viernes, 20 de noviembre de 2020

El alpujarreño General Arévalo, al servicio del Altar y del Trono en cuatro guerras

Los lectores asiduos de nuestro cuaderno de bitácora habrán sin duda leído acerca del General carlista granadino Carlos Calderón y Vasco, del que tanto hemos hablado en otras ocasiones. Este bizarro caballero español, que da nombre al actual Círculo Tradicionalista de Granada “General Carlos Calderón”, no es, sin embargo, el único natural del reino de Granada que llegó a lo más alto del escalafón militar carlista.

En entradas anteriores hemos hablado del no menos heroico Brigadier carlista granadino Manuel Fernández de Prada, Marqués de las Torres de Orán y en esta ocasión nos disponemos a escribir sobre el General fernandino y carlista José María de Arévalo, que nació tal día como hoy, un 20 de noviembre del año 1791. Este pundonoroso militar combatió por la bandera sagrada de Dios, la Patria y el Rey en nada menos que cuatro cruentas guerras civiles, que mejor cabría definir como cruzadas. Murió en el exilio y casi en la indigencia, pero con el consuelo de recibir, poco antes de expirar, el cariño de la Familia Real proscrita en febrero de 1869.

En el mes de marzo de ese mismo año, se agolpaba la gente a una de las principales tiendas de la Puerta del Sol a contemplar con cierto sentimiento que se admiraba de encontrar dentro de sí un cuadro en ella expuesto. Representaba a un anciano moribundo en un pobre lecho de un modestísimo cuarto, y sobre el cual e inclinaban tristemente, silenciosos y visiblemente conmovidos, un apuesto joven y una elegantísima señora de la misma edad, cuyo noble porte daba claras muestras de la alteza de su cuna. El cuadro representaba la muerte del general Arévalo, visitado en aquellos supremos instantes por Don Carlos VII y su esposa, Doña Margarita.

El General Arévalo retratado en un
álbum de personalidades carlistas

José María de Arévalo nació en Capileira (reino de Granada) en 1791. A los 16 años, en octubre de 1808, obtuvo la gracia de cadete en el Colegio de Caballeros Cadetes de Granada, en el que en enero del año siguiente fue promovido a subteniente, pasando destinado al Regimiento de la Alpujarra.

Luchó en la Guerra de la Independencia, enfrentándose a los franceses en 1809 en Aranjuez, Almonacid y Ocaña, hallándose en 1811 en el reconocimiento de la Silla del Moro (Granada) e interviniendo en 1812 en la acción de Vélez Rubio (Almería), en la de las alturas de San Martín de Baza (Granada) y en la defensa del castillo de Caravaca (Murcia), haciéndolo en 1813 en el sitio de Murviedro (Valencia) y en el de Tarragona. En 1812 había sido ascendido a teniente.

Destinado en 1815 al Regimiento de Ultonia, tres años después fue trasladado al de Voluntarios de Castilla, pasando poco después a la situación de retirado en Murviedro.

Al producirse la revolución liberal de 1820 no se unió a ella, por lo que fue sometido a procedimiento sumarial, huyendo en 1823 y uniéndose, al mando de veinte hombres, a las fuerzas realistas del general Samper, quien le concedió el empleo de capitán y con el que intervino en la toma de Vinaroz y en los dos sitios de Valencia.

El 27 de abril de 1823, durante el primer sitio de la plaza de Valencia, los constitucionales se apoderaron del convento de Corpus Christi. Hallándose el comandante Arévalo de jefe de la línea avanzada del Quarte, logró penetrar el primero en dicho convento, desalojando de él a los enemigos que lo ocupaban, después de un reñido combate que duró más de diez horas y con sólo cuarenta hombres contra más de doscientos que tenazmente lo defendían, causándole la pérdida de catorce hombres e hiriendo a veinte más. Se destacó con igual valor y bizarría en la salida que hicieron los enemigos, en número de quinientos hombres, el día 29 de abril con el fin de destruir las obras del citado Cantón, a los que rechazó al mando de sólo ciento cincuenta hombres y consiguió encerrar en la plaza, sin que lograsen su intento.

También persiguió, al mando de una columna, a la partida del llamado “sastre Francisco”, a quien derrotó cerca de Turís (Valencia), participando seguidamente en el levantamiento del sitio de Murviedro y en el sitio y rendición de la plaza de Alicante.

Los años siguientes sirvió en el 1.er Regimiento de Tiradores y en el de Córdoba, solicitando en junio de 1825 la licencia ilimitada, que le fue concedida. Estando en esta situación recibió en el mes de septiembre de 1826 la Cruz de San Fernando de 2.ª clase, Laureada, en recompensa de las acciones realizadas durante el primer sitio de Valencia.
El General Arévalo retratado en la
obra Bocetos tradicionalistas.

Era ya comandante de Infantería en el Ejército isabelino cuando en el año 1835 solicitó y obtuvo su licencia absoluta para presentarse a principios del siguiente mes de junio al general carlista Cabrera.

La justa fama de jefe de claro talento y vasta ilustración, sobre todo en asuntos militares, de que el señor de Arévalo llegó precedido al campo carlista dio lugar a que el caudillo tortosino le nombrara secretario suyo y e confiriese poco después la dirección de las ''Academias'' que creó en las tropas de su mando a fin de que sus subordinados adquiriesen el mayor grado posible de cultura, especialmente en lo relativo al arte de la guerra, debiéndose, por lo tanto, muy en particular a José María de Arévalo la formación de aquella distinguida y bizarra oficialidad del Ejército carlista del Centro que, tan gallardamente dirigido por el General Conde de Morella, se cubrió de gloria militar en tantos y tan sangrientos combates, lo mismo en los días de los éxitos que en los de las retiradas.

La vida del jefe carlista Arévalo fue íntimamente unida a la historia de la primera guerra civil por Aragón, Valencia y Murcia; describir ésta sería preciso para detallar los servicios de aquél, porque en cuanto D. Ramón Cabrera recibió el nombramiento de Comandante General Carlista del Bajo Aragón, nombró Jefe de Estado Mayor de su División al señor de Arévalo; bástenos, pues, recordar que éste se distinguió más particularmente en las acciones de Chert, Prat de Compte, Azuara, Zurita, La Yesa, Muniesa, Alcanar, Terrer, Cantavieja, Puente de Alcance, Torrecilla, Cherta, Siete Aguas, Plá del Pau, Maella, Carboneras, Morella y, sobre todo, en Chulilla, la última victoria de los carlistas del Centro, que fue dirigida por el jefe Arévalo, cogiendo unos setecientos prisioneros al General Ortiz.

Cuando el General Cabrera salió del Centro con la expedición del General Gómez Damas, dejó al señor de Arévaol de Comandante General interino del Bajo Aragón, trasmitiéndole todas sus facultades; tal era la confianza que le inspiraba su Jefe de Estado-Mayor.

Al concluir la primera guerra civil era ya Mariscal de Campo carlista D. José M.ª de Arévalo, y honraba su pecho, entre otras varias condecoraciones, con la Gran Cruz de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica y con la Cruz de primera clase de la Real y Militar Orden de San Fernando.

En Francia permaneció emigrado el General carlista Arévalo hasta que en 1847 fue a Gibraltar, desde donde se trasladó a su país natal, Las Alpujarras, con el cargo de Jefe de Estado-Mayor del Teniente General carlista Gómez Damas encargado por Carlos VI de promover un levantamiento en Andalucía; pero aquel proyecto fracasó y entonces aquellos dos bravos generales carlistas hubieron de trasladarse a Inglaterra para volver más tarde a Francia, pues ambos prefirieron morir en la expatriación antes que reconocer a la Reina cuyo trono habían combatido con las armas en la mano.
La visita de los Reyes al General Arévalo
narrada por el periódico parisino L'Union
y traducida por La Esperanza (9/2/1869).

