viernes, 19 de diciembre de 2014

Hermanos del Ideal

Hemos tenido ocasión de apreciar en todo su valor los esfuerzos que realizan los estudiantes tradicionalistas de Granada, al visitar recientemente esta hermosa ciudad llamada por un célebre poeta «la novia de España».
Hemos también comprendido que el éxito de don Manuel Fal Conde se debe, entre otras causas, al entusiasmo con que las organizaciones tradicionalistas andaluzas han secundado el magnífico ejemplo de fe y constancia que ha dado el dignísimo jefe de nuestra Comunión, orientando sus iniciativas por la ruta de la disciplina más eficaz y el tesón más loable.
Andalucía había sido hasta ahora campo de experimentación de los extremismos más disolventes del socialismo y de los cantos de sirena de otros partidos, ya en los días trágicos de la persecución del bienio, ya en las horas de «calma chicha» donde la inactividad es señuelo de transigencias y cobardías.
Por aquellos días cuya memoria va unida al calabozo, la multa o la suspensión comenzó el renacimiento de la Tradición en el Sur de España, y don Manuel Fal Conde, secundado por algunos —pocos— entusiastas, desplegando una actividad prodigiosa, logró desterrar de la conciencia popular los idearios que ensangrentaban por activa o por pasiva esa bella región española. 
Granada, años 30
En Granada, un tradicionalista y caballero ejemplar, de noble continente que es reflejo de una conciencia acrisolada por la lucha, ha resucitado junto a los muros inmortales de la Alhambra y junto a esa vega que es trozo del paraíso que perdió para siempre el Rey Chico, las glorias de la Patria grande, y hoy la Santa Idea cuenta en la ciudad del Darro con locales, con afiliados y con ese entusiasmo que es virtud muy tradicionalista aportado por don Ramón de Contreras, jefe regional y abanderado de la Tradición en el teatro de las hazañas de Gonzalo, de Fernando y de Isabel.
Parte principalísima de la Organización está constituida por la Agrupación Escolar Tradicionalista, que ha peleado con ese brío de los boinas rojas y de los voluntarios del ideal en la Universidad y en la calle, y que tan brillante participación tuviera en el Congreso que el pasado noviembre se celebrara en Madrid. Origen de estos esfuerzos es el presidente de la A. E. T. granadina, Luis Montañés del Olmo, trabajador incansable, que valiosamente auxiliado por Jacinto Martín Rodríguez —nombre evocador del arte clásico y destacado poeta— y otros valientes muchachos, han paseado las glorias carlistas por el inmortal escenario de las glorias de la Reconquista.
No han sido sus afectuosas pruebas de leal amistad lo que más recordamos de nuestra estancia por tierras de García de Paredes; pero han sido sobre todo las muestras de amor por la Causa inmortal que nos hermana a todos los tradicionalistas, el hecho que más satisfacción evocamos al sentir que allá, en la Andalucía redimida por la Tradición, existen unos voluntarios que luchan con la fe y el entusiasmo que Cristo nos concede al trabajar por su reinado.
Y día llegará en que Granada vuelva a vivir días grandiosos, latiendo la bandera de la Tradición con el beso del sol que dora la torre morisca de la Vela.

ALVARO GONZALEZ DE AMEZUA
El Siglo Futuro (13 de marzo de 1935)

martes, 16 de diciembre de 2014

Mitin tradicionalista en el Padul

No es de extrañar que el último excombatiente requeté superviviente del Tercio Isabel la Católica de Granada, J.M. Rubio, nos diga que prácticamente la mitad de los integrantes del Tercio procedían de la localidad de El Padul. No en vano, en este pueblo granadino de gente humilde, piadosa, trabajadora y patriota, tanto obreros como campesinos, pasando por el propio conde de Padul, estaban unidos en el eterno lema de Dios, la Patria y la Monarquía tradicional, sin más pretensiones partidistas. Así narraba El Siglo Futuro el acto de la Comunión Tradicionalista en 1932, que contó con la asistencia del diputado tradicionalista Lamamié de Clariac.

El Padul (Granada)

