domingo, 31 de mayo de 2015

Discurso pronunciado por D. Juan Vázquez de Mella en el Teatro de la Zarzuela hace 100 años


Si la práctica y la prosa consisten en esa degradación parlamentaria, que va alcanzando a todos los órdenes de la vida; en la merma de la riqueza pública, en la tiranía caciquil sobre la justicia, que va nublándola y sustituyéndola con el favor; si consiste en la pérdida ignominiosa de las colonias, entonces maldita sea la prosa y la práctica, y viva esa poesía que siquiera alienta el corazón y la fantasía.
Yo quiero vivir en esa región de la poesía y quiero sumergirme, por decirlo así, en el espíritu nacional de mi Patria; siento que soy una gota de una onda en ese río, siento la solidaridad, no sólo con los que son, sino con los que fueron, y por eso la siento con los que vendrán.
Por eso amo a mi Patria y la evoco en mis sueños, y deseo vivir en una atmósfera que no se parezca a la atmósfera que me rodea en la hora presente. ¡Cuántas veces al apartar la vista de la realidad actual, me dirijo hacia la historia pasada y la evoco y la busco en aquel periodo de intersección entre una España que termina y otra que comienza! Entonces veo aquella Reconquista que se va formando con hilos de sangre que salen de las montañas y de las grutas de los eremitas, que van creciendo hasta formar arroyos y remansos, y veo crecer en sus márgenes los consejos y las behetrías, y los gremios, y los señoríos, y las Cortes, y a los monjes, a los religiosos, a los cruzados, a los pecheros, a los infanzones, a los solariegos, enlazados por los Fueros, los Usatjes, los Códigos, los Poemas, y los romanceros; descendiendo hacia la Vega de Granada en un ocaso de gloria, para ver allí el alborear de un Nuevo Mundo, con la conquista de América y del Pacífico; y entonces pasan ante mi fantasía Colón y Elcano, Magallanes y Cortés; los conquistadores, los navegantes y los aventureros; y a medida que el sol se levanta, mi alma arrebatada quiere vivir y sentir y admirar a políticos como Cisneros y como Felipe II; a estadistas y caudillos como Carlos V y como Juan de Austria; y, por un impulso de la sangre, quiero ser soldado de los Tercios del Duque de Alba, de Recasens y de Farnesio, y quiero que recreen mis oídos los períodos solemnes de Fray Luis de Granada y las estrofas que brotan de la lira de Lope y de Calderón, y que me traiga relatos de Lepanto aquel Manco, a quién quedó una mano todavía para cincelar sobre la naturaleza humana a Don Quijote; y quiero ver pasar ante mis ojos los embajadores de los Parlamentos de Sicilia y de Munster, que se llaman Quevedo y Saavedra Fajardo; y ver la caída de Flandes a través de las Lanzas de Velázquez, y quiero sentarme en la cátedra de Vitoria para ver como el pensamiento teológico de mi raza brilla en aquella frente soberana, y quiero verle llamear en la mente de Vives, sembrador de sistemas, y en la de Suárez ascender hasta las cumbres de la metafísica; quiero más: quiero que infunda aliento en mi corazón o le caldeen las llamas místicas que brotan en lo más excelso del espíritu español con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y quiero ver a los penitentes varoniles y desgarrados en los cuadros terribles de Ribera. Quiero, en fin, embriagarme de gloria española, sentir en mí el espíritu de la Madre España, porque, cuando se disipe el sueño, cuando se desvanezca el éxtasis y tenga que venir a la realidad presente, ¿qué importa que sólo sea recuerdo del pasado lo que he contemplado y sentido? Siempre habrá traído ardor al corazón y fuego a la palabra para comunicarle al corazón de mis hermanos y decirles que es necesario que se encienda más su patriotismo cuando más vacile la Patria.

El elocuente orador D. Juan Vázquez de Mella después de pronunciar su magistral discurso el día 31 de Mayo en el Teatro de la Zarzuela,
recibiendo las sinceras y entusiastas felicitaciones de las numerosas representaciones que asistieron a tan memorable acto. 

(La Hormiga de Oro)


Parte del discurso de D. Juan Vázquez de Mella en el Teatro de la Zarzuela el 31 de mayo de 1915.
Texto extraído de http://www.meridianocatolico.es/vazquezdemella.htm

miércoles, 20 de mayo de 2015

Manuel Fal Conde y la unidad católica - XL Aniversario de Fal Conde

Hoy, en el 40 aniversario del fallecimiento de don Manuel Fal Conde, Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista entre 1934 y 1955, queremos honrar su memoria reproduciendo un artículo que sobre él escribiera en 1988 para el Boletín Fal Conde (órgano de información y formación del Círculo M. Fal Conde de Granada) otro de los grandes del Tradicionalismo español: Rafael Gambra.

Manuel Fal Conde (Higuera de la Sierra, 1894 - Sevilla, 1975) 

Entre las varias circunstancias históricas que hicieron posible la Cruzada de Liberación y su victorioso desenlace ha de contarse de modo destacado la ascensión a la Jefatura Delegada del Carlismo de don Manuel Fal Conde. Sin él hubiera sido muy difícil la reorganización de la Comunión Tradicionalista hasta poder poner en pie de guerra todo un ejército —el Requeté—, que sería decisivo para aquel Alzamiento y victoria.

Durante el reinado (de jure) de don Jaime se mantuvo sin solución la escisión de los integristas y se creó otra nueva, la mellista. El llamamiento a la Sucesión de don Alfonso Carlos por el fallecimiento en 1931 de su sobrino don Jaime hizo que tanto integristas como mellistas depusieran sus agravios y se reuniesen en torno al anciano monarca, reconstruyendo así la unidad de la Comunión. La religiosidad fervorosa de don Alfonso Carlos, así como su limpio historial que remontaba a la última guerra en que fue general de los ejércitos de su hermano Carlos VII, predisponían hacia él una adhesión sincera y unánime.

