Caras y Caretas”, año VIII, 11 de diciembre de 1905, N° 371. La nota está ilustrada con dos fotografías, una de ellas es un retrato de “Don Carlos, pretendiente a la corona de España”; la otra muestra a “Don Francisco de P. Oller, representante en Sud América de Don Carlos, y concurrentes a la fiesta”, según sus respectivos epígrafes. 
8) Fundada en Buenos Aires el 25 de julio de 1996, para estudiar y difundir el pensamiento Carlista y formar un movimiento de opinión acorde con su ideario socio político. [web y página de Facebook]

sábado, 20 de agosto de 2016

El carlismo en América

[A finales del siglo XIX] era natural que el carlismo agrupara a sus hombres en todas partes que fuera posible. Desde hacía muchos años representaba a Don Carlos en América del Norte, don Rafael Diaz de la Cortina, pero no conocemos resultados tangibles de su actividad, ya que no era campo propicio para la labor, pero en América del Sur había gran cantidad de carlistas o hijos de carlistas que conservaban sus ideales. En 1898 fue nombrado representante de Don Carlos el Dr. don Francisco de P. Oller, quien creó juntas carlistas en las repúblicas de la Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú y el Ecuador. En Chile la presidía Respaldiza.

Creóse entonces el periódico El Legitimista Español, que se publicó en Buenos Aires y que siguió publicándose hasta 1912.


No hubo graves incidentes, si dejamos a parte el Ecuador, con referencia a la propaganda carlista. En Quito se produjeron alborotos por haber publicado el periódico El Grito del Pueblo de dicha ciudad un manifiesto de Carlos VII. Mayor gravedad, por haber maniobrado la masonería, lo ocurrido en la revista ecuatoreña El Industrial, pues publicó [en 1898] el programa carlista copiado de una edición de 50.000 ejemplares que hizo circular por toda América del Sur el Dr. Oller. Los elementos anti-católicos hicieron aparecer en Quito una hoja apócrifa con la adhesión de las órdenes religiosas, alto clero, y otros importantes elementos, al credo del legitimismo español. Para protestar de ella hubo un mitin en la plaza de toros de Quito y la multitud enardecida por los agitadores asaltaron la redacción de El Industrial, que fue saqueada e incendiada, pudiendo escapar sus redactores que tuvieron que permanecer algunos días ocultos.

El presidente de la República del Ecuador don Eloy Alfaro, comisionó al Encargado de negocios en Buenos Aires para que verificase la autenticidad del manifiesto de adhesión tan discutido, y el Dr. Oller contestó que era una superchería de los elementos anticatólicos de Quito, pues las ochenta y tantas firmas que llevaba el documento apócrifo había sido suplantadas. El gobierno del Ecuador se dio por satisfecho. Es innegable que más de uno que aparecía como firmante, sentía afecto para la causa carlista, pero ninguno habría cometido la torpeza de intervenir en una cuestión política extranjera y menos de forma tan absurda.

En el año siguiente, 1899, hizo una excelente campaña de propaganda carlista la escritora “Eva Canel”, por Argentina y otros países de América del Sur.

Melchor Ferrer: Historia del Tradicionalismo Español, tomo 28, vol. I; p. 231

Véase también: La prensa carlista en Buenos Aires (Bernardo Lozier Almazán)

sábado, 6 de agosto de 2016

José María Arauz de Robles, diputado tradicionalista electo por Granada

Reproducimos hoy, en el aniversario del fallecimiento de D. José María Arauz de Robles, quien fuera diputado electo por Granada de la Comunión Tradicionalista en 1936, su biografía publicada en Arbil (fuente que en general no recomendamos). No compartimos el posterior posicionamiento juanista de Arauz de Robles, favorable a una familia que tanto daño ha hecho y sigue haciendo a España, desleal con las instrucciones dadas por D. Alfonso Carlos, que nombró regente a D. Javier de Borbón Parma. Huelga decir que no consideramos que D. Juan fuese conde de Barcelona ni el legítimo titular de ninguno de los títulos de la Casa Real española.

⚜ ⚜ ⚜

José María Arauz de Robles Estremera
(Peralejos de las Truchas 1898 - Vega de Arias, 1977)
Fotografía de El Siglo Futuro (1936)
José María Arauz de Robles Estremera nació en 1898 en una familia acaudalada con tierras en la zona de Soria y Bajo Aragón. Tenía un hermano notario en Madrid y él era abogado del Estado. Extraordinariamente simpático e inteligente, pronto se adscribe al tradicionalismo político, no sólo intelectual, sino combativo. Vivía en la calle Gurtubay, nº 3, una calle pequeña que va de la calle Velázquez a la calle Lagasca, en Madrid. En la misma dirección dispondrá también su despacho profesional.

Ya abogado del Estado y destacado miembro de la Asociación Católica de Padres de Familia, asume la Secretaría de la misma, y a principios de la década de los 30 imparte conferencias en el domicilio social de la asociación, sita en la calle Manuel Silvela, nº 7, de Madrid. Otros prohombres del tradicionalismo como Víctor Pradera [12] y el conde de Vallellano [13], comparten tribuna con Arauz de Robles. En una sesión solemne de la Asociación celebrada el 24 de abril de 1930, presidida por el conde de Rodríguez San Pedro, conde de Mirasol, expone la importante misión de defender la familia cristiana y organizar los padres “para la propaganda de los ideales que puedan salvar los hogares de los peligros que hoy los cercan” [14] . En noviembre de 1930 toma parte en la Junta reglamentaria celebrada por la entidad, interviniendo junto con San Martín, el general Sebastián Mantilla [15], Mazas, Gil de Santibáñez [16], Espinosa, Toledo Robles, o Portillo y tomando acuerdos concretos sobre futuras actuaciones [17].