EL ACTO DE PADUL
Para asistir a este acto fueron muchos los coches particulares que marcharon a dicho pueblo, además de dos autobuses, que fueron atestados de personas, que durante todo el camino entonaban los himnos del partido Tradicionalista. 
Al llegar el señor Lamamié de Clariac al Padul era esperado por la Comisión organizadora del acto y buen número de vecinos, que lo saludaron. Todos juntos se trasladaron al palacio que en este pueblo posee el conde de Padul, en cuyo huerto iba a celebrarse el mitin. En el huerto había instalada una tribuna para los oradores y encima de ella un letrero en el que campeaba un viva a Cristo Rey.
Castillo palacio de los condes de Padul
El presidente del Sindicato agrario, don Andrés Díaz, en breves y elocuentes palabras, hizo la presentación de los oradores que iban a tomar parte en el acto, y dice que se honra en presentar al señor Lamamié de Clariac, defensor del lema del partido Tradicionalista. Añade que también tomará parte el obrero de Alhendín José Rodríguez Plata, que sigue el camino señalado por el señor Albiñana. (Se dan vivas al jefe del partido nacionalista.) Dice que el señor Lamamié, en unión del señor Gil Robles, son los paladines de los sentimientos católicos de España y los que defienden a los Jesuítas. (Se oyen numerosos vivas a Gil Robles y a la Compañía de Jesús.) Termina con la afirmación de que no está lejano el día que vuelvan los Jesuítas, que son la honra de España. (Ovación.)
EL SEÑOR CARMONA
A continuación hace uso de la palabra el bibliotecario del Centro Tradicionalista, don José Carmona. Se dirige al católico y españolísimo pueblo del Padul y anuncia que sólo pronunciará dos palabras para satisfacer un deber de cortesía y un deber de agradecimiento. Hace historia de los méritos del señor Lamamié, y le dice que diga en las Cortes que hay en Andalucía un pueblo que, cual el acero, cuanto más lucha, más brillo tiene, pueblo que no consiente que ofendan sus sentimientos religiosos. Y también cumple un deber de gratitud al dar las gracias por la acogida que el pueblo ha dispensado a los oradores. Termina con frases de animación para que el Padul continúe por el camino que ha emprendido en defensa de la Religión. (Ovación.) 
Iglesia parroquial de El Padul
 DON JOSÉ RODRÍGUEZ PLATA
Al aparecer en la tribuna el nacionalista de Alhendín y obrero señor Rodríguez Plata, es acogido con una atronadora salva de aplausos. Hecho el silencio, el orador afirma que él sólo es un obrero; pero un obrero que no se ha dejado engañar por las falsas propagandas ni por las engañosas palabras de los que se han valido de la clase obrera para alcanzar el poder y luego abandonarlos sin mitigar sus hambres, y por este sólo hecho de hacer caso omiso de falsas palabras, me veo a diario perseguido, pero cuando veo que es por esta causa, no me importa. (Ovación.)
Yo —continúa— sólo reclamo que España sea gobernada por buenos gobernantes, y ya es hora de que nadie se deje engañar al emitir su voto; pues éste sólo se le debe dar a los hombres de buena voluntad. Se dirige a las madres y les recuerda la obra salvadora del general Primo de Rivera al terminar con la sangría de Marruecos, a lo que deben la vida de muchos de sus hijos. Pregunta qué Gobierno hubiese hecho otro tanto, y es por lo que todos estamos obligados a defender la obra magnifica de la Dictadura, y si en el momento debido no se hizo esta defensa, fue por falta de ayuda de las personas que a ello estaban obligadas. (Vivas a los obreros católicos.) Afirma que sólo deben hacer política los que están capacitados para ello; hace un llamamiento a las derechas, pero no para poner tapaderas a lo que debe estar al descubierto.
Se han abierto — continúa — las puertas de las fronteras para los jesuítas, que constituían el mayor timbre de gloria para España y se permitió que por ellas entraran los masones con toda su farsa. No se debe dejar —añade— que los antiguos caciques mangoneen, pues ahora se han disfrazado de republicanos, y sólo cuando se extirpe el caciquismo mereceremos el nombre de españoles. Repite, como final, que en. los lemas del partido nacionalista y en los del tradicionalismo está la salvación
de España. (Ovación.)
LA PRESIDENTA DE LAS MARGARITAS
La señorita Antonia Andrada Vanderwilde y Barraute, presidenta de las margaritas de Granada, es acogida con numerosos aplausos. Asegura que está honradísima en saludar a la mujer paduleña, que debe en todo momento alentar a los hombres para que se sientan apoyados en su trabajo. No duda que dentro de poco tiempo habrá en el Padul un Centro de gran importancia en el que todos trabajen, pues no hay ni una persona que no pueda hacer algo por la causa; unos al trabajo de propaganda; otros con aportaciones pecuniarias, pero todo en provecho del lema del partido tradicionalista. Una ovación ahoga las últimas palabras de la oradora, que además fue frecuentemente aplaudida en el curso de su breve y elocuente discurso.
EL SEÑOR LAMAMIÉ
Dice que se dirige a sus queridos amigos; y son amigos, afirma, porque el pueblo me ha recibido a mí como tal y porque es como ellos, católico y agricultor, y también, como los que me escuchan, soy patriota.
Como agricultor os doy las gracias por haber abandonado las faenas agrícolas para venir a escucharme, pues sé lo que esto supone en esta época. En este momento es necesario el concurso de todos, par a reparar los daños ocasionados por los que hacían una propaganda equivocada y hacían promesas que nunca podrán cumplir, pues son irrealizables.
Nosotros los agrarios, en núestras propagandas políticas sólo decíamos la verdad, y por eso las actas que ostentamos son nuestro orgullo, puesto que para alcanzarlas no engañamos a nadie. Al ir al Parlamento —añade— nos encontramos con que los verdaderos problemas de España no eran abordados; sólo se preocupaban de perseguir los sentimientos religiosos de 1a mayoría de los españoles, como si el hambre que sufre el pueblo se fuese a remediar con esto. Cuando nosotros vimos que los verdaderos problemas no se trataban, nos levantamos par a protestar contra esa política, a todas luces equivocada, pero nuestra voz no fue oída. 
José María Lamamié de Clariac, a la derecha, junto al marqués de Eliseda y Calvo Sotelo.

COMBATE LA REFORMA AGRARIA
En la, propaganda que hacían, prometían que las tierras serían repartidas a los trabajadores, y ahora, con el proyecto de reforma agraria, se ve que sólo cambiarán las tierras de dueño, pues de los actuales poseedores pasarán al Estado, que es el peor propietario, puesto que no tiene entrañas ni sentimientos, y todos los días se ve al agente ejecutivo, que no se puede detener ante la miseria del contribuyente, sino que, por encima de todo y ante todo, tiene que cobrar.
E igual que acontece con la reforma agraria sucede con todo lo que prometieron. Se suspenden las obras públicas que daban trabajo a numerosos obreros, que hoy sufren hambre, y sólo se ha resuelto la situación para los acaparadores de enchufes, que ven impasibles el hambre de los obreros. (Ovación.) La salvación, afirma, tiene que ser obra de todos, especialmente del pueblo, que debe ver que por este camino se va a la ruina de España.
Dice que los lodos actuales son obra de los polvos antiguos, por lo que es preciso ir a la desaparición de los antiguos políticos. En la política antigua todo se fundaba en los partidos, que se turnaban; ahora vuelven los partidos a ser el eje de la política, y así vemos que ministros ineptos mantiénense en el poder, con tal de no romper el equilibrio de los votos en el Parlamento.
El partido Tradicionalista evita todo eso, pues está basado en la representacíón gremial: las que mandan son las distintas clases profesionales, que darán representantes que estarán enterados de los problemas de la clase. Ataca al régimen de las mayorías, porque se da el caso paradójico de que por el sólo hecho de reunirse cuarenta votos, disponen en contra de treinta y nueve, que puede ser que sean los que llevan la razón. La desaparición de este sistema es la médula del partido Tradicionalista, que no aspira a gobernar, sino a infiltrar sus principios en el Gobierno, pero sin miras personales de asumir el poder.
Ataca al liberalismo económico, que dejaba en el mayor desamparo al obrero, que sólo era considerado como una cosa, pero desprovista de todo valor moral; esto se evita con el lema del partido Tradicionalista, en el cual figura la palabra Dios y su doctrina enseña que al obrero se le debe considerar como un hermano y procurar que no le falte lo necesario, puesto que el propietario, más que como tal, debe ser considerado como un administrador de los bienes.
ATACA AL SOCIALISMO
Como consecuencia del liberalismo económico, sobrevino el socialismo, que no supone igualdad, pues en él va todo a parar al Estado, y, como es natural, tiene que haber algún empleado al frente que. en definitiva, seria el dueño de todo.
Se dirige a las mujeres y les dice que son las que tienen que desempeñar un nuevo papel; que tienen que pensar mucho cómo lo han de realizar. Les dice que tienen una gran aptitud para la propaganda, pues llegan a donde el hombre no puede llegar, y además tienen que defender el hogár de los ataques de que es objeto por parte del Gobierno.
Finalmente da las gracias por la atención con que ha sido escuchado y afirma que hay que prepararse, no sólo para derribar lo existente, sino para edificar una España nueva que alcance la grandeza que en otros tiempos tuvo, cosa que se conseguirá con el nuevo programa Tradicionalista. (Gran ovación.)
EN EL CENTRO AGRARIO
Una vez terminado el acto, todos los oradores y parte de las personas que habían llegado de Granada se trasladaron al Centro Agrario, donde fueron espléndidamente obsequiados con pastas y vinos. A las nueve de la noche se emprendió el regreso a Granada, pero al llegar a Alhendín se detuvieron para que el señor Lamamié visitara el Centro Agrario y la magnífica Purísima que hay en la iglesia del pueblo.
El diputado ilustre tuvo que pronunciar bravas palabras en el Centro Agrario, exhortándoles para que laboren por una España nueva, cosa —añade— que se conseguirá con una acción conjunta. Fue muy aplaudido. Los expedicionarios llegaron a Granada a las diez de la noche, y estaban muy satisfechos de su excursión por el éxito que supuso.


