D. Matías Barrio y Mier (10 de febrero de 1844 — 23 de junio de 1909) |
Tal día como hoy, en 1909, moría uno de los más preclaros varones de la Causa. Nos referimos al insigne Barrio y Mier.
Nacido en Verdeña (Palencia) el 10 de febrero de 1844 en el seno de un hogar distinguido, religioso y tradicionalista, consagrose desde niño al estudio con tan intensa aplicación y tan brillante aprovechamiento que muy joven aún, según escribe uno de sus biógrafos, «tenía cursadas seis carreras, habiendo sufrido dieciséis ejercicios para la obtención de grados; ganó, previa oposición, multitud de premios ordinarios o de asignaturas, tres extraordinarios de grado, recibiendo cuatro grados de Bachiller, cuatro de Licenciado y tres de Doctor».
Orador de fácil y enjundiosa palabra; erudito en múltiples disciplinas, especialmente en las jurídicas y sociales, y versado en el cultivo de las lenguas, cinco de las cuales dominaba a la perfección, ejerció la abogacía. Fue uno de los más esclarecidos miembros del Profesorado. Ocupó un escaño en las Cortes de Amadeo, en las que representó a Cervera del Río Pisuerga y, siendo el más joven de todos los diputados de 1871, asombró con su portentosa inteligencia al Congreso, el cual le nombró tercer Secretario de su Mesa presidencial.
Al estallar la guerra civil (tercera guerra carlista), dejando cátedra y bufete, ofreció sus servicios a Carlos VII. Este le confirió el cargo de Corregidor de Vizcaya y el Decanato de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oñate. Concluida la guerra, emigró a Francia y reintegrado a la Península, obtuvo nuevamente cátedra en Oviedo y después en Madrid, de cuya Facultad de Derecho fue elegido Decano en 1906, y años antes Consejero de Instrucción pública.
A partir del año 1891 hasta su muerte —salvo una sola legislatura— presidió la brillante Minoría carlista en la Cámara popular, representando al distrito mencionado en líneas anteriores, y en 7 de diciembre de 1899 Carlos VII le dio la Delegación de la Causa en sustitución del Marqués de Cerralbo.
El 23 de junio de 1909 fue día de intenso duelo para nuestra Bandera y para España, como lo demostró el fúnebre cortejo que acompañó al cadáver de nuestro eximio biografiado a la estación del Norte, de Madrid, para ser inhumado en el cementerio de su humilde pueblo nativo. Palencia honró con su nombre a una de sus calles y la Comunión católico-monárquica le admira en el glorioso catálogo de sus más esclarecidos paladines.
El Cruzado Español (20 de junio de 1930)