martes, 30 de agosto de 2022

Tradicionalismo y fascismo (V) : Otros fascismos y epílogo

 

Folletón de EL SIGLO FUTURO

por José Luis Vázquez Dodero (noviembre-diciembre de 1934)


OTROS FASCISMOS *

ESPAÑA. Falange Española de las J. O. N. S.

Este movimiento, acaudillado por José Antonio Primo de Rivera, reúne actualmente las fuerzas de Falange Española y las de las Juventudes de Ofensiva Nacional-Sindicalista, grupos distintos fundidos en la «F. E. de las J. O. N. S.» 

El pensamiento de «Falange» está expresado en los «Puntos iniciales» (1) y en los discursos de su Jefe, sobre todo en el de 29 de octubre de 1933 y el de 4 de marzo de 1934. 

«Falange» concibe España como «una unidad de destino» cuyos fines son: 

«1.° La permanencia en su unidad.
2.º El resurgimiento de su vitalidad intensa.
3.º La participación, con voz preeminente, en las empresas espirituales del mundo.» (2) 

Para alcanzar estos fines, España tropieza, según «Falange Española», con el obstáculo de una triple división: la de los separatismos regionales, la de los partidos políticos y la de la lucha de clases. 

Para obviar la primera dificultad, «el sentido total de la Patria» exige «que todos los pueblos de España, por diversos que sean, se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino». Para suprunjr el segundo obstáculo es necesario «que desaparezcan los partidos políticos». «Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político; en cambio, nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo.» (P. de Rivera.) 

En fin, para acabar con la lucha de clases «el nuevo punto de vista considera a cuantos contribuyen a la producción como interesados en una misma gran empresa común». («Puntos iniciales»: 6.) 

El Estado, no hay que decirlo, ha de ser un Estado totalitario. «Un Estado de «todos»: es decir, que no se mueva sino por la consideración de esa idea permanente de España; nunca por sumisión al interés de una clase ni de un partido.» («P. iniciales»: 4.) •

En lo espiritual, rechaza la interpretación materialista de la Historia y proclama que «toda reconstrucción de España ha de tener un sentido «católico». El nuevo Estado debe «inspirarse en el espíritu religioso católico tradicional en España, y concordará con la Iglesia las consideraciones y el amparo que le son debidos». («P. iniciales»: 8.) 

¿Y la forma de gobierno? ¿Es republicano el movimiento de Falange Española? ¿Es monárquico, como el que acaudilla Mosley? 

Este punto está eludido así en los discursos del Jefe como en los «Puntos iniciales»; lo está también en las principales manifestaciones del pensamiento falangista. 

En el discurso de 29 de octubre de 1933, con el que hizo su aparición en política, José Antonio Primo de Rivera dijo: «Eso venimos a encontrar nosotros en el movimiento que empieza en este día: ese legítimo señor de España; pero un señor como el de San Francisco de Borja, un señor que no se nos muera. Y para que no se nos muera, ha de ser un señor que no sea al propio tiempo esclavo de un interés de grupo ni de un interés de clase.» 

A juicio de Víctor Pradera, que ha comentado este discurso, «el Tradicionalismo tiene el «Señor que no se puede morir» en la única forma posible en política: en la forma de institución. Y así la adoptó, creando la Monarquía representativa hereditaria». (3) 

En el pensamiento de «Falange» se percibe la huella de Mussolini: la literatura fascista por excelencia informa más que otra alguna los artículos y discursos de los «líderes». (4) 

ALEMANIA. El Nacional-Socialismo racista. 

El 23 de marzo de 1933 decía Hitler ante el Reichstag: «La disolución ataca todos los fundamentos del orden social. La completa contraposición de unos a otros en cuanto a los conceptos de Estado, Sociedad, Religión, Moral, Familia, Economía, abre diferencias que conducen a la guerra de todos contra todos. Partiendo del liberalismo del siglo pasado, este proceso encuentra naturalmente su término en el caos comunista.» 

Estas palabras son exactamente las que en labios tradicionalistas significaron durante un siglo la repulsa hacia el régimen liberal y el continuo toque de alarma sobre las consecuencias que acarrearía. De aquí que el hitlerismo nacional-socialista coincida con Tradicionalismo y Fascismo en ser movimiento antiliberal. Quiere, como ellos, levantar sobre las ruinas del Estado liberal, el edificio de un Estado que dé por caducados para siempre los principios del liberalismo. Por eso el término «Fascismo» tiene un sentido genérico, por virtud del cual se aplica no sólo al fenómeno político italiano, de donde ha salido el nombre, sino a todos aquellos que van apareciendo en Europa para sofocar la división liberal y democrática y unir en un haz a todas las fuerzas dispuestas a salvar a la patria. 