Cuando fue destronada Doña Isabel, al reorganizar Don Carlos sus fuerzas, promovió a Teniente General al señor de Arévalo, y le destinó a su Consejo de París, capital en la que falleció cristianamente aquel bravo, entendido y leal veterano poco después, teniendo el consuelo de verse asistido en su última enfermedad por la augusta señora Doña Margarita de Borbón, el ''Angel de la Caridad'', como la apellidaron los enfermos y los heridos, tanto del campo liberal como del campo carlista.

El insigne Aparisi y Guijarro relató así sus últimos instantes:

Casi vivía de limosna el teniente general Arévalo; ya dije que doña Margarita le consoló y él la bendijo; ahora añado que cuando D. Carlos le abrazó moribundo, el valiente guerrero se echó a llorar.

Carlos VII presidió el funeral. En cementerio del P. Lachaise, según la pía y noble costumbre de España, no se pronunció ningún discurso. Pero ninguno de los leales servidores de Carlos VII pudo contenerse, y de todos los corazones después de las preces, salió el mismo grito, que pronto levantaría ecos por doquier: «¡Viva Carlos VII!»

Su fidelidad a nuestra bandera perduró en su descendencia a lo largo de generaciones. Un hijo suyo, José Arévalo Brugada, fue fusilado por los liberales en la primera guerra. Su yerno, el brigadier Antonio Santa-Pau Cardos, combatió por Carlos VII en la tercera junto a sus hijos (nietos del General Arévalo) Francisco, Antonio y José María Santa-Pau y Arévalo. Y varios nietos de este último (tataranietos del General Arévalo) lucharon en la última Cruzada: Luis Arturo y José María Angulo de Santa Pau murieron ambos por Dios y por España; y Jaime Angulo de Santa Pau se alistó al Tercio de Requetés María de Molina y sirvió después en diferentes unidades del Ejército nacional. Aquí puede verse, en una sola familia, la continuidad venerable de los principios salvadores de nuestra Patria, defendidos con la pluma y con las armas hasta en seis ocasiones, desde la guerra de Independencia hasta la Cruzada de Liberación.


Fuentes:

* Isabel Sánchez, José Luis: José María Arévalo en el Diccionario Biográfico Español.
* Barón de Artagan: José María Arévalo en Bocetos tradicionalistas (1912), pp. 109-111.
* Aparisi y Guijarro, Antonio: Opúsculos, tomo IV, p. 121.

lunes, 16 de noviembre de 2020

«Los conservadores», artículo escrito en 1875 por los carlistas en armas contra el conservadurismo liberal


Visión satírica del "pronunciamiento de Sagunto".

El conservador es el genio del mal en este mundo; es un monstruo anfibio, sin cola ni cabeza, porque ha abandonado aquella entre los demagogos, y ésta entre los católicos, para concentrar toda su vida en el estómago. Colocado entre los socialistas, que combaten par la verdad lógica derivada de la libre razón, y los católicos, que mueren por la verdad eterna, que es Dios, el conservador, incapaz de morir por nada, pretende defender el justo medio, y se cierne en el aire como el alma de Garibay, sin punto de apoyo donde fijarse. Vive de las desgracias de los que se baten por sus derechos y de los que luchan por sus deberes. No cree en Dios, pero se une á los católicos para indignarse contra los demagogos que lo niegan, y se reúne también á los demagogos para reírse de los católicos, que lo adoran. Dícese católico, y profesa la libertad de cultos; llámase monárquico, y proclama al pueblo rey. Si el católico le arguye en nombre de la Religión, responde que la Religión no tiene nada que ver con la política. Si el patriota saca las consecuencias de la libertad, se declara ante todo conservador del orden. Búrlase de los que defendemos el derecho divino y el divino origen de la autoridad, oponiéndonos el dogma infalible de la soberanía popular; pero al mismo tiempo lanza sus rayos contra los que gritan que el gobierno del pueblo es la república con todas sus consecuencias. Cuando el populacho exaltado pone en peligro su existencia, saluda al sacerdote y acoge á la Iglesia, dándose golpes de pecho para que la demagogia no triunfe. Cuando los católicos triunfan, únese al exaltado populacho, y quema iglesias y degüella frailes. 

El es el mismo que, tratándose de una manifestación contra los demócratas, se alía con los carlistas para iluminar por el Papa; el mismo que en las jornadas de Somorrostro, en que amenazaban los carlistas, reunía á las damas de la aristocracia para que fabricasen hilas para los soldados de la república; el mismo que ahora fabricará balas para aplastar á los republicanos y a los carlistas. No creyendo en Dios ni en el diablo, en la monarquía ni en la república, y uniéndose, ya a los carlistas para batir á los republicanos, ya a los republicanos para batir a los monárquicos, siempre está dispuesto a ser hipócrita en religión y traidor a la libertad, con tal de que el estómago esté satisfecho. Cujus Deus venter est

Es el tipo más siniestro, más odioso, más pérfido, más corrompido en política; pero el más hábil, toda vez que al egoísmo de esos miserables, incapaces de sentir y creer, se llama hoy habilidad. A estos argumentos que nosotros le dirigimos, y a otros que le puedan dirigir los defensores de la democracia, este cobarde, que a falta de armas nobles esgrime siempre su única arma, la mentira, responderá solapadamente que él es católico, pero no fanático; que es liberal, pero no demagogo. Y así seguirá su brillante carrera, prosperando, conservando siempre la fortuna que ha amasado con la sangre del pueblo que le deja vivir en sus entrañas. Y así, esos vampiros continuarán coadyuvando a que en la infeliz España medio pueblo se degüelle con el otro medio, por conservarse ellos en el poder. Y en el poderse mantendrán, pretextando, por un lado, que el tiempo de la monarquía legítima pasó para no volver, y, por otro, que el pueblo no está todavía bien educado para la libertad... ¡Y así lograrán su doble infernal objeto de explotar al pueblo y de corromperle; de matar su virilidad, pudriendo su alma, para mejor dominarle y manejarle! 

¡Oh, no! Eso no será siempre ni por mucho tiempo; no puede ser. Cuando España entera ha enviado lo más llorido de su juventud, lo más sano y honrado de su población, a morir por la santa idea de nuestros padres, y no ha tenido un solo pueblo, una voz sola que haya salido a los campos a aclamar y a derramar su sangre por el hijo de doña Isabel; cuando para desplegar al viento su bandera el alfonsismo ha aguardado al momento en que el carlismo triunfante amenazaba a la revolución impotente, para aprovecharse de un motín y hacer causa común con ella, es que está bien convencido de que solo por sorpresa, en última extremidad, y como remedio desesperado para prolongar la agonía de la desacreditada revolución, puede ser tolerado por la fatigada opinión pública. Su bandera, en efecto, es la misma bandera revolucionaria, reforzada de hipocresía y de maldad. 

Los carlistas de España entera la conocen bien desde ha cuarenta años. Aquello que cayó seis años ha por corrompido y funesto, no puede sostenerse hoy con los mismos hombres e iguales procedimientos. Solo puede servir para aumentar más y más la discordia en el campo enemigo, y bajo este punto de vista nos tenemos que felicitar de lo que está sucediendo estos días. 

