martes, 24 de julio de 2018

Reseña: Hispania-Spania, el nacimiento de España; de Santiago Cantera


Hispania-Spania. El nacimiento de España.
Conciencia hispana en el Reino Visigodo de Toledo.
Actas Editorial (Madrid, 2014). 563 pp.  
Santiago Cantera Montenegro es el abad de la comunidad benedictina de la Basílica del Valle de los Caídos. Probablemente lo recordarán como el abad que ha ofrecido tanta resistencia contra la decisión del gobierno de Pedro Sánchez de exhumar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos. También es un personaje que ha defendido la doctrina tradicional del Reinado Social de Cristo frente al olvido de las jerarquías.

Como autor ha colaborado en las revistas Razón española y VERBO, sobre temas relacionados con España, en lo relativo a su historia y su tradición, sobre el monacato cristiano y su papel en la construcción de la Cristiandad.

Hispania-Spania. El nacimiento de España se presenta como una continuación del clásico El concepto de España en la Edad Media de José Antonio Maravall, ampliando el límite cronológico de la invasión islámica a fechas anteriores.

Esta obra nace con el propósito de revisar y redescubrir la historia de España remontándose a sus propios orígenes, para lo cual retoma la tesis tradicional de la época visigoda, y en particular el III Concilio de Toledo, como fundador de facto de España como nación. Sólo redescubriendo sus orígenes, cree Cantera que España podrá retomar su tradición, entender su historia, redefinir su presente y crear un futuro.

Roma unifica España mediante su lengua, su derecho, sus calzadas y sus milicias. Junto a Roma llega el cristianismo, con el que España da a Roma al emperador Teodosio, quién hará oficial en el Imperio el credo de Nicea. Las invasiones germánicas provocan la disgregación del Imperio, pero la Iglesia Católica hace que éste conserve una cierta unidad. El Reino de Toledo supondrá la primera experiencia de gobierno único e independiente sobre toda la Península con la unificación llevada por Leovigildo, Recaredo con el III Concilio de Toledo establece la unidad católica de España y Roncesvinto establece la unidad jurídica o civil con el Liber Iudiciorum, base jurídica de los reinos cristianos medievales.

El III Concilio de Toledo establece la unidad católica de España mediante la unión por la misma fe y en el mismo reino. La unificación religiosa establece tanto el mismo credo como la misma liturgia, debido a la interrelación entre la lex credendi y la lex orandi, establecida esta última en el IV Concilio de Toledo, presidido por San Isidoro de Sevilla.

A partir del III Concilio, la fe católica se vuelve una condición indispensable para el monarca visigodo. En el VIII Concilio, Recesvinto, afirmaba que la observaba con los fieles, invitaba a ella a los infieles que quisieran salvarse, gobernaba en ella a sus súbditos, amonestaba a sus propias gentes a que la observasen y la anunciaba a pueblos ajenos.

Con el Reino Visigodo, se establece una gran etapa de esplendor religioso, teológico y cultural que en las posteriores generaciones se convertirá en un modelo de referencia. La invasión islámica del 711 destruye por completo el mundo visigodo, adquiriendo los hispano-godos conciencia de la Pérdida de España. El deseo de restaurar la unidad religiosa y política, el Reino Visigodo, de los que los reinos cristianos se sienten herederos, el denominado neogoticismo, se convertirá en el motor principal de la Reconquista junto al ideal de Cruzada. El neogoticismo llega a su cumbre en 1492, con la pretensión de los Reyes Católicos de restaurar la unidad goda.

El concepto de España en la época visigoda distingue entre un concepto de orden político, el reino o las provincias de España y Galia, el Reino Visigodo, y un concepto puramente geográfico, el referido a España propiamente dicha. España en la época se escribe mediante las grafías Hispania e Spania, sin embargo, también es muy común el uso de esta palabra en plural: Hispaniae/Spaniae, las Españas.