sábado, 13 de diciembre de 2014

Ramón de Contreras y Pérez de Herrasti

Hace 62 años moría cristianamente en la ciudad de los cármenes Don Ramón de Contreras y Pérez de Herrasti, quien fuera jefe regional de la Comunión Tradicionalista en Granada durante los años 30 del siglo XX. Con motivo del fallecimiento de nuestro insigne y respetado jefe regional, la revista Granada gráfica publicó el siguiente artículo, que reproducimos a continuación.

D. Ramón de Contreras y Pérez de Herrasti era hijo de Fernando de Contreras y Pérez de Herrasti y de Francisca Pérez de Herrasti y Vasco. Su familia había estado vinculada al tradicionalismo desde la Revolución de 1868, y él mismo había militado en el jaimismo en la década de 1910. Añadimos que además de ser cofundador de la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores en 1939, había fundado también la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Rescate en 1926, razón por la que hasta hace pocos años ambas cofradías desfilaban juntas en procesión el Lunes Santo.


GRANADINOS ILUSTRES:
DON RAMON DE CONTRERAS Y PEREZ DE HERRASTI
Semblanza y recuerdo del ilustre prócer
Por Xavier Montes

Don Ramón de Contreras y Pérez de Herrasti
(Granada, 1886 - Granada, 1952)

Aun recuerda Granada el porte señorial de su figura enjuta y quijotesca. Los años apenas habían logrado doblar en su cuerpo la reciedumbre del espíritu prócer que albergaba. Si el ideal del hombre español fué el caballero, con todas las virtudes que la denominación encierra, nunca podrá buscarse para don Ramón de Contreras apelativo más apropiado, porque fué todo un caballero a lo largo de su vida. Un amor profundo a la humanidad, un hondo sentido religioso y una sencillez exquisita en todos sus actos informaron siempre su paso por el mundo. Nada más lejos de don Ramón que la ostentación afectada que se ampara en privilegios de clase. El hizo de su noble estirpe la carga y cruz de mayores responsabilidades, con la exigencia siempre creciente de un pasado que más obligaba que eximía. Don Ramón de Contreras se dió y debió siempre a la nobleza de su sangre. Su vida ejemplar aportó nuevo lustre a la vieja raigambre de su ilustre prosapia.

Siempre contrastó en él, notablemente, la sencillez de su trato y costumbre, con el alto linaje de su rancia nobleza. El primer dato cierto de la familia Contreras se remonta a 1361, fecha en la que don Juan de Contreras era vecino y regidor perpetuo de la ciudad de Jaén, donde recibió repartimientos allá por el año 1377; procedía este noble hidalgo de los campos de Castilla y tomó parte activa, a las órdenes del rey santo, don Fernando, en la conquista del reino de Jaén. Entre sus descendientes se encuentra don Fernando de Contreras y Torres, que el año 1485 fundó patrimonio en la iglesia de la Santísima Trinidad de la capital jiennense, y que asistió con su hijo Francisco, aportando siete lanzas, a las operaciones y cerco de la ciudad de Granada. En esta línea genealógica se sitúan también don Alonso de Contreras y Espejo, que fué regidor de Martos, y el abuelo de don Ramón de Contreras, don Fernando de Contreras Aranda y Aróstegui, que fué gentilhombre de cámara, maestrante de Granada y caballero de la orden de Santiago. Todos los Contreras fueron alféreces mayores de la ciudad de Jaén.

También los Pérez de Herrasti provienen de alta alcurnia. Originario de Azpeitia (Guipúzcoa), Pérez de Herrasti ostentó el cargo de capitán entre las huestes que conquistaron Granada al mando de los Reyes Católicos: y en esta ciudad obtuvo repartimientos por los méritos contraídos en la lucha. Los Pérez de Herrasti tenían su casa solariega en el número 45 de la Carrera del Darro, junto al actual Museo Arqueológico y a la casa de Hernando de Zafra; y su panteón familiar estaba situado en la próxima iglesia de San Pedro. Entre los ascendientes de don Ramón de Contreras por la línea materna cuentan don Domingo Pérez de Herrasti, fundador de un pueblecito en nuestra provincia que aún lleva su nombre, Domingo Pérez; y don Andrés Pérez de Herrasti y Pérez del Pulgar, que fué defensor de Ciudad Rodrigo contra el francés invasor. Todos los Pérez de Herrasti fueron maestrantes de Granada, caballeros de Santiago y de Calatrava y caballeros veinticuatro de nuestra ciudad.

Blasón de don Ramón de Contreras, con cuatro
cuarteles que corresponden a sus ilustres apellidos:
Contreras, Pérez de Herrasti, Pérez de Herrasti y Vasco.

Don Ramón de Contreras era jefe de los Pérez de Herrasti, segundón de los Contreras y ostentaba el cargo de fiscal de la Real Maestranza de Granada. Fué jefe regional de la Comunión Tradicionalista en Andalucía Oriental y comisario carlista de guerra en nuestra Cruzada, formando parte de la junta granadina de Protección del Tesoro Artístico Nacional, donde realizó una brillante gestión. Unificados el Tradicionalismo y la Falange, don Ramón de Contreras fué en Granada el primer jefe provincial del Movimiento, cargo que declinó al poco tiempo de ostentarlo para dedicarse a las tareas filantrópicas y culturales que han llenado su vida ejemplar. Fundó la cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, integrada por los ex combatientes del Requeté granadino, y fué propulsor formidable de nuestra Semana Santa, ostentando hasta su muerte el cargo de Hermano Mayor honorario de la Federación de Cofradías de Granada.