Empezamos la guerra cuando reinaba D. Amadeo, y D. Amadeo cayó, y cayó la república, y ha caído la dictadura. Caerá también, y pronto, el hijo de doña Isabel, si por ventura llega a Madrid. Ellos son siempre los mismos hombres, con el mismo ejército y las mismas ideas, y con los mismos procedimientos. 

Nosotros también somos los de siempre, siempre leales, siempre honrados, siempre carlistas hasta morir. Ellos, o nosotros. No hay medio. Hasta aquí hemos dicho: ¡vencer ó morir! Desde hoy, seguros de que el enemigo, cambiando de postura y de careta, revela su impotencia incurable, haremos como los soldados de Fabio, que no juraron morir o vencer, sino volver vencedores, y vencieron en efecto.

El Cuartel Real, Tolosa 5 de enero de 1875

martes, 3 de noviembre de 2020

Reflexiones de primera ola (I). Los cimientos de la sociedad al descubierto

Hay quién dice que son las circunstancias de crisis y de mayor necesidad las que demuestran la casta de la que están hechas las personas. Quién, en un momento de necesidad, huiría cobardemente, se quedaría al pie del cañón, o permanecería paralizado del terror. Así pues, de la misma manera en que las antiguas oligarquías urbanas eran las primeras en huir de las ciudades cuando estallaba una epidemia de peste, otra epidemia (no tan grave) nos ha mostrado de qué madera está hecha nuestra sociedad. Nos ha enseñado cómo está hecha.

Lo primero que nos ha enseñado, o más bien recordado, la epidemia, ha sido la reiteración de que la naturaleza humana es una naturaleza social, y que la sociedad se basa en nuestra dependencia mutua. El confinamiento nos ha reducido a un aislamiento y una soledad que nos ha pasado factura a nivel psicológico, y nos ha mostrado la importancia de nuestras amistades y nuestras relaciones con nuestros semejantes. En particular, la ola más dura de la epidemia nos ha vuelto a demostrar la importancia que tiene la familia: muchas veces dispersa y con padres o abuelos de gran edad, y otros familiares de salud vulnerable, los más afortunados hemos estado pendientes durante el confinamiento del estado de salud de nuestros parientes, y los más desafortunados han experimentado en sus propias carnes el dolor y el suplicio por la separación.

A su vez, el aislamiento a nivel económico nos ha mostrado la dependencia que tenemos los unos a los otros en todos los niveles: tanto la incapacidad de trabajar en confinamiento y ganar dinero, como la incapacidad de salir a comprar, o de tener un fontanero u otros servicios a mano en situaciones imprevistas. En esto, cabe mencionar las profesiones esenciales, las profesiones verdaderamente indispensables para el funcionamiento de la sociedad y que ni en una situación de confinamiento se ha podido renunciar: sector alimenticio, transportes, policía, sector médico, encargados de la electricidad y el agua… De igual manera, la Iglesia Católica ha demostrado cumplir una importante funcionalidad social para frenar los efectos económicos del confinamiento y la interrupción total de los ingresos, y el Ejército y las Fuerzas Armadas, además de ser unidades complementarias en cualquier situación de emergencia, han demostrado su necesidad de defensa militar ante las diversas noticias de los movimientos militares de Marruecos o la invasión por otros países de aguas territoriales españolas.

De la propia naturaleza humana, también hemos visto cómo es verdad eso de que «no sólo de pan vive el hombre»: que el hombre no sólo necesita seguir respirando y poder alimentarse para seguir vivo. Con todo el confinamiento, hemos vivido no sólo el clima de angustia de vernos encerrados en nuestras casas –mucho más grave para aquellos que sólo pueden llamar “casa” a un espacio de unos pocos metros cuadrados—, sino también por la monotonía: no salir, no poder hacer nada o hacer siempre lo mismo. Es en este contexto, en que muchos se han entusiasmado por la lectura, el deporte o incluso la televisión; y es que (y forzoso es reconocerlo), los que llevan los medios de comunicación han ocupado una función clave para tener a muchos entretenidos y que no saltasen (literalmente) por la ventana. También es necesario mencionar la importancia de la asistencia religiosa durante la epidemia, especialmente a los miles de familias que se han enfrentado a lo peor en los momentos más duros, y en los que los capellanes de hospital y los religiosos que han prestado en general su asistencia han sido fundamentales. No sólo de pan vive el hombre. El ser humano también necesita las condiciones para sentirse plenamente realizado a nivel psicológico, religioso, físico y cultural aparte de los alimentos y de las condiciones materiales, aunque tanto el sentido común como las circunstancias nos demuestran que son fundamentales. La familia como célula de la sociedad y la realización no sólo material de la vida humana –pero también material, que conste— son los elementos claves que debe tener en cuenta una sociedad bien organizada.

En estos momentos, también hemos sido testigos como de la grandísima maldad y estupidez presentes en el ser humano. Adolescentes (y no tan adolescentes) que se van a fiestas multitudinarias a pesar del riesgo de contagio (y estoy hablando de la primera ola), turistas que se creen que el estado de emergencia son unas vacaciones que puedes pasar en la playa o en el pueblo –y de eso en la costa sabemos bastante—, okupas que aprovechan la situación para pegarse la fiesta madre en un chalet de lujo, empresarios, estafadores y usureros que se aprovechan del mal común para hacer fortuna, instituciones que aprovechan la incapacidad de reacción para introducir medidas a favor de sus propios intereses –esto en la Universidad de Granada ha pasado— y así un largo etcétera. Esto nos reafirma la naturaleza caída del hombre. Pero también nos da una importante lección en política, y es que no siempre es conveniente dejar las cosas a libre elección de las personas: tanto por parte de un solo imprudente que puede contagiar a miles, como una empresa libre de poner sus precios y condiciones que ante una situación de urgencia pone precios elevadísimos a un producto de alta necesidad, o condiciones draconianas para ganar ingresos, como obligar a trabajar a enfermos graves. Una sociedad libertaria o anarquista se vendrá abajo en el mismo momento en que estalle una situación que requiera disciplina social y capacidad de coacción hacia sus elementos más indeseables.

jueves, 20 de agosto de 2020

Reseña: «Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días», de Elvira Roca Barea

 

Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días. María Elvira Roca Barea. Espasa (Barcelona). 2019. 526 pp.

Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días. 
María Elvira Roca Barea. Espas a(Barcelona). 2019. 526 pp.




Hace un par de años, reseñamos en este blog Imperiofobia y Leyenda Negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español, de María Elvira Roca Barea. Para refrescarles la memoria, el concepto de «imperiofobia» hace referencia a la propaganda negativa que sufren los imperios o potencias hegemónicas por parte de pueblos dominados, rebeldes y rivales como una reacción a su posición predominante: es en este marco dónde se enmarca la Leyenda Negra contra España. Pues bien, el año pasado (2019) salió la continuación natural de este ensayo, «Fracasología, España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días», de la mano de la editorial Espasa; y, ahora, es hora de hacer nuestra correspondiente reseña.

Como hemos adelantado, Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días es la continuación natural de Imperiofobia y Leyenda Negra…, y explora el hecho insólito más conocido de la Leyenda Negra: su aceptación por los propios españoles. Como reza el subtítulo, «España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días», se da mayor atención por parte de este ensayo a las élites españolas y su aceptación  de la Leyenda Negra, partiendo de la figura del intelectual, tal y como se va perfilando en la Ilustración como un moldeador de la opinión pública, el cual va expresando una serie de ideas que se va a repitiendo a lo largo de obras, novelas y artículos de prensa, generando un ambiente intelectual que va introduciéndose en las clases medias, y finalmente a las masas como resultado de la extensión de sus ideas y prejuicios a la enseñanza pública, pasando así a la cultura popular.