La monarquía visigoda encuentra su capital en la urbs regia, sede de la monarquía y de su aparato administrativo. En éste, destaca el Oficio Palatino, una administración central con varias ramificaciones a la cabeza cada una de un Comes. Junto a ella, existía el Aula Regia Senatus, una asamblea compuesta por los principales nobles y eclesiásticos del reino que debía asesorar al Rey en los asuntos políticos, legislativos y jurídicos más importantes. La urbs regia se establece en Toledo, que también se transforma en la Primada de las Españas, y allí se reunirá el Concilio General de la Iglesia Hispánica, con preferencia en la Basílica de Santa Leocadia.

El concepto de las Españas (Spaniae, Spaniarum, Spanias, Spaniis, Spaniam) surge en época romana para designar al conjunto de provincias romanas establecidas en Hispania, y sólo unificada mediante la Archidiocesis hispaniarum. España se encuentra dividida en época visigoda en Conventus o Provincias, cada una de las cuales se encuentra en cabezada por un dux, un comandante militar con funciones administrativas y judicales. La provincia, que en época romana se dividía en conventus (convertida ahora en sinónimo de provincia), se divide en época visigoda en pars o regio.

La división administrativa de Hispania sufriría numerosas modificaciones a lo largo de la historia de Roma, sin embargo, cuando pasa al dominio godo, sus provincias son las siguientes: Baellica, capital entre Corduba e Hispalis, Lusitania, con capital en Emerita Augusta, Tarraconensis, con capital en Cartago Nova (la ciudad era también Primada de las Españas, pero ésta se traslada a Toledo cuando Cartago es conquistada por los bizantinos), Tarraconensis, con capital en Tarraco, y Gaellica, con capital en Bracata Augusta. A estas provincias se añade la provincia Galliae, también conocida como la Septimania o la Narbonense, el territorio en Galia que sigue en manos del Reino Visigodo a la caída del Reino de Tolosa.

Santiago Cantera señala el gran vigor que conserva la vida provincial, lo que se observa en la gran diversidad de costumbres y ritos religiosos, que incluso deberá ser sometidos a legislación por el Concilio de Toledo para evitar la disgregación o los cismas, conservando la uniformidad del reino. En otros casos, sin embargo, se aceptarán. Cantera dice de la vida provincial: el Concilio XIV refleja a un mismo tiempo (...) un claro sentido de España, y de la unidad del reino visigodo, así como un claro sentido de la vida propia de las provincias en el seno de la comunión hispánica superior, juntamente con un claro de universalismo católico en torno a una misma fe, al Papa de Roma y a los Concilios Ecuménicos.

El concepto de España se entiende con los conceptos de gens, patria, populus y regnum. La Gens designa a una colectividad que comparte un mismo origen, siendo sinónimo de pueblo, nación, raza o estirpe. La Patria es el territorio común que habitan godos e hispano-romanos, aplicándose tanto a España como al reino visigodo de España y Galia. El Populus es el pueblo que habita el territorio hispano o parte de él, y que se encuentra bajo la autoridad del rey godo. El Regnum es la entidad política sometida al gobierno del rey, así como la autoridad y ejercicio del poder real. Estos conceptos suelen ir unidos al genitivo gothorum (de los godos), al haber interiorizado las clases cultas hispanas la monarquía goda como propia, de forma que incluso los hispano-romanos se integran a sí mismos dentro del adjetivo godo, que pasa a englobar a todo el pueblo hispano.

Hago aquí una pausa para una breve reflexión. Por lo que se desprende de la definición de los conceptos arriba expuestos y por el uso en los discursos recopilados en la colección canónica Hispana, de la que nos da testimonio el libro, hay una asimilación entre este concepto de Patria con el antiguo concepto romano de res publica, la cosa pública, que no se menciona explícitamente en en este libro.