El ilustre prócer granadino, fallecido recientemente, fué un hombre de vasta cultura, escritor ameno y sencillo, notable intérprete del piano y gran conocedor de arte. Era muy amante de la música, de la que poseía grandes conocimientos, y muy entendido en las artes plásticas. Todos estos méritos le valieron el nombramiento de académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias, por libre y unánime elección de sus componentes.

Gran coleccionista de objetos de arte, logró hacer de su domicilio particular un museo de notable valor, formado con el gusto exquisito que era patrimonio personal e inalienable de don Ramón de Contreras. Su desprendimiento y generosidad, patentes en cada uno de sus actos, han contribuido grandemente a aumentar el patrimonio artístico de Granada. Concretamente, el Museo Arqueológico de nuestra ciudad le es deudor de valiosos donativos, entre los que se cuentan un toro ibérico, una gorgona de bronce, unas asas pánicas terminadas en manos artísticamente labradas, varias hachas del periodo del bronce y una colección muy completa de monedas.

Palacio de los Condes de Luque, o de las Columnas, en la calle
Puentezuelas, propiedad de D. Ramón de Contreras y Pérez de
Herrasti, quien lo traspasó a la Universidad de Granada
(actualmente sede de la Facultad de Traducción)

La vida de tan ilustre granadino, dechado de virtudes y espejo de caballeros transcurrió siempre derramando el bien a manos llenas. Su gran amor a la humanidad necesitada se tradujo en cuantiosos donativos hechos a entidades benéficas y particulares. Caridad en silencio, porque siempre se preocupó don Ramón de que, su mano izquierda ignorase lo que hacía la derecha. La práctica de las virtudes evangélicas le valieron entre sus conocidos el dictado de hombre fundamentalmente bueno, ángel sobre la tierra. Su paso por ella estuvo siempre lo más cerca posible de Dios.

Extraído de Granada gráfica: revista mensual. Enero de 1953.

domingo, 9 de noviembre de 2014

CXXIII ANIVERSARIO DE CARLOS CALDERÓN Y VASCO

Con motivo del aniversario de la muerte del célebre brigadier y general titular de nuestro granadino Círculo Tradicionalista General Carlos Calderón, reproducimos diferentes noticias sobre su muerte aparecidas en la prensa a principios de 1892:

DON CARLOS CALDERÓN Y VASCO

«El general Calderón, el bravo militar que empezó su vida de soldado siendo un niño, batiéndose de alférez de Coraceros del Príncipe, a las órdenes del general Zabala, contra Prim, y que sabedor luego la revolución Setembrina se presentó a D. Carlos en París para ponerse por completo a sus órdenes, ha desaparecido de entre nosotros en el poco tiempo que ha necesitado una enfermedad aguda y traidora para matarle.

»Aun los enemigos de nuestras ideas proclaman muy a las claras las brillantes dotes del caballero y del soldado.

»Los oficiales del batallón de Cazadores de Segorbe, que cayeron prisioneros en la toma de Portugalete, pregonaron luego en su campo el trato caballeroso y exquisito que les dio el entonces Teniente coronel del 2.º batallón de Navarra, guardador de los prisioneros liberales.

»Lo mismo cuando se batía bizarramente en el campo de batalla, como ahora que dirigía los negocios de empresas importantísimas, siempre ha colocado muy alto su nombre, y es por eso intachable su reputación.»
(La Tradición).

«Ni en la prosperidad ni en la desgracia perdió nunca su buen nombre de perfecto caballero, cuya cualidad le ha sido reconocida siempre por amigos y enemigos, habiendo observado en todas ocasiones una conducta irreprochable, gozando de fama merecida, por su valor acreditado, por su honradez a toda prueba y por su inquebrantable constancia.

»Don Carlos Calderón ha bajado al sepulcro en la capital de Fancia, donde se encontraba últimamente, siendo honrado y respetado por cuantos le conocieron y trataron, y dejando un nombre exento de toda mancha y un vacío inmenso en el seno de su familia y en el vasto círculo de sus amigos y relaciones.»
(El Noticiero universal).


«Vedle ya fuera del mundo de los vivos, pero en cambio deja tras de sí la estela refulgente de su gloria al noble partido en que militó, aunque llenando de amarga pena el corazón de sus numerosos amigos. Porque los tenía buenos y en todas partes: desde el egregio Príncipe, a quien consagrara su fortuna, su porvenir y el peso de su potente espada, hasta sus compañeros de armas y sus amados voluntarios. Deja detrás de sí una envidiable memoria, porque valía tanto que hasta sus mismos contrarios le querían:… y hemos sabido también que hasta en el regio Alcázar de la Plaza de Oriente se han lamentado de la prematura muerte del sin par caballero, del lealísimo soldado de la legitimidad.

»Y es que en Calderón todo atraía; hasta su figura era arrogante y simpática: alto, moreno, de grandes ojos negros, de fisonomía dulce y franca, sin por ello dejar de ser enérgica a las veces, era del tipo árabe más puro, descrito en las leyendas de la Reconquista. De un corazón que no le cabía en el pecho, de una generosidad sin límites y de un valor rayano en la temeridad, ¿qué mucho que despertara cariño y afecciones por todas partes?

»La nostalgia de la paz no pudo, sin embargo, concluir con su genio emprendedor y activo. Se dedicó a empresas y negocios, cruzó los mares, y en América, lo mismo que en Navarra y en Madrid, era siempre el franco amigo y el camarada de todos. Hasta el mismo D. Alfonso XII apreciaba en su justo valor y respetaba la consecuencia política y la caballerosa lealtad de Carlos Calderón.»
(El Estandarte Real).

«Guardaba las tradiciones y los afectos de su familia como un culto; por eso fue carlista, por eso continuó con el actual marqués de Comillas la amistad que al mismo profesó su padre, decidido protector de aquel hombre laborioso e inteligente que se llamó D. Antonio López.

»Había que reconocer íntimamente a D. Carlos Calderón para saber lo que valía aquel corazón de oro, aquel tipo de caballero sin miedo y sin tacha, que llevó a los negocios un espíritu de rectitud y de nobleza que era uno de sus principales atractivos.

