Tras una abundante y deliciosa comida navideña en un restaurante céntrico, muy cerca de donde hace unas pocas semanas tuvimos ocasión de escuchar la magnífica conferencia sobre el reinado social de Cristo del Rvdo. D. Javier Utrilla, el presidente del círculo tradicionalista de Granada, Rodrigo Bueno, pronunció el siguiente discurso:
Queridos correligionarios, permitidme unas palabras:
Muchas gracias, Roberto, por haber organizado este banquete, y muchas gracias a todos los que habéis venido. Esta reunión navideña no es una mera comilona. Estamos aquí porque compartimos una misma fe, la de Jesucristo, y unos mismos principios, los de la tradición española.
Desde hace décadas vivimos tiempos decadentes. Creo que todos los que estamos en esta mesa incluso hemos nacido en ellos, pero Dios nos ha dado la gracia de no dejarnos arrastrar por la corriente neopagana. Por eso estamos aquí, en la noble ciudad de Baeza, celebrando entre correligionarios la Natividad del Señor.
Este año se ha cumplido el 40 aniversario de una Constitución atea y antiespañola que se hizo invocando el consenso entre conservadores, socialistas, comunistas y separatistas. Este texto nefasto, que hizo tábula rasa de toda legislación anterior, que echó por tierra nuestra victoria en la Cruzada de Liberación, permitió una infinidad de males, los cuales no han hecho sino empeorar. Y aún hay quien pretende hacernos creer que la causa de los males puede ser la solución a los mismos.
La situación política que atraviesa nuestra Patria es verdaderamente trágica, pero no debemos perder la esperanza. Tras un larguísimo letargo hay síntomas que indican que la mentalidad de nuestro pueblo puede estar cambiando. Opongámonos con todas nuestras fuerzas al marxismo y al separatismo, pero no olvidemos que quien ha engendrado a ambos es el liberalismo.
Recientemente hemos visto a algunos liberales contradecirse, parece que ni ellos mismos creen realmente en la doctrina que predican y que llevamos dos siglos padeciendo. ¿Cómo van a creer en la tan cacareada libertad de expresión los que han pedido el cierre de canales de televisión de la extrema izquierda? ¿Cómo van a creer en la democracia parlamentaria y en la libertad de asociación, si reclaman la ilegalización de partidos y asociaciones separatistas? ¿Cómo van a defender la libertad de cultos quienes piden que se cercene esa libertad a los mahometanos?
Pero pedir estas cosas tan poco liberales (aunque hipócritas) ha dejado de escandalizar a mucha gente, lo cual es buena señal. Aprovechemos el momento. Pongamos de manifiesto las contradicciones del liberalismo y presentemos el pensamiento católico en todo su esplendor; procuremos que la gente entienda que la ideología demoliberal, que trata de seducir con su buenismo aparente, lejos de ser la solución, es la causa de una infinidad de problemas políticos y sociales. Sin liberalismo, jamás habría habido en España izquierdismo, ni separatismo, ni islamismo.
Los católicos debemos ser los primeros en luchar por el derecho a la vida y contra la ideología que promueve la repugnante sodomía; pero no olvidemos que eso es, en realidad, defender la ley natural, que ni siquiera debería considerarse una «particularidad católica». Es preciso que vayamos más allá y combatamos por el reinado social de Jesucristo, por los derechos de Dios y de la Iglesia en la sociedad. Esos son realmente los principios no negociables para los católicos.
Toda lucha contra el aborto que no incida en la necesidad imperiosa de recuperar la virtud de la castidad como modelo para toda la sociedad, es una batalla que cojea y que está condenada al fracaso. Deberían cerrarse todos los medios de comunicación con contenido pornográfico, también en Internet. Hay que concienciar sobre la plaga dañina de la pornografía, un mal que está causando estragos y está destrozando familias. Hagamos que los liberales vean sus contradicciones. Digámosles: «tu supuesta libertad de embrutecerte atenta contra mi libertad cierta como padre de familia de proteger a mis hijos de contenido obsceno en Internet».