Su breve reinado (1931-36) fue inmensamente fecundo para el Carlismo y para España. Sin duda su mayor acierto fue la designación de don Manuel Fal Conde para el puesto de Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista. Era Fal Conde un joven abogado de Sevilla que, procedente del integrismo, se había señalado ya por su celo y entusiasmo por la Causa. Hombre de gran integridad y fervoroso católico, se distinguió además por su entera disponibilidad para entregarse por entero a su cargo. La experiencia demuestra que es mas fácil encontrar quien esté dispuesto a dar su vida en la lucha o en la persecución sangrienta que quien lo esté a entregar todo su tiempo, su vida profesional, su porvenir y el de su familia a un empeño que tan escasas o nulas posibilidades medro ofrecía, como era el caso del Carlismo. Fal se entregó en cuerpo y alma hasta fundir su vida, su casa y su hacienda con la misión recibida.

La gran religiosidad de don Manuel Fal Conde no fue obstáculo —antes al contrario— para comprender la gran lucha —quizá el baño de sangre— en que acabaría la impiedad y la anarquía de aquella 2.ª República española. Consecuente con esta intuición, su primer empeño fue resucitar y organizar la fuerza armada del Carlismo, el Requeté. E inició esta labor por lo que tenía más cerca, pero parecía también más difícil: resucitar de sus cenizas el carlismo de Andalucía e infundirle el espíritu militar del carlismo histórico. La concentración del Requeté de Sevilla en El Quintillo, revistada por el General Cortina, superviviente de la Guerra Carlista, fue como un clarín para que el Requeté de toda España, especialmente el de Navarra, se aprestase a una lucha que se veía ya inevitable y cercana.

Ya en vísperas del Alzamiento fue Fal quien con mayor empeño y firmeza supo negociar con el Ejército las condiciones mínimas de auténtico españolismo bajo las que el Requeté se incorporaría a la lucha. A la inspiración de Fal Conde se debió aquella bella frase ANTE DIOS NUNCA SERÁS HÉROE ANÓNIMO, que fue símbolo de religiosidad de la Cruzada y esperanza sobrenatural de los combatientes. Frase que fue como la réplica católica y española al culto al "Soldado Deseconocido", tan en boga en Europa desde la Gran Guerra.

La aportación del Requeté a la victoria, y de don Manuel Fal a su movilización, nunca fueron reconocidos ni valorados por el General victorioso, que eludió hasta el final los compromisos políticos y morales que con el Carlismo tenía contraídos. Dios los sabe, y la Historia los valorará —los está valorando ya—. De la alegría siempre victoriosa de los combatientes no pudo participar su Jefe Delegado, que sólo conoció amenazas y destierros.

Una vez vencida la guerra, el fino instinto religioso de Fal le avisó de que otro enemigo de la fe más sutil y astuto se perfilaba para una lucha que sólo en los procedimientos pacíficos e insidiosos se diferenciaría del que militarmente acababa de ser vencido. La destrucción de la unidad católica de España, la laicidad de su Estado —la descristianización de nuestra sociedad en definitiva— serían sus objetivos últimos. La herejía "modernista'', vestida ahora de democracia cristiana, de maritenismo y "aggiornamento" se dispondría pronto a dar la batalla insidiosa. Don Manuel Fal Conde no disponía entonces de más armas que la oración y la confianza en la misericordia divina. Él fue, consecuentemente, el gran iniciador de una Cruzada de oraciones y de misas que se ha prolongado a través del Círculo "Fal Conde" de Granada hasta nuestros días.

El gran rompeolas de todas aquellas tendencias "progresistas" del catolicismo liberal habría de ser el concilio convocado que se titularía "Vaticano II". Cuando Fal Conde se dio cuenta del predominio que en el mismo iba obteniendo el ala modernista y presagió los males inmensos que de ello podrían derivarse para la fe y para nuestra patria, convocó un concurso para premiar un libro sobre la unidad católica como fundamento político-social de España. El premio sería dotado por la "Editorial Católica", que él mismo había fundado años atrás. Me cupo el honor de obtener ese premio con un libro que titulé LA UNIDAD RELIGIOSA Y EL DERROTISMO CATÓLICO, libro que fue editado por dicha Editorial Católica con un clarividente prólogo de don Juan Vallet de Goytisolo.

El libro no pudo tener más que un carácter testimonial. Era ya demasiado tarde: la declaración conciliar sobre libertad (o pluralismo) religioso era ya un hecho. Sus desastrosas consecuencias están a la vista de todos y quizá se necesiten generaciones para remediarlas. Don Manuel Fal Conde, ya viejo y enfermo, perdida la voz por una operación de garganta, aceptó los hechos y no dijo nada más. Pero pudo irse de este mundo con la satisfacción de haber reñido el buen combate y haber estado presente hasta en su última batalla.

Rafael GAMBRA
Boletín "FAL CONDE" (órgano de información y formación del Círculo M. Fal Conde)
Granada JUNIO 1988

sábado, 16 de mayo de 2015

La soberanía y el derecho de los reyes

La Soberanía en el terreno moral es la representación de la justicia y providencia infinitas, y en el material la personificación del poder supremo del Estado. (...)

La Soberanía es o constituyente, o constituida; la primera reside en la humanidad, en la nación, y la segunda puede residir en el rey o en el pueblo.

Es indudable que antes de constituirse un Estado, o cuando por cualquier causa deja de estar constituido, la Soberanía no es privilegio de ningún individuo, reside en la universalidad, que pasa por derecho propio a constituirse.

