Un foco de conspiración carlista, un centro de espiritualidad y cultura
Manuel Fernández Espinosa
Por debajo de la Granada oficial y superficial del siglo XIX late un hervidero de carlismo perseverante. Este carlismo se concentra en la Real, Insigne y Muy Antigua Abadía del Sacromonte, emplazada al noreste de la ciudad de La Alhambra, en lo que con anterioridad se llamaba Monte Valparaíso antes de llamarse Sacromonte. El Sacromonte sería uno de los lugares que más polémicas suscitaría, desde que en 1595 fueron hallados unos restos óseos que se identificaron con las reliquias de los discípulos de Santiago Apóstol: San Cecilio, San Tesifón y San Hisicio, amén de unos libros -los famosos Libros Plúmbeos ó Plomos del Sacromonte- que fueron desacreditados como una falsificación histórica que, todo parece indicarlo así, urdieron algunos moriscos interesados que, con estos libros apócrifos, trataban de conciliar el cristianismo con el islam tras la Guerra de las Alpujarras. A despecho de los Libros Plúmbeos, el celo católico elevó en el Monte Valparaíso un complejo religioso con Via Crucis, capillas rupestres (las Santas Cuevas), un Colegio y un Seminario, así como la Abadía propiamente que se edificó en el siglo XVII, constituyendo un enclave formidable de la religiosidad, la cultura y la tradición de Granada.
A finales del siglo XIX los canónigos del Sacro Monte todavía seguían fuertes en la Abadía, convertida en inexpugnable bastión del carlismo. A la Abadía venían a refugiarse los carlistas perseguidos de la Andalucía oriental: Granada, Málaga, Almería y Jaén, bien da cuenta de ello el carlista D. Rufino Peinado y Peinado, cuyo padre no sabemos si pasó más tiempo escondido al recaudo de la Abadía que en su casa de Castillo de Locubín (Jaén) y a la Abadía del Sacromonte venía el canónigo madrileño D. José Torres a reclutar jóvenes como el mismo Rufino. Estaría por abordar un estudio en profundidad de lo que supuso la granadina Abadía del Sacromonte para el carlismo sureño, lo cierto es que si en Granada puede irse a buscar en foco del carlismo hay que ir a la Abadía del Sacromonte.
Venerable D. José Gras y Granollers |
Pero no serían solo canónigos conspiradores y facciosos los que poblarían la Abadía, con ellos —en comunión de ideales, pero consagrados a tareas más espirituales y culturales— convivieron grandes personalidades de la Iglesia española del siglo XIX, a los que visitaban asiduamente personalidades de la cultura granadina de dimensión nacional e internacional. El carisma personal que atraería y concentraría la movilización espiritual y cultural sería el catalán P. José Gras y Granollers (1834-1918), proclamado Venerable el 25 de marzo de 1994. El Venerable Padre Gras llegaría a la Abadía del Sacromonte en 1866 ganando por oposición una canongía en la Abadía, instalándose desde entonces aquí, tras muchas peripecias propias de un sacerdote católico del siglo XIX, hostigado y perseguido por los poderes laicistas. En 1866 fundaba una sociedad religioso-literaria llamada "Academia y Corte de Cristo" cuyo objeto él mismo definía con estas palabras: "La Academia de Cristo no tiene otro objeto más que extender todo lo posible el reinado intelectual y moral de Cristo sobre todas las almas, y preservarlas del doble veneno del error y de la desmoralización que hoy rebosa en todas partes". Para ello se puso a la obra, bajo el lema de "Hacer el bien" y con encomiable celo apostólico, dedicándose él mismo y los hombres que congregó a su alrededor a una perseverante labor publicística que exaltaba la divinidad y la realeza de Jesucristo-Eucaristía.
Formó la Academia y Corte de Cristo con hombres de confianza y peso científico, clérigos y seglares, que compartían con el P. Gras el mismo fervor. El consejo directivo lo formaban D. José Martín Gutiérrez, magistral, y D. José de Ramos López, canónigo. El Consejo consultivo quedó compuesto por el Abad del Sacromonte, D. Nicolás del Paso y Delgado, el Chantre D. Antonio Sánchez de Arce y Peñuela, el provisor eclesiástico D. José Oliver, el canónigo y director del Colegio de Santiago, D. Juan Manuel Moscoso, el también canónigo D. Isidoro de Velasco, el capellán real D. Servando Arbolí, el abogado D. José Salvador de Salvador y los catedráticos universitarios: D. Nicolás del Paso y Delgado, D. Leopoldo Eguilaz Yanguas, D. Manuel de Góngora y D. Francisco Javier Simonet Baca.