En los discursos recopilados en la Hispana, los intentos de magnicidio, usurpación del trono, sedición o rebelión contra la autoridad real son asimilados a atentados contra la patria o la gens, algo que se entiende tanto atentados contra el poder político, como en cuanto atentados contra la tranquilidad pública o contra el interés de la sociedad, identificado aquí con la estabilidad del poder regio. La res publica es un concepto que se refiere al poder o la sociedad política como a los intereses comunes que hacen que un conjunto determinado de personas se agrupen en una comunidad.

Cabe relacionar ésto con el artículo relativamente reciente de Antonio Ullate Fabo en VERBO, la hispanidad a la luz del bien común, en la que hacía un breve repaso a la historia de la nación española, en cuanto lo que hace la nación es una ordenación hacia un fin, que es el bien común. Subrayemos aquí lo de común. La res publica es la organización social cuyo fin es tratar todo lo que es común a sus miembros, y el bien común es el conjunto de bienes que son comunes a sus integrantes. La Patria, en un sentido atemporal, más que la tierra de los padres, es la tierra común, aún siendo común a varias generaciones, y la nación o gens es el conjunto de personas con las que se tiene un origen o un interés común, La Patria y la Gens son inseparables del Regnum, la autoridad política, tanto como representantes de la comunidad, como en cuanto la entidad política tiene como finalidad el bien común de sus súbditos, el Populus. Incluso la Tradición, que Elías de Tejada establece como aquello que forma una nación, es definida por Ullate Fabo como el bien común acumulado.

Con esta obra, Santiago Cantera consigue que te apasiones de una época que se tiende a olvidar con facilidad, por considerarse una etapa breve y sacudida por las guerras civiles. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: estamos hablando de una etapa que, desde la batalla de Voillé (509) hasta la invasión islámica (711), tiene la misma extensión cronológica que el reinado de los Austrias, o incluso un poco más. La unificación política de España y la unidad religiosa, son de hecho fenómenos tempranos, que no llegan más que a la segunda mitad del primer siglo de existencia del reino visigodo.

Fue una época muy compleja y de gran esplendor, en la que los visigodos entraron en contacto con Bizancio, llegando incluso a tener noticias de las invasiones islámicas en Oriente. En lo cultural, la Iglesia hispana alcanzó un esplendor sin parangón con respecto al resto de la Cristiandad contemporánea, y la colección canónica Hispana obtuvo una gran influencia posterior. Se desarrollan la Liturgia Hispana, llamada mozárabe o visigótica, y la teología cristológica y mariana. También caben destacar las grandes crónicas historiográficas, que con la colección hispana, el liber iudiciorum  y los yacimientos arqueológicos constituye la principal fuente de información del período.

El yacimiento del Tesoro de Guadarrázar o el hecho de que los arcos de herradura, atribuidos a los musulmanes, tienen origen visigodo, también nos indica el esplendor artístico que debió gozar la época, y de hecho nos ayuda a entender la catástrofe que supuso en la práctica la invasión islámica, pues quebró por completo todo ese esplendor. Como Chesterton dijo, una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil, y finalmente la inestabilidad política del reino godo, supuso la llamada a España a los mahometanos por el bando witizano, y así la cadena goda se rompió en mil pedazos. Por último, cabe recordar que tras la Reconquista quedaron castillos y mezquitas islámicas, como la Catedral de Córdoba o la Alhambra de Granada, o incluso sinagogas judías, pero no se olviden que no quedan basílicas visigodas.

Volviendo a la reseña, creo que el mayor éxito de Santiago Cantera supone rescatar y dar definición científica a una tesis muy tradicional, como es la del período visigodo como origen nacional de España. Creo que es un acierto buscar el modelo en el que debemos buscar nuestro futuro en la época visigoda: como se ha visto la etapa visigoda supone un modelo político de unidad y convivencia entre una vida regional activa y un reino unido y fuerte, una definición o una teoría de lo que es la Patria, la naturaleza de la unidad católica, el monarca guardando la religión como el último de sus súbditos, el gobierno conforme al Evangelio, la protección y fomento de la moral religiosa, la búsqueda de la unidad religiosa total y la predicación a otros pueblos; y finalmente, como no, un modelo de esplendor cultural.