»Con él ha desaparecido uno de los tipos caballerescos que el inmortal D. Pedro Calderón de la Barca pintaba.

»Sobre su tumba puede ponerse este epitafio: Aquí yace un caballero español. »

(El Heraldo de Madrid).

lunes, 29 de septiembre de 2014

LXXIII Aniversario del periodista D. Francisco Guerrero Vílchez

Francisco Guerrero Vílchez (1854-1941)
El 29 de septiembre de 1941 fallecía en Granada, a los 87 años de edad, D. Francisco Guerrero Vílchez, obrero y periodista granadino, fundador del periódico La Verdad, que consagró su larga vida a la defensa de Dios, España y la legitimidad. Fue gran amigo y benefactor de los obreros, para los que dispuso una biblioteca, y por la defensa del ideal tradicionalista hubo de sufrir balazos en los montes de Navarra, puñaladas callejeras, traiciones y hasta un encierro en la cárcel por un artículo que no gustó a los militares: Duro y a la cabeza.

Pese a todas las dificultades, no cejó en su empeño de devolver a España su sagrada tradición. Su periódico, «La Verdad», vivió más de 40 años, hasta el día de su muerte.


«El Pensamiento Navarro» publicaba el siguiente artículo con motivo de su fallecimiento:

Ha muerto en Granada un gran amigo y gran batallador : D. Francisco Guerrero Vílchez, Veterano carlista y Director y propietario del semanario «La Verdad», en el que tanto combatió por nuestros ideales que fueron los suyos, los que él llevó en su sangre, que la dio en su defensa en la última guerra carlista; los que él ha sostenido con tesón y lealtad hasta el mismo momento de morir. Era además Caballero de la Legitimidad Proscripta y lo que se dice un valeroso soldado de la Causa, al que no desanimaron las defecciones, ni las amarguras de la vida, ni las contrariedades, ni las desgracias de familia. Hombre de gran carácter, contra todo lu­chó con aquel ánimo que aun conservaba de sus tiempos mozos, de cuando peleó por las banderas de Don Carlos en el Norte, en la batalla de Lácar, en la que gustó del plomo enemigo por su valentía en el combate, combate en el que ha permanecido porque su temple y su espíritu no decayeron hasta los últimos días de Septiembre en que quedó enfermo para no levantarse más.



Todos los que militábamos en la Comunión Tradicionalista y tuvimos un puesto en las trincheras de la Prensa, conocimos y amamos con cariño a aquel caballero del Ideal que podía ser padre abuelo de todos nosotros en el periodismo. En los tiempos anodinos en que parecía no pasaba nada, pero que eran los peores, los que fraguaban el mal, en aquellos días en que las gentes vivían alegremente, sin ideales, sin preocupaciones, sin tener en cuenta que la monarquía liberal se desmoronaba y detrás venía el caos, en aquellos tiempos en que los insensatos se reían de nues­tros avisos, como en otras épocas se rieron de los de Aparisi y Mella, Guerrero Vílchez, haciendo honor a su apellido y a su espíritu en la hermosa Granada, entre las nieves de la Alpujarra y los hielos de la indiferencia, sostenía el ba­luarte del tradicionalismo y allí publicaba su semanario que hasta estos momentos ha seguido saliendo llevando en la cabecera el trilema Dios, Patria, Rey, en el que defendía los ideales tradicionales con el mismo garbo y ardor con que los defendió en su juventud en otro terreno. ¿Quién pensaba entonces en aquellas cosas «del absolutismo», como decían los necios? Por eso, los más no le hacían caso y otros se reían diciendo benévolamente: «Cosas de ese simpáti­co, pero arcaico anciano». Sandeces. Él podía exclamar como Donoso cuando no le escuchaban : Ya llegará el día en qué me tocará reír a mí. Y le tocó. Porque vio llorar atolondrados a los que antes se reían; cuando se desplomó lo que ellos no querían creer que se podía hundir, y más tarde vio también desplomarse a la República, a la que tantos otros —que no son conservadores de la constancia— se habían pegado buscando un acomodo. Guerrero Vílchez, desde su baluarte in­conmovible, pregonando la verdadera doctrina y anunciando todas las catás­trofes que habían de acontecer, contem­pló todos los derrumbamientos, los cam­bios pólíticos y las mudanzas en las per­sonas y él siguió adelante, impertérrito en la profesión y defensa de sus ideales, que los estimaba más santos, más verdaderos, cuanto más patente era el fra­caso de todo lo demás.

Lápida de D. Francisco Guerrero en el cementerio de Granada
Ha desaparecido aquel caballero de la Causa, aquella fortaleza espiritual que no reconocía barreras que se opusieran al desarrollo de sus doctrinas. Ochenta y ocho años al servicio de un mismo ideario, sin flaquear por el desánimo ni por la tibieza, le habían dado un pres­tigio y una aureola que podía exhibirla como el mejor blasón. ¿Quién podrá de­cir otro tanto? Por eso, su venerable persona era respetada en Granada. Era el respeto a una vida larga y ejemplar en el sacrificio, el respeto hacia un gran luchador que podía ofrecer como nadie el ejemplo de una lealtad acrisolada a una misma bandera y a quienes fueron sus Abanderados. Desde los días de su juventud en que combatió a la revolu­ción en los invictos Ejércitos del Rey Carlos, hasta el momento de morir, había sido el mismo y no había cesado de pelear en la misma trinchera. ¿Qué me­jor ejecutoria para obtener el respeto y la admiración no sólo de los que pen­saban como él, sino de los que habían sido distintos a él, que jamás podrían decir otro tanto?

Calle Periodista Francisco Guerrero Vílchez en Granada
Se nos va la pluma movida por la vehemencia y el cariño que sentíamos ha­cia el gran luchador al que no habrá quien le sustituya. Son hombres de otro tiempo, hombres de verdad, caracteres indomables que no debieran faltar, ro­bles de fortaleza espiritual y física que viven largos años, sin caer en la clau­dicación, para dar ejemplo de conse­cuencia y de fidelidad. Ya no veremos sus artículos entre los nuestros, que tan­tas veces los honró dándoles entrada en su brillante hoja de combate, porque don Francisco Guerrero Vílchez, Excelentísimo Señor Caballero de la Legitimidad Proscripta, Veterano Carlista y maestro de periodistas y de luchadores, que toda su vida ha estado en guerra contra la mentira revolucionaria, ha empezado a gozar de la paz eterna. Que Dios se la conceda y que nosotros no olvidemos a aquel gran amigo ni en nuestras ora­ciones, ni en nuestra vida para ajustarla con arreglo a la suya tan benemérita, tan cristiana, tan tradicionalista.