El 9 de noviembre del mismo año 1930 participa como orador en un mitin de campaña de orientación social, presidido por Ruiz de Velasco y compartiendo tribuna con D. Esteban Bilbao, Luis Jordana de Pozas y el conde de Vallellano. Por este orden, Esteban Bilbao diserta sobre la “Religión”, José María Arauz de Robles sobre “Familia”, Luis Jordana de Pozas habla del “Orden”, y el conde de Vallellano de “Monarquía”. En una brillantísima intervención de Esteban Bilbao, calificó de absurdo el proyecto de establecimiento de una República conservadora, por ser revolucionaria, y de la cual, dijo, “no era otra cosa sino el resultado de toda nuestra historia política, pródiga en alevosías” [18]. A continuación Arauz de Robles habló de la familia y enalteció la defensa de los principios, hoy vilipendiados, de Religión, familia, orden y Monarquía. Exhortó a todos los ciudadanos a emprender vigorosamente una campaña para salvar algo que está amenazado y que interesa a todos los hogares, ya que se hace preciso hacer frente a las imposiciones que tratan de derribar los fundamentos de la vida social. [19]

Con fecha 12 de noviembre, como iniciador del proyecto y acompañado de más de 200 personas que formaban parte de las comisiones de los pueblos interesados en la construcción de ferrocarril La Roda-Tarazona, en el salón de conferencias del Ministerio de Fomento, es recibido por el Ministro de Fomento, Leopoldo Matos y Massieu, presentándole un escrito en el cual los comisionados suplican la petición, fundada, de construcción del nuevo camino férreo La Roda-Tarazona. [20]

El 27 de noviembre, en su cargo de secretario de la Junta central de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia, imparte una conferencia sobre “Organización y fines de las Asociaciones de Padres de Familia. La mañana del 29 de noviembre, y bajo la presidencia del cardenal Primado y el patriarca de las Indias, imparte una conferencia en la Semana Social de Acción Católica [21].

Con fecha 27 de diciembre el nombre de José María Arauz de Robles vuelve aparecer en el diario ABC, aportando una cantidad económica, sumatoria a la suscripción que el propio diario ABC había puesto en marcha, a beneficio de las familias de todas las víctimas que perecieron por cumplir su deber en el choque con los elementos revolucionarios de Jaca. [22]

Se presenta como candidato agrario a las elecciones de octubre de 1931 por Guadalajara, quedando tras el marqués de Villabrágima (liberal-agrario) y de Miguel Bargallo (socialista). Con fecha 10 de octubre publica una carta en el ABC, carta fechada el día anterior, acusando, a la par que aporta datos concretos sosteniendo la imputación, al marqués de Villabrágima de deslealtad a un acuerdo tomado por ambos antes de las elecciones, y de dividir a los elementos agrarios y a los directivos de Unión Nacional. [23]. Con fecha 15 de noviembre de 1931 resulta elegido, conjuntamente con Manuel Cano, Cirilo Tornos [24], José María Sopranís, Joaquín Espinosa Ferrándiz, Francisco Orfila y Escobar, Carlos Martín Álvarez, Mariano Mañeru, Antonio Escudero, conde de Santa María de Pomés, Pablo Menéndez, Arizcun, Juan Cervera y Jácome [25], José Martínez Pereiro, Miguel Sancho Izquierdo y Jesús Requejo San Román [26], miembro del Consejo Directivo de la Confederación Nacional de las Organizaciones de Padres de Familia de España. A mediados de diciembre imparte una conferencia en la Sociedad Aspiraciones, apelando a que es divino designio providencial que la mujer salga al palenque en las luchas para defender la religión, la Patria y la familia, ha de desplegar todas sus aptitudes y entusiasmos para el logro de la victoria [27].

La tarde del 5 de febrero de 1932 acompaña a Ramiro de Maeztu en la inauguración de los locales de la Sociedad Acción Española. [28] Allí estaban también los señores condes de Rodezno y Gamazo, vizconde de Casa Aguilar, y señores Alcalá Galiano, Antonio Goicoechea, Ansaldo, Fuentes Pila, Pradera, Loygorri, Palacios, Vegas Latapié, Artiñano y Cavestany.

El 16 de abril de 1932 pronuncia junto con Gómez Acebo y Herrero elocuentes discursos en Atienza (Guadalajara) en un acto de la Acción Regional Agraria.

Fue miembro de la directiva de la Comunión Tradicionalista durante la Segunda República. El 2 de julio de 1932 se encuentra junto con otros tradicionalistas, la condesa de Vastameroli, marqueses de Quitanar [29], Albayda [30], y Eliseda [31], Ramiro de Maeztu, Rodríguez Tarduchy, director de La Correspondencia, Fuentes Pila, los hermanos Antonio y Rogelio Ochoa, González de Gregorio [32], González Escudero, o Víctor Pradera en un banquete ofrecido en el restaurante Molinero en honor del escritor Julián Cortés Cabanillas, para celebrar el éxito de su libro, La caída de Alfonso XIII. Pocos días después, el 12 de julio asiste en el hotel Victoria al banquete organizado por el Centro Femenino Tradicionalista madrileño, en honor de la activa propagandista Srta. María Rosa Urraca Pastor [33].[34] Allí coincide con el conde de Rodezno, Torre Letieri, Pradera, Jaime Chicharro, Manuel Ignacio Senante Esplá [35], Ansaldo, Rafael Díaz Aguado y Salaberry, Lamamiè de Clairac, Federico Bertodano, Sánchez Cuesta, Echenique o Argamasilla.