Una última mención que merece Cantera es la relativa al carlismo. Desconozco que el monje benedictino sea o no carlista, aunque es probable que no lo sea, como mucho simpatizante, pero es de agradecer el reconocimiento del carlismo como heredero directo de la Tradición española, así como las referencias a Elías de Tejada en cuanto al concepto de Las Españas y a Miguel Ayuso en el mismo y en lo relativo a la unidad católica.

Personalmente, recomiendo bastante este libro, y considero que tras su lectura también sería recomendable leer el Concepto de España en la Edad Media, como continuación lógica, aunque no tradicionalista de éste, e incluso de ser posible interesarse más por algunas lecturas del período visigótico, cosa que yo mismo haré en cuanto pueda.

viernes, 20 de julio de 2018

Santa Misa en Granada por los muertos de la Cruzada de Liberación

Con motivo de la gloriosa efemérides del 18 de Julio, día del Alzamiento Nacional, nuestro Círculo Tradicionalista «General Carlos Calderón» organizó en Granada una santa misa de difuntos por los muertos de la Cruzada de Liberación a la que asistieron varios carlistas de Granada y de otros lugares, además de otros vecinos de nuestra ciudad que quisieron honrar y rezar piadosamente por sus familiares y todos los muertos católicos de aquella terrible a la vez que gloriosa contienda.

El santo sacrificio, celebrado según el rito romano tradicional, fue oficiado por el Rvdo. Sr. D. José Ramón García Gallardo, sacerdote de la Hermandad de San Pío X y Consiliario Nacional de las Juventudes Tradicionalistas, en cuya homilía nos recordó la enorme deuda de gratitud que tenemos contraída todos los españoles de bien con quienes inmolaron sus vidas por Dios y por la Patria.

D. José Ramón nos habló del Purgatorio (dogma de fe, como el del Infierno, que niegan muchos herejes), cuya existencia se anticipaba ya en el Antiguo Testamento, recordándonos la epístola del valiente Judas Macabeo, que hizo una colecta y juntó doce mil dracmas de plata para ofrecer a Dios un sacrificio por los pecados de sus soldados difuntos (2. Machab., XIII, 43-46). Aquella acción —nos dijo— estaba inspirada en la idea de la resurrección y del perdón de los pecados en el fuego purgante, idea que nos confirma Jesucristo en el Evangelio de San Mateo, pues al decir Nuestro Señor que hay pecados que no se perdonan ni en esta vida ni en la otra (San Mateo, XII, 32), nos enseña también que hay pecados que se perdonan en la otra vida, en referencia a la expiación completa de los pecados mortales absueltos y de las culpas veniales, como sabemos por el catecismo de la doctrina católica.

El Consiliario Nacional de las Juventudes Tradicionalistas infirió en la necesidad que tienen de nuestros sacrificios y oraciones las benditas almas del Purgatorio, que esperan que tengamos piedad de ellas. En el caso de los difuntos de la Cruzada de 1936-1939, nos dijo que es nuestro deber de caridad como cristianos acordarnos no solo de nuestros muertos, sino también de los del enemigo. Porque aunque la causa del enemigo —la República marxista— era intrínsecamente perversa, no todos los combatientes del bando rojo —en su mayor parte bautizados y muchos de ellos reclutas— se habrán condenado al Infierno; un buen número de ellos probablemente muriesen en estado de gracia y por tanto aguardan asimismo la misericordia de Dios y nuestra intercesión para librarse de sus sufrimientos.

Finalmente, en su impecable homilía, que tuvo algo de arenga patriótica, D. José Ramón nos exhortó a perpetuar la causa de los que lucharon por Dios y por España en la última Cruzada y a no desanimarnos, recordándonos que si bien en la Iglesia militante cada vez somos menos, las ánimas de la Iglesia purgante son numerosísimas, al igual que las de la Iglesia triunfante, que interceden por nosotros en la Gloria de Dios.