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Placeta Triviño en Granada, donde tuvo sus oficinas el periódico La Verdad.

La Verdad. Granada, diciembre de 1941

martes, 24 de junio de 2014

Recordando a Don Tomás Zumalacárregui



Tal día como hoy, en 1835, caía el más grande caudillo carlista de todos los tiempos: el general Don Tomás Antonio de Zumalacárregui e Imaz, apodado el tigre de las Améscoas. Mucho se ha escrito sobre este paladín vascongado, cuyas virtudes y genio militar eran tan admiradas por sus amigos como temidas por sus enemigos.

Rasgos personales de Zumalacárregui

Don Tomás Zumalacárregui era de estatura de cinco pies y dos pulgadas: tenía la espalda un poco ancha y algo torcida. De ordinario no llevaba la cabeza muy erguida, y antes por el contrario, cuando caminaba a pie, marchaba con la vista fija en el suelo, como si le fuese ocupado de una profunda meditación. 

Sus ojos eran claros y castaños; el mirar penetrante, profundo como el águila; su tez clara, la nariz regular, el cabello castaño oscuro y áspero; en sus últimos años principiaba ya a encanecerse, y lo llevaba por lo común muy corto. La patilla unida al bigote favorecía en extremo a su fisonomía, mostrándola tan singular como belicosa.: nunca se veía en sus acciones ni públicas ni privadas, cosa que desmintiese aquel aire de imperio con que la naturaleza le había dotado. 


Zumalacárregui hablaba poco y no reía mucho: escuchaba con particular atención a cuantos le dirigían la palabra, y cuando daba audiencia, era tan enemigo de dejar negocios pendientes y de hacer esperar a las personas (especialmente desgraciadas), que se olvidaba hasta de comer. Jamás sentó a la mesa hasta no haber oído al último de los que deseaban hablarle. Así, con frecuencia sucedía que la comida dispuesta para el mediodía, le aguardaba todavía por la noche: esto acontecía todas las veces que pasaba veinte y cuatro horas en un pueblo. 

Sin embargo de haber residido en las principales capitales de España ocupando el lugar brillante que pertenece al jefe principal de un regimiento, Zumalacárregui frecuentaba poco la sociedad. De él puede decirse, lo que Voltaire escribe de Carlos XII de Suecia, «que este retraimiento era efecto de que todo entero se entregaba a los trabajos de la guerra.»

Mas no se crea por esto que, cuando llegaba el caso, no sabía conducirse con aquella galantería tan propia de la oficialidad española: al contrario, era sumamente atento y urbano, y por lo mismo que no hacía alarde de ello, resaltaban más aun sus obsequios. Profesaba un odio implacable al juego y a la mentira. Su mayor diversión era la caza, siendo tal su pasión por ésta, que dedicaba siempre a ella todo el tiempo que le dejaban libre sus obligaciones. De este ejercicio le provino, sin duda, aquella soltura y agilidad de miembros que se le notaba, pues algunas veces, especialmente en invierno, hacía a pie jornadas enteras. 

El carácter de Zumalacárregui se resentía con facilidad de su temperamento bilioso, y como el gran Condé llevaba a mal se le contradijese. No obstante, tan pronto como era fácil en calmarse: los testimonios que podríamos citar, aumentarían considerablemente este volumen. Arrogante con los soberbios mientras daban muestras de altivez, se abatía hasta ponerse a su nivel, con los modestos para infundirles el vigor que parecía habían perdido. Celoso por la religión de sus abuelos, estaba muy lejos del fanatismo y de la hipocresía. Trataba a todos según la moral de su conducta y ni aún los eclesiásticos si estaban faltos de virtudes, hallaban en él consideraciones particulares. 

Los talentos y la calidad de las personas eran tenidos en grande aprecio por Zumalacárregui. Como su afán le conducía a ser el primer autor de sus disposiciones, nada hay que extrañar que fuese el artillero que daba fuego al cañón, el ingeniero que hacía los reconocimientos, el polvorista que pintaba los mixtos, y hasta el cabo, sargento, capitán o coronel en sus funciones respectivas; los más minuciosos detalles le llamaban la atención.

Jamás expidió una orden u oficio por escrito sin entregarlo por su propia mano y examinar antes la inteligencia o capacidad del conductor, obligándole a repetir, palabra por palabra, lo mismo que acababa de decir. Con tal observador ningún hombre de mérito podía estar largo tiempo confundido, ningún criminal impune, ningún adulador bajo otro disfraz. Al contrario de lo que generalmente sucede, Zumalacárregui conforme crecía en gloria y reputación, iba deponiendo la gravedad de su aspecto; y no sólo al último soldado sino al mendigo más miserable, se mostraba a toda hora accesible. La generosidad era en él una virtud innata, y la energía la cualidad más sublime de su carácter.

(Vida y hechos de D.Tomás Zumalacárregui, por el General carlista D. Juan Antonio Zaratiegui, capítulo VIII, páginas 392-395.)


Zumalacárregui en Huarte Araquil

Una lluviosa mañana de octubre de 1833 salió de Pamplona un oficial de elevada talla, envuelto en holgado capote militar. Este oficial que al pasar frente a los centinelas recató el rostro con el embozo del capote, no bien se halló a distancia de la muralla, marchó con aire resuelto camino de Irurzun, y como a un tiro de cañón de la plaza, montó en un caballo que allí encontró preparado, dirigiéndose a todo galope hacia el pueblo de Huarte Araquil, en el que se hallaban reunidas algunas fuerzas realistas. 

Descendió, una vez llegado al pueblo, frente a una casa de buena apariencia, y penetró en ella no sin que su presencia excitara la curiosidad de los transeúntes. Todos se preguntaban quién sería aquel personaje de imponente figura y rostro severo, en cuyo uniforme se veían brillar las divisas de coronel. Empero, la ansiedad general no tardó en verse satisfecha, y el nombre de Zumalacárregui comenzó a dejarse oir en todas las bocas. Este apellido era entonces poco conocido aún, pero las cualidades y antecedentes que se atribuían al que lo llevaba, satisficieron a los más entusiastas por la causa de Don Carlos. No es pues de extrañar, que el personaje recién llegado al pueblo fuera acogido con respeto por las fuerzas en él reunidas, y cuyo mando iba a tomar; pero lo que desde luego admira, es que un jefe sin arraigo y sin renombre, comience por dirigir a sus soldados arengas como ésta:

 
Zumalacárregui en Huarte-Araquil
           «Desde mañana es imposible daros los dos reales de prest como se ha hecho hasta hoy. La escasez que tenemos de fondos no permite hacer por vosotros todo aquello que quisiéramos. Los únicos recursos con que contamos para proseguir la guerra, son los que ofrece el país, y éstos, la mayor parte se han consumido ya. Por lo tanto, os hago saber que en lo sucesivo no se os dará de paga más que un real de vellón diario en vez de los dos que os tenían prometidos, y en esta misma proporción se satisfará el sueldo a todas las otras clases. Si después del arreglo que procuraremos introducir y de nuestras diligencias, adquiriésemos mayores fondos, debéis esperar que se os aumentará la paga; mas por ahora es preciso renunciar a los dos reales diarios.»