Declarémosles también la guerra a los anticonceptivos, pues aunque la mayor parte del clero ya no se atreva a decirlo en los púlpitos, sabemos que es pecado mortal usarlos, incluso dentro del matrimonio. Y por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario, está demostrado que a más anticonceptivos, más abortos. Nunca ha habido tantos anticonceptivos como hoy, y nunca ha habido tampoco tantos niños asesinados en el vientre materno.
Y es que la lucha contra la pornografía es la misma que contra los anticonceptivos, la misma que contra el aborto, la misma que contra la promiscuidad y el concubinato, la misma que contra el aberrosexualismo, y, realmente, la misma que contra el laicismo, pues el laicismo ha apartado a Dios de la sociedad, y desterrando a Dios desaparece la moral.
Parece que los enemigos de la religión hayan tomado por lema la célebre frase de Dostoievski: «si Dios no existe, todo está permitido». Lo único que no permiten, claro, es que haya católicos que aún queramos regirnos por la ley de Dios.
Quienes gobiernan en España no hacen más que "salir del paso". No piensan en las siguientes generaciones, sino en las siguientes elecciones; no les interesa nuestro porvenir, sino una posible moción de censura o unos posibles pactos electorales. Tenemos una colosal crisis de natalidad que está dejando a España sin niños y a unos españoles sin futuro, pero eso parece no preocuparles en absoluto.
Por eso la monarquía tradicional, católica, templada y representativa, lejos de ser una idea desfasada, es hoy más necesaria que nunca. Es imprescindible un rey legítimo de origen y de ejercicio, que reine y gobierne, porque al no tener nada que perder, y nada que ganar –salvo la dicha espiritual y material del pueblo–, puede dedicarse a gobernar para el bien común, rodeándose de hombres sabios, la verdadera aristocracia.
Queridos amigos: quisiera pediros que mantengamos un ambiente de auténtica camaradería y hermandad en nuestra Comunión. No nos dediquemos a pelearnos y atacarnos gratuitamente entre nosotros en las redes cibernéticas mientras los enemigos de España y de la Civilización Cristiana se afanan por rematar la faena y apagar cualquier rescoldo de españolidad.
Recordemos las proféticas palabras de Vázquez de Mella: «Pronto habrá, después de un primero de Mayo terrible, un Dos de Mayo más glorioso que el de 1808». Ese 2 de Mayo más glorioso que el de 1808 se plasmó en un 18 de Julio de 1936, al que le siguió un 1º de Abril de 1939. Honremos a nuestros antepasados manteniendo vivo el espíritu del 2 de Mayo y del 18 de Julio, pues Dios sabe si algún día tendremos que imitarles.
No somos una organización como otra cualquiera, porque nuestros principios son inmortales, y la Comunión Tradicionalista, como el Ave Fénix, es capaz de resurgir de sus cenizas, como ha demostrado varias veces su gloriosa historia.
Como decía el general Tristany, nuestra gran comunión nacional es el eterno símbolo y personificación perpetua del leal y verdadero pueblo español. Con justicia éramos conocidos como la Guardia Civil de la Iglesia en España. Mantengamos ese espíritu de lealtad y de lucha.
Es preciso que el león español, encadenado por un sistema extranjero, contrario a su ser, y convertido por él en cordero, levante por fin su abatida cabeza, sacuda fuertemente su melena, rompa sus cadenas y vuelva a marchar, sereno y firme, por la Historia.
No seamos derrotistas ni nos dejemos engañar por las apariencias. Recordemos que Nuestro Señor nació pobre, desvalido, sin más amparo que el de un pobre carpintero, sin más abrigo que unos toscos pañales, y sin más lecho que un pesebre y un puñado de paja. Y sin embargo, ese Niño era el Creador de todas las cosas y el que vencería a la muerte y al pecado.