Concluida la misa, varios de los asistentes nos juntamos junto a la puerta de la capilla para hablar de cómo padecieron la guerra nuestras familias y antepasados. Seguidamente, acudimos a un bar cercano, en el que con unas buenas cervezas para reponernos de las altas temperaturas veraniegas, disfrutamos de un partido del Mundial en la agradable compañía de nuestro capellán.

¡Honor y gloria a los muertos de la Cruzada!
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva el Requeté!

miércoles, 18 de julio de 2018

Carta abierta de la jefatura regional de la Comunión Tradicionalista de Andalucía Oriental (1962)

Hoy, 18 de julio, día en que conmemoramos el 82 aniversario del Alzamiento Nacional, presentamos la carta abierta de los carlistas granadinos que, veinticinco años después de aquel glorioso día, seguían afirmando el espíritu del 18 de Julio y se oponían al ilegítimo nombramiento de Juan Carlos como futuro rey de España, traición al espíritu de la Cruzada que se consumaría finalmente en 1969 y sería el origen de buena parte de los males que padece España hoy:


CARTA ABIERTA

El clima de apatía política de España durante los últimos años —consecuencia lógica de la bonanza que disfrutamos—, va desapareciendo ante las declaraciones de la Jefatura del Estado sobre la forma natural de sucesión y desarrollo del Movimiento Nacional: la Monarquía Tradicional, Católica, Social y Representativa que concreta lo que es realmente entraña del pueblo español.

Junto con el legítimo afán surge la inquietud; no por el sistema, sino por la posible persona que encarnará la más alta Magistratura. Sin embargo, por la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado se han puesto las condiciones mínimas suficientes para que el problema sea, más que de persona, de condiciones objetivas, que den auténtico contenido a la prolongación del Movimiento Nacional.

La Comunión Tradicionalista está presente siempre en los momentos decisivos de la Patria; de una manera especial lo estuvo en la preparación del 18 de Julio, con sus Tercios de Requetés, que fueron cantera de héroes y mártires durante la Cruzada. También lo ha estado, aunque apartada de las responsabilidades inmediatas de la Política, una vez alcanzada la Victoria, pues el Estado ha dado contenido a su actuación política, interpretando a los pensadores tradicionalistas e incorporando a su actividad instituciones tradicionales.

Una vez proclamada la Monarquía Tradicional, Católica, Social y Representativa, corresponde a la Comunión Tradicionalista una principal tarea para llevarla a feliz término, llegado que sea su momento. No podemos estar dispuestos a que la bandera que se alzó en la Cruzada sea esgrimida por cualquier grupo arribista que, por mero compromiso y como de pasada, acepte los principios de la España de hoy para hacerse con el Poder. Queremos hacer vivir y sentir a todos los españoles los principios determinantes del 18 de Julio, como los sentimos nosotros, que es como lo sintieron nuestros mártires y pensadores. Enraizados con nuestra fe y nuestras convicciones católicas y patrióticas.

Conscientes de que eludir esta responsabilidad significaría desatender los designios de la Autoridad superior, traicionar el 18 de Julio y faltar a la cita que, una vez más, la Historia nos pide, creemos llegado el momento de la acción, ya que los tiempos próximos pueden ser tan graves para la paz, como lo fueron los que precedieron a la Cruzada, si España cayera en manos y propósitos que han demostrado ya su grave ineptitud.

Y como en aquella preparación del 18 de Julio, solicitamos hoy para la paz la intervención de todos los españoles conscientes de su responsabilidad, para que nos asistan en esta tarea nacional, sin que ello signifique afiliación política. Hacemos este llamamiento, a unos por el legítimo egoísmo de asegurarse la realidad de paz y orden que hoy se disfruta, y a los más, a la actual generación que siente la inquietud de los tiempos, y la necesidad de clarificar ideas, para que nos acompañe en la formación de los nuevos hombres que han de sentir auténticamente los ideales tradicionalistas y tomar en sus manos la responsabilidad del acontecer político, en el más noble sentido de rectoría de los destinos de la Patria.