Organizado por el partido tradicionalista, el domingo 11 de diciembre de 1932 acompaña a Esteban Bilbao en un elocuente discurso celebrado en el cine de la Ópera, en Madrid. A la hora del comienzo del acto aparece en el escenario junto con el orador, Esteban Bilbao, Torres Setién y Manuel Quevedo, siendo saludados con una grandísima ovación por los asistentes. [36] Al siguiente domingo, 18 de diciembre, conjuntamente con el conde de Rodezno, y los diputados a Cortes Esteban Gómez Rojí y Oriol, y los señores Chicharro, Pradera y Rodríguez de Rivera, ocupan la presidencia del acto organizado por el partido tradicionalista en el Monumental Cinema, teniendo como conferenciante a Antonio Goicoechea. [37]

En enero de 1933 el gobernador civil de Valencia niega autorización a Arauz de Robles para celebrar una conferencia en el teatro de los Obreros. [38] Igualmente bajo la organización del partido tradicionalista, el domingo 8 de enero presenta en el Monumental Cinema de Madrid a Luis Hernando de Larramendi y Ruiz [39], director del periódico Criterio, que desarrolló el tema “Régimen natural y orgánico de España”. [40] El sábado 21 del mismo mes asiste en los locales de la Acción Regional Agraria de Guadalajara a la Asamblea de dicha entidad, donde “propuso el plan de nuevas actuaciones después de que la Junta hubo acordado aceptar el programa de las derechas federadas” [41].  El domingo 22 de enero, en el Monumental Cinema de Madrid, que se encontraba a rebosar, quedando en la calle centenares de personas sin poder entrar, acompaña a Pemán en un brillante acto político organizado por el partido tradicionalista. A las once en punto entran al escenario Víctor Pradera, Chicharro, Pemán, Arauz de Robles, Hernando de Larramendi y los diputados a Cortes conde de Rodezno y Joaquín Beunza [42]. El público puesto en pie les tributa una gran ovación. Pemán diserta sobre la “Necesidad de un movimiento nacional en torno a los principios tradicionalistas”. [43] El domingo 29 de enero en otra multitudinaria conferencia tradicionalista en el Monumental Cinema, presentó al diputado a Cortes por Salamanca José María Lamamiè de Clairac. Arauz de Robles pronunció las siguientes palabras:



La comunión tradicionalista –añade- no necesita hacer distinción de sus hombres. Aquí no pasa lo que en varios partidos políticos, que consideran cosa obligada el caudillaje de un hombre que vaya al frente de la masa. En el partido tradicionalista todos sus hombres obscurecen su personalidad, para trabajar con fe y ahínco en al defensa de sus ideales, que son la única salvación de España. La bandera de la neutralidad antes, los dogmas nacionales preconizados por Mella después, y ahora la defensa de las Órdenes religiosas que el odio sectario persigue con furia satánica, son obra del tradicionalismo.

El 11 de mayo, obedeciendo a una consigna, unas turbas miserables quemaron conventos e iglesias. Ahora se prepara un nuevo incendio, más hondo, más profundo, en el hemiciclo del Congreso. Nuestra obligación es estar preparados a su defensa y confiar en que con la ayuda de Dios el porvenir será nuestro. [44]

También en Madrid, en el Monumental Cinema, el 5 de febrero presentó a Víctor Pradera, que disertó sobre “Religión y política tradicional”. [45] En el curso de los actos organizados de propaganda por provincias, el 19 de febrero imparte una conferencia en Málaga y el 5 de marzo da una conferencia en Sevilla.



Sevilla 6, 10 mañana. Como en domingos anteriores, se celebró ayer, a las once de la mañana, un mitin tradicionalista en el salón de la calle Adriano, que se vio completamente lleno. Entre el público había muchos trabajadores.
El obrero ferroviario Ginés Martínez pronunció un elocuente discurso.
Recordó que la Tradición fue siempre un partido eminentemente popular, porque es negación de las doctrinas de Rousseau, en las cuales se apoyó un capitalismo sin entrañas para explotar a los trabajadores, originando la reacción marxista y la lucha de clases.
La única solución que puede salvar a España es el tradicionalismo, que hermana los factores de la producción, acoplando a cada hombre en su sitio.
Hace un cumplido elogio de Arauz de Robles, joven y entusiasta propagandista del ideal. 
El discurso fue subrayado con numerosas ovaciones.
El Sr. Arauz de Robles se congratula de que le haya precedido en el uso de la palabra un hijo del pueblo, como los que siempre nutrieron las filas de la Tradición.
Dice que esta República de trabajadores ha originado una víctima: el pueblo, que falto de pan y sin la luz de la fe, encuentra cerradas todas las puertas, y sobre todo la de los Centros oficiales, donde triunfa la nueva burguesía enchufista.
La Tradición nada tiene que ver con las causas del caos presente, fruto de los errores liberales. Los Estados liberales, con la desamortización, repartieron entre unos cuantos amigos usureros los bienes de las Corporaciones, de los que se beneficiaba al pueblo; y éste, al verse defraudado, cayó en el marxismo, que es un engaño todavía mayor, y nos llevaría a un feudalismo peor que los peores de la Edad Media.
Antes que la restauración económica y que la misma de las instituciones es preciso restaurar el mundo del trabajo.
Para esto es necesario, ante todo, restaurar la doctrina y la moral católica, en las cuales se dignifica el trabajo, como lo demuestran aquellas florecientes Hermandades del siglo XIII, donde se armonizaba la piedad y el trabajo. Y el catolicismo, al mismo tiempo que establece la obligación del trabajo, fija también las obligaciones del capital.
Por último es necesario también la restauración integral de las actividades humanas, oponiendo al odio marxista la fusión armónica del capital y el trabajo.
En un brioso párrafo rebate el cargo de reaccionario lanzado contra el tradicionalismo, y ensalza la magnífica organización social de la Edad Media.
Fustiga duramente la comedia de la oposición lerrouxista, fruto del sistema, y dice que Europa está despertando para aplastar la conjura judaico-socialista, que pretendía entronizar la dictadura en todo el continente.
También en España, la juventud escolar y obrera debe ponerse en pie para dar la batalla a la anarquía, inspirándose en las normas tradicionales.
El Sr. Arauz de Robles fue aplaudidísimo.