El que así se expresó, demostraba tener gran corazón, y los soldados que le oyeron en silencio y aceptaron tales condiciones, necesariamente tenían que ser soldados modelos.

(La vida militar en España, cuadros y dibujos de Cusachs, texto de Barado, pág. 221.)

Zumalacárregui en Elizondo

Entrevista de Don Carlos con Zumalacárregui

La primera entrevista de Don Carlos con Zumalacárregui fue muy tierna y debió halagar extraordinariamente el amor propio del general. 

Al considerar el Príncipe que este hombre, sólo con la fuerza de su genio había sabido aunar elementos opuestos y heterogéneos, sobreponerse a rivalidades mezquinas y desbaratar a la cabeza de noveles soldados a cuerpos enteros de tropas veteranas aguerridas, eclipsando la gloria de hábiles y entendidos capitanes, no pudo dominar su emoción y se arrojó en brazos del bizarro caudillo, manifestándole de la manera más cordial, lo altamente satisfecho que se hallaba de su comportamiento, pericia y denuedo.
 


(Galería militarcontemporánea, tomo 2.º, pág. 70. – Madrid 1846.)


Zumalacárregui herido

El sol hacía sentir muy fuertemente su acción, se incomodaba bastante al general, a quien se colocó en una cama de sofá, cubriéndola con un toldo blanco. Llevaban la cama doce granaderos, e iban de reserva veinte y ocho para relevarse de trecho en trecho. Una tristeza sombría y profunda se hallaba retratada en la fisonomía de los que acompañaban al general, y en cuantos sabían la fatal nueva, pero procuraban reprimir esta expresión de dolor. 

Zumalacárregui herido

Los habitantes de los pueblos, impelidos de una solicitud tierna y cariñosa, acudían en tropel a enterarse del estado del caudillo guipuzcoano; alguno de aquellos soldados, acostumbrados a desafiar la muerte con frente serena y ánimo esforzado en cien combates, dejaban correr furtivamente algunas lágrimas y contestaban con un movimiento de cabeza a cuantas preguntas se les dirigían.

(Galería militarcontemporánea, tomo 2.º, págs.. 75-76. – Madrid 1846.)


Iglesia de Nuestra Señora de Begoña y casa en que fue herido Zumalacárregui

Para que nuestros lectores puedan tener una cabal idea de tan memorable sitio, acompañamos la vista de la célebre casa denominada de Quintana, en cuyo balcón del centro recibió Zumalacárregui la herida.

Iglesia de Nuestra Señora de Begoña y casa en que fue herido Zumalacárregui

Dicha casa, inmediata a la iglesia de Begoña, se comunicaba con ésta por medio de un camino cubierto que en la misma vista se demuestra y por el cual fue retirado Zumalacárregui después de herido.

Mucho lamentaron su pérdida aquellos heroicos voluntarios que tantas veces guió Zumalacárregui a la victoria. Este último grabado representa una emboscada de las fuerzas carlistas al mando de Zumalacárregui contra un destacamento enemigo.

Emboscada carlista

Extraído de la revista El Estandarte Real (1891)


jueves, 5 de junio de 2014

El levantamiento carlista en el Reino de Granada

Exceptuando la expedición del General Gómez, poca conocida es la presencia carlista durante la primera guerra civil (1833 - 1840) en los reinos de Andalucía y Granada. Sin embargo, desde el principio hubo legitimistas en estas tierras, como demuestra Antonio Pirala en su Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista. Así narraba el autor liberal el levantamiento carlista de la Alpujarra y Granada, en el que las autoridades cristinas llegaron a temer la propia conquista de la capital del reino granadino:


LXXXVIII – La Alpujarra y Granada

De distinta índole que la rebelión de los moriscos se preparó otra en la Alpujarra, esa región que partiendo desde las eternas nieves de Sierra Nevada, la circunda en toda su extensión meridional hasta enlazarse con la Contraviesa, que empieza en otra serie de cordilleras que termina en el mar. El terreno y los habitantes se prestaban perfectamente a levantar el pendón carlista, y a emprender una lucha ruda como aquellas montañas y valiente como sus pobladores.

Solazándose estaba el capitán general de Granada, Palarea, en la posesión de Dandella, cuando recibió la primera noticia del levantamiento de los carlistas, y por enfermedad de Aranda capitán de la compañía franca de Seguridad envió al teniente don Joaquín Siman, a apagar aquel incendio. A marchas forzadas llegó diligente a Polopos, donde se hicieron fuertes sus enemigos; peleóse con tesón, y muerto su jefe don Matías de Castro y herido su segundo Arratia, que quedó prisionero, se dispersó fugitivo el resto de la fuerza, hallando en el país la protección que necesitaba su cuita, se recogieron las armas que abandonaron, un obús de campaña enterrado, y otros efectos, y se vio ahogada en su cuna aquella insurrección que habría sido imponente a no ser tan pronto reprimida (1).

Fotografía del pueblo alpujarreño de Polopos, donde cayó el caudillo carlista D. Matías de Castro

Según la declaración de Arratia resultó complicado el obispo de Guadix, su secretario el señor Cedrun, don José Enríquez y Campo vecino de Granada, y otros: se detuvo al Prelado en su palacio y en la cárcel a su secretario y al joven Enríquez, que emparentado con las principales familias de la ciudad era simpático a todos: temióse por su vida y se halló medio de que se le trasladara al hospital, de donde se fugó narcotizando a los nacionales de la Guardia y vigilantes.