Acudamos al portal de Belén con fe y esperanza. Pidamos al Niño Dios que vuelva a bendecir nuestra Patria y que confunda a esas legiones de Herodes modernos que quieren matarlo; que por odio a la Encarnación promueven el infanticidio; que por odio a la Santísima Virgen María, esclava del Señor, promueven el feminismo; que por odio al Evangelio, promueven el laicismo; y que, por odio a la naturaleza creada, promueven el aberrosexualismo y el reinado social del demonio. ¡No prevalecerán!
¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD!
A continuación tomó la palabra José Luis Santos, joven y entusiasta carlista malagueño, que hizo un canto a la integridad tradicionalista en estos términos:
Queridos y estimados correligionarios todos:
Tras haber sido partícipes del magnánimo discurso que ha precedido al presente, quisiera resaltar brevemente y con más contundencia en tiempos estos de depravación de principios, la necesidad ineludible e inevitable del integrismo.
En efecto, el integrismo que solo puede ser intrínsecamente carlista, ese santo celo por salvaguardar la pureza y ortodoxia de la inalterable Doctrina; esa noble e incansable lucha en pos de mantener inmaculados e impolutos nuestros sagrados fundamentos; en definitiva, ese bastión contrarrevolucionario inexpugnable e inquebrantable.
Este recitado integrismo se hace palpable en el dualismo del Altar y del Trono. Por un lado, para la defensa acérrima de la verdadera Tradición, no se puede sino ser íntegramente católico. Este es el factor determinante que confiere identidad a la Tradición. No es posible bajo ningún concepto, pues, transigir sobre la verdad católica, la única verdad que nos alumbra frente a este embustero mundo de tinieblas. Hemos de adherirnos al Catolicismo sin reservas, hacer de nuestra consigna un estandarte completamente intolerante para con el error. Por esta nuestra condición radical, orgullosamente somos enemigos declarados e irreconciliables de esta sociedad deicida surgida y amparada en los preceptos del liberalismo.
Esta fidelidad a la Religión queda reflejada sobremanera en las palabras del procurador en Cortes por la Iglesia, don Ramón Nocedal y Romea, que con valentía pronunció ante esa caterva de masones y demás enemigos de Dios en el Congreso, lo siguiente:
«Yo no predico la guerra civil, ni el motín, ni la algarada, pero á esos y á cuantos oigan mi voz, quiero decir que desoyen la Voz venida del Cielo, y desobedecen la Voluntad Soberana que nos manda unirnos en apretado haz, y lanzarnos en falange á reivindicar nuestros derechos conculcados, á defender la Verdad desconocida, á restaurar el Imperio absoluto de nuestra Fe íntegra y pura, y á pelear con los partidos liberales, á quienes no yo, sino León XIII llama imitadores de Lucifer, hasta derribar y hacer astillas el árbol maldito. Queremos la Unidad Católica [que no confesionalismo] con todas sus consecuencias. Tenemos por aborrecible la libertad de conciencia, la libertad de cultos. Queremos luchar contra el liberalismo, el progreso y la civilización moderna.»
Para el mantenimiento de esta unidad religiosa, para la supervivencia del Orden Social Cristiano, para la restauración del legítimo Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo, es imprescindible la figura del Monarca. El restablecimiento total del Altar no se dará sin el del Trono. Hago mía la siguiente declaración que pueden hallar en la hemeroteca de Su Santidad el Papa Pío XII: «Los requetés, los Católicos prácticos. Los que salvaron a España. Cuantos se habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los Derechos y el Honor de Dios y de la Religión. Los llevo muy adentro en mi corazón y los bendigo.»
Por consiguiente, sin tapujo alguno, puedo afirmar que en España el Catolicismo es el carlismo, y el carlismo es el Catolicismo. Y como es imposible que el carlismo concreto y determinado, y el anti-carlismo determinado y concreto, sean simultáneamente Católicos; de aquí que habiéndose declarado solemnemente que el carlismo es el Catolicismo, haya también que declarar con igual solemnidad que el no carlismo es el anti-Catolicismo. * [VÉASE NOTA MÁS ABAJO]
Magistralmente nos deleita don Juan Vázquez de Mella acerca de la sacralidad de la institución monárquica: «el Rey ha de ser y propiamente es sin duda, Vicario de Cristo en la tierra». Tiene así el divino cometido de representar a Dios en la gobernación de sus dominios, siendo la personificación misma de España. No Soberano de ese innovador y falaz “Reino de España” homogéneo, centralista y jacobino, sino de los Reinos de España, en la diversidad federativa de sus sagrados Fueros.