Finalmente, el Sr. Fal Conde anunció que en domingos sucesivos hablarán los señores Chicharro, Gómez Roji y Lamamiè de Clairac. [46]

El 11 de marzo, organizado por la Juventud Tradicionalista de Madrid, participó en un banquete en honor de la Srta. María Rosa Urraca Pastor. Ocuparon la mesa presidencial con la festejada tres veteranos carlistas: el general carlista Díez de la Cortina [47], Tomás de Uruñuela y el Sr. Artola. Los demás puestos los ocupaban las condesas de Rodezno y de Vigo; marquesa de Cartagena, señoras Álvarez de Linera y viuda de Sánchez Toca, condes de Rodezno y de la Florida y Sres. Arauz de Robles y Marín Hinojosa.

El 15 de marzo de 1933 José María Arauz de Robles pronuncia una memorable y recordada conferencia en Valencia.



Don José María Arauz de Robles, a las once de la mañana, pronunció una conferencia en el teatro de los obreros, totalmente lleno de público, especialmente huertanos y gentes del pueblo. Hizo la presentación del orador el joven propagandista Sr. Herreros.
Al levantarse a hablar el Sr. Arauz fue acogido con una gran ovación. Desarrolló el tema de “La organización de la contrarrevolución”. Afirmó que la revolución no era un proceso natural de las sociedades, sino el desarrollo de un propósito, concebido y preparado en la oscuridad de los centros enemigos de las civilizaciones cristianas para subvertir el orden natural de éstas.
Expuso las cosas, que, sin necesidad y por cumplir sólo compromisos revolucionarios, ha acometido la revolución española, especialmente en materia religiosa, agraria y de enseñanza, y la insensibilidad de la mayoría parlamentaria ante las razones y los hechos. Manifestó que la organización contrarrevolucionaria en España, si bien ateniéndose a las formas impuestas por la época, tenía que conservar la substancia y las características españolas. Hizo un llamamiento a la juventud para ingresar en las filas “boinas rojas”, haces de España. Recordó que por el camino que abrieran esas organizaciones tenía que avanzar una civilización nueva con un orden verdaderamente nuevo. En un período de cálida exaltación cantó los levantamientos magníficos de los pueblos de Europa, diciendo que los arcos triunfales de todos los tiempos estaban añorando nuevos desfiles heroicos y terminó la lucha por los ideales nobles, ya que hasta el Rey Pacífico por excelencia, Cristo, había levantado su Cruz como una bandera, en torno de la cual se habían reñido, se riñen y se reñirán todas las batallas de la Historia.
El Sr. Arauz de Robles, interrumpido frecuentemente con aplausos, fue ovacionado al concluir.
A las dos y media, y acompañado del barón de Cárcer y Llaurí, salió el Sr. Arauz de Robles para Castellón de la Plana, donde, a las seis, de la tarde, tuvo lugar un brillante acto en el salón de los Sindicatos Agrícolas, que aparecía materialmente atestado de público.
El Sr. Arauz de Robles aludió al fervor tradicionalista que se observa en toda España y del que esta región era magnífico exponente. Manifestó que este despertar tradicionalista respondía al despertar general de todos los pueblos en torno de sus nacionalismos peculiares. Hizo un examen detenido de los puntos más esenciales del pensamiento español tradicionalista, fijándose especialmente en la imputación de absolutista que se hacía a la Monarquía Tradicional. Atacó rudamente el empirismo de los partidos políticos, y terminó cantando, en un brioso párrafo, la vuelta de los viejos caudillos, cuyas almas llenaban todavía el ambiente de la Plana y el Maestrazgo.
[…] El Sr. Arauz de Robles visitó, en Valencia, los locales del nuevo Círculo Central Tradicionalista, así como los locales para los Secretariados técnicos  y para el nuevo rotativo tradicionalista, que ha de salir en breve en aquella capital, y para el que ha sido ya adquirida la maquinaria, felicitando a la Junta regional por la actividad y acierto con que se desarrolla su gestión. [48]

Conjuntamente con Salaberry, imparten el 1 de abril, continuando la campaña tradicionalista iniciada por toda España, sendas conferencias en Gerona. Arauz de Robles, con un memorable discurso, continúa la campaña el día 2 en Badalona.