Palacio episcopal de Guadix, donde fue detenido el Ilmo. Sr.
D. José Uraga, cuya implicación carlista motivó que a su muerte el
gobierno liberal dejase vacante la diócesis de Guadix entre 1840 y 1848

Pasó el proceso al juzgado de Albuñol, decidida a su favor la competencia, desempeñado entonces por don Francisco de los Ríos Rosas, y no tuvo más consecuencias notables el plan de insurreccionar la Alpujarra, que habría sido grave para la causa liberal, a la que dieron que hacer los carlistas que en la provincia de Jaén invadían los partidos de Cazorla y Segura de la Sierra, y especialmente la que capitaneó Isidro Ruiz (a) el Monjero; y en la misma Provincia de Granada no fueron insignificantes las partidas que recorrían los territorios de Baza y Huéscar, atacando a la villa de Benamaurel, cuya iglesia incendiaron; debiendo citarse la conspiración descubierta en las Albaidas, y aún la que antes descubrió por una criada, el auditor señor Andreu Dampierre, que fraguaban los presos de la cárcel de Granada, y costó la vida a nueve de ellos.

No faltaban entonces carlistas en Andalucía, y les alentaba en sus empresas la división tan profunda que introdujeran en Granada los Jovellanos, en los que estaban afiliadas personas de valer como Martínez de la Rosa, Castro y Orozco, Velluti, el marqués de Falces, duque de Gor, Cónque, Egaña y otros. Produciéndose lamentables divisiones entre moderados y exaltados, y poco cuerdo o mal aconsejado Palarea, aunque tenía fama de astuto su consejero, no dejaban de aprovecharlas los partidarios de don Carlos; conspiraban, abundaba el dinero, y sólo una persona, cuya familia aún vivía, no ha mucho, sacrificó toda su fortuna, de algunos millones adquiridos en las minas de Almería (2).

Llegaron a temer las autoridades, se adoptaron grandes precauciones y hasta bajóse en rogativa la efigie de San Miguel desde su elevado santuario a la iglesia de la Virgen de las Angustias y de aquí con dicha imagen a la catedral, ondeando el estandarte de los reyes católicos en la Torre de la Vela. Se temía que don Basilio y Tallada atacaran la Ciudad, y se apeló a la astucia para evitarlo. Encomendóse al teniente Siman marchar con la compañía franca de seguridad pública, y al llegar a Purullena pidiese al alcalde de Guadix un crecidísimo número de raciones, suponiéndose jefe de la avanzada de un ejército numeroso; y a propósito para el jovial carácter de aquel hijo de Vélez Málaga el cometido que llevaba, que comprendió perfectamente, obró y expidió comunicaciones aún al mismo capitán general de Granada, como si mandara un grande ejército, cuando sólo llevaba 30 hombres; al hacer el pedido de raciones a Guadix, a donde acababan de llegar las avanzadas carlistas pidiéndolas también, se sorprendió el alcalde, lo manifestó a los enviados de Tallada y don Basilio, creyeron estos que se había improvisado en Andalucía y reunido en Granada un numeroso ejército y levantaron el campo que ya tenían a unas tres leguas de Guadix, retrocedieron a Castril y Baeza para ser batidos por Sanz, y respiró Granada.


El General carlista D. Basilio

(1) En Granada se descubrió una fábrica de municiones de armas en uno de los sótanos de San Diego de Alcalá.

(2) Viéronse estos desgraciados en una boardilla en Madrid, por la caridad del señor Bonell y Orbe, y fue tan consecuente en su opinión el dignísimo sujeto de que tratamos, que al saber la muerte del conde de Montemolín, volvió a su casa despavorido y abrazándose a su lecho falleció de repente, exclamando: ¡ya no queda esperanza alguna! ¡nuestro rey ha muerto! Tan profunda convicción es grande, noble, sublime. Digno recuerdo merecía de sus correligionarios tanta virtud y heroísmo.

Extraído de Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista, por Antonio Pirala (1869).

domingo, 1 de junio de 2014

Carlistas célebres de Granada: Dr. Juan Creus y Manso

El día 1 de junio de 1897 fallecía en Granada uno de los más conspicuos cirujanos españoles, el ilustre D. Juan Creus y Manso. 

Dr. Juan Creus y Manso (Guadalajara, 1828 - Granada, 1897)

Catedrático de Anatomía topográfica y Operaciones en la Facultad de Medicina de Granada, y luego de Clínica quirúrgica, no se limitaba a explicar la asignatura, sino que la inculcaba prácticamente a sus alumnos. Sobrio de palabras, describía con admirable precisión una enfermedad en los términos más concisos, dejando grabados en la memoria de los oyentes los principales rasgos de la misma; y en operaciones, a medida que iba disecando los tejidos exponía la anatomía de la región y dibujaba con suma limpieza los cortes y manipulaciones estrictamente necesarios al acto operatorio.

Al par que diestro era pulquérrimo en las operaciones; así es que antes de emplearse los procedimientos de antisepsia con todos sus detalles, ya la reunión inmediata era la regla en sus operados. Y no se crea que se limitase á la Cirugía clásica, sino que practicaba las operaciones mas arriesgadas: ovariotomías, enterorrafias, nefrectomías, autoplastias, extirpación de la parótida, suturas intestinales, trepanaciones, etc., etc. Con su serenidad de ánimo, decisión pronta para cambiar de rumbo en frente de hechos inesperados, y juicio rápido para tomar determinaciones inmediatas, salvaba sin vacilaciones, cualquier accidente operatorio, cualidad la más característica quizás de las que adornaba al eminente cirujano. En cátedra no pasaba lista ni obligaba la asistencia a clase, y, sin embargo, la concurrencia de alumnos que iban a aprender sus lecciones demostrativas era siempre extraordinario.

Trasladado al Colegio de San Carlos, desempeñó, más tarde, con general aplauso, el difícil cargo de Rector de la Universidad Central. Amante del progreso, estaba al corriente de todos los adelantos científicos que estudiaba con entusiasmo, y tan pronto como el estado de su vista no le permitió leer todo cuanto entendía que le era necesario, pidió la jubilación, retirándose á tiempo, en la casi plenitud de su facultades. En artículos periodísticos y Memorias escribió sobre las varias ramas que abarcan las Ciencias médicas.

Calle Doctor Creus en Granada

Su tolerancia con todas las ideas científicas no le impidió militar en las filas de la Tradición, habiendo figurado en la Junta carlista de Granada. Una vez jubilado, retirose a su patria, consagrándose exclusivamente a sus dos grandes ideales: la ciencia y la caridad, muriendo tal vez víctima de su excesivo celo por esta última. ¡Descanse en paz el inolvidable maestro, honra de la cirugía patria!

Extraído, en parte, de la Revista Balear de Ciencias Médicas, 1897

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