Anotada esta analogía fundamental, hay que hacer constar las particularidades privativas de cada uno de esos «fascismos». 

La más sobresaliente del nacional-socialismo alemán es su «racismo». Su punto de vista, su fin, sus medios salen de este norte de la raza. 

El antisemitismo racista no se funda, como el español en su día, en la universalidad del catolicismo, sino en una cuestión de raza. 

«Hitler —ha escrito Eugenio Montes— pasa de la idea justa de que Alemania estaba corrompida, a la idea injusta de que esa corrupción es la obra del hebreo. Un resbalón más, y ya estamos en la tesis de que todo alemán es naturalmente bueno, siendo el judío quien, en la época de su poder, lo maleaba, lo convertía en malo.» (5) 

«La sangre y la raza volverán a ser fuentes de la intuición artística.» (Hitler.) 

La enemiga del Nacional-Socialismo a la raza judía es cosa de sangre aria incompartida. 

La esterilización de los psicópatas, ya puesta en práctica, obedece a esta idea de la raza que da su ser al «racismo». La «raza» lo es todo. El movimiento nacional acaudillado por Hitler es «racista», y esta peculiaridad acentuadísima es lo que más le distingue de los otros «fascismos». 

Por lo demás, «todo el Poder —dice el Führer en el discurso de 6 de julio de 1933— yace en manos del ejecutivo». 

El nacionalismo racista ha manifestado la soberanía del Imperio. Cada Estado tiene al frente un gobernador, nombrado por el Presidente de la República a propuesta del Canciller. El gobernador representa y pone en práctica la política del Canciller. Nombra y depone a los jefes del Gobierno regional y a propuesta suya a los demás miembros del Gobierno. (6) 

***

Acerca de la forma de gobierno, Hitler ha hecho las siguientes manifestaciones: «El gobierno nacional, ante el actual estado de cosas, considera la cuestión de la restauración monárquica como fuera de discusión. El intento de resolver este problema por sí mismo en algún Estado alemán sería considerado como un ataque a la unidad del Reich y se procedería en consecuencia». (Discurso ante el Reichstag, el 23 de marzo de 1933.) 

«No se trata ahora de decidir sobre Alemania como Estado, del Imperio como forma de gobierno; no se decide sobre la monarquía, ni sobre el capitalismo ni el militarismo, sino sobre el ser o no ser de nuestro pueblo.» (En el Congreso del Frente del Trabajo alemán; Berlín, 10 de mayo de 1933.) (7)

«Protesto contra la tesis de que Alemania sólo puede ser feliz con sus dinastías hereditarias. Esta tesis, propalada intensamente en los últimos días, es falsa. Con toda estimación a los valores de la Monarquía y aquellos entre nuestros Emperadores y Reyes que han sido verdaderamente grandes a lo largo de nuestra historia, declaro que actualmente queda fuera de discusión el problema de la forma de Gobierno. Sea cual fuere la decisión que a este respecto adopte la nación algún día, sea cual fuere la resolución que den al problema el pueblo y sus conductores, una cosa habrá que tener presente: quien asuma la mas alta significación del Estado recibirá sus poderes del pueblo alemán, y sólo del pueblo alemán, dependiendo, por tanto, de él exclusivamente. Yo me siento tan sólo encargado por la nación de una misión que consiste en ejecutar aquellas reformas que luego puedan darle al pueblo la posibilidad de decidir, de un modo definitivo, la forma de Gobierno que adopte para el futuro, y su Constitución para más adelante.» (Discurso en el Reichstag el 30 de enero de 1934, primer aniversario de la subida al poder.) 

El Jefe del Gobierno prusiano, Goering, ha disuelto todas las federaciones y organizaciones monárquicas y se ha preparado para impedir el resurgimiento de tendencias y movimientos análogos. «El nuevo Estado —ha dicho— desconoce el litigio de la forma de gobierno.» 


El canciller católico austríaco Engelbert Dollfuss
pasando revista a las tropas.

AUSTRIA. El «Frente patriótico». 