Badalona 3, 11 mañana. En el amplio teatro del Círculo Tradicionalista, completamente lleno de gente, se ha celebrado un acto público, en el que han hecho uso de la palabra los Sres. Puigrefagut y Arauz de Robles. Sobre las localidades había extractos del programa tradicionalista y cantones con pensamientos y dogmas alusivos a este ideario.
El Sr. Puigrefagut pronunció un elocuente discurso en catalán, poniendo de manifiesto que hoy en casi todo el mundo las gentes se separan de los partidos políticos medios, que, día a día, pierden terreno, y se van hacia los partidos de ideas claras y precisas, guiados por una lógica irrefrenable. 
El Sr. Arauz de Robles dijo que el fenómeno hecho observar por el Sr. Puigrefagut de la desaparición de los partidos medios es debido a que el sistema de opiniones y partidos políticos y de convivencia y libre manifestación de todas las ideas, característica del parlamentarismo y la democracia, no era talmente un sistema de Gobierno ni un régimen con el cual se pudiese gobernar a los pueblos, sino una táctica revolucionaria para asaltar el poder la Revolución, negándonos luego las libertades que ella había ejercido. 
Terminó cantando la resurrección de España, diciendo que el viernes día 14 de abril se conmemoraban dos fallos del sufragio universal: el que condenó a Cristo y el que condenó a España. Pero si Cristo murió, también resucitó, y con Él resucitará también España, ahora crucificada por la persecución sectaria. El orador, que fue interrumpido frecuentemente con ovaciones, fue despedido con una muy cariñosa al abandonar el local. [49]
Los 15 tradicionalistas triunfantes
en las elecciones de febrero de 1936.

El día 4 da mitin en Manresa y el 12 de abril, organizado por la Acción Regional Agraria Ciudadana, participa en la plaza de toros de Guadalajara en un gran mitin de derechas, en el que también toman parte la señorita Pilar Velasco, Antonio Royo Villanova y el ex ministro Sr. Goicoechea. En el transcurso del mitin se producen alborotos producidos por saboteadores socialistas, siendo arrojados los perturbadores de la plaza por las fuerzas de Seguridad. Fuera de la plaza, grupos de agitadores profesionales cantan la Internacional, y más tarde, amparados en la masa vociferante y animalizada, la chusma socialista apedrea los coches de los conferenciantes.

En enero de 1934 dirige una carta al jefe de la minoría agraria, Martínez de Velasco, en la que dice que es opuesto a la constitución de toda especie de partido agrario, denunciando la ficción de los partidos y el error de la democracia inorgánica [50].

En febrero de 1936, como tradicionalista, se presenta electoralmente por Granada en la candidatura de centro-derecha, integrada por Herrera Oria, Moreno Dávila, Ruiz Alonso, Torres López y Fernández Arroyo, cedistas; Francisco González Carrascosa, agrario; Gonzalo Muñoz, progresista y Natalio Rivas, portelista. El 9 de febrero participa en un mitin contrarrevolucionario en Campotejar (Granada), al que asistieron representaciones de numerosos pueblos. Compartieron tribuna como oradores junto con José María Arauz de Robles, los Sres. Guerrero Gijón, Blanes, Zábala, Hernández Carrillo y Torre López [51]. En las elecciones de ese mismo mes de febrero sale elegido diputado a Cortes por Granada.



Formando parte desde los inicios de la República de la Junta Nacional Carlista, a mediados de marzo de 1936 asume la secretaría de la minoría tradicionalista, bajo la jefatura de José María Lamamié de Clairac [52]. Estuvo concentrado en la finca “La Ferme”, de la Vizcondesa de La Gironde, descendiente de los legitimistas franceses, en el Sur de Francia, próximo a la frontera con Navarra en cuanto se produjo el asesinato de Calvo Sotelo, junto con todos los altos dirigentes de la cúpula carlista que fueron a la mencionada finca, donde la condesa tenía un palacete. Poco después de estallar el Alzamiento Nacional entró en España por Navarra, pasando, desde la cúpula de la Comunión Tradicionalista, tanto a integrar desde el 2 de septiembre de 1936 la Junta Nacional Carlista de Guerra, con sede en Burgos, como a poner en marcha la Obra Nacional Corporativa (ONC), que es la organización obrera, no clasista, del Tradicionalismo, la cual fue una tarea inmensa que tuvo dos partes: una, la edición de un libro tamaño folio, único en su género, explicando que es la ONC como instrumento de representación política de los obreros, que además de los esquemas políticos copiados del Ministerio de Corporaciones de Mussolini trae unos conceptos maravillosos acerca de la dignidad del Trabajo. Otra parte de su tarea fue organizar en todos los núcleos de población pisos para el reclutamiento y encuadramiento de los obreros tradicionalistas, con los cuales pobló la zona nacional. Pero surgieron rivalidades a propósito del reclutamiento de los obreros con otra red paralela que se llamaba las Centrales Nacional Sindicalistas (CNS), que era la herramienta de la Falange. Fricciones que indudablemente contribuyeron, unidas a otras de la retaguardia y el frente, a la Unificación decretada por Franco, FET de las JONS. A partir de la Unificación, abril de 1937, el Nuevo Estado asume una entidad, FE de las JONS, la cual tiene su Central Nacional Sindicalista (CNS), pero que teóricamente englobaba la red de la Obra Nacional Corporativa (ONC). En la práctica las CNS absorben, engullen, fagocitan a las oficinas de la ONC que acaba desapareciendo [53].