La tesis general de esta obra es que a partir del Tratado de Westfalia se va constituyendo una especie de Nuevo Orden Cultural en Europa, en el que la cultura francesa adquiere primacía, y, con ella, se impone la hispanofobia francesa, alimentada a su vez por la derrota hispana en la Guerra de los Treinta Años y por la debilidad de la Monarquía de Carlos II; como resultado, se va configurando una nueva cultura europea, en la que España y su aportación a la civilización es ninguneada o incluso convertida en un tabú para las élites europeas. Sin embargo, esto no es suficiente para asumir los postulados hispanófobos franceses: Inglaterra, por ejemplo, llevó a cabo medidas para blindarse de la influencia cultural francesa, como la creación de sus propias Academias y su propia masonería. Para que la hispanofobia entre en España será fundamental la introducción de una dinastía francesa en el trono español: los Borbones. La consecuencia de la subida de los Borbones al trono español será que también se trasladarán los cánones y políticas culturales franceses al mundo hispano, trayendo una disociación entre la cultura popular, con un importante componente oral, y la cultura erudita, que se adoptará a los moldes franceses y europeos. De esta manera, se produce una situación de subordinación cultural de las élites españolas a las francesas: hay una predilección por obras del extranjero (con más autoridad), e incluso se consumen “Historias de España” escritas en Francia –con sus consiguientes prejuicios—, y se adopta acríticamente las doctrinas procedentes del extranjero. Como resultado, en España se asumen los prejuicios extranjeros sobre España, e incluso se adoptan medidas contraproducentes, como las relativas al Libre Comercio –copiadas de Inglaterra, que en cambio tenía unos aranceles altísimos— que dieron un golpe decisivo a la proto-industrialización de España en el XVIII. A esto se añade el tópico dieciochesco de la reforma, que presume un estado desorden en el país (y una visión pesimista-destructiva del mismo), y que se extenderá posteriormente durante los siglos XIX y XX (regeneracionismo). De igual manera, desde la esfera política se cultivarán determinadas críticas negativas, como las realizadas contra los Habsburgo por los Borbones, que según Barea será fundamentar para desprestigiar y silenciar este período (propiamente imperial), o de Franco sobre la época liberal hasta 1939, reforzando la idea de que «todo era un desorden hasta que llegó él», y todo esto para acabar en las tendencias auto-destructivas de la Transición y la Democracia.

El libro da o sugiere hipótesis muy interesantes, pero en general se puede decir que su calidad es bastante inferior a su predecesor. Adolece del victimismo o “pesimismo nacional” –tipo «estas cosas sólo pasan en este país»— que en principio pretende evitar. Su metodología no siempre es la más adecuada: en una ocasión, por ejemplo, al comparar el tratamiento de la expulsión de los judíos de España con la expulsión y persecución de los hugonotes en Francia hace una comparación de resultados de ambos temas en Dialnet, que es una página que ofrece el trabajo producido en el entorno universitario español, y no sería el más adecuado para comparar trabajos producidos en Francia con los producidos en España; igualmente, a la hora de hacer valoraciones generales, no estoy muy seguro de que búsqueda realizada sea lo más exhaustiva posible. Realiza afirmaciones bastante gratuitas o interpretaciones que atribuyen a otras causas las que no son sino causas políticas. Por ejemplo, se atribuye al imperio otomano su supervivencia hasta la Primera Guerra Mundial la inercia de sus estructuras imperiales, obviando –sin dejar de ser una causa posible— el interés geopolítico de Reino Unido en su supervivencia para evitar que Rusia u otra potencia se hiciera con el Bósforo; y se relaciona con la Leyenda Negra el hecho de que no se impusiera la idea de decadencia en Francia pero sí en España, a pesar de que Francia cuenta en su haber más desastres, obviando el hecho de que un país con tantos recursos demográficos y económicos como Francia está en mejor disposición de rehacerse de un desastre como Waterloo y lanzar una nueva campaña descabellada como las aventuras napoleónicas o el II Imperio, mientras que en España un desastre como Westfalia o el del 98 será irremediablemente más demoledor.

Otros aspectos que me resultan bastante negativos de la obra son el tratamiento a los Borbones y a los liberales. En primer lugar, se hace gala de un anti-borbonismo casi patológico, que constituye un verdadero peligro a la hora de asentar el tópico de Austrias buenos/Borbones malos, y más teniendo en cuenta el predicamento y la repercusión de las opiniones de Roca Barea. La autora achaca a los Borbones no sólo el afrancesamiento, la extranjerización y la ruptura con las prácticas tradicionales de los Habsburgo –hasta dónde su crítica es legítima—, sino la denigración y minusvaloración consciente del reinado de los Habsburgo, alimentando la Leyenda Negra dentro de España, y la transformación de España en una colonia francesa durante el reinado de Felipe V –no voy a ahondar en esta cuestión para evitar hacer la reseña demasiado larga, aunque tal vez lo trate en otra entrada en el futuro. En segundo lugar, cabe destacar el hecho de que la crítica a las élites liberales es bastante menos dura que a los afrancesados, incluso a pesar del interés que ofrecería el hacer un repaso de los efectos de múltiples medidas liberales e incluso la subordinación ya no cultural sino política de estas élites a los intereses extranjeros. El repaso a la época liberal se limita al breve período de sustitución de lo francés como modelo al que imitar servilmente por lo alemán (krausismo, kantismo…, en lo que sí hay críticas interesantes), el regeneracionismo y la adopción de las doctrinas racistas, como una ruptura del modelo internacional imperial y un modelo adoptado por los secesionismos. Pero lo que más me ha dolido en mi orgullo ha sido la consideración de los liberales de 1812 como una clase más nacional o castiza que los afrancesados, al ser clases medias (medias-altas, diría yo) alejadas del primer plano de la vida política y cultural, y por lo tanto de los moldes de la vida cortesana y afrancesada, reivindicando así la Constitución de 1812, aún a pesar de que la influencia extranjera en los moldes de ese pensamiento –las referencias a la constitución tradicional de la Monarquía nunca dejarán de ser máscaras para justificar la adopción de un modelo de pensamiento revolucionario,

A modo de conclusión, las tesis del libro son interesantes. Dan luz a la cuestión de la aceptación de la Leyenda Negra, la oposición entre España y Europa, y la decadencia del Imperio como resultado de la pérdida de la idea de que es posible civilizar y evangelizar a todos los pueblos al aceptar las doctrinas racistas fruto de la misma subordinación cultural que lleva a aceptar la Leyenda Negra. Pero la obra también tiene trabas, tanto a nivel de discurso como en su metodología, con múltiples afirmaciones fortuitas, y tal vez demasiado gusto por un relativo victimismo. El mayor problema radica en el anti-borbonismo excesivo que hemos mencionado, no tanto por su integración en la hipótesis del libro como en el desarrollo de un peligroso tópico como es el de «Austrias buenos, Borbones malos». De igual manera, el trato de los liberales revela las limitaciones del fenómeno Imperiofobia, que se reduce a la reivindicación del “Imperio” y de los Austrias y a la reacción contra el legado de la Ilustración, pero por lo demás se encuadra dentro de la cultura democrático-constitucional liberal.


lunes, 17 de agosto de 2020

Conmemoración de los mártires de La Garrofa

El pasado 15 de agosto, día de la Asunción de la Santísima Virgen, los carlistas hemos conmemorado en Almería los luctuosos hechos acaecidos hace 84 años en ese preciso día, en que fueron salvajemente asesinados por los rojos y arrojados al mar en la playa de La Garrofa los ejemplares católicos y patriotas Juan José Vivas-Pérez Bustos y Fructuoso Pérez Márquez, directores del diario tradicionalista LA INDEPENDENCIA, junto con otros muchos católicos almerienses. 