Francisco Javier Simonet, arabista y carlista |
Conviene reparar en estos tres eminentes científicos que pertenecieron a la Academia y Corte de Cristo:
El almeriense D. Manuel de Góngora y Martínez (1822-1884) fue un prominente arqueólogo español al que le debemos el hallazgo de la Cueva de los Letreros (Vélez Blanco), uno de los más importantes enclaves arqueológicos de pintura rupestre, donde asimismo se descubrió el Indalo que se ha convertido en símbolo de identidad almeriense y emblema del grupo artístico llamado el Indalismo, con Jesús de Perceval (1915-1985) como líder. Góngora no fue una figura provinciana, sino que fue miembro de institutos arqueológicos europeos como el de Roma, el de París y el de Berlín.
En cuanto a Leopoldo Eguílaz y Yanguas (1829-1906) y Francisco Javier Simonet y Baca (1829-1897) podemos decir que ambos, aunque no eran granadinos nativos, se vincularon a Granada por tener en la universidad granadina a su Alma Máter. Pertenecieron ambos al grupo, tan desconocido hoy y tan relevante para la cultura hispánica, de los llamados "Orientalistas Granadinos". Este grupo quedó caracterizado por el mismo Simonet en su escrito "Noticia de los orientalistas que ha producido la Universidad [de Granada]". En esta relación se pone en evidencia que muchos de los miembros del grupo de Orientalistas Granadinos empezaron estudiando el sánscrito, derivando posteriormente al estudio del árabe, no eran todos nativos de Granada (Eguílaz era murciano y el mismo Simonet era malagueño), pero en el momento crucial de su formación intelectual coincidieron en Granada, teniendo dedicaciones profesionales diversas como docentes, como clérigos o como diplomáticos, no pocos de ellos permanecieron en Granada hasta su muerte y mantuvieron relaciones entre sí. Este grupo intelectual no permaneció instalado en la comodidad de su cátedra universitaria, sino que realizó una labor expedicionaria muy significativa para recopilar manuscritos árabes, sobre todo en Marruecos, a partir de 1859.
Simonet, tal vez el más conocido, fue catedrático de lengua árabe en la Universidad de Granada y le debemos, entre sus muchas y acreditadas aportaciones intelectuales, una obra fundamental: "Historia de los mozárabes españoles" (1867). Según uno de los condiscípulos de Simonet, Almagro Cárdenas, Simonet "fue carlista antes que literato". La afirmación tal vez sea hiperbólica, pero es lo suficientemente elocuente como para comprobar que el perfil de los intelectuales vinculados a la Academia y Corte de Cristo del P. Gras y, por ende, a la Abadía del Sacro Monte, no eran en modo alguno tibios hombres que no se comprometieran con la Religión Católica y la Patria.
El P. Gras, por su parte, no quedó tampoco restringido al ámbito provinciano. Por mucho que su figura hoy sea la de un desconocido, su colosal labor propagandística fue reconocida por prestigiosas entidades internacionales, entre las que cabe destacar el Consejo Superior del Museo y Biblioteca Eucarísticos de Paray-le-Monial (al que fue adscrito como miembro perpetuo en 1882), fue nombrado representante en España de la revista internacional "Le Règne du Jésus-Christ", en 1885 se convirtió en miembro del Comité Permanente de la Sociedad de los Fastos Eucarísticos y participó en el Congreso Eucarístico de París del año 1888, presentando una ponencia bajo el título "El pacto de Cristo con España" que el mismo Barón de Sarachaga tradujo al francés. La relación del P. Gras con el núcleo del Hiéron de Paray-le-Monial (que yo mismo he tratado en los artículos enlazados abajo) no puede pasar desapercibido.
Y es que, como el mismo P. Gras afirmó:
"La Academia y Corte de Cristo no es lo que vulgarmente se entiende por una cofradía, no es una mera asociación de culto al Santísimo Sacramento o una empresa de propaganda religiosa; somos todo esto y mucho más que esto; somos un apostolado, una cruzada de hombres, mujeres y niños para hacer triunfar el bien, frente a frente de la organización, propaganda y desbordamiento universal del mal".
La Academia y Corte de Cristo fue otra manifestación exterior de un núcleo permanente que, pese a todos los avatares históricos, está latente en la Cristiandad y siempre en España.
Enlaces relacionados:
Fernández Espinosa, Manuel, EL HIERON DU VAL D'OR AL SERVICIO DEL REINADO SOCIAL DE CRISTO, publicado en RAIGAMBRE (Revista Cultural Hispánica), 7 de febrero de 2015.
Fernández Espinosa, Manuel, CARLISMO EN EL SUR, publicado en RAIGAMBRE (Revista Cultural Hispánica), 2 de junio de 2015.
Fernández Espinosa, Manuel, EL HIERON DU VAL D'OR AL SERVICIO DEL REINADO SOCIAL DE CRISTO, publicado en RAIGAMBRE (Revista Cultural Hispánica), 7 de febrero de 2015.
Fernández Espinosa, Manuel, CARLISMO EN EL SUR, publicado en RAIGAMBRE (Revista Cultural Hispánica), 2 de junio de 2015.
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