La figura política de José María Arauz de Robles se mantiene leal en el Movimiento Nacional al servicio de la construcción de una gran patria. Arauz de Robles, miembro conjuntamente con Fal Conde, Zamanillo, Sáenz-Díez, Valiente y José María Lamamiè de Clairac de la Junta Nacional Carlista de Guerra, de Burgos, acepta los sacrificios inherentes a la Unificación, disintiendo fuertemente con Fal Conde y Zamanillo acerca de la decretada unificación, y pasa a colaborar estrechamente con Franco y el Nuevo Estado.

A la par del ejercicio profesional como abogado del Estado, en 1945 adquiere la ganadería de Mariano García de Lora, ganadería fundada por los años 1910 a 1912 por Rufo Serrano con vacas de distintos orígenes. A la muerte de Rufo, García de Lara compra la ganadería, y ese mismo año se la traspasa a José María Arauz de Robles, el cual, modificó el anterior hierro y adquirió dos sementales, uno a Samuel Flores y otro a Juan Guardiola. Sin estar catalogada como ganadería señera, sus toros salieron en las principales plazas de España.

En la España de la Paz, empezó a mostrar en el seno del Carlismo reticencias frente a la presunta pasividad política de don Javier de Borbón Parma, que continuaron cuando éste fue liberado al final de la II GM por el Ejército Norteamericano del campo de prisioneros alemán donde se hallaba recluido. Aquella labor a favor de pasarse los tradicionalistas a reconocer a don Juan de Borbón, culminó en el acto de Estoril en 1957 [54], en el cual Arauz de Robles, ex miembro de la Junta Nacional tradicionalista nombrado por don Javier de Borbón Parma, el conde de Rodezno [55], los ex diputados tradicionalistas Luis Arellano y Jesús Elizalde, y otros dirigentes tradicionalistas, seguidos de figuras de segunda fila en número de más de 40, se presentaron en Estoril a saludar a don Juan, que se puso una boina roja, y llorando dijo que él había sido carlista toda la vida. [56] Poco después del acto, el 3 de enero de 1958, Fal Conde dirige una carta a Arauz de Robles, como figura señera de los “estorilos” criticando su decisión de reconocer a don Juan como rey carlista.

Posteriormente al acto de Estoril, Don Juan estuvo dos años diciendo que él era carlista, poniéndose la boina roja y organizando peregrinaciones carlistas a Lourdes [57]. A los dos años llega un momento que se descubre que han jugado “de pillo a pillo”. Don Juan descubre que a Arauz de Robles la mayoría de los carlistas no le seguían, y Arauz de Robles y los que habían ido a Estoril descubren que don Juan trataba con liberales y estaba en permanente contacto con las izquierdas. Se descubre que ha sido un engaño recíproco y entonces Arauz de Robles ya se retira de la política activa.

Con fecha 25 de octubre de 1963, firma la tercera del ABC aconsejando, en la configuración política del Estado, el seguro referente al perenne “principio” de la legitimidad de ejercicio.


Un “principio”, el de la “legitimidad”, el del Gobierno consagrado por una prescripción secular, que se identifique con un orden de Derecho Natural y haga de su restauración su tarea política […]. Este principio capaz de llevar a cabo la restauración del orden a que él se debió siempre, midiéndose con su época, tenga conciencia clara de su trascendental tarea y sea para su pueblo un luminoso futuro y no sólo un glorioso pasado. [58]

Su labor cultural a mediados de la década de los cincuenta y sesenta se encuentra ligada a la “Asociación de Amigos de Maeztu” [59], asociación surgida como un intento de gente de derechas católicas intelectuales, leales al ideario de la Doctrina Social Católica, de romper la muralla de Franco de hacer política fuera de FE de las JONS, y que trataba de reconstruir la derecha altamente cabreada y preocupada no por Franco, sino inicialmente por el progresismo y posteriormente por el Concilio Vaticano II que estaba cambiando el orden de las cosas; Concilio que había sembrado en España la confusión doctrinal y que aplicado por la Jerarquía española, con honrosas excepciones masivamente sumisa a los dictados de Roma a pesar del inicial rechazo a la libertad religiosa, estaba conduciendo a España a la ruina espiritual por disolución de la integridad de la doctrina católica, a la degradación moral por consunción y disolución de los referentes morales objetivos ligados a la, hasta entonces, fe verdadera, y a la pérdida de sentido del ser y misión de España, y por ende, de un orden político garante de la Unidad y Confesionalidad Católica de un Estado, puesto que éste ya no sólo se consideraba un bien a preservar, sino que en virtud de la libertad religiosa, debía demolerse. Así, en febrero de 1957, conjuntamente con el conde de Ruiseñada, Jesús Marañón, Lucas Oriol, Jorge Vigón, Torcuato Luca de Tena, Rafael Calvo Serer, Gonzalo Fernández de la Mora, Eugenio Vegas Latapié y el marqués de Valdeiglesias, firma la convocatoria de la “Asociación de Amigos de Maeztu” para la cena-homenaje a Vicente Marrero, a la sazón Premio Nacional de Literatura; y en abril del mismo año, también en el curso de la convocatoria de actos de la “Asociación de Amigos de Maeztu” firma, juntamente con los anteriormente mencionados a los que se suman José Maria Pemán, José Raimundo de Basabe, Antonio Millán Puelles, Martín Almagro, el marqués de la Eliseda y Amalio García Arias, la convocatoria de cena-homenaje a José Luis Vázquez Dodero. En mayo de 1960, también convocado por la “Asociación de Amigos de Maeztu”, suscribe una cena en honor de Gonzalo Fernández de la Mora.