A las 10 de la mañana se celebró el santo sacrificio de la misa, por el rito romano tradicional, en la parroquia de Santiago Apóstol, en cuya homilía, el sacerdote oficiante, D. Francisco José Escámez Mañas, recordó a nuestros correligionarios martirizados, destacando sus virtudes cristianas y su disposición generosa a entregar sus vidas por Cristo.

Como pudimos comprobar, en la iglesia se halla un retrato del recientemente beatificado Juan José Vivas-Pérez, dirigente tradicionalista. Este mártir y católico intachable, lejos de ser un mero espectador pasivo de los acontecimientos (como desean presentarlo algunos para que coincida con su versión adulterada de la fe), se implicó plenamente en la conspiración contra la República marxista, facilitando un coche y dinero para ultimar los preparativos del glorioso Alzamiento Nacional, cosa que desconocían sin duda sus verdugos, quienes lo asesinaron sin juicio simplemente por su condición de católico consecuente.

Una imagen del beato Juan José Vivas-Pérez se halla en una de las capillas lateral de la iglesia

Concluida la santa misa, acudimos al cementerio de San José, donde reposan sus restos mortales, y procedimos a depositar un ramo de flores junto al panteón de la familia Vivas-Pérez, en la que se encuentra una lápida con la lista de los almerienses vilmente asesinados la madrugada del 15 de agosto de 1936, y que recibieron sepultura cristiana el 1 de junio de 1939, tras la liberación de la ciudad. 

La lista menciona los nombres de Juan José Vivas-Pérez Bustos, Luis Belda Soriano de Montoya, Antonio Bascuñana Jiménez, Julián González Bueso, Ángel Alcaraz Carretero, Eusebio Toranzo Martínez, Diego Ruiz Morata, José Díaz Aguilar, Ricardo Díaz Aguilar, Miguel Díaz Aguilar, Francisco Oliveros del Trell, Indalecio Palenzuela Palenzuela, Miguel Maldonado Matienzo, José Guirado Román, Antonio Lao Martínez, Alfredo Márquez Martínez, Juan Sáez Mirón, Francisco Ruano Úbeda, Francisco González Vera, Pastor Puig Peña, Fructuoso Pérez Márquez, José Fornieles Navarro, Rogelio Pomares Velázquez, Juan Gallardo del Rey, Andrés Santos Martínez, Juan Abella Mastrat y Mariano Ameta León, muertos todos ellos por Dios y por España.

Tras depositar el ramo y rezar el Ángelus, uno de nuestros correligionarios almerienses leyó las siguientes líneas cargadas de sentimiento:


Hoy hemos venido a hacer memoria de unos hechos que sucedieron en las vísperas del día de la asunción de la Santísima Virgen María del año 1936 en el paraje de la Garrofa, a las afueras de Almería, junto a la Carretera Nacional dirección a Málaga en el que fueron asesinados 27 personas, por “peligrosos derechistas” pero sobre todo por defensa de la Fe católica.

Estos hechos fueron una de las primeras sacas de la guerra civil en Almería. En los primeros días de la guerra fue tanto el número de personas detenidas que quedó desbordado  para su internamiento la prisión provincial, donde recurrieron para prisión el convento de Las Adoratrices, el colegio de La Salle, la fábrica de azúcar conocida como "El Ingenio" y los mercantes anclados en el puerto Astoy Mendi y Capitán Segarra. 

En esa madrugada del 15 de Agosto, fueron sacados del barco Astoy Mendi 27 detenidos  y trasladados a la Garrofa, donde fueron arrastrados por barcas para ahogarlos y hacerlos desaparecer en el fondo del mar; pero al final las mareas arrojaron algunos cuerpos a las playas del Zapillo.

A esta, siguieron otras muchas, en los que se recurrió a lugares más discretos como el barranco del Chisme (Vícar), el Pozo de La Lagarta (Tabernas) o el Pozo de Cantavieja (Tahal). Todos estos asesinatos de forma vil y con mucha saña se llevaron a cabo.

En total, en la provincia, incluidos los del Campo de "Trabajo" de Turón, fueron asesinados durante la guerra 687 almerienses sin condena previa, mientras que sólo 12 lo fueron en cumplimiento de sentencias judiciales.

La muerte de Juan José Vivas-Pérez Bustos y sus últimas palabras nos llenan especialmente de emoción. Tras haber sido torturado y obligado a limpiar inmundicias a principios de agosto en el barco Capitán Segarra, fue martirizado en la víspera de la Asunción en la playa de la Garrofa a sus treinta y cinco años. Cerró sus labios dirigiéndose a sus verdugos: «He vivido como cristiano y por cristiano me matáis. Para Dios nací y para Dios muero. ¡Viva Cristo Rey!» 


Seguidamente y como estaba programado, nos dirigimos a la playa de La Garrofa, donde la margarita navarra Carmen Ímaz (hija de otro mártir, el comandante Joaquín Ímaz Azcona, carlista asesinado por ETA) depositó también algunas flores ante el monumento en recuerdo de los 27 muertos por Dios y por España, que aún se conserva con las aspas de Borgoña del carlismo junto al sagrado símbolo de la Redención y el yugo y las flechas.



El delegado de la Comunión Tradicionalista en el Reino de Granada, Rodrigo Bueno, leyó allí mismo a los asistentes las palabras que los mismos directores de LA INDEPENDENCIA habían dedicado a los mártires de la Tradición en un artículo publicado tan solo un año antes, sin intuir siquiera que ellos mismos iban a acabar engrosando las filas de los numerosos mártires de la Santa Causa:

Los Mártires de la Tradición 
(10 de marzo) 

El recuerdo del héroe anónimo, del mártir ignorado, no es obra del sentimentalismo moderno, aunque sí es modernista su tendencia laica o irreligiosa. Antes que el soldado desconocido o la vejez del marino, vg., o el día del trabajo, de la madre o de la flor, flores todas de paganía o de entusiasmo sin Dios, el Cristianismo celebró sus fiestas piadosas por los ocultos héroes del santoral o del martirologio, honrándose la Iglesia española con los innumerables mártires de Zaragoza. Culmina el pío recuerdo al fiel desconocido, en los días de noviembre que conmemora a los Santos, y a los fieles difuntos...
El Tradicionalismo español del siglo XIX lo formara el grupo de españoles disconformes con la revolución liberal truncadora de nuestra historia, grupo fidelísímo a Dios, a la Patria y a la Legitimidad. Algo de selección, dicho sin modestia, como la familia de Noé, como los justos de la Pentápolis. 

Y con aires de lucha y reconquista, hijos de Covadonga y S. Juan de la Peña, los carlistas levantan bandera contra la Revolución enseñoreada de España y de Europa. Tres guerras civiles, es decir, tres cruzadas religiosas, no agotan ni pueden agotar las energías de la Tradición. Que si D. Carlos, al abandonar España, grita Volveré, no es una palabra vana, jactancia inútil de vencido, sino la esperanza en el providencialismo de la historia: pasan los siglos y las cruces de Asturias y Sobrarbe se clavan en las almenes de la Alhambra granadina. 
Y como al cruzar D. Carlos de Borbón la frontera francesa deja tras si las huellas imborrables de sacrificios, de abnegaciones y de martirios, no quiere el Señor que se borren de la memoria de los fieles, e instituye años adelante la fiesta de los Mártires de la Tradición el diez de marzo, aniversario de la muerte de su abuelo Carlos V, el Conde de Molina, primer monarca de la dinastía insobornable. 