Una vez constituido, cesa de hecho y de derecho la soberanía constituyente para dejar su ejercicio al pueblo, si se la ha reservado, o al rey, si a él se la han transmitido.

D. Luis María de Llauder (1837-1902) , director de
El Correo Catalán y fundador de La Convicción
La Hormiga de Oro
De este punto nace el llamado derecho divino de los reyes, tan atacado por no ser comprendido; si la doctrina del cardenal Belarmino y la de los PP. Suárez, Mariana y otros, fuesen conocidas, y estudiadas con buena fe, se vería lo absurdo de los cargos que se han hecho a este mal definido derecho divino.

No se pretende, como calumniosamente afirman muchos, que el derecho de los reyes venga directamente de Dios, pues lo reciben inmediatamente del pueblo; se sienta sí, que desde el momento en que una dinastía ha recibido de la nación la soberanía constituida, al ejercerla como emanación de la justicia y providencia de Dios, que es el origen de todo poder, lo hace por derecho propio, no por delegación del pueblo, que ha obrado solo como transmisor. La nación desde que ha cesado el período constituyente y ha trasladado al rey la soberanía constituida, deja de ser soberana, y el rey deja de ser delegado del pueblo en el sentido estricto de la palabra, porque este no tiene ya nada que delegarle o transmitirle.

Y tanto es así, como que al separarse el monarca de las leyes de justicia eterna y al convertirse en tirano, se hace indigno de esta soberanía, de la cual se le llega a privar, absolviendo la Iglesia a los súbditos del juramento de fidelidad.

Extraído de El desenlace de la Revolución Española, por Luis María de Llauder (Barcelona, 1869)


viernes, 15 de mayo de 2015

La Jerarquía de la Iglesia y el tradicionalismo político

Aunque la Jerarquía de la Iglesia Católica no admitió jamás conciliación alguna con las distintas corrientes liberales en materia doctrinal hasta, al menos, el pastoral Concilio Vaticano II, no cabe duda de que buena parte de los obispos españoles, ya desde la primera derrota militar carlista, se avino a componendas en materia política.

El tiempo y la actual crisis sin paliativos de la Iglesia y de la Civilización han dado la razón a quienes hace un siglo seguían empeñados en que la fe, la moral y las buenas costumbres no podrían sobrevivir a la larga en un sistema hijo de la Revolución de 1789.

Quién sabe cuál sería hoy la situación de España, de la Iglesia y de toda la antigua Cristiandad si, desde el principio, la Jerarquía católica, consciente de que contaba con el apoyo sin fisuras de la mayor parte del pueblo fiel, hubiese sido más previsora del colosal desastre que se avecinaba (y padecemos hoy) y no hubiese abandonado jamás el espíritu de Cruzada.

Nos parece apropiado a este respecto incorporar un breve texto de Francisco José Fernánez de la Cigoña sobre la relación entre los obispos y los dos partidos tradicionalistas antiliberales –carlista e integrista– a finales del siglo XIX. Después del artículo insertamos también la grabación de una interesante conferencia de este mismo autor sobre la Iglesia y el Carlismo durante el siglo XIX que tuvo lugar con motivo de los 175 años del Carlismo.

Fco. José Fdez. de la Cigoña

Extracto de LOS OBISPOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX 
por Fco. José Fernández de la Cigoña

El catolicismo hispano estuvo dividido en los dos últimos tercios del siglo XIX. Al principio entre carlistas e isabelinos. No cabe duda de que al iniciarse la contienda la inmensa mayoría de los católicos, es decir, del pueblo español, simpatizaba con las ideas de don Carlos. Pero la localización en pequeñas áreas del territorio nacional del dominio carlista, la prolongación de la guerra, la necesidad de vivir como católicos en unos lugares que pronto se vio que el Pretendiente no iba a conquistar, el advenimiento de los moderados que firmaron el Concordato de 1851 con la Santa Sede, nombraron obispos y cicatrizaron espantosas heridas que la Iglesia habían recibido, el indudable catolicismo de la reina, el P. Claret, sor Patrocinio y hasta el P. Fulgencio y otras causas que sería prolijo enumerar, hicieron que con el tiempo muchos buenos católicos se sintieran cómodos, o no demasiado a disgusto, con Isabel II. Y el Papa, que era nada menos que Pío IX, también. Y en ocasiones hasta agradecido. Al menos con los gobiernos moderados. El ejército español ayudándole a recuperar los Estados Pontificios, la Rosa de oro, papales apadrinamientos..., contribuían a hacer más fluidas las relaciones de un importante sector del catolicismo español, más importante sobre todo por la calidad que por la cantidad, con Isabel II.

La revolución de 1868 cambió la situación e hizo renacer las esperanzas carlistas que entonces personificaba el rey de la barba florida, Carlos VII, nieto de Don Carlos, que de nuevo se lanzó al combate por una causa que seguía teniendo, como la de su abuelo, profundas connotaciones religiosas. La situación revolucionaria y anticatólica hizo que se pasaran al carlismo notables personalidades que habían estado con Isabel II: Cándido Nocedal, Aparisi y Guijarro, González Bravo... Pero una vez más la suerte de las armas les fue adversa y otras concausas hicieron imposible el triunfo. Muchos católicos se sintieron aliviados con la restauración alfonsina y se desentendieron del nuevo Pretendiente. Y la mayor parte de los obispos, nombrados por Isabel II y por Alfonso XII, también.