El 1º de abril de 1964 reivindica en el ABC los principios permanentes, mostrando confianza en el futuro por ser las construcciones políticas “irremplazables”.


El Alzamiento del 18 de Julio fue esencialmente político. Se dirigió, en efecto, contra el régimen imperante, contra la República, lógica conclusión de los sistemas impuestos al pueblo español y último escalón de un proceso que, coreado por todas las ideas, actitudes y fuerzas extrañas a nuestro ser y sentir, sólo cuando fue interrumpido nos permitió algún período de paz.
No faltó quien quiso reducir su alcance, limitándolo a algunos arreglos y correcciones dentro de aquélla. Pero el poderoso empuje popular que lo hizo posible planteó la lucha en términos inequívocos. Gracias a esto fue posible la Victoria, y hemos disfrutado, a pesar de tantas cosas, veinticinco años de paz.
De este fundamento tienen que partir todos para encontrarse con el futuro. Los unos, porque la fidelidad a aquel designio al que se inmolaron tantas vidas, en el título que justifica su actuación; los otros, porque no podían pretender reconstruir ni sus partidos ni un régimen tan catastróficamente hundido; los de más allá, porque menos todavía puede intentarse volver a empezar el proceso; las nuevas generaciones “despolitizadas”, porque una época que se caracteriza por “el fin de las utopías” y la primacía de los privado, necesita un nuevo orden.
Las construcciones políticas son irremplazables. Las económicas necesitan de sus sólidos cimientos, y las sociales están condicionadas por ellas. Pretender resolver estos problemas sólo desde el Estado, como hace el marrismo, supone la ruina de la libertad y la destrucción de la personalidad. Responsabilizar a todos en ellos lleva consigo la restauración de estructuras y soberanías, por quien debe encontrar en esta tarea, su interés y su justificación. [60]

Frente a la incipiente despoblación de los campos, gentes empeñadas en “uniformarse con la masa urbana”, deslumbrados por la ciudad y convertidos en seres desarraigados de su vida, hogar y tierras, engañados con un vacuo y frustrante progreso y viviendo angustiados en la urbe, muestra al hombre del campo, apelando metafóricamente a la fidelidad a la tradición, que ahí en lo sencillo es donde encuentra su plenitud, “en el fondo de su alma conserva el tesoro de la serenidad, forjada en los días tranquilos de su vida” [61].

Con fecha 8 de junio de 1966 publica una carta en el ABC, sosteniendo la Monarquía Tradicional como “continuadora y superadora, no regresiva”, de la victoria militar de nuestra Cruzada de Liberación, puesto que:


La Monarquía Tradicional, o sea, continuadora, no es una opción, es una necesidad, y sus instituciones y estructuras no pueden reducirse a poner parches a sistemas en descomposición.
En orden a su restauración hay dos tendencias: la de los que ven en ella la posibilidad de volver a un libre juego de partidos políticos, que llaman normalidad constitucional, y que esgrime como principal argumento lo que pasa en otras partes, y la de los que aspiran a que abra el camino a la gran obra política, digna de nuestra Cruzada, que reivindique nuestra personalidad, incorpore directamente al pueblo al nuevo orden político y haga posible, en un Estado abierto, una mayor aproximación con los demás de nuestra estirpe.
El Tradicionalismo representa esta segunda tendencia. Ha dejado todo carácter de partido político, porque no se ve obligado a vivir en un sistema y porque lo que podía hacerle aparecer como tal, o sea la cuestión dinástica, por designio providencial, ha dejado de existir. [62]

Con fecha 10 de diciembre de 1966, responde por escrito en el ABC, a la siguiente cuestión, “¿Qué votará usted el día 14 y por qué?”, a colación del referéndum nacional en el que se sometía a la aprobación de los españoles la Ley Orgánica del Estado. Arauz de Robles escribe:


Voy a votar que sí, porque sin entrar a considerar la constitución de algunos órganos, el riesgo de que algunas representaciones puedan ser desvirtuadas y los reparos que a todo sistema electoral con ámbito nacional pueden moverse, mucho más si se someten a él cuestiones resueltas en actuaciones irrevocables, la Ley resuelve dos problemas capitales en el ordenamiento político: el primero, el de la sustitución de los “partidos”, que interpuestos como cuerpos extraños entre la nación y el Estado creaban entre ellos una situación de divorcio permanente, opinión pública, impidiendo el libre acceso de la misma al Poder y a la Representación, que quedaba así suplantada por una oligarquía, sea de un partido, sea de varios, por los organismos corporativos, en que los hombres, naturalmente, se asocian, viven, trabajan y crean en legítimas repúblicas que permiten decisiones democráticas responsables y la presencia ante el Estado de la Sociedad, tal como ella es y siente cada momento.
El segundo problema que resuelve la Ley es el del Régimen que queda definido como Monarquía, no sólo por fidelidad al 18 de Julio, de donde arranca todo, como advirtió Franco en su mensaje, sino porque así como la República, fruto de la escalada del principio electivo inorgánico, es el régimen propio de una sociedad masificada y de un Poder sin limitaciones efectivas, la Monarquía, con su raíz familiar y su automatismo sucesorio, es el régimen adecuado a una sociedad viva y orgánica, en posesión de una soberanía propia que condiciona y limita la del Estado. 
Estas dos soluciones, la orgánica y la monárquica, se complementan y apoyan mutuamente, haciendo más fáciles los comportamientos ciudadanos.
Pero el quehacer no acaba con la aprobación de la Ley. La representación orgánica no debe ser desfigurada ni, menos, monopolizada por ningún grupo o fuerza. La Monarquía no puede tener otra misión que la reconstrucción social. Es su interés y su justificación. Para que la cumpla debe ser aceptada como es. Sus reglas la obligan más que todos los compromisos que, sin duda, pueden exigírsele.
Sólo así podrán abrirse los horizontes, que ABC señalaba en su manifiesto editorial del día 2 del corriente mes.
Votaremos que sí, porque, además, confiamos en los hombres que han de darle vida. [63]