Es fiesta cristiana, en que se reza por los caballeros del ideal, caballería española en donde caben los poderosos y los humildes, Zumalacárregui y el último voluntario, el soldado del Bruch y el vaquero de Bailén, los que murieron fusilados o regando con sangre el campo de batalla, los que sufrieron persecución de hambre, desprecio y abandono por su fidelidad a la España grande. 

Bendita sea esta fiesta cristiana de solidaridad española, en que los que rezan y luchan pueden ser los mártires del mañana... para que estos recen por ellos en ininterrumpida cadena de amor a España, pedestal de la patria del Cielo.

Después de estas palabras sumamente emotivas por quienes las escribieron (a quienes Dios sabe si algún día tendremos la gloria de imitar) y tras los cánticos de rigor, fuimos a almorzar a un restaurante costero y concluimos finalmente la jornada con la visita de la hermosa e imponente imagen del Sagrado Corazón de Jesús que se alza en el Cerro de San Cristóbal, la cual se encuentra en un estado de abandono del todo lamentable, con repugnantes grafitis en su base que nos llenan de dolor. 

Afortunadamente la enorme altura de este conjunto escultórico (construido en 1930, destruido por los rojos en 1936 y reconstruido por el régimen del 18 de julio) impide que la imagen en sí pueda ser profanada. Desde allí pudimos gritar a los cuatro vientos... 

¡VIVA CRISTO REY!


lunes, 20 de julio de 2020

Celebración del 18 de Julio en Granada

A pesar de las amenazas veladas de la extrema izquierda local, ante la que no nos dejamos amedrentar ni lo haremos jamás, un año más se ha conmemorado sin incidentes el 18 de Julio en Granada.

Como se había convocado, a las 11 de la mañana varios tradicionalistas nos reunimos en el cementerio de San José, en el patio en el que descansan los muertos por Dios y por la Patria, donde elevamos al Cielo algunos rezos por aquellos héroes de la España nacional.


Tras ello tuvo lugar una ofrenda floral ante la tumba del requeté Ángel Vidal Muñoz, quien, según reza su epitafio, «dio su vida por Dios y la Patria en Sierra Tejonera (Peñarroya) el 8 enero 1939 a los 18 años de edad». 

Para rememorar las razones y el espíritu de la gesta del Alzamiento, Raúl B., vocal y tesorero del Círculo Tradicionalista General Carlos Calderón, hizo entonces lectura de la patriótica carta que el augusto caudillo de la Comunión Tradicionalista, Don Alfonso Carlos de Borbón, dirigió a Manuel Fal Conde el 25 de julio de 1936 agradeciéndole el haber dispuesto que los requetés apoyaran el Movimiento salvador, la cual decía así:

Mi muy querido Fal Conde: Conociendo mi grande cariño para España, podrás figurarte qué grande es mi pena al tener conocimiento de la situación en que se halla nuestra querida Patria. 
Antes de todo, debe salvarse la religión, el país y la Patria. Agradezco en el alma a ti y a nuestros heroicos Requetés por haberse unido a las tropas de España para batir el comunismo, y te doy infinitas gracias, querido Fal, por haber seguido mis indicaciones, ordenando en el momento decisivo que nuestros Requetés apoyen el movimiento salvador. 
En momentos como los actuales no deben mirarse las cuestiones personales de partidos, sino tratar de salvar todos juntos la Religión y la Patria. 
Estoy seguro que en día de hoy el gran Santo peleará a la cabeza de ese ejército de cruzados al grito de «Viva España». 
Nuestra Patria fue siempre el caudillo de la Religión Católica y de las ideas generosas, y acaba de demostrar una vez más su vitalidad y su grande Tradición, levantándose admirablemente contra los enemigos de Dios y de España, que la quieren subyugar ahora. 
Felicito a nuestras provincias carlistas, nuestra Comunión, Tradicionalista-Carlista y nuestros heroicos Requetés, y reconozco los grandes sacrificios de éstos dando su sangre y sus vidas para Dios y nuestra Patria, y te ruego les hagas saber mi profundo agradecimiento, entusiasmo y admiración. 
Que Dios te guarde, querido D. Manuel Fal Conde, y con nuestras más cariñosas memorias quedo de corazón tu afectísimo.   
Alfonso Carlos.

Seguidamente leyó también a los asistentes las instrucciones que dio su sobrino y sucesor, Don Javier de Borbón Parma, para el alzamiento de los requetés:

Obtenidas las prudentes garantías posibles sobre el futuro político, se ha acordado nuestra colaboración, por lo que en plazo brevísimo de contadas horas dispondrá todo lo necesario para que prestemos ahí esa colaboración de modo eficaz, ajustándose a las siguientes normas y supliendo cuanto sea necesario en cada sitio para el mejor éxito: 
1º Estamos a la obediencia del Ejército y aceptaremos cuantos objetivos nos encarguen allí donde sus unidades inicien o secunden el movimiento. 
2º Cuando actuemos encuadrados en unidades militares no se consentirá que vaya otra bandera que la bicolor o ninguna. 
3º Cuando actuemos separados en unidades nuestras, llevaremos nuestra bandera, nuestros símbolos, vivas, organización y jerarquía. 
4º En este caso, cuando ya se esté actuando se consagrarán al Sagrado Corazón de Jesús, y según sea posible harán aquellos actos de piedad o de prácticas de Sacramentos que se pueda. 
5º La orden de actuar la darán los elementos militares con quienes ya está en relación y ellos indicarán el movimiento, y en el caso de que tarde, procurarán estimularles a decidirse. 
6º Si en algún sitio fracasara la empresa, nosotros hemos de quedar actuando, concentrándonos dónde y cómo deben tener prevenido. 
7º Apenas se triunfe, procurarán permanecer en armas en actitud expectante, para en lo posible, esperar orden especial para rendirlas todas a la vez solemnemente ante el nuevo Gobierno.


Después de recitar algunos textos más de la Princesa de Beira y de Carlos VII, cuyo aniversario celebrábamos también ese día, tomó la palabra Rodrigo B., presidente del Círculo, quien dirigió a los asistentes unas sentidas palabras, glosando la esencial aportación carlista a la Cruzada con un texto del escritor José Sanz y Díaz, que concluía diciendo:

Y hoy como ayer, mañana como siempre, los [carlistas] estamos dispuestos a dar mil vidas que tuviéramos por idénticos fervores, por los postulados íntegros de nuestra secular doctrina.

Terminado el acto en el «patio de los caídos» y tras detenernos ante las sepulturas del heroico periodista Francisco Guerrero Vílchez, caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita, del General Calderón, que da nombre a nuestro Círculo, y del General Alejandro Utrilla, instructor de los requetés de Navarra, por quienes rezamos asimismo unas preces y depositamos unas rosas, acudimos a las dependencias de nuestra nueva sede, donde almorzamos en ambiente distendido y de camaradería.



Después de los postres, Raúl impartió su anunciada conferencia sobre «los Requetés y la Cruzada», que fue del agrado de todos. La misma puede verse y escucharse en el siguiente enlace de Youtube:


Hoy como ayer, honramos a los nos precedieron en la lucha por Dios y por España, sin más ambición que la de estar a la altura de su estela.

viernes, 17 de julio de 2020

Contestación a la prensa sobre nuestro acto del 18 de Julio

Recortes de noticias engañosas aparecidas en la prensa
local y nacional sobre nuestro acto del 18 de Julio.