Granada, marzo de 1962

miércoles, 11 de julio de 2018

Nuestra visita a doña Sylvia Baleztena

El pasado 8 de julio por la tarde, durante las fiestas de San Fermín en Pamplona, uno de los miembros de nuestro círculo tradicionalista de Granada y en representación de la Secretaria Política de S. A. R. Don Sixto Enrique de Borbón, fue a presentar sus respetos y a felicitar las fiestas a D.ª Sylvia Baleztena Abarrategui, hija de D. Ignacio Baleztena Ascárate.

La familia Baleztena, de rancio abolengo carlista, requetés en la Cruzada y diputados jaimistas en las Cortes, representa lo mejor del carlismo, de Navarra y de España. Muy amablemente nos recibió en su casa, nos la mostró y nos contó anécdotas sobre ella y su familia. Estando ella sentada en su salón, para ver a la gente disfrutar de la fiesta, fuimos testigos de como la gente le saludaba y le felicitaba por su valentía de lucir en el balcón una hermosa bandera de España. Lamentablemente también pudimos ver como unos proetarras malnacidos la insultaron e hicieron gestos obscenos a los que ella respondió con una sonrisa.

Que Dios la guarde muchos años, le dé buena salud y la mantenga fiel a España y la Tradición.








martes, 10 de julio de 2018

Jaime Balmes y Andrés Manjón

Hojas de calendario

JULIO
10
Martes
Los siete hijos de Santa Felicitas, mártires

 Por estos días, cabalmente, del mes de julio conmemoramos el aniversario de la muerte de dos de nuestros más famosos y modernos varones ilustres: el glorioso aniversario de dos sacerdotes españoles sabios y santos: de nuestro Balmes amadísimo que finó el 9 de julio de 1848, y de nuestro amadísimo Don Andrés Manjón, que allá en su Sacro Monte de Granada emigró de este mundo en tal día como hoy del año de 1923. Y por cierto que hasta los pájaros cantaron sus exequias como aquella ave canora que cantó los funerales de Santa Isabel de Hungría, de la amada Santa Isabel.

 ¡Balmes y Don Andrés Manjón! ¡Qué sacerdotes tan sabios y tan santos, qué modelos de vida purísima y virginal, qué dos Doctores de la iglesia española, qué dos entendimientos tan altos, tan excelsos, tan soberanos y fecundos! Fueron dos faros gigantescos, dos lumbreras, dos soles, cuya luz esplendorosa jamás se extinguirá.

 Balmes fué uno de los talentos más próceres que han brillado en el mundo; talento (en mi leal saber y entender) de la misma gloriosa estirpe que San Agustín y Santo Tomás, como el agudo Cayetano y el Doctor eximio y piadoso y venerable Padre Suárez. Por lo que hace a Don Andrés Manjón, fué el Sócrates y el Aristóteles y el Platón de la Pedagogía; y quizá y aun sin quizá no existe en el mundo quien le haya pasado de vuelo en esta línea. En la literatura universal no hay autores más claros, más diáfanos, más cristalinos que estos dos escritores; de cuyas obras inmortales puede decirse aquello que decía Cervantes cuando decía que «los niños las manosean, los mozos las leen, los hombres las entienden y los viejos las celebran».

 Balmes fué maestro de maestros y doctor de doctores en la ciencia de la Filosofía, de la Sociología, de la Filosofía de la Historia y de la más portentosa Apologética. Don Andrés Manjón fué maestro y doctor de todos los maestros que se dedican a la crianza cristiana de los niños, y él fué siempre un primorosísimo, perfectísimo y sublime pedagogo.

