Si la práctica y la prosa consisten en esa degradación parlamentaria, que va alcanzando a todos los órdenes de la vida; en la merma de la riqueza pública, en la tiranía caciquil sobre la justicia, que va nublándola y sustituyéndola con el favor; si consiste en la pérdida ignominiosa de las colonias, entonces maldita sea la prosa y la práctica, y viva esa poesía que siquiera alienta el corazón y la fantasía.
Yo quiero vivir en esa región de la poesía y quiero sumergirme, por decirlo así, en el espíritu nacional de mi Patria; siento que soy una gota de una onda en ese río, siento la solidaridad, no sólo con los que son, sino con los que fueron, y por eso la siento con los que vendrán.
Por eso amo a mi Patria y la evoco en mis sueños, y deseo vivir en una atmósfera que no se parezca a la atmósfera que me rodea en la hora presente. ¡Cuántas veces al apartar la vista de la realidad actual, me dirijo hacia la historia pasada y la evoco y la busco en aquel periodo de intersección entre una España que termina y otra que comienza! Entonces veo aquella Reconquista que se va formando con hilos de sangre que salen de las montañas y de las grutas de los eremitas, que van creciendo hasta formar arroyos y remansos, y veo crecer en sus márgenes los consejos y las behetrías, y los gremios, y los señoríos, y las Cortes, y a los monjes, a los religiosos, a los cruzados, a los pecheros, a los infanzones, a los solariegos, enlazados por los Fueros, los Usatjes, los Códigos, los Poemas, y los romanceros; descendiendo hacia la Vega de Granada en un ocaso de gloria, para ver allí el alborear de un Nuevo Mundo, con la conquista de América y del Pacífico; y entonces pasan ante mi fantasía Colón y Elcano, Magallanes y Cortés; los conquistadores, los navegantes y los aventureros; y a medida que el sol se levanta, mi alma arrebatada quiere vivir y sentir y admirar a políticos como Cisneros y como Felipe II; a estadistas y caudillos como Carlos V y como Juan de Austria; y, por un impulso de la sangre, quiero ser soldado de los Tercios del Duque de Alba, de Recasens y de Farnesio, y quiero que recreen mis oídos los períodos solemnes de Fray Luis de Granada y las estrofas que brotan de la lira de Lope y de Calderón, y que me traiga relatos de Lepanto aquel Manco, a quién quedó una mano todavía para cincelar sobre la naturaleza humana a Don Quijote; y quiero ver pasar ante mis ojos los embajadores de los Parlamentos de Sicilia y de Munster, que se llaman Quevedo y Saavedra Fajardo; y ver la caída de Flandes a través de las Lanzas de Velázquez, y quiero sentarme en la cátedra de Vitoria para ver como el pensamiento teológico de mi raza brilla en aquella frente soberana, y quiero verle llamear en la mente de Vives, sembrador de sistemas, y en la de Suárez ascender hasta las cumbres de la metafísica; quiero más: quiero que infunda aliento en mi corazón o le caldeen las llamas místicas que brotan en lo más excelso del espíritu español con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y quiero ver a los penitentes varoniles y desgarrados en los cuadros terribles de Ribera. Quiero, en fin, embriagarme de gloria española, sentir en mí el espíritu de la Madre España, porque, cuando se disipe el sueño, cuando se desvanezca el éxtasis y tenga que venir a la realidad presente, ¿qué importa que sólo sea recuerdo del pasado lo que he contemplado y sentido? Siempre habrá traído ardor al corazón y fuego a la palabra para comunicarle al corazón de mis hermanos y decirles que es necesario que se encienda más su patriotismo cuando más vacile la Patria.
El elocuente orador D. Juan Vázquez de Mella después de pronunciar su magistral discurso el día 31 de Mayo en el Teatro de la Zarzuela, recibiendo las sinceras y entusiastas felicitaciones de las numerosas representaciones que asistieron a tan memorable acto. (La Hormiga de Oro) |
Parte del discurso de D. Juan Vázquez de Mella en el Teatro de la Zarzuela el 31 de mayo de 1915.
Texto extraído de http://www.meridianocatolico.es/vazquezdemella.htm
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