Dominada por completo la revolución judaico-roja y algo apagados, al parecer, los peligros del nacional-socialismo y del Anschluss, el «kleine» Dollfuss está entregado a la obra de edificar la nueva Austria. Repetidamente ha dicho que edificará sobre los firmes pilares de la «Quadragesimo anno». Claras están, pues, las directrices del nuevo Estado: católico, corporativo. 

En la mente de Dollfuss la religión no es, por consiguiente, un medio político, sino un fin. Su ferviente religiosidad aleja cualquier sospecha de pragmatismo. 

«Austria es un Estado católico cuyos derechos vienen de la gracia de Dios, y no del pueblo.» 

Van a la absoluta eliminación de todo vestigio de política liberal, democrática y de lucha de clases. 

Han quedado suprimidos los partidos políticos; el «Frente patriótico» —formado por cristiano-sociales, Heimwehren y agrarios— será en adelante la única expresión del sentido de la opinión pública. 

Han sido deshechos los sindicatos socialistas y se han creado unos sindicatos profesionales, únicos reconocidos de ahora en adelante, que constituirán las distintas Corporaciones, base social del nuevo Estado. 

Se constituirá, según parece, una Cámara con representación orgánica corporativa y facultades legisladoras en determinados asuntos (económicos, sociales, etc.). 

Muy en breve se pondrá en vigor la nueva Constitución, a la que Eugenio Montes califica de «aquiniana». 

Austria ha hecho borrar de su denominación oficial la palabra «república» y en su emblema ha cambiado el águila republicana por el águila imperial. Es una república, pero parece como si no quisiera serlo. Está abriendo las puertas de la patria a los Habsburgos, con los que parece estar Dollfuss en buenas relaciones. ¿Por qué no entonces una restauración? 

Los draconianos tratados internacionales de la postguerra impusieron a los vencidos —argumento Aquiles contra la idea republicana— la transformación en República como medio para su total aniquilamiento. Dificultan, pues, grandemente los aliados la restauración austríaca. Saben que será el comienzo de la formación de una gran potencia. 

Pero parece ser que Dollfuss también se ha dado cuenta de que le hace falta esto para bien forjar la nueva Austria. 


INGLATERRA E IRLANDA 

El país del tópico liberal y parlamentario también está siendo invadido por las doctrinas fascistas. Los camisas negras, acaudillados por Sir Oswald Mosley, están adquiriendo gran auge. 

Muy poco se puede decir de su contenido ideológico, pues son en la oposición, como buenos fascistas, todo nervio y acción. No admiten el «racismo»; son mussolinianos y no hitlerianos. 

Son los únicos fascistas —que yo sepa— decididos en cuanto a forma de gobierno: son clara y rotundamente monárquicos. 

Los fascistas irlandeses —camisas azules— tienen por jefe a O'Duffy. 

Es enemigo de De Valera por sus delirios separatistas. 


PORTUGAL. Oliveira y el Nacional-Sindicalismo. 

En Portugal la revolución, más lenta y moderada, conducida por Oliveira Salazar, permanece completamente dentro del régimen republicano. Ha modificado por decreto el sufragio, restringiendo en parte su universalidad y concediendo voto de calidad a los padres de familia. Con la nueva Constitución del Estado, aprobada por plebiscito el 19 de marzo del año pasado, se abrió un ciclo nuevo en la vida de la nación, definiendo la república portuguesa como una «República unitaria y corporativa», y quedando, por tanto, suprimida la huelga y todo rastro de lucha de clases. Se están formando los Sindicatos que integrarán las Corporaciones, según dictamina el Estatuto del Trabajó Nacional. 

Actualmente no hay más que poder personal dictatorial. Según parece, una vez realizada esta nueva estructuración portuguesa, se formará una Cámara Corporativa. 

El Nacional-Sindicalismo, cuyo principal teórico es Rolao Preto, que desempeña además la jefatura del grupo, tiene un contenido eminentemente económico expuesto brillantemente por aquél en doce puntos doctrinales. (8) 

En ellos se nos muestra el Nacional-Sindicalismo como un movimiento de gran acometividad, que pretende derruir el Estado liberal para establecer el Corporativo.