Sin embargo, la mayoría del catolicismo español seguía viendo en el nuevo régimen la consolidación de los principios liberales, reprobados por Pío IX en el Syllabus y se mantenía alejada de las disputas políticas, dejando en precaria situación a los moderados que ahora se habían convertido en conservadores. La ruptura de la unidad católica por Cánovas en la Constitución de 1876 no contribuyó a acercar a esos sectores, todavía mayoritarios, a la situación, aunque tal vez permitiera la integración en el sistema de los más moderados de los progresistas, acaudillados por Sagasta.

Ante esta situación, Alejandro Pidal y Mon, hijo y sobrino de dos personalidades del régimen isabelino, que se había opuesto denodadamente a la ruptura de la unidad católica, pensó que si esa gran mayoría de españoles, incondicionales sobre todo de su religión, se integrasen en el sistema, el poder estaba garantizado, la Iglesia segura y la patria salvada. E hizo su famoso llamamiento a las honradas masas carlistas (125). Todo terminó en una espantosa división en la que todos tuvieron su parte de culpa.

Carlistas y pidalistas primero y después, escindido el carlismo por la marcha de Ramón Nocedal, que tenía tras sí a una gran mayoría del clero español, carlistas, pidalistas e integristas, perdieron, en feroces luchas fratricidas, unos esfuerzos que, dirigidos contra los enemigos de la Iglesia, hubieran obtenido resonantes triunfos. A nuestro modo de ver todos tenían razón en parte y ninguno por entero. Si a eso se añade que la fórmula de Pidal era muy grata al nuevo Pontífice León XIII, pues reproducía su famoso ralliement pero con una situación política muchos menos adversa a la Iglesia, es fácilmente comprensible que Ramón Nocedal, el implacable enemigo de la componenda y el defensor de los derechos maximalistas de la Iglesia, fuera un molesto compañero de viaje. Bizarro paladín del catolicismo fue abandonado por la jerarquía de una Iglesia a la que había entregado todo y a la que quería colocar por encima de todo. Y decimos de la jerarquía porque una gran parte del clero le fue fiel hasta el final, pese a reiteradas advertencias de los obispos. [...] Tal vez fuera un personaje de cruzadas en época en que se querían componendas. Y él no sabía de ellas aunque esas componendas pudieran ser buenas para la religión.

Roma multiplicaba recomendaciones, primero privadas y luego públicas y todas sesgadas en favor de una de las opciones que tenía en León XIII y Rampolla, este último, tanto como nuncio en Madrid como después en su cargo de cardenal Secretario de Estado, dos firmes valedores. Nocedal desvirtuaba las advertencias con habilidades de notabilísima inteligencia. Pero los obispos estaban ya hartos de este seglar que mandaba en sus diócesis más que ellos pues la mayor parte del clero le seguía, a través de su periódico El Siglo Futuro, como a un oráculo. [...]

La prensa de cada una de las tres tendencias había sido el palenque donde habían competido, más que contra los adversarios de la religión contra los católicos de otro bando, quienes representaban las diversas tendencias del catolicismo español. Para los integristas, los católicos alfonsinos eran liberales y por tanto, en base a lecturas maximalistas de textos de Pío IX, no eran católicos. Para los pidalistas, que se veían expulsados de la Iglesia por obispos de levita, Nocedal y los suyos eran cismáticos que no obedecían al Papa. Aunque ellos tampoco obedecieran cuando el Papa ordenaba silencio y caridad. Y para los carlistas, que veían en los integristas unos traidores y en los mestizos unos enemigos dinásticos, era fácil regocijarse con las heridas que los otros se causaban entre sí y contribuir a su vez a repartir mandobles a diestro y siniestro. Los obispos decidieron tomar la iniciativa y llevaron al Congreso Católico de Burgos una propuesta de actuación que, asumiendo prácticamente todos los postulados integristas los desvinculaban del partido. [...]

Las Bases estaban en el más puro espíritu del ralliement. Unámonos para defender la religión y dejemos las preferencias políticas para cuando los intereses de la Iglesia no estén comprometidos (128), aunque en ellas se contenía otra andanada antiintegrista, en la que no carecían de cierta razón los obispos (129). El Programa, en cambio, satisfaría las reivindicaciones de Nocedal (130), al menos en gran parte.

(125) FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, FRANCISCO JOSÉ: «El pensamiento contrarrevolucionario español: La Unión Católica», en Verbo, núm. 193 - 194, 1981; passim.
(126) Revista Eclesiástica, V, Valladolid, 1899, pág. 194.
(127) Revista Eclesiástica, V, Valladolid, 1899, pág. 194.
(128) Revista Eclesiástica, V, Valladolid, 1899, pág. 195.
(129) Revista Eclesiástica, V, Valladolid, 1899, pág. 196.
(130) Revista Eclesiástica, V, Valladolid, 1899, págs. 197-198.


FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, FRANCISCO JOSÉ: «Los obispos españoles del siglo XIX. Diócesis de Almería», en Verbo, núm. 347 - 348; págs 783-810.



viernes, 8 de mayo de 2015

Biblioteca Carlista Virtual




BIBLIOTECA VIRTUAL CARLISTA HISTÓRICA Y MILITAR

(Haga clic en los títulos para acceder a su contenido digital)

Obras escritas por autores carlistas:

Demostración del incontestable derecho que el Señor Don Carlos de Borbón tiene al trono de España (1833)

La contra-gaceta o refutación de los datos histórico legales en cuyo cumplimiento se manda reconocer y jurar a la primogénita del Sr. D. Fernando VII (José Ruiz de Luzuriaga, 1833)

Historia de la última época de la vida política y militar del Conde de España (Felix Ramon Tresserra o Fray Magín Ferrer, 1840)

Vida militar y política de Cabrera (Buenaventura de Córdoba, 1844)Tomos I y IITomos III y IV

Historia de Don Carlos y de los principales sucesos de la Guerra Civil de España (R. Sánchez, 1844)

