La Virgen de las Angustias Excelsa patrona de Granada |
Sí, más que el azul de nuestro cielo, y la feracidad de nuestras campos, y la templanza de nuestro clima; y la hermosura de nuestra vega, y la belleza de nuestra Sierra Nevada, más que la inspiración de nuestros artistas, y el genio de nuestros literatos, y la honradez de nuestros campesinos, y la grandeza y generosidad de nuestros magnates; más que todo esto, honra a Granada el poseer la imagen de la Virgen de las Angustias, compendio de todas nuestras glorias patrias y honor de nuestro pueblo.
Contemplemos el rostro de dicha imagen, mezcla indefinible de amor maternal, de celestial ternura, de melancolía toda divina, flor inclinada hacia nosotros, recibe los rayos del sol, nos brinda con el lirio de la paz, y cual de una rama exhuberante de vida, está enseñándonos el fruto de sus entrañas virginales, estuvo pendiente de la cruz; en su regazo, como diciéndonos que en este valle de miserias, en este mundo de siglos que se sucede, de generaciones que pasan de tronos que desaparecen, de imperios que se desmoronan, de grandezas que se anonadan, de bellezas que se marchitan, de amores que se olvidan y de ingratitudes que destrozan el corazón, el hombre debe buscar en María un lenitivo a sus dolores, un consuelo en sus tribulaciones, un amparo en sus amarguras, que es Madre de todos, pues todos somos desgraciados; que somos la generación espiritual de aquel Hijo suyo, inocente más que Abel, varón de dolores, ludibrio y escalado de la humanidad; de Aquel que un día se vio desamparado de los hombres y de Dios, de amigos y enemigos, de propios y extraños, de la tierra y del cielo.
Ése es el libro celestial en el que aprendieron resignación y dolor tantos desgraciados que acompañados de la imagen venerada de la Virgen; Ella, la ilustre capitana que dirige el brillante escuadrón de los soldados de Jesús que un día moraron en esta tierra y hoy son ciudadanos de la gloria.
Las virtudes, las ciencias y las artes forman la corona de esta madre Inmaculada, a Eporo de los que sufren y remedio de los que padecen, planta mística que alimentada en nuestro suelo ha embalsamado la atmósfera de piedad, dispensándonos tantos dones de naturaleza y gracia y siendo para nosotros manantial fecundo de inefables consolaciones.
Por eso en el sagrado recinto de su templo siempre se ora, se espera, se pide; allí, en aquel lugar, precioso invernadero que guarda esa mística flor, la paz vuelve a los corazones; allí, en aquel sitio testigo presencial de las bondades de la Señora; la opresión desaparece del espíritu; allí, en la real capilla, mudo centinela de tan rico tesoro, se dispensan mercedes a manos llenas, y casi nunca queda interrumpido el culto a la Virgen, ese culto que es un dogma augusto que la fe nos enseña y la razón persuade, que el sentido común acredita y la conciencia universal atestigua; ese culto que la historia sanciona y los siglos perpetúan, que los sabios defendieron y cantaron los poetas; ese culto, en fin, que inmortalizaron con su inspiración los artistas y sellaron con su sangre los mártires; ese culto que lleva al alma la esperanza, considerando que esa Madre nuestra es también Madre de Dios.
Ojalá, pues, no acabe nunca el fervor y devoción con que la ensalzan a todas horas los hijos de este pueblo; que no desaparezca jamás, sino que aumente la fe y piedad con que la saludan tantas generaciones, pueblo inmenso como las arenas del mar. No termine nunca esa protección que nos ha dispensado siempre la Virgen, acompañándonos en todas nuestras glorias, llenando las secciones todas de nuestro Parnaso, estando en nuestros campos de batalla y tendiéndonos mano cariñosa en los momentos de prueba y aflicción.
Su intercesión poderosa, como de Reina, y bondadosa, como de Madre, no cesará en favor nuestro si la imitamos, ya que ha sido dada a los católicos primeramente por ejemplo, después y para siempre como abogada.
Como la mariposa que ya de flor en flor buscando la miel que la ha de alimentar, así nosotros acerquémonos a esa flor del campo de la Iglesia, saboreemos el fruto de sus virtudes, corramos tras los perfumes de sus ejemplos, y contra el huracán del mundo de la revolución y el viento abrasador de las pasiones, busquemos la sombra de la protección de Nuestra Excelsa Patrona la Virgen de las Angustias.
La Verdad: periódico tradicionalista (Granada, 27 de septiembre de 1925)
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