En junio de 1968, organizado por la Hermandad de Cristo-Rey de requetés de ex combatientes, hermandad que trataba de unificar políticamente los requetés y el carlismo sociológico para prestar servicio a D. Juan de Borbón, imparte una conferencia mostrando su confianza en la figura de D. Juan de Borbón.

Coincidiendo con la fecha onomástica de D. Juan, tuvo lugar la clausura de ciclo de conferencias que este curso ha organizado la Hermandad de Cristo-Rey de requetés ex combatientes.

Ante un público que abarrotaba el local, pronunció unas palabras el presidente de la Hermandad, don Luis Suárez Quesada, aludiendo a la fecha que se celebraba y en que se conmemora el santo del Jefe de la Casa Real española. A continuación, el abogado del Estado don José María Arauz de Robles pronunció una conferencia en la que analizó la eficacia del sistema monárquico de cara al futuro de España.


Examinó primeramente lo que representa la figura del Rey en la institución monárquica, de acuerdo con la tradición y con la moderna ciencia política. El Rey es el hombre que, por la designación de una serie de realidades, nacionales e históricas, y de acuerdo con la clarísima mecánica sucesoria, ejerce la primera magistratura de la comunidad política.
Precisamente porque su designación es automática, y no está sujeto a los azares de ninguna elección, puede ejercer el Rey el supremo arbitraje, con plena garantía de independencia, por encima de las presiones de los distintos grupos e intereses. Su interés se confunde con el interés del pueblo.
El conferenciante analizó después el futuro del régimen actual, que es oficialmente un reino, y elogió la prudencia y experiencia política del Generalísimo Franco.
Planteó después la necesidad de reconocer la legitimidad histórica de la Institución, que se encarna en una persona concreta; esa concreción, ese automatismo e indiscutibilidad son inseparables de la forma monárquica de Estado, y la clave de su verdadera eficacia.
El conferenciante trató por último una semblanza humana de Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, cuya inteligencia, madurez política e inquebrantable sentido del deber representan la mejor esperanza para el porvenir de España. [64]

El mes de febrero de 1974, ante la pretensión de algunos Procuradores en Cortes de creación de las asociaciones políticas, avalados por el discurso de Arias Navarro del mismo mes, replica duramente en las páginas de la revista Maestrazgo:


“Me parece impensable que, entre los auténticos protagonistas de nuestra guerra, pueda haber alguien que acepte esa ‘idea’ de las asociaciones políticas, para participar no sé en qué si no es, en el desastre que se avecina”. [65]


En julio de 1974 firma un artículo demoledor contra la democracia inorgánica que algunos grupos sociales estaban postulando.


Los pueblos se sienten, naturalmente, ajenos a las empresas en las que no participan y de las que son simples destinatarios. Despertar en ellos la conciencia de su protagonismo ha sido el secreto de su incorporación a las tareas históricas. 
Por no acordarse de ellos más que al pedirles el voto, las “democracias” cambian de rumbo en cada elección, engendrando el desaliento y haciendo posibles los totalitarismos, que han venido a ser la última forma defensiva de los partidos y sus Estados. […] 
La libertad política necesita de una posición independiente de los partidos que le permita pronunciarse sobre las cuestiones e intereses de la comunidad y aportar a las decisiones del Estado las voces y las fuerzas de una realidad social a cuyo servicio se debe.

Y termina afirmando que:


La democracia de los partidos políticos conduce a la perdida de la libertad política, porque la masa, sin otra protección que la del Estado, acaba entronizando en éste, el despotismo irreversible de los archipiélagos rusos. [66]


En enero de 1975 recibe un caluroso y agradecido homenaje por parte de la Junta Directiva de la Hermandad de Cristo Rey de Requetés Excombatientes.

En diciembre de 1976, cuando ya la moda y el virus partitocrático, impuesto sibilinamente desde los aparatos del Estado, se habían adueñado de gran parte de la sociedad, reproduce en el ABC el mismo artículo, “¿Participación o restitución?” [67], que dos años antes había publicado.

Profundamente antiliberal, rechazando y denunciando la lacra partitocrática que se cernía sobre nuestra Patria, sin renegar de su carlismo y con la fe puesta en Dios, entrega su alma en gracia el 6 de agosto de 1977 en Vega de Arias, Molina de Aragón. Se ofrendan varias Misas en sufragio por su alma, destacando la celebrada el 5 de octubre del mismo año en la Parroquia de la Concepción, Madrid, iglesia que quedó pequeña con numeroso público a las puertas para rendirle el último homenaje.

Casado con Mercedes López Ramiro, tuvo cinco hijos: Fernando, José María, Jesús, Javier y Santiago. Javier, torerillo, se casó con una hija del falangista Sancho Dávila, y como su hermano menor Santiago, también abogado del Estado, sanearán y levantarán el patrimonio familiar, manteniendo la explotación de tierras y la ganadería brava, prestigiando la marca Arauz de Robles.


José Martín Brocos Fernández

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