Vida y hechos de don Tomás de Zumalacárregui (Juan Antonio Zaratiegui, 1845)

Resumen histórico de la campaña sostenida en el territorio vasco-navarro a nombre de D. Carlos María Isidro de Borbón de 1833 a 1839, e impugnación del libro que sale a la luz con el título de Vindicación del General Maroto, por un emigrado en el mismo país (1846)

Historia de la Guerra Civil de Cataluña en la última época, terminada con la emigración a Francia de las tropas carlistas en julio de 1840 (Gaspar Díaz de Labandero, Intendente del Ejército Carlista, 1847)

Recuerdos de la guerra carlista [1837-1839] (Príncipe Félix Lichnowsky, edición de 1942)

Carlos V: estudio biográfico por un contemporáneo (Enrique Emilio del Llano, 1884)
El Trono y los Carlistas. Consideraciones sobre una cuestión de actualidad (José Indalecio Caso, 1860)

Biografía de D. Pedro de la Hoz (José María Carulla, 1866)

Memorias de Alfonso Carlos (1870)

Almanaques carlistas1870187218891890

El Partido Carlista y la Revolución Española (Lorenzo Alier Sala, 1870) *

La Bandera Carlista en 1871. Historia del desarrollo y organización del Partido Carlista desde la Revolución de Setiembre (Vizconde de la Esperanza, 1871) *

El Espíritu Carlista (Vicente de Manterola, 1871)

Glorias carlistas desde 1833 a 1873, por un voluntario del ejército de D. Carlos

El gobierno carlista, lo que es en la teoría y en la práctica (Leandro Herrero, 1873)

Código penal de Don Carlos VII, por la gracia de Dios, rey de España (1875)

Carlos VII y D. Ramón Cabrera (Emilio de Arjona, 1875)

Don Carlos de Borbón y el Partido Carlista (Adolfo Llanos y Alcaraz. México, 1876) *

Detrás de las trincheras: páginas íntimas de la guerra y la paz desde 1868 hasta 1876 (Julio Nombela, 1876)

La campaña carlista: 1872 a 1876 (Francisco Hernando, 1877)

La peregrinación española en Italia 1876 (Manuel Pérez Villamil y Ramón Nocedal, 1877)

La España carlista: retrato de los partidarios de Don Carlos por sus detractores, y breve reseña de la organización, progresos y vicisitudes del campo carlista tomado como objetivo principal la última guerra civil (Francisco de Paula Oller, 1885)

Álbum de personajes carlistas (Francisco de Paula Oller, 1887)

Dos Reyes, por el Príncipe de Valori (Henri François de Valori-Rustichelli, 1889)

Hechos del valiente guerrillero D. Benito Vitores Pérez (Robustiano Bustamante, 1892)

Campaña del Norte de 1873 a 1876 (Antonio Brea, 1897)

Políticos en cuadrilla y el Partido Carlista (Enrique Ortiz de Zárate, 1898) *

D. Carlos considerado como patriota, militar y político (Miguel Bordoy, 1900)

Victorias de Carlos VII y de cruzados modernos: años de 1873 y 1874: odisea republicana (B. de Artagán o Reynaldo de Brea)

Don Jaime en España (Tirso de Olazábal, 1895)

Don Carlos: su pasado, su presente y su porvenir (Manuel Polo y Peyrolón, 1898)

Apuntes biográficos sobre la venerable María Cristina de Saboya, Reina de las Dos Sicilias y tía de D. Carlos (Manuel Polo y Peyrolón, 1902)

La madre de Don Carlos (Manuel Polo y Peyrolón, 1906)

Don Carlos de Borbón y de Austria-Este: su vida, su carácter y su muerte (Manuel Polo y Peyrolón, 1909)

La heroína de Castellfort: episodio histórico-tradicionalista (Jorge de Pinares, 1909)

Príncipe heroico y soldados leales (B. de Artagán o Reynaldo de Brea, 1912)

Políticos del carlismo (B. de Artagán o Reynaldo de Brea, 1913)

El Partido Carlista y los Fueros (Eustaquio de Echave-Sustaeta, 1915) *

Mis memorias (María de las Nieves de Braganza y Borbón, 1934)

Carlos VII, Duque de Madrid (Conde de Rodezno, 1929)

Carlos VII: Escritos políticos (Edición de Melchor Ferrer, 1957)

Veinte años con don Carlos: memorias de su secretario, el conde de Melgar (1940)

La reconquista: a través del alma francesa (Francisco Martín Melgar)

Visita de un católico español a Inglaterra (Francisco Martín Melgar)

Don Jaime, el príncipe caballero (Francisco Martín Melgar, 1932)

La Princesa de Beira y los hijos de Don Carlos (Conde de Rodezno, 1938)

Apuntes bibliográficos de la prensa carlista (José Navarro Cabanes, 1917)

Boinas rojas en Austria (Ignacio Romero Raizábal, 1936)

Historia del carlismo (Román Oyarzun, 1939) [vista previa limitada]

Antología de los documentos reales de la dinastía carlista (Melchor Ferrer, 1951)

Breve historia del legitimismo español (Melchor Ferrer, 1958)

Historia del Tradicionalismo Español. Tomo 30 (Melchor Ferrer, 1979): Volumen I, Volumen II




Obras escritas por autores no carlistas:

Orígenes de la tradición y del régimen liberal (Juan Bardina, 1916) *

El campo y la corte de Don Carlos: narración histórica de los sucesos acaecidos en las provincias del norte desde el momento en que Maroto tomó el mando del ejército carlista hasta la entrada de don Carlos en Francia, acompañada de documentos justificativos y notas aclaratorias (M. G. Mitchell, 1840)

Historia política del Partido Carlista de sus divisiones, de su gobierno, de sus ideas y del Convenio de Vergara (Manuel Lassala, 1841) *

D. Carlos María Isidro de Borbón. Historia de su vida militar y política (incógnito, 1844)

Historia militar y politica de Zumalacárregui (Francisco de Paula Madrazo, 1844)

Historia de Cabrera y de la Guerra Civil en Aragón, Valencia y Murcia (Damaso Calbo y Rochina de Castro, 1845)

Historia de Cabrera con la relación de los principales sucesos de su vida, hechos de armas, victorias, grados y condecoraciones que obtuvo en el ejército carlista (1848)

El caudillo de Morella. Poema en el cual se describen la vida y hechos del célebre Cabrera (1849): Tomo I, Tomo II

Vida y hechos del General Cabrera (1850)

Galería Militar Contemporánea, colección de biografías y retratos de los generales que más celebridad han conseguido en los ejércitos liberal y carlista, durante la última guerra civil (1846)Tomo I, Tomo II,

La Guerra de Cataluña, historia contemporánea de los acontecimientos que han tenido lugar en el Principado desde 1827 hasta el día, etc. (Eduardo Chao, 1847)

El conde de Montemolin: Historia de la vida publica y privada de D. Carlos Luis de Borbón y Braganza (1848)

Teatro de la guerra: Cabrera, los montemolinistas y republicanos en Cataluña: crónica de nuestros días (1849)

Historia biográfica del Conde de Montemolín, apellidado Carlos VI por sus partidarios (1854)

Páginas de la Revolución Española: periodo desde 1800 A 1840 (José Velázquez Sánchez, 1856)

Historia de la Guerra Civil, y de los Partidos Liberal y Carlista (Antonio Pirala, 1868): Tomo I, Tomo II, Tomo III, Tomo IV, Tomo V, Tomo VI

Historia contemporánea : anales desde 1843 hasta la conclusión de la actual guerra civil (Antonio Pirala, 1875-1879) [6 volúmenes]

Narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876 (1883-1889): Tomo I, Tomo II, Tomo III, Tomo IV, Tomo V, Tomo VI, Tomo VII, Tomo VIII, Tomo IX, Tomo X, Tomo XI, Tomo XII, Tomo XIII, Tomo XIV


Historia del carlismo desde nuestros días:

La primera Guerra Civil de España (1821-1823) (Rafael Gambra, 1972)

Apuntes y documentos para la historia del Tradicionalismo español: 1939-1966 (Manuel de Santa Cruz): Tomos I-III; Tomos IV-V

Recuerdos de la guerra: España 1936-1939: vividos y relatados por los autores (Hermanos Lamamié de Clairac y Alonso, 1991) [vista previa limitada]

La contrarrevolución legitimista, 1688-1876 (Joaquim Veríssimo Serrão y Alfonso Bullón de Mendoza, 1995) [vista previa limitada]

Spanish Carlism and Polish Nationalism: The Borderlands of Europe in the 19th and 20th Centuries (Marek Jan Chodakiewicz, John Radzilowski, 2003) [vista previa limitada]

Banderas blancas, boinas rojas: una historia política del carlismo, 1876-1939 (Jordi Canal Morell, 2006) [vista previa limitada]

La continuidad ideológica del carlismo tras la Guerra Civil (Manuel Martorell, 2009)

Véanse también nuestras otras bibliotecas virtuales: BIBLIOTECA TRADICIONALISTA POLÍTICABIBLIOTECA DE RELIGIÓN CATÓLICA y BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES


NOTAS

* No debe confundirse la expresión Partido Carlista, nombre comunmente dado a la Comunión Tradicionalista en el siglo XIX, con el falso Partido Carlista de ideología marxista y pro-separatista fundado en 1970 que usurpa indebidamente el nombre histórico del movimiento legitimista español.

* Por su interés, incluimos entre las obras de autores no carlistas «Orígenes de la Tradición y del Régimen Liberal» por Juan Bardina (edición de 1916), a pesar de haber militado el autor en las filas de la Comunión Tradicionalista y colaborado con vehemencia en varios periódicos tradicionalistas, antes de pasarse al incipiente «catalanismo». El propio Bardina manifestaría cínicamente no haber sido nunca carlista. Pese a la evidente heterodoxia del autor, el lector no hallará planteamientos que puedan calificarse de separatistas o marxistoides en esta obra, que se refiere en varias ocasiones a España como «la Patria» y defiende la popularidad y beneficios que tuvo la Inquisición Española, entre otras cosas.


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jueves, 7 de mayo de 2015

Los carlistas contra Juan Carlos en Granada y la multa a D. Balbino Rubio

Traemos hoy a la memoria los sucesos acaecidos en Granada hace más de medio siglo, en 1964, cuando la Comunión Tradicionalista trataba aún de influir en la evolución del Régimen nacido del 18 de Julio (a costa del sacrificio de los requetés y del pueblo español) que desde 1947 se definía como católico y monárquico y cuya sucesión a la Jefatura del Estado aún no había sido establecida de manera definitiva en la nefasta dinastía liberal. Basten los hechos aquí relatados, que tuvieron como protagonista al presidente del Círculo Vázquez de Mella de Granada, don Balbino Rubio Robla, multado con 60.000 pesetas, para demostrar que el Régimen tenía ya entonces mucho más de liberal que de verdaderamente católico y monárquico, a pesar de los infructuosos intentos de cambiar este rumbo por parte de los tradicionalistas.

Reproducimos primero, por su interés histórico, un fragmento del reciente libro de Manuel Martorell (sin entrar a valorar las erróneas opiniones de este autor sobre lo que es y ha sido el carlismo o tradicionalismo español) para a continuación reproducir algunos fragmentos del recurso presentado por nuestro predecesor Círculo Vázquez de Mella de Granada a la injusta multa:

El 13 de mayo de 1964 fueron detenidos y procesados por propaganda ilegal varios requetés que habían realizado pintadas por las calles de Sevilla. Las páginas de Montejurra reproducen las fotografías con la inscripción ¡Viva el Rey Javier! como prueba del delito. Se les pedía 6 años de cárcel y 500.000 pesetas de multa. Tras quedar en libertad con fianza de 100.000 pesetas, el 11 de junio el juez anulaba el procesamiento.

Pintadas reproducidas por la revista Montejurra que fueron
motivo de varias detenciones y procesamientos judiciales.
En Granada se multó nada menos que con 60.000 pesetas a Balbino Rubio Robla, presidente del Círculo Vázquez de Mella, por “atentar contra el orden público” tras haber criticado una recepción oficial a Juan Carlos. Balbino había difundido una carta abierta contra su “enojosa y provocativa” visita y la “parcial actuación de las de las autoridades hacia los derechos al trono de Juan de Borbón Battemberg”, ya que el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento había cumplimentado al primogénito de Don Juan en el vestíbulo del hotel donde se alojaba, además de cursar una invitación oficial el 23 de junio con motivo de la onomástica de su padre. El escrito de protesta de Balbino Rubio fue distribuido en Granada por los carlistas, que también realizaron pintadas por la ciudad.
Un oficial del Ejército y dos abogados fueron detenidos, según un comunicado difundido por el Requeté de Granada: “Mal camino para conseguir la unidad, solidaridad y colaboración que pide el Caudillo para poder enfrentarnos con otros 25 años de paz. ¿Es que quieren otro 14 de abril?”, se preguntaba el comunicado.

Las «Ediciones Requeté» publicaron el recurso que el Círculo Vázquez de Mella de Granada difundió profusamente contra la arbitraria multa impuesta por el Gobernador Civil a don Balbino Rubio Robla, Presidente del Círculo Vázquez de Mella, por repartir una carta dirigida a «Carlistas, Falangistas y excombatientes» sobre cuáles deberían ser las cualidades del futuro Rey para suceder a Franco en la Jefatura del Estado y según la Ley de Sucesión. El citado Gobernador Civil, Eduardo Cañizares Navarro, es tildado de contrario al Régimen y al 18 de Julio.

El escrito lo firman D. Julio Muñoz Chápuli, Jefe Regional de la C.T.; D. Juan Bertos Ruiz, Delegado Provincial de Excombatientes Requetés y D. Alfonso Labella Caballero, de la Directiva del Círculo Cultural Vázquez de Mella. Se hacen las siguientes críticas en contra del Gobernador Civil:

«La Comunión Tradicionalista, para demostrar la firmeza de sus convicciones, estimaba que sí era oportuno hacer públicos los principios que inspiran sus santos ideales de amor a la Patria y al Glorioso Movimiento Nacional.»
«A pesar de los reiterados ofrecimientos para servir en puesto del movimiento y las seguridades de integración dadas al Jefe Provincial, no ha habido un solo caso de pedir colaboración a ningún miembro de procedencia Tradicionalista para ningún puesto político o de acción pública.» 
«Organiza actos a favor de D. Juan de Borbón y Battenberg, que no es adicto a los Principios del Movimiento.»
«Reiteradamente se viene evitando todo acto de celebración o exaltación del 18 de Julio en esta Provincia.»
«Granada fue una de las pocas provincias españolas donde no se organizó ningún acto de protesta y condenación al pacto de Múnich. Ni en el aniversario de la muerte de José Antonio, ni el 18 de julio, se ha acudido oficialmente a la Cruz de los Caídos, que está en un estado de total abandono, creciendo libremente la hierba por todo el monumento, incluso en la losa de inscripción. Tampoco se ha celebrado acto oficial o exposición para destacar las realizaciones en los veinticinco Años de Paz.»
«Ha pasado este 18 de Julio sin más ceremonia oficial que la recepción en Capitanía, como un acto preceptivo, pero sin que por la parte civil se haya aprovechado esa fecha para mostrar al pueblo la importancia del aniversario o las realizaciones del Régimen. Y así se ha dado el caso, que únicamente la Comunión Tradicionalista, a quien este gobernador la acusa de alterar la unidad de la Patria y se la encuadra dentro de la Ley de Orden Público, el pasado 18 de Julio celebró un Tedéum de acción de gracias en el XXVIII Aniversario del Alzamiento, y una Misa en sufragio de todos los mártires de la Cruzada con gran asistencia de público en el templo de San Antón.»
«Consideramos deprimente para el Estado Español logrado con la Victoria, que en un periodo institucional, cuando los carlistas y el sano pueblo español están dando muestras de adhesión y manifiesto deseo de continuidad de la excelsa persona que encarna hoy el Estado y el Movimiento, todas las autoridades provinciales estén esperando en el hall de un hotel para cumplimentarle al primogénito de D. Juan de Borbon Battenberg, que no es precisamente por lo conocido hasta el día, un representante del espíritu del 18 de Julio.»

lunes, 4 de mayo de 2015

La Tradición

Saludos en Cristo a todos los camaradas seguidores de este cuaderno de bitácora, y muy especialmente a nuestro correligionario Rodrigo, gracias al cual tengo la oportunidad de participar aquí y aportar mi granito de arena a la Santa Causa de la Tradición.

Carga carlista, por el gran pintor Augusto Ferrer-Dalmau, retratista de nuestra Historia.

Y ahora surge la pregunta, ¿qué es la Tradición? Bien, la Tradición es el patrimonio religioso, espiritual, territorial, racial, social, que recibimos de nuestros padres. Es nuestra identidad, pues nosotros sólo somos un eslabón en la cadena de nuestra estirpe, que se remonta a celtíberos, grecorromanos y visigodos. Y esa Tradición empieza por la Fe, la religión revelada por Dios, el mismo que bajó de los cielos hecho Hombre a vencer a la muerte en la Cruz y a redimirnos de nuestros pecados. Desde Recaredo, España sólo conoció la grandeza heroica a la sombra de la Cruz. España fue ejecutora de las más grandes obras en nombre de Cristo Rey y de la Santísima Virgen: "Luz de Trento, Martillo de Herejes, Espada de Roma, Cuna de San Ignacio", en palabras de Menéndez y Pelayo. El Catolicismo, además de ser la Fe verdadera, es la nuestra, y sin ella, volveríamos al cantonalismo de los arévacos y los vetones, al paganismo decadente de las bacanales y las supersticiones. El Cristianismo es la religión de los valientes y de los héroes, la de un Dios que fue capaz de encarnarse y morir para salvar a sus hijos. Y nosotros, sus hijos, respondimos expandiendo su Palabra a los pueblos de aquel mundo por el que España se desparramó.

La Tradición sigue en la Patria, realidad metafísica e incombustible, pero también sencilla y mundana. La Patria en España fue más un conjunto de pueblos unidos en una gran misión que un estado-nación insignificante y corriente. La Historia de España es la de la forja de una raza de indomables, con una voluntad de hierro. Al amar a la Patria no amamos solo el pueblecito que nos vio nacer, las dehesas, los bosques, las mesetas, las montañas, nuestra tierra a la que nos sentimos ligados desde tiempos atávicos y cuya esencia corre por nuestras venas. Al amar a la Patria no amamos tampoco solamente nuestra raza, nuestros compatriotas, apretados en un estrecho sentimiento de camaradería, hermanos de una misma sangre y miembros de esa gran familia que integramos vascos, castellanos, leoneses, catalanes, aragoneses, catalanes, occitanos, andaluces, granadinos, napolitanos, sicilianos, sardos, saharauis, angoleños, guineanos, timorenses, mexicanos, quechuas, argentinos, mozambiqueños, guaraníes, tagalos, macaenses... Y me faltan todavía más de la mitad. Amamos también esa idea metafísica e imperial, gibelina y militar, esa misión que Roma y Constantinopla legaron a las Españas a través del título del imperio Bizantino que el basileo Andrés Paleólogo concedió a los Reyes Católicos. Aquello fue la consumación del "Fecho del Imperio", perseguido por Alfonso X (aunque ya muchos reyes de León se titularon emperadores), consumación que sería completada al fin con la coronación del César Carlos V. Este es el destino histórico del Quinto Imperio (tras asirios, persas, griegos y romanos): el imperio de la Fe.

No podría haber Patria sin Fueros. Los Fueros, las Leyes Viejas, las ancestrales costumbres de nuestro pueblo, forjadas por la lucha contra el sarraceno. En España nunca existió el feudalismo. España era una tierra de hombres libres, de pequeños propietarios rurales y campesinos. Esa lucha contra el sarraceno dio a los españoles un sentimiento de pertenencia a una tierra que habían reconquistado con su sangre, y que iban a trabajar con su sudor. Surgió así la vertebración comunal-jerárquica de las Españas, la de los concejos y las Cortes, la de la hidalguía atrevida, dueña de su propia tierra. Aquellos hidalgos con temor a Dios y sin miedo al hombre, fuese cual fuese, ante el cual siempre harían valer sus antiguas libertades, en las cuales radicaba la legitimidad del gobernante. Era una especie de "federalismo arcaico", la organización natural de los pueblos hispánicos. La aparición de un régimen absolutista-jacobino desde 1833, y su incapacidad de asimilación por la gente, es responsable de que hoy en día, aquí en España, no haya cuajado el nacionalismo moderno como sí ha pasado en otros países europeos.

Y, por último, no podrían haber Fueros sin un Rey que los hiciese valer. Nuevamente, el Rey hispano poco tenía que ver con absolutismos feudales. La monarquía hispánica tenía un fundamento isidoriano que la acercaba mucho a la "Res Pvblica", al bien común. El rey era ante todo, el primus inter pares (primero entre iguales, dijo don Carlos VII que si la nación es pobre, vivirán pobremente el Rey y sus ministros), y los pueblos de España tenían siempre la noción de reconocerlo por su propia voluntad, tras el pacto en el que el Rey juraba los fueros. El tiranicidio y el probablismo, que posteriormente, la Escuela de Salamanca no haría sino confirmar, fueron parte importante de la doctrina jesuita (por cierto, muestra de ese espíritu militar hispánico es que al jefe de la Compañía se le denomina General) que posteriormente importaría a las misiones guaraníes (todo un exitoso trasplante del modelo comunal hispánico al Nuevo Mundo, y uno de los mejores ejemplos de la doctrina distributista chestertoniana). Por tanto, el espíritu de la Monarquía Hispánica puede ser definido como meritocrática en esencia.

Esta es la esencia de España, NUESTRA IDENTIDAD. No podemos buscar nuestra grandeza en modelos extranjeros trasnochados, en teorías cuadriculadas decimonónicas, que intenten castrar la combativa alma hispánica y su católica misión, hacernos apostatar de nuestra Fe y convertirnos en un gregario rebaño de descabezados gobernado por oligarquías plutócratas que nos llaman a malgastar una papeleta cada 4 años. Tenemos que destruir el sistema, mirar hacia nuestro pasado para poder avanzar a nuestro futuro, en definitiva, ¡ser españoles!

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