Ante algunas noticias engañosas aparecidas en la prensa en relación a nuestros actos este 18 de julio, desde el Círculo Tradicionalista de Granada "General Carlos Calderón", de la Comunión Tradicionalista, queremos hacer las siguientes aclaraciones:

No existe la supuesta "Hermandad de Requetés" a la que la asociación Verdad, Justicia y Reparación e Izquierda Unida Granada atribuyen la organización del acto.

Nuestra reunión en el cementerio para rezar por nuestros muertos es de naturaleza privada e inferior a 20 personas; como tal no requiere autorización de la Delegación del Gobierno y nadie puede impedirla legalmente. En cualquier caso, se observarán las medidas de prevención sanitaria a que obliga la normativa vigente.

Como establece el Reglamento de Servicios y de Régimen Interior de Emucesa, la empresa que gestiona el cementerio, "están abiertas al público para su libre acceso todos los recintos de unidades de enterramiento, e instalaciones de uso general".

Es absurdo hablar de "fascismo" o de exaltación franquista para referirse a un homenaje carlista al Rey Carlos VII, fallecido en 1909, y a los requetés muertos en la Guerra de España; pues el Carlismo es ajeno a esas ideologías y a ese régimen, es un siglo anterior a ellos y tiene bien probada su oposición a los mismos.

Ninguno de los miembros de nuestra organización han llamado a vandalizar el "Memorial en homenaje a las víctimas del franquismo" que se encuentra en la tapia del cementerio. Sin embargo, el colectivo Verdad, Justicia y Reparación sí exige al Ayuntamiento de Granada que retire el azulejo que señaliza el enterramiento de los muertos "por Dios y por la Patria", dando muestras de un sectarismo vandálico que no respeta ni a los allí enterrados.


Círculo Tradicionalista de Granada "General Carlos Calderón"
Comunión Tradicionalista

martes, 7 de julio de 2020

Inauguración de la nueva sede del Círculo Tradicionalista de Granada

El pasado domingo 4 de julio ha tenido lugar la inauguración del nuevo local del Círculo carlista de Granada “General Carlos Calderón”, que recogerá tanto las actividades formativas como las organizativas, y pretende ser el lugar de referencia para el Tradicionalismo en el reino de Granada.

El acto se enmarcó en una jornada de convivencia a la que acompañaron a los tradicionalistas granadinos otros carlistas venidos de Almería y del reino de Jaén, comenzando, como no podía ser de otra manera, con la celebración de la santa misa por el rito romano tradicional en la capilla María Reina (sita en la placeta Gutierre de Cetina) a las 11 de la mañana, con un nutrido grupo de fieles que se acercaba al medio centenar. Ofició el santo sacrificio el Rvdo. Sr. D. Gastón Driollet, de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, quien, a tenor de los textos de este domingo (V de Pentecostés), destacó en su homilía la nacimiento de la Hispanidad a partir del Altar, como centro y corazón de la ciudad católica desde donde irradian todas las gracias para construir la sociedad en Cristo Rey, con una especial mención a la evangelización de América por parte de la Monarquía española.

Seguidamente y tras una tertulia a la salida, tuvo lugar el almuerzo, transcurrido entre conversaciones sobre la actualidad política y la tesitura internacional, tratándose también las diferentes propuestas y actividades que este y otros círculos y asociaciones de los reinos del sur tienen programadas como reacción ante una España más necesitada que nunca de los principios eternos de la Tradición.

Después la comida, el Sr. Driollet bendijo las dependencias del centro y llevó a cabo el rito de entronización del Sagrado Corazón de Jesús, cuya imagen tuvo el honor de situar nuestro correligionario Rafael —como propietario de las instalaciones— en la misma entrada del espacioso local, junto al retrato de nuestro augusto Abanderado, S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón (que Dios guarde). En ese solemne momento uno de los presentes gritó un potente ¡VIVA CRISTO REY! al que contestaron con júbilo todos los demás.

Concluida la ceremonia, nuestro capellán dirigió unas breves palabras para recordarnos las exigencias de Cristo Rey y el compromiso que supone el estar a Su servicio. En este nuevo local, que dará, Dios mediante, un impulso añadido a la labor ya existente, se acondicionará una biblioteca de uso público, se habilitarán medios informáticos y se constituirá como centro difusión y formación permanente, aportando estabilidad y una mayor proyección de futuro a las labores que ya se vienen desarrollando. Esta inauguración supone un nuevo impulso de la Comunión Tradicionalista en los Reinos del Sur y se suma al esperanzador crecimiento que está experimentando la Santa Causa tanto en la Península como en las Españas de Ultramar, ampliando sus campos de acción tanto geográficos como sociales.

Fotografías y vídeos del acto:







jueves, 11 de junio de 2020

El Corpus y la Tradición


Ha llegado la época bella y encantadora de esta tierra andaluza sin par, en Granada se torna en espléndido tapiz de luz y de flores, como acuarela de brillantes colores que hubiera sido trazada por pinceles de ángeles. En este marco de intensa poesía, se encuadra la hermosa tradición de sus populares fiestas del Corpus, en la que flota la magnífica misión de la Reconquista, evocadora de las grandezas de su pasado histórico.

Corpus y tradición, parecen ser y, son, la savia vivificante del alma granadina.

Así es que al aproximarse estas fiestas, Granada se conmueve hondamente, desbordándose todo el entusiasmo, toda la alegría, todo el bullicio y la animación que transitoriamente agita la entraña popular de las poblaciones que conmemoran las fiestas típicas señaladas y arraigadas por la Tradición.

Aquí es el Corpus, la fiesta granadina por excelencia; la que unas y otras generaciones solemnizan con especial predilección desde que fué instituida por los ínclitos Reyes Católicos, de tal manera arraigada, que Granada dejaría de ser lo que es, si desapareciera.

Este día grande del año, que es uno de los tres que relucen más que el sol, es el que por Tradición reluce para Granada más que miríadas de soles de la mayor magnitud. Y los vergeles granadinos contribuyen a ello prestando sus fragancias y la gama de sus aterciopelados colores; los ruiseñores de sus floridos cármenes, sus más tiernas endechas; el murmurio de sus ríos, la sinfonía retozona del constante rodar de sus aguas espumosas, el cielo su azul intenso y bello, y su Sierra gigantesca el tul blanquísimo de sus nieves. Y para que reluzca aun más, con celestiales resplandores, está el entusiasmo fervoroso de la católica Granada, que rinde sus corazones en amor intenso por la devoción al Santísimo Sacramento.

Vamos, pues, granadinos, a solemnizar nuestra gran fiesta, la que nos legaron los magníficos Reyes de la Reconquista por respeto a la Tradición; por mandato imperioso de un sacratísimo deber; por satisfacción de nuestra fe católica que nos impulsa al amor más. encendido y fervoroso al Santísimo Sacramento; y sintiendo el orgullo de nuestras creencias, doblemos la rodilla al paso de la Divina Custodia, y elevemos en tanto al cielo, con el perfumador y blanquecino vapor del incienso y el simpático y rústico aroma de las juncias y los mastranzos que tapizan las calles del tránsito, las más fervorosas plegarias en honor de Jesús Sacramentado; y... ¡cantemos!... cantemos al Amor de los amores, proclamando el reinado de Cristo en estos tiempos en que los enemigos de la Religión braman contra la Iglesia y forcejean por derrocar el Altar, y agradezcamos al Señor el beneficio de sus infinitas misericordias, manifestadas en la protección que dispensa a nuestro glorioso ejército y heroicas milicias en los campos de batalla, y en la exuberancia de nuestras vegas, que muestran la magnitud de excelentes cosechas y abundantes frutos.