Para finalizar, no quisiera olvidar remarcar el evidente deber de todo carlista, haciendo especial énfasis en la juventud: el de ser realmente españoles. Español no es aquel que tenga un color de piel determinado. La españolidad no se circunscribe a una raza. Español es todo aquel que es creyente en una misma y sola Fe (la Verdadera, Santa Católica y Apostólica) y es súbdito de un solo y mismo Rey (el legítimo, Don Enrique V).
Esta lealtad incumbe que tengamos como réprobo e inadmisible cualquier tipo de accidentalismo, ese peligro que tanto nos acecha y que, como nos enseña la historia y podemos observar amargamente tanto otrora como a día de hoy, a demasiados ha arrastrado hasta las feroces garras de la traición más infame. Por el contrario, seamos mártires de la Santa Causa al grito de DIOS, PATRIA, FUEROS y REY.
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva España Católica!
¡Viva Enrique V!
También se dirigieron a los asistentes Javier, estudiante de Almuñécar, que brindó por nuestros dos reyes, al que corresponde por derecho una corona de oro y el que ciñe una corona de espinas; y Jesús, de Córdoba, con sentidas palabras llenas de amor y preocupación por España, por la que todos los presentes nos mostramos dispuestos a darlo todo en estos sombríos tiempos que corren.
Seguidamente y de manera espontánea nos pusimos todos a cantar tradicionales villancicos y compartimos una agradable tertulia en un ambiente distendido de camaradería.
Tras la comida, todos los reunidos menos Carlos y el delegado de Juventudes Tradicionalistas, Manolo Molinero, que tenían que partir antes, realizamos una visita turística por la hermosa ciudad de Baeza, admirando sus señoriales palacios e iglesias, así como el bello paisaje jiennense con sus campos de olivos, con nuestras boinas puestas y exhibiendo nuestras banderas de España con el Sagrado Corazón y la Cruz de Borgoña, con la que combatieron los numerosos requetés andaluces, a quienes estamos dispuestos a imitar.
* NOTA: José Luis hace esta afirmación porque asegura que en España actualmente no hay ninguna otra agrupación política que defienda íntegramente el reinado social de Jesucristo. [cfr. LO BON CATOLICH, Barcelona 21/6/1883] Los tradicionalistas no equiparamos necesariamente carlismo a catolicismo y viceversa y nos remitimos a las enseñanzas de la Iglesia (ya en el siglo XIX) y a lo afirmado por Carlos VII sobre este particular: se puede ser católico sin ser carlista, pero no se puede ser carlista sin ser católico.
4 comentarios:
Pues yo soy católico apostólico y romano, y practico. Pero no soy carlista. Sigo los mandamientos y todo lo que manda la Iglesia.
La Iglesia también obliga a los católicos a procurar el reinado social de Cristo, que es lo que persigue la Comunión Tradicionalista.
Enhorabuena carlistas.
Respecto a Don Sixto se le vitorea y exibe en medallas conmemorativas ya como Enrique V, ¿ha habido proclamación oficial solemne, o aun informal pero documentada, de que él haya aceptado la Corona de España?
Hasta ahora venía aceptando ser el Abanderado "de la Comunión Tradicionalista".
Y como pasos previos a ser proclamado por las Cortes/Asamblea carlista (o autoproclamado, como más les guste) debiera erigirse formalmente al menos en:
- Abanderado de la Santa Causa "de España"
- Regente de derecho "de España"
- Rey de derecho "de España"
Espero puedan solventarme estas dudas jurídico-legales de legitimidad básica que se me escapan.
¡Viva España!
Gracias por su enhorabuena. En lo referente a sus dudas, para solventarlas le sugerimos que se dirija directamente a la Secretaría Política de S.A.R. Un saludo.
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