 Y supuesto que estos dos aniversarios se conmemoran en dos días consecutivos de un mismo mes, conviene a saber, el 9 y el 10 de julio..., esta circunstancia trae a las mientes el recuerdo de otros dos santos canonizados ya por la Iglesia, San José de Calasanz y San Agustín, cuyas fiestas se celebran también en dos días consecutivos, que son el 27 y el 28 de agosto. Y por cierto que a cuento de estos dos santos tan vecinos hace un curiosísimo paralelo el Maestro Sarda y Salvany, paralelo digno en verdad de su ingenio soberano; paralelo del cual saca después una moraleja de mucha enjundia, concerniente al altísimo aprecio y a la singular estima que nuestra Santa Madre Iglesia hace de los que se dedican a la crianza cristiana de los niños.

Jaime Balmes (Vich, 1810-1848)

 Oigamos algunos párrafos de ese paralelo:

* * *

 «Calasanz y Agustín (dice Sardá) señalan, en efecto, como los dos polos del magisterio católico.

 En Agustín, la superior inteligencia y exposición de los divinos misterios se eleva, por decirlo así, hasta lo que el hombre puede en este concepto tener de más allegado a los ángeles; en Calasanz, el ministario doctrinal se humilla en algún modo y se abate hasta confundirse casi con la sencilla infantil catequística de las madres.

 Ocupa el uno cátedra altísima, que no reconoce superior en la tierra mas que en la infalible de Pedro. Personifica el otro la escuela popular que es casi al nivel y rasero del hogar doméstico de la más pobrecilla choza.

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 Por análogos, o mejor dicho, por idénticos conceptos, es Escuela Pía la del grande Agustín, como fué Escuela Pía la del humildísimo Calasanz. Por análogos, o mejor dicho, por idénticos conceptos, son niños grandes las generaciones que hace quince siglos apacientan, con Santo Tomás y Bossuet, su espíritu en las sublimes páginas De Civitate Dei; como son niños pequeños las otras que ante el cartel de la pared o con el silabario en la mano aprenden, trescientos años ha, los rudimentos del arte de leer y escribir, y de la doctrina, en las escuelas del bienhechor instituto calasancio.

 ¡¡Extraña observación nos ocurre cada año al fijar por este tiempo nuestros ojos en el dietario eclesiástico! Las fiestas del humilde sacerdote español y del primero de los cuatro Doctores Máximos de la Iglesia universal, no son iguales en España en rito o sea en categoría litúrgica. El Oficio de San José de Calasanz, aun para el Clero que no pertenece a su Orden, es de rito superior al de San Agustín.

 ¡Cómo si el Espíritu de Dios que guía la mano de la Iglesia, al formular ésta el cuadro de sus solemnidades, hubiese querido con esto recordar a los pueblos cuánto ama ella y cuánto enaltece y cuánto glorifica entre las más sublimes tareas del apostolado católico, la al parecer más humilde y menos enaltecida de todas, la de la catequística popular!»
* * *
Andrés Manjón (Sargentes de la Lora, 1846​-Granada, 1923)
Suya es la frase lapidaria:
«Las escuelas laicas son la ruina y la negación de la Patria,
la anarquía en forma de vendaval, el arte de hacer fieras.»

 Hasta aquí el gran Sarda y Salvany. Cuyo paralelo entre San Agustín y San José de Calasanz, puede aplicarse también en su tanto a Balmes y a Don Andrés Manjón.

 Pero tanto el sublime Obispo de Hipona como el excelso Doctor Humano (que este es el más adecuado sobrenombre de nuestro Balmes) no se olvidarán nunca de los niños y del vulgo de las gentes.

 Bien lo pregonan y lo cantan, por lo que hace a San Agustín, el libro popular de sus maravillosas Confesiones y su tratado sobre el modo de catequizar a los niños y a la gente ruda. Y por lo que a Balmes se refiere, recuérdense sus diálogos populares en catalán y su precioso librito intitulado La Región al alcance de los niños. La Iglesia y sus grandes servidores siempre están oyendo el mandato del divino Maestro:

 —DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MI.

 No desoigamos nunca tan divina y amorosa voz.

       CHAFAROTE

Fuente: El Siglo Futuro (10 de julio de 1934)

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