Lorenzo Ros

LA VERDAD, periódico tradicionalista (mayo de 1937)

sábado, 30 de mayo de 2020

La sodomía es un crimen abominable, no "una manifestación de amor"

Ha llegado a nuestro conocimiento el siguiente tuit escandaloso de la diputada de Vox por Granada Macarena Olona:


Como puede comprobarse, esta señora no solo se permite replicar a un sacerdote que expone de manera exacta y concisa por qué la Iglesia no puede bendecir las uniones contranatura, sino que además completa la grosería con una asquerosa blasfemia, dando las gracias a Dios por los actos sodomíticos.

La sodomía o concúbito entre personas del mismo sexo, lejos de ser una muestra de «amor», constituye un crimen abominable[1] que, como nos enseñan las Sagradas Escrituras y el catecismo católico[2], «clama al cielo». Por su extrema gravedad, este pecado es equiparable al homicidio voluntario, a la opresión de huérfanos y viudas y a la negación del jornal debido al trabajador. No por falta de caridad, sino para disuadir a los fieles de caer en este mal, en el Código de Derecho Canónico de 1917 (vigente hasta 1983), el conocido como «pecado nefando» acarreaba a quien lo cometía la infamia, la privación de los sacramentos y otras posibles penas canónicas.

Nunca hemos esperado gran cosa del conservadurismo liberal en el que milita esta señora, pero no deja uno de asombrarse de que puedan darse muestras de tal grado de iniquidad en las presentes circunstancias. Téngase presente que Vox llegó a obtener representación parlamentaria apelando al hartazgo de muchos españoles del dominio cultural y social de la izquierda.

A diferencia de otros, los tradicionalistas seguiremos defendiendo la ley natural, las buenas costumbres y los preceptos de nuestra santa religión contra aquellos que quieren convertirnos en salvajes (última consecuencia del liberalismo) y educar a nuestros hijos en la perversión.


[1] Es preciso aclarar que, con independencia de la legalidad vigente en España, todo pecado grave es un «crimen» contra la Ley de Dios, como nos enseña el diccionario.
[2] Incluido el llamado Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1867; catecismo que, por lo demás, no recomendamos y cuyo nombre nos parece muy desacertado, pues los anteriores, que, por su claridad, preferimos, también son de la Iglesia Católica y siguen teniendo plena vigencia.

viernes, 3 de abril de 2020

Ha muerto María del Pilar Bertos

Otra carlista más que se nos lleva el coronavirus COVID-19, por culpa del Gobierno del Frente Popular, criminal e incapaz, que oprime a España. Hoy viernes 3 de abril ha fallecido María del Pilar Bertos Herrera. Profesora de Historia del Arte de la Universidad de Granada, se había jubilado el año pasado, aunque la prensa local la haga, erróneamente, mayor de ochenta años. Vivía sola y su salud se había deteriorado hacía tiempo. Su cuidadora se contagió de coronavirus y dejó de acudir a su domicilio; el domingo pasado había sido rescatada por los bomberos, tras percatarse el portero del edificio de que no sacaba la basura.

Foto IDEAL de Granada

Era hija del requeté e histórico dirigente carlista Juan Bertos Ruiz, presidente del Círculo Carlista «Manuel Fal Conde», antecesor del actual Círculo Tradicionalista de Granada «General Carlos Calderón». Asistió a su padre en las tareas de aquel círculo y en la redacción y distribución del Boletín Fal Conde, que llegaba a toda España e Hispanoamérica hasta su desaparición en la década de 1990, víctima de maniobras infames por parte de excarlistas reconvertidos en demócratacristianos. En 1973 había contribuido además a reconstituir en Granada la Agrupación de Estudiantes Tradicionalistas, liquidada a nivel nacional por Carlos Hugo pocos años antes.  En varias ocasiones en que la visitamos, nos transmitió su enhorabuena por nuestro nuevo círculo, no sin dejar de advertirnos que en nuestra empresa íbamos a tener «mucho trabajo por delante», pues el estado actual de España le producía una gran desazón.

Del anecdotario de una vida ligada a la Causa de Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo, recogemos una que ella misma contaba. Siendo niña, acompañaba todos los años al grupo granadino que acudía a la recordada romería carlista de Montejurra en la década de 1960. En una ocasión iba adornada con un lacito con los colores blanco, rojo y verde. Los correligionarios navarros le advirtieron que debía evitar esa combinación, porque podía pensarse que hacía referencia a los colores de la bandera del PNV, la tristemente célebre ikurriña. Pilar Bertos siempre decía que a Navarra el separatismo vasco (antivasco) «la había laminado».

A pesar del aprecio de sus alumnos, Pilar Bertos se sabía ninguneada en la Universidad, donde era profesora titular desde 1992, por su condición de tradicionalista. Se había doctorado en 1982 con una tesis sobre «El tema de la Eucaristía en el arte de Granada y su provincia». Dedicó gran atención al estudio de la orfebrería, como muestran su participación en los libros colectivos La Capilla Real de Granada y La Catedral de Granada o su Los escultores de la plata y el oro. Y sobre todo al culto eucarístico y a la festividad del Corpus Christi en nuestra ciudad, a los que dedicó trabajos como Los seises en la Catedral de Granada o El adorno de la ciudad de Granada en 1804, entre otros varios.

Recogía pétalos de rosa durante todo el año, para poder arrojarlos al paso del Santísimo desde su balcón del número 15 de la Gran Vía granadina. Al parecer esto molestaba a cierto titular del Arzobispado de Granada, quien dio instrucciones para que la procesión del Corpus no se detuviera allí.

María del Pilar Bertos ha muerto en Viernes de Dolores. Su padre había sido uno de los promotores de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores de Granada, la Generalísima del Requeté, fundada por los requetés del Tercio de Isabel la Católica. Que Ella la haya acogido bajo su manto.

El Círculo Tradicionalista «General Carlos Calderón» ruega una oración por su alma.

Requiescat in pace.

martes, 10 de marzo de 2020

Fiesta de los mártires de la Tradición


Dediquemos una oración y un recuerdo en este día, 10 de marzo, fiesta de los Mártires de la Tradición, por todos los que murieron defendiendo la causa de Dios, la Patria y el Rey en la guerra de la Independencia, en las guerras realistas, en las guerras carlistas, en la Cruzada de Liberación y frente al terrorismo.

Por los que sucumbieron en los campos de batalla, en los calabozos, en el destierro y en los fragores y agotamientos de la lucha parlamentaria y periodística.

Y también por todos los valerosos soldados que sacrificaron sus vidas por nuestra España, pues al defender la integridad o la grandeza de la Patria también luchaban, conscientes o no, por su tradición.

    ✞
Requiem aeternam dona eis, Domine,
et lux perpetua luceat eis.


R. I. P.
Amen
    ✞

Rogad a Dios en caridad por los Mártires de la Tradición que, sirviendo lealmente a su Santa Causa bajo las banderas de la legítima dinastía carlista, ofrendaron sus vidas al Señor en los campos de batalla y durante las persecuciones que su inquebrantable firmeza desencadenó contra ellos.

Q. E. G. E.

Para morir hemos nacido. Toda muerte es buena, si abre la puerta del Cielo. La muerte en el campo de batalla es muerte ideal de las almas grandes. 

(Del Devocionario del Requeté) 

Dar la vida por la Causa es el acto más fecundo y el servicio más útil.    

Tú, solado de la Tradición, habrás de tener puesto en el Reino de Dios. 

(De la ordenanza del Requeté)

ANTE DIOS NUNCA SERÁS HEROE ANÓNIMO

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