EPÍLOGO 

De estas breves consideraciones se deduce, como indicaba al comenzar el trabajo, que Fascismo y Tradicionalismo son movimientos que coinciden en el designio de derrocar la política liberal con todas sus derivaciones y consecuencias. Ortega y Gasset ha dicho que el Fascismo erige a «la violencia en sucedáneo de una legalidad inexistente»; Para Ortega lo más característico del Fascismo es la «ilegitimidad». «Lo que otorga un altísimo rango —dice— como síntoma histórico al hecho italiano es que nos presenta el gobierno de un poder ilegítimo «como tal». Toda preocupación por consagrar mediante un derecho el ejercicio del poder está sustituida por la mera declaración de un motivo: «hay que salvar a Italia». (9) 

Todo esto presupone el concepto liberal del orden jurídico, según el cual una suma de voluntades humanas establece siempre la legalidad valedera, aunque sea con menoscabo de la norma eterna. 

Del Vecchio, por el contrario, cree en el Derecho natural y afirma que el Fascismo es un esfuerzo para restaurar en el mundo su dormido imperio. 

«La verdad es —afirma— que la revolución fascista no es otra cosa que un paso adelante en el camino de la verificación histórica del Derecho natural. De este criterio ideal toma la razón de su legitimidad, que en vano se buscaría en concepciones inmanentistas o positivistas del Derecho.» (10) 

Sean cualesquiera los errores y aun las vulneraciones del Derecho natural que el Fascismo haya cometido, lo indudable es que las palabras de Del Vecchio son ciertas, porque el Fascismo no es la consagración de lo ilegítimo, como dice Ortega y Gasset, sino la repudiación de una legitimidad no más que aparente para instaurar un orden que valore las cosas ateniéndose a eterna e inmutable pauta. 

Con mayor o menor precisión y tino, todos los «fascismos» vagan alrededor del Derecho natural, a veces tímida o equivocadamente, pero siempre en actitud de arrancarle el secreto. Tanteos o realizaciones, indican sin cesar que se busca lo que hay de eterno en el orden del universo; eso que la quimera de varias generaciones ha querido hacer objeto de deliberación, entregándolo, como cualquier accidente, a las disputas de los hombres. 

Este amor de eternidad había sido desde mucho antes la esencia del Tradicionalismo. No hay un solo punto de su programa que no se haya examinado a la luz de lo eterno. Por eso en él la Idea es antes que la Acción, que toma su dirección en el seno de aquélla, como la flecha de manos y ojos del arquero.

En lo fundamental, todos los movimientos de ahora no han hecho sino confirmar la doctrina política tradicionalista. 

Las diferencias nacen de circunstancias de lugar y tiempo y acaso también de que Mussolini y sus colegas, hombres de improvisación, tienen que suplir intuitivamente todo lo que no se les alcanza por un sistema de verdades adquirido y dominado con la parsimonia científica. 

Así, quizá lo que en sus comienzos tiene apariencias de cesarismo, dé más tarde paso, en circunstancias propicias, al orden antiguo del Rey de herencia que reina y gobierna como el padre del pueblo. 

Horacio, refiriéndose a las voces arcaicas, dejó escrita esta sentencia en su «Arte poética»: «Multa renascentur quae jam ceciderunt»: muchas renacerán que ya cayeron en desuso. 

Algo así puede decirse en esta hora de Derecho y Política, Estado y Gobierno. 

Todo hace pensar que los hombres comienzan a afanarse por un orden nuevo. Nuevo, porque el actual ha durado tanto que ha llegado a parecer el orden natural de las cosas. Fuera de esto, el orden que se busca no es nuevo, sino eterno.

LAUS DEO



(*) Téngase en cuenta al leer este capítulo que el plazo de admisión de los trabajos para el Concurso de que se trata se cerraba en marzo [de 1934].

(1) Vid. el núm. I de «F. E.»: «Puntos iniciales».

(2) «Puntos iniciales», 1.

(3) Vid. «¿Bandera que se alza?», núm. 43 de «Acción Española». 

(4) Giménez Caballero ha publicado «La nueva catolicidad» con observaciones sobre España.

(5) «El vértigo romántico». («A B C», 2-2-1934.)

(6) Vid. «La revolución Nacional-Socialista», por Vicente Gay. Barcelona, 1934. 

(7) «La joven Alemania quiere Trabajo y Paz.» (Discursos del Canciller Hitler; edición oficial en castellano: Berlín, 1933.)

(8) Véanse los interesantes artículos publicados por Preto en los números 39, 45, 46, 47, 49 y 50 de «Acción Española»; donde expone los doce puntos.

(9) Vid. J. Ortega y Gasset: «El Espectador»; tomo VI, pág. 35. («Sobre el Fascismo».)

(10) Vid. art. cit